Quand même
Los hombres han llegado a la superación de la propia inercia, a la producción de obras materiales y espirituales, merced a la presión exterior. En ello no se engañan los pensadores, desde Demócrito hasta Freud. La resistencia de la naturaleza exterior, a la que se remonta en definitiva la presión, se prolonga en la sociedad a través de las clases y actúa sobre el individuo, desde la infancia, como dureza de los otros. Los hombres son blandos cuando quieren algo de los más fuertes; duros y brutales cuando son solicitados por los débiles. Ésta es la clave del carácter en la sociedad, tal como ha sido hasta ahora.
La conclusión de que terror y civilización son inseparables, a la que han llegado los conservadores, está sólidamente fundada. ¿Qué podría inducir a los hombres a desarrollarse de tal modo que sepan dominar con éxito estímulos complejos, si no fuera el propio desarrollo llevado a cabo con esfuerzo, que debe estimularse ante la resistencia externa? Al principio, la resistencia estimulante se encarna en el padre; luego asume formas innumerables: el maestro, el superior, el cliente, el competidor, los representantes de fuerzas sociales y políticas. Su brutalidad estimula la espontaneidad individual.
Que un día la severidad pueda ser dosificada, que las penas sangrientas con que la humanidad ha sido domesticada en el curso de los milenios puedan ser sustituidas por la creación de sanatorios, es cosa que tiene todo el aire de un sueño. La coacción simulada es impotente. El desarrollo de la civilización se ha cumplido bajo el signo del verdugo; en ello están de acuerdo el Génesis, que narra la expulsión del paraíso, y las Soirées de Saint-Pétersbourg[a]. Bajo el signo del verdugo están el trabajo y el goce. Pretender negar esto es ir contra toda ciencia y contra toda lógica. No es posible deshacerse del terror y conservar la civilización. Atenuar el primero es ya el comienzo de la disolución. De esto se pueden extraer las consecuencias más diversas: desde el culto a la barbarie fascista hasta la fuga resignada hacia los círculos del infierno[b]. Pero se puede extraer también otra: burlarse de la lógica cuando está contra la humanidad.