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Durante las dos semanas siguientes, Wilt estuvo fuera de casa el máximo tiempo posible y se dedicó a terminar de diseñar el horario del próximo curso escolar mientras Eva iba de un lado para otro intentando acordarse de todas las cosas fundamentales que se le había olvidado decir a Henry que tenía que hacer mientras ella estuviera fuera.
—Sobre todo, no te olvides de darle a Tibby el pienso por la noche. Por la mañana come una lata de Cattomeat. Ah, y tienes que darle el complemento vitamínico. Lo chafas en un platillo y echas un poco de nata de la leche y lo remueves…
—Sí —dijo Wilt, que no tenía intención alguna de dar de comer al gato. Pensaba llevar a Tibby a la residencia para gatos en cuanto Eva y las niñas partieran para Wilma.
También solucionó otro problema: necesitaba llevarse dinero en metálico, y utilizaría sus ahorros de la sociedad de crédito hipotecario. Siempre los había reservado para emergencias personales, y nunca había hablado a Eva de su existencia.
Tomó otra decisión: no iba a llevarse ningún mapa. Wilt quería ver las cosas con una visión nueva y hacer sus propios descubrimientos. Iría a donde quisieran llevarlo los caminos, sin consultar mapas, aunque no tuviera ni idea de dónde estaba. Iría hacia el oeste, sencillamente; cogería el primer autobús que encontrara y se apearía cuando viera algo que le interesara. Dejaríba que el azar dirigiera sus vacaciones.