VII EL ANTICRISTO DE LAS ACTAS: UN ANTEPROYECTO DE PODER

La Bestia no es lo que parece. Puede llevar incluso un bigotillo de lo más cómico.

Soloviev, El Anticristo.

La clave del ascenso a la fama de Alfred Rosenberg, hijo de un pobre zapatero, era la posesión de un manuscrito secreto que había sacado de contrabando de Moscú y que se titulaba Las Actas de los Sabios Hombres de Sion. El ascenso de este hombre, que llegó a convertirse en el Reichsleiter del partido nazi y en su filósofo oficial, se produjo porque se presentó a Adolf Hitler con un anteproyecto del poder absoluto.

Las Actas de los Sabios Hombres de Sión era un informe de los procedimientos del Congreso Mundial Judío, celebrado en Basilea en 1897, en el que, según se aseguraba, se habían hecho planes y tomado resoluciones a fin de alcanzar el dominio del mundo.

Rosenberg, un romántico de corte siniestro, tenía una misteriosa historia que contar acerca del modo en que un ejemplar de las Actas había llegado a su poder. Afirmaba que un completo desconocido se le había presentado con él. «El hombre, a quien jamás había visto, entró en mi estudio sin llamar, dejó el libro sobre mi mesa y desapareció de nuevo sin decir palabra».

Las Actas resultaron ser un apéndice de una obra titulada El Anticristo, escrita por un degenerado autor ruso llamado Nilus, discípulo del gran filósofo ruso Soloviev. En la primera página del manuscrito mecanografiado aparecían unas palabras de san Mateo: «Está cerca, está junto a la puerta.» Tras la primera lectura rápida del manuscrito, Alfred Rosenberg supo que aquel era un manuscrito muy adelantado. También supo que lo que tenía en las manos era dinamita tanto política como racial, la cual, si se utilizaba del modo adecuado, podría convertirse incluso en la clave para alcanzar el éxito en un mundo hostil.

A pesar de sus antecedentes judíos, Rosenberg consiguió entrar en la Thule Gesellschaft mostrando las Actas a Dietrich Eckart, quien fue presa de la excitación al leer el contenido del manuscrito. Éste causó una impresión similar en una reunión que el Comité del Grupo Thule celebraba para debatir el mejor modo de publicar la obra.

Los thulistas decidieron no asociar la publicación de las Actas a su propio movimiento de ocultismo, que era bien conocido por sus salvajes sentimientos antisemitas. Se escogió a un editor independiente, Ludwig Müller, para que se hiciese cargo de publicar la primera edición.

Las Actas de los Sabios Hombres de Sión surtió el efecto esperado entre los intelectuales alemanes que habían estado buscando en vano una cabeza de turco para explicar la derrota de Alemania en la primera guerra mundial. Finalmente creyeron encontrar la verdadera explicación de cómo Alemania había sido traicionada por la espalda mientras sus valientes soldados seguían luchando en suelo francés. Por fin había sido desenmascarada la vil y detestable conspiración judía.

De la imprenta salía edición tras edición, pero la demanda continuaba creciendo. Algunos editores extranjeros vieron en la obra una gran fuente de dinero y las Actas fueron publicadas en casi todos los países del mundo. Dondequiera que apareciera, la gente empezaba a discutir sobre la existencia de una red internacional y secreta de judíos que conspiraban para controlar el capital mundial y manipular, e incluso dominar, la política mundial con el fin de llegar a controlar toda la vida del planeta41.

A fin de dar la mayor credibilidad posible a las Actas, se había tejido un elaborado engaño para probar que la Conferencia Internacional Judía celebrada en Basilea no se había ocupado, como había asegurado que era su intención, del debate de las posibilidades de que los refugiados judíos tuvieran un hogar permanente en Palestina.

«Eso era tan solo una tapadera —aseguraba Nilus—. El nuevo Movimiento sionista había nacido con objetivos bien distintos. Su meta secreta consistía en dominar sin oposición el mundo entero.» En la Conferencia de Basilea, dijo, los rabinos principales de toda Europa y de las dos Américas se habían congregado para hacer planes sobre la reducción a la esclavitud de toda la humanidad. Se estaban preparando para la llegada del Anticristo, que sería judío. Bajo la dirección del Anticristo los judíos alcanzarían sus metas.

«Sembraremos por todas partes las semillas de la agitación, la disensión y la enemistad — se puede leer en Las Actas de los Sabios Hombres del Sión—. Desencadenaremos una guerra terrible... Pondremos a la gente en una situación tal que nos cederán voluntariamente el liderazgo a través del cual dominaremos el mundo entero.» La explicación del modo en que las Actas habían llegado a manos no judías no era más que otra mentira descarada. Nilus aseguraba que un mensajero judío, que se encargaba de tomar las notas taquigráficas en la Conferencia de Basilea había sido sobornado para divulgarlas. Se supone que por una enorme suma de dinero había permitido a un agente del Ochrama hacer copias de las notas antes de entregarlas para que fueran guardadas a cal y canto en los archivos de la Logia del «Sol Naciente» de los francmasones de Frankfurt. Toda aquella historia no era más que pura invención. Por desgracia, hubo demasiada gente que se mostró muy dispuesta a creerlas a pies juntillas. Las Actas hicieron crecer la ola de odio hacia los judíos, a través de la cual Adolf Hitler se elevó hasta el poder.

El fragmento de verdad distorsionada que se ocultaba tras las Actas habría llevado la misma cantidad de poder de convicción si hubiera ido dirigido contra cualquier otra raza, credo o movimiento político, especialmente los nazis. De hecho, el «demonio» que habla a través de las Actas proporcionó a Adolf Hitler un anteproyecto del poder absoluto, un anteproyecto por el que se rigió de modo lineal hasta que alcanzó el pináculo de la «dictadura absoluta» sobre el Tercer Reich.

El tema oculto, que lleva un poder oculto para equilibrar la mente, había sido observado por el Ochrana ruso de todos los profetas genuinos cuyas voces se habían elevado para advertir a una época agonizante que perforaba la imagen misma del Anticristo y se estaba preparando en el caos de su propia degeneración para la aparición de la Bestia del Abismo.

La base del documento había sido escrita originalmente en forma de sátira por un jurista francés llamado Maurice Joly, que pretendía ridiculizar las aspiraciones políticas de Napoleón III. El título de la obra de Joly era Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu, ou la politique de Machiavel au XIX siécle, par un Contemporain (Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, o la política de Maquiavelo en el siglo XIX, por un contemporáneo).

A pesar de que el anonimato de Maurice Joly fue roto muy pronto por la policía secreta del emperador y de que fue encarcelado, la obra, cuya primera edición había aparecido en Bélgica en 1864, siguió imprimiéndose en imprentas clandestinas.

Joly, un iniciado de una antigua orden rosacruciana, había resucitado las ideas de Maquiavelo en una predicción que advertía del sendero futuro que podría utilizarse para dominar a las masas. Anticipó la existencia de los medios de comunicación de masas y otras muchas facetas de la tecnología del siglo XX, así como su control instantáneo sobre la vida política y económica, y advirtió a la humanidad de los peligros de la «génesis de un nuevo tipo de Cesarismo».

Debemos hablar con la gente en las calles y en las plazas y enseñarles a tomar las cuestiones políticas en el momento en que se lo pidamos. Porque lo que el guía dice al pueblo se extiende por el país como un incendio, la voz del pueblo la expande a los cuatro vientos.

«Nosotros» (la Bestia siempre dice «Nosotros» porque es multitud), sembraremos la agitación, la lucha y el odio en toda Europa y en los demás continentes. En todo momento debemos estar en posición de crear nuevos disturbios a voluntad, o de restaurar el antiguo orden.

Envenenaremos las relaciones entre los pueblos y los Estados de todos los países. A través de la envidia, el odio, la lucha y la guerra, incluso del hambre y de las plagas, llevaremos a todos los pueblos a una situación tal que su única salida será la sumisión a nuestro dominio.

Anularemos, seduciremos, arruinaremos a la juventud.

No vacilaremos en sobornar, traicionar, siempre que sea en interés de la realización de nuestros planes. Nuestra divisa es: ¡Fuerza e hipocresía!

En nuestro arsenal contamos con ambición sin límites, avidez ardiente, una insaciable sed de venganza, odio sin fronteras. De nosotros emana el espectro del miedo, el terror que todo lo alcanza.

El Demonio que pretendía hablar en nombre de los judíos sentó las bases de las directrices para el establecimiento y la supremacía de las teorías racistas nazis, que más tarde fueron elaboradas por Rosenberg en The Twentieth Century Myth.

Somos los elegidos, somos los únicos hombres verdaderos. Nuestras mentes despiden el auténtico poder del espíritu, la inteligencia del resto del mundo es meramente instintiva y animal. Pueden ver, pero no pueden prever; sus invenciones son puramente corpóreas. ¿No es lógico deducir que la naturaleza misma nos ha predestinado a dominar el mundo entero?

No someteremos la grandeza de nuestros planes, el contexto de cada una de sus partes, la consecuencia de cada punto en concreto ni el significado secreto que permanece oculto al juicio y a la decisión de la mayoría, ni siquiera de aquellos que comparten nuestras ideas. No presentaremos los brillantes pensamientos de nuestro líder ante los cerdos, y ni siquiera en los círculos más íntimos permitiremos que les echen mano.

Pintaremos los errores de los Gobiernos extranjeros de colores tan espantosos y crearemos tal sentimiento de náusea contra ellos que los pueblos preferirán mil veces las cadenas de una esclavitud que les garantice paz y orden a disfrutar de su mal llamada libertad. Los pueblos tolerarán cualquier esclavitud que les impongamos, si con ello pueden evitar volver a la guerra y al horror.

Nuestros principios y métodos cobrarán toda su fuerza cuando los presentemos en afilado contraste contra el putrefacto orden social anterior.

El retrato del Anticristo de la época, que había sido revelado tan proféticamente en la visión de Joly de la tiranía moderna, fue reconocido treinta y tres años más tarde por la Ochrana, la policía secreta zarista. Lo vieron en un arma que constituiría el salto a la desintegración de la Sagrada Rusia si se enfrentaba a ella la llama de la revolución.

En manos de una larga sucesión de conspiradores de la policía secreta empezó a cobrar forma la idea de que se podía culpar a los judíos del materialismo radical. Se dieron cuenta de que las masas podían ser persuadidas para que creyeran que el bolchevismo era el instrumento del Anticristo asistido en su crecimiento por los judíos de todo el mundo. La falsificación de las Actas podría convertir la contrarrevolución en una cruzada espiritual, e incluso encender las arraigadas creencias religiosas de las masas y dirigirlas en favor de la causa de la contrarrevolución.

La versión definitiva de las Actas llevada desde Rusia a Múnich por Alfred Rosenberg en noviembre de 1918, fue escrita en circunstancias muy extrañas. Nilus, un escritor de religión y filosofía, fue escogido especialmente por el Ochrana como su hombre punta, a través del cual se publicarían las Actas, por dos razones. Acababa de terminar un libro titulado Las pequeñas señales anuncian grandes acontecimientosEl Anticristo está cerca, que el general Ratchkovsky, jefe del Ochrana, consideraba una excelente obra, donde las Actas podrían aparecer como «apéndice». Y, además, de este modo el Ochrana esperaba que el Zar estaría tan impresionado con ellos que retendría a Nilus como consejero espiritual en lugar de un curandero francés al que odiaban y acerca del cual albergaban la sospecha de que era un espía.

Los planes de Both fracasaron. El libro fue publicado en la Imprenta Imperial de Tsakoye Selo, pero la reacción del Zar sorprendió al Ochrana. Consideraba que las Actas eran falsas y también consideraba su papel potencial como un arma para derrotar a sus enemigos. Después de una larga reflexión tomó una decisión. «No podemos utilizar un arma tan sucia en una causa justa», dijo al ordenar que todos los ejemplares del libro fueran destruidos. Nilus fue expulsado del Círculo Real y cayó en desgracia. Y el Ochrana tuvo que asistir impotente al hecho de que Rasputín fuera recibido como el nuevo confesor de los Romanov, Rasputín, el monje milagroso que contribuyó a la caída de una dinastía.

Aunque Nilus había incorporado las ideas más importantes de Maurice Joly en su libro Las pequeñas señales anuncian grandes acontecimientos, fue el pensamiento verdaderamente profético del filósofo y científico Soloviev el que confirió a la obra una aureola tan aterradoramente auténtica. Soloviev, un genuino visionario de la más pura tradición rusa, era el autor de la Filosofía de la orgánica, una obra inspirada en una concepción del Cristianismo cósmico que unía religión y ciencia, y que se adelantó a los escritos de Teilhard de Chardin en varias décadas. A partir de esta concepción cósmica del mundo, inspirado en parte en el Libro de la Revelación, Soloviev escribió El Anticristo, la obra en la que se basó el Ochrana para falsear las Actas.

El Anticristo de Soloviev no es ninguna figura mítica, sino que habita el alma de un hombre de carne y hueso. Un hombre vestido con ropas corrientes, aparentemente tan poco sospechoso que podría pasar inadvertido entre la gente. Y Soloviev creía que ese era el mayor peligro, que «la Bestia no es lo que parece».

Es joven y vigoroso y su voz posee un timbre de poder mágico que, al igual que los seductores tonos del flautista de Hamelín, puede seducir a los grandes líderes y llevarlos a un estado de responsabilidad moral disminuida, al mismo tiempo que inducir a las masas a que se levanten y conviertan una cultura agonizante en un montón de escombros y cenizas. Debajo de una superficie banal y encantadora («puede que lleve un cómico bigotillo»), es un tirano sediento de sangre, un poderoso demagogo.

El «Leviatán» de Soloviev no se apodera del cuerpo y del alma de un judío como el Anticristo de las Actas. Al contrario, ha tenido la perspicacia de ver que los judíos más inteligentes, que retienen la piedad de su ancestral sabiduría, se contarían entre los pocos que identificarían y denunciarían a la Bestia. Y Soloviev también predijo que el pueblo judío sería la víctima de las terribles persecuciones ordenadas por el Anticristo. En sus espeluznantes profecías incluía también descripciones de cómo la piel de los judíos sería convertida en artículos para el hogar (exactamente como ocurrió en los campos de concentración del Tercer Reich, en los que las jactanciosas SS asesinaban a sus esclavos judíos y utilizaban su piel para hacer pantallas de lámparas).

Uno puede imaginar con qué oculto placer leyó el soldado Adolf Hitler las Actas de los Sabios Hombres de Sión, ya que esta descarada falsificación describía su propio y predestinado camino hacia la conquista del mundo, es decir, el cumplimiento de la leyenda de la Lanza de Longino. En la obra se anticipaba incluso que el Anticristo se manifestaría después de que su recipiente escogido se hubiera recuperado de un corto período de ceguera.

¿En qué fecha se producirían estos hechos? ¡En 1921!

¿Qué edad tendría este vehículo del Hades? ¡Treinta y tres años!

Adolf Hitler celebró su trigésimo tercer cumpleaños en 1921, ¡el año en que asumió la dirección indiscutida del Partido Nacionalsocialista!

Leer las palabras del «demonio» que habla en las páginas de las Actas es, de hecho, lo mismo que escuchar la historia del meteórico ascenso de Adolf Hitler al poder, un plan prototípico de cómo establecer el infierno en la tierra con el consentimiento y la cooperación de toda una nación.

Así habla el demonio en las Actas:

Sin embargo, en nuestras declaraciones "oficiales" adoptaremos un procedimiento opuesto, y siempre haremos todo lo posible por parecer honorables y dispuestos a cooperar. Las palabras de un estadista no tienen por qué coincidir con sus actos. Si nos atenemos a estos principios, los Gobiernos y los pueblos a los que así hayamos preparado tomarán nuestra deuda en efectivo. Un día nos aceptarán como benefactores y salvadores de la raza humana. Si cualquier Estado se atreviera a resistirse, si sus vecinos hacen causa común con ellos contra nosotros, entonces desencadenaremos una guerra mundial...

Con todos estos métodos reprimiremos de tal modo a las naciones que se verán obligadas a ofrecernos el dominio del mundo. Extenderemos nuestros brazos como tentáculos en todas direcciones, e instauraremos un orden tan violento que todos los pueblos se inclinaran ante nuestro dominio42.

Hitler: la conspiración de las tinieblas
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