Capítulo 4
Eneatipo 3: Ego-Vanidad

El Tres, el tipo de la imagen por excelencia, se caracteriza por una preocupación dominante sobre la manera en que se muestra, sobre su aspecto y sobre el impacto que produce en los demás. Es el típico hombre o mujer que se ha hecho a sí mismo, que ha progresado y ganado una posición gracias a sus esfuerzos. Los Tres son camaleónicos, pues adoptan los colores que sean necesarios para causar una impresión positiva. A menudo, es difícil discernir lo que sienten de verdad o incluso quiénes son realmente, pues parecen ser lo que haga falta para dar la imagen con la que puedan lograr el resultado que desean. Tienden a cambiar la forma en que se presentan de acuerdo a la situación y a las personas con quienes estén, de modo que a menudo los demás tienen experiencias e impresiones muy diferentes de la misma persona.
Tienen empuje y actúan orientados hacia un objetivo, y valoran el éxito en el terreno particular en el que hayan decidido invertir más. Lograr lo que se han propuesto hacer es prioritario por encima de cualquier problema, ya se trate de restricciones físicas, debidas al origen económico o de clase, o relacionadas con lo sentimientos de los demás o de ellos mismos. A menudo se esfuerzan sin piedad en la persecución de una meta, y pueden ser percibidos por los demás como implacables, calculadores y con una determinación inflexible. Los Tres son pragmáticos y prácticos, hacen lo que sea preciso para realizar una tarea, incluso recurrir a la manipulación y al engaño. Aunque a veces son conscientemente tramposos, a menudo no saben lo es que realmente cierto para ellos, pues con frecuencia sienten las emociones o adoptan las actitudes que les parecen apropiadas para la situación.
Los Tres son personas de acción, y la perspectiva de la realidad a la que son sensibles —su Idea Santa— tiene que ver con la actividad. Como con el Punto Seis, hay más de un nombre para la Idea Santa asociada con el Punto Tres del eneagrama. Dos de ellos, la Ley Santa y la Armonía Santa, son percepciones sobre la realidad; y la tercera, la Esperanza Santa, se refiere al efecto sobre el alma cuando se integran estas comprensiones de la realidad. Los tres aspectos de esta Idea Santa se relacionan con el aspecto dinámico del Ser, con el hecho de que no es algo estático sino algo que se transforma constantemente, y este esplendor es el universo del cual formamos parte. Esta dimensión del Ser en el Enfoque del Diamante se llama «Logos». Así que esta Idea se asocia al funcionamiento de la realidad y su significado tiene muchos matices —muchos más que los de otros puntos— que describiré brevemente. En pocas palabras, esta Idea nos habla de la realidad como un todo unificado que se desarrolla constantemente y de que las acciones, cambios y movimientos de cada uno de nosotros son inseparables de los movimientos de la totalidad. Si participamos de forma consciente en este desarrollo incesante, lo cual significa que si nuestras fijaciones, que vuelven rígida el alma, se relajan, nuestra conciencia se adentrará naturalmente cada vez más en nuestras profundidades, en nuestra esencia natural; y experimentaremos más armonía, interior y exterior. Este movimiento progresivo para acercarse a la verdad última de nuestra naturaleza constituye la potencialidad del alma humana.
Vamos a examinar cada una de las características de esta Idea en más detalle. La Ley Santa es la comprensión de que el Universo es una entidad completa y unificada que está constantemente en un estado de cambio. Las percepciones de que toda manifestación es una unidad y que todos nosotros somos, en definitiva, células diferentes de un cuerpo del universo se centran en las Ideas Santas de los Puntos Ocho y Cinco, la Verdad Santa y la Omnisciencia Santa, respectivamente. Aquí, en el Punto Tres, entendemos que esta unidad está siempre en movimiento y no se mantiene quieta. Toda la sustancia de la realidad, en todas sus dimensiones, está perpetuamente fluyendo, como un gran océano cuya superficie está hecha de muchas olas diferentes y cuyas profundidades están constituidas por muchas corrientes. Todos los desplazamientos y movimientos de las distintas formas son parte del desarrollo del todo.
Para la mayoría de las personas, es difícil entender esta percepción, pues desafía algunas de nuestras creencias fundamentales sobre nosotros mismos, cualquiera que sea nuestro eneatipo. En primer lugar, desafía nuestras ideas de causa y efecto, ya que desde el punto de vista libre de la Ley Santa, vemos que nadie ni nada es afectado ni puede hacer nada de manera independiente. Cualquier cosa que ocurre forma parte del tejido del universo que se está revelando a sí mismo. De forma que nada ocurre aisladamente del todo de este tejido, y nadie inicia una acción por su propia voluntad, ni hacemos que ocurran las cosas independientemente del impulso de este todo. Es más fácil entender que somos inseparables de la unidad del universo, que entender que en realidad no hacemos nada de forma aislada del dinamismo de la totalidad de la realidad. Volveremos a comentar esto un poco más adelante.
Percibir el dinamismo del Ser —el hecho de que se trata de una presencia en un constante fluir— también desafía nuestra idea del tiempo, algo que trataremos en más detalle en el capítulo 10, cuando exploremos el Plan Santo, que tiene que ver con el patrón de este dinamismo. La comprensión de la Ley Santa también pone en cuestión cualquiera de nuestras ideas de Dios como una entidad fuera del tejido del universo, ya que esto claramente no es posible. También nos muestra que no tiene ningún sentido concebir a esta entidad separada, Dios, como alguien que en algún momento de un pasado distante creó el mundo. Cuando vemos que el universo es una única cosa que continuamente está produciendo, vemos que la creación ocurre todo el tiempo. Esto es algo que comentaremos más a fondo en el capítulo 10. Si comprendemos la Ley Santa, nuestras Ideas sobre la vida y la muerte cambian, como vemos en la siguiente cita de Almaas:
Comprender que la totalidad del universo está constantemente renovándose a sí misma cambia de forma radical nuestra idea de la muerte. La muerte personal es simplemente el Ser manifestándose en un momento en una persona concreta como parte del paisaje, y en el momento siguiente sin esa persona. Desde esta perspectiva, todo lo que tiene que ver con la muerte cambia de carácter. La muerte desaparece en el flujo continuo del desarrollo, en el cambio que se origina a sí mismo.[36]
De modo que todo lo que existe es una manifestación del Ser, formas que surgen del misterio del Absoluto y vuelven a él. A partir de la nada, surge algo. Ésta es la creatividad del Ser, expresándose a Sí Mismo en todas las formas del mundo, incluidos nuestros cuerpos y nuestras almas. El Ser no sólo se manifiesta a Sí Mismo en todos nosotros y en todo lo que nos rodea, sino que además la Ley Santa nos dice que también se revela a Sí Mismo. Toda las maravillas del mundo físico; todas las estrellas, las galaxias y planetas, todas las bellezas de la naturaleza y todas las criaturas de la tierra —incluidos nosotros mismos— son el Ser revelándose a sí mismo en toda su magnificencia. Su naturaleza interior se despliega a sí misma en toda su grandeza en el mundo de la forma. El mundo de la manifestación, por tanto, es la expresión de esta creatividad del Ser que constantemente se autorrevela.
Cuando percibimos la relación armoniosa entre todo lo que se manifiesta, estamos en contacto con la Armonía Santa, el siguiente matiz de esta Idea. Según ella, lo que pueden parecer conflictos e incongruencias entre las distintas partes del todo, que constituye el universo, sólo tienen este aspecto cuando se miran desde la superficie. Como el desarrollo del universo es el movimiento y el dinamismo de una unidad, ninguna de sus partes puede estar fundamentalmente en desacuerdo con otra. Todas son partes del mismo flujo armonioso.
También se refiere a la comprensión de que existe una atracción magnética sobre el alma humana que, si no se obstaculiza, nos arrastrará hacia las profundidades en las cuales este funcionamiento de unidad, y por tanto armonioso, es evidente. Si se da apoyo al alma para que se despliegue y se revele, será atraída de forma natural hacia su Esencia, que es su verdadera naturaleza. El desarrollo espiritual, por tanto, es en realidad una cuestión de no hacer y de eliminar los obstáculos y obstrucciones que impiden el fluir de nuestras almas. La mayoría de las personas experimenta el movimiento y el cambio, pero generalmente se mantiene dentro de unos límites más o menos estrechos, como comentamos en la Introducción, lo que da a nuestras vidas una sensación de vetustez, de monotonía y de estancamiento. La expansión de nuestras conciencias, por tanto, cuando la vemos desde el ángulo del Punto Tres, es una cuestión de incrementar el movimiento o el flujo de nuestras almas de manera que experimentemos en mayor medida las diversas dimensiones del universo. El objetivo final del trabajo espiritual, entonces, no es un estado particular sino una capacidad de moverse, libre y fácilmente, desde un estado a otro. Esto nos da una sensación de impulso y dinamismo, reflejando el del Ser cuando somos sensibles a él.
Cuanto más nos abrimos al fluir de nuestras almas, más experimentamos nuestras conciencia y a su vez más armoniosas se vuelven nuestras vidas. Esto nos conduce a la Esperanza Santa, que describe el efecto que tiene sobre nosotros integrar la Ley Santa y la Armonía Santa. Cuanto más nos adentramos en nuestras profundidades, más alineados nos sentimos con el universo, funcionando de forma armoniosa dentro de su patrón de desarrollo. Esta proximidad con nuestra verdad más profunda es un deleite para nuestro corazón, pues así respondemos a su llamada para conectar con su más supremo amor. Como un amante que es atraído de forma irresistible, el alma humana es conducida como un imán hasta su Amado, el Ser. Al acercarnos a él, el mundo que habitamos se convierte en un mundo de belleza, gracia y armonía.
Otro significado de la Esperanza Santa es que el impulso innato de volver a conectar con nuestra Naturaleza Verdadera y comprenderla es el potencial más profundo de la humanidad y a la vez su salvación. Cuanto más estemos en contacto con nuestras profundidades, más entenderemos que funcionamos como partes de un cuerpo mayor, y esto nos afecta dando a nuestras almas una sensación de optimismo acerca de nosotros mismos, del mundo y de todo el universo.
Al retomar la pérdida de la Idea Santa, volveremos a la Ley Santa. La mayor consecuencia de la Ley Santa es que nada en el universo ocurre de forma aislada y que las acciones de una parte afectada están relacionadas con las acciones de todas las partes del conjunto. Por lo tanto, nada ni nadie puede funcionar independientemente del cuerpo del universo, y tampoco es posible que haya leyes que se apliquen sólo a una parte. Como los eneatipos Tres son sensibles a esta Idea Santa, cuando pierden el contacto con el Ser también pierden esta comprensión, y llegan a sentirse como entidades separadas e independientes que actúan de forma autónoma, sin tener relación con el funcionamiento de todo y de todos los demás. Llegan a creer que ellos son las leyes para ellos mismos, más allá de la moral, las restricciones y los principios que gobiernan a los demás. Esta sensación fundamental de que pueden funcionar con independencia del todo es la creencia fijada y básica sobre la realidad, la fijación de este eneatipo, y se describe con la palabra vanidad en el Eneagrama de las Fijaciones, en el Diagrama 2. (El término secundario ir de Ichazo se refiere a la característica de los Tres de estar siempre ocupados: yendo).
Con la pérdida de la percepción de la Armonía Santa, los eneatipos Tres, que se experimentan a sí mismos como jugadores aislados en la vida, según hemos visto, pueden ser inconscientes de las ramificaciones y los efectos de sus acciones sobre los demás o sobre el mundo en general. Hoy en día vemos esto en la actitud que desprecia las consecuencias medioambientales mientras se logren ganancias personales, perdiendo de vista el hecho de que si los ecosistemas se degeneran, no habrá nada más que explotar ni ningún lugar para disfrutar de lo que uno ha ganado. Quizá esto pueda verse más claramente en la actitud de la persona que apoya las «buenas causas» y al mismo tiempo se comporta de forma despiadada con sus socios más próximos, sintiéndose virtuosa, aunque en lo personal actúe de forma deshonesta. Este tipo de pensamiento limitado, característico de los Tres, aunque no exclusivo de ellos, sólo es posible con la pérdida del conocimiento de que uno es parte de un gran todo, en el cual las acciones de cada parte afectan a la totalidad. Trepar hasta la cima de la montaña a expensas de los demás puede experimentarse como un triunfo personal —algo común en un Tres—, pero difícilmente puede considerarse como un éxito si se tiene en cuenta a todo el sistema. Esta definición del éxito egoísta, típica del Tres, al final no tiene mucho sentido: una parte del todo se beneficia a costa de otra parte de sí mismo.
Sin la sensación de que formas parte del desarrollo de la trama de toda la realidad y de que tu naturaleza interna está constituida por la misma presencia que todo y que todos los demás, puedes verte como Atlas, sosteniendo tu propio pequeño mundo separado. Esto es una realidad para el Tres. Estás solo, sin relacionarte esencialmente con nadie y con nada, e incluso superando a Atlas, depende de ti crear y mantener tu propio universo. No hay actividad, revelación o desarrollo si tú no haces que ocurra. Si no te generas a ti mismo y a tu vida —antes de que no ocurra nada—, tú y tu mundo se derrumbarían. Por lo tanto, tienes que estar constantemente activo, incesantemente ocupado, tanto interna como externamente, y de ahí el apodo de este tipo: «Ego-Ir» (Ego-Go). Sea lo que sea lo que ocurra en tu vida, depende de ti, no hay ningún sustento más allá de lo que tú impulses, y no hay ninguna salvación más allá de ti mismo. Dicho de otro modo, no hay Esperanza Santa. El yo que hace todo esto es el alma identificada con la personalidad, desconectada de la conciencia del Ser. Para un Tres que se identifica con la personalidad, no existe nada más profundo, y la personalidad es la única base desde la que puede funcionar.
He asociado la sensación de autocreación, con una función cognitiva interna y con la sensación del Tres de que le instigan los acontecimientos externos, y lo que esta relación implica conduce a mirar más profundamente. Si pensamos en la acción externa resulta fácil entender la creencia de un Tres de que si no hace que ocurran las cosas, nada ocurrirá. La mayoría de nosotros, como estamos identificados con la personalidad, damos por sentado que nosotros hacemos que ocurran las cosas, que nuestras acciones determinan lo que sucede en nuestras vidas, y que en este sentido somos dueños de nuestro destino. Sin embargo, si nos apartamos de la perspectiva de la personalidad, vemos que esto no es así. El Ser actúa a través de nosotros. Ésta es una de las cosas más difíciles de entender para la mayoría de las personas. Quizá, utilizando nuestra anterior metáfora, nos resultará más fácil comprenderlo: cada uno de nosotros es una manifestación individual del Ser, olas que surgen y desaparecen en la superficie del océano. El movimiento de cada ola individual no se autogenera ni se decide independientemente; es parte del movimiento de todo el océano. De la misma manera, todo lo que ocurre es parte del movimiento de una trama mayor de la realidad. Desde este punto de vista, la diferenciación entre el hacer interno y externo —una diferenciación basada en si la acción se manifiesta de manera física o no— se pierde. Una de las implicaciones de esto es que nuestros pensamientos y emociones forman parte de este movimiento exactamente igual que las acciones, una comprensión que se refleja en la a menudo mal entendida idea del karma.
Cuando nos identificamos con la personalidad, la acción externa está siempre impulsada por la acción interna. La acción interna de la personalidad es lo que, en el lenguaje espiritual, se llama actividad del ego. Es la generación incesante de contenido psicológico, que se basa en nuestra identificación con una persona determinada, y a la vez también favorece la identificación. Es decir, apoya nuestro sentido de quiénes somos, y es lo que yo defino como autogeneración o autocreación. A veces de forma consciente, pero más a menudo de forma inconsciente, generamos continuamente imágenes internas de nosotros mismos que han sido modeladas por nuestra historia. Estas imágenes, como comentamos en la Introducción, son como hologramas, están compuestas por las tonalidades de los sentimientos, la textura afectiva, los patrones de tensiones físicas y otras sensaciones, y se basan en nuestras creencias. Podemos experimentarnos como alguien que no es comprendido, o como alguien que no gusta a los demás, alguien que nunca hace nada bien o alguien a quien le cuesta iniciar la acción; o de forma más positiva, como alguien que es más brillante que los demás, alguien que es muy amable o alguien que es fuerte. También, como se ha comentado antes, estas imágenes, que forman las representaciones que hacemos de nosotros mismos, surgen en contraposición a nuestra sensación de lo que no somos, formando las relaciones objetales que constituyen los elementos básicos de la personalidad. Como ya dijimos, asociado a la dinámica de producir estas relaciones objetales y como responsable de ellas, está el impulso fundamental que subyace a la actividad del ego de evitar el dolor y experimentar el placer.
En la personalidad la actividad del ego es incesante, y mientras no experimentemos momentos en que ésta se detenga, poco sabremos lo agotadora que puede llegar a ser. Incluso cuando dormimos, nuestro inconsciente está ocupado procesando las experiencias del día y anticipando las del día siguiente en forma de sueños. Sólo en el sueño profundo se detiene esta actividad en una persona normal y, como han demostrado los experimentos de privación del sueño, sin este respiro, se llega al derrumbe psicológico. Esta interrupción de la actividad del ego es el objetivo de muchos tipos de trabajo espiritual, lo que se conoce como experiencias de iluminación, pues sólo cuando nos percibimos sin esta actividad, nos experimentamos totalmente más allá de la personalidad. En tales momentos, conocemos nuestra naturaleza de forma pura, sin cualquier filtro del pasado, y nos experimentamos como Ser.
Una vez sabemos que el Ser es nuestra naturaleza fundamental, la siguiente etapa es darse cuenta de que la sensación del «yo» que nuestra actividad egoica ha estado tan ocupada en crear y apoyar ya no es necesaria para que funcionemos. Como nuestro sentido del yo se desarrolla de forma simultánea con nuestra capacidad de funcionar, las dos se han vuelto inseparables en la mayoría de las mentes de las personas. Al final, si proseguimos en el desarrollo espiritual, vemos que podemos funcionar sin producir imágenes interiores de nosotros mismos. Descubrimos que no tenemos que recordarnos quiénes somos para conducir un coche ni para pagar nuestros impuestos, por ejemplo. Al abandonar nuestro yo histórico, junto con la película holográfica cuyo argumento es una vida vivida dentro de las relaciones objetales, contactamos directamente con la realidad, respondiendo al presente en vez de al pasado. Nos sentimos sencillos y vacíos de una forma positiva, libres de preconcepciones y reacciones emocionales. Entonces podemos empezar a vivir una vida en contacto con el Ser e inspirados por Él, sabiendo conscientemente que somos sus manifestaciones individuales. Nos experimentamos como olas del gran océano, siendo uno con él. Nuestro lugar y nuestra función en el cuerpo de la humanidad son evidentes, y vivimos nuestras vidas de forma armoniosa. Éste es el desarrollo del Aspecto Esencial llamado la Perla en el Enfoque del Diamante. Es el estado de encarnar y vivir una vida inspirados por el Ser. Se trata de un nivel muy profundo del desarrollo, pues no sólo significa haber trascendido la personalidad. Significa haber atravesado totalmente la identificación con nuestra psicología y no identificarse más, ni consciente ni inconscientemente, con la personalidad que define quiénes somos y qué somos.[37] Obviamente esto no es una tarea sencilla y constituye un nivel de desarrollo que muy pocos alcanzan.
Esta cualidad del Ser —la Perla— es la única que este tipo de personalidad imita e idealiza, y por eso es su Aspecto idealizado. Vamos a desmenuzar esta idea. La actividad del ego y la imagen interna del yo que genera, así como las acciones internas motivadas por ella, son, como hemos visto, esenciales en la psicología de los eneatipos Tres. Esta actividad es un reflejo y una imitación de las características creativas y dinámicas del Ser. Por lo tanto, en su intento por reconectar con la Idea Santa perdida de la Ley Santa, que tiene que ver con esta función generativa del Ser, los Tres intentan adaptarse o moldearse dentro de una persona. En vez de generar todo el universo, como hace el Ser, aquí la actividad produce una personalidad basada en la autoimagen. Los Tres se identifican profundamente con esta imagen interna del yo producida por su actividad del ego, así como por la actividad externa dirigida por este «yo». En vez de experimentarse a sí mismos como una manifestación y una expresión individual del Ser, que es la experiencia de la Perla, el Tres siente este «yo» como supremo. Este «yo» es una imitación de la Perla, una falsa encarnación de Dios, por decirlo de algún modo, y eso constituye exactamente el ego sí mismo.
Los Tres actúan como si fueran el principio generador, es decir, el aspecto creativo de Dios, ya que en su propio universo, aparentemente separado, así parece. Los Tres, por tanto, intentan ocupar el lugar de Dios, creándose a sí mismos y a sus vidas según sus propios dictados internos. Ésta es la vanidad consumada, en el sentido ideológico: relacionarse con el «yo» separado como si fuese lo máximo. Mirándola desde un ángulo ligeramente distinto, la personalidad, la superficie externa de lo que somos, se convierte en lo esencial. La cáscara, la corteza de nosotros mismos, es todo lo que queda, con todo ese vacío en el centro que esta imagen evoca, y lo que se experimenta principalmente es esta cáscara. Le ha usurpado el lugar y la función —y también el funcionamiento— al Ser.
Desde el punto de vista psicodinámico, la pérdida de la Idea Santa, como ya hemos visto, deja al Tres con la sensación de que él no es parte del tejido del Todo sino un actor separado que debe crear una realidad y una vida. Desde una estratégica perspectiva histórica, ha reaccionado a la falta de apoyo de su temprano entorno con la actitud de «lo haré yo solo». La sensibilidad de los Tres ante el hecho de que su esencia natural no fuese vista ni reflejada por el entorno, filtrada a través de la pérdida de la Idea Santa, creó la interpretación de que ellos deben hacer para sobrevivir y ser amados; de que su valor se basa en la actividad del ego y surge de su papel y de sus logros. De manera que lo que aprendieron en su infancia es que su supervivencia dependía de ellos y que eran amados por sus logros y no por ellos mismos. A veces, en el pasado del Tres, hay privaciones físicas, o bien tuvo que cuidar de sí mismo y de otros hermanos a una edad muy temprana, debido a un progenitor ausente, demasiado ocupado o simplemente despreocupado. Este tipo de antecedentes, filtrados a través de la pérdida de la Ley Santa, conducen al típico self-made man, que es claramente el arquetipo del Tres, representado por alguien con un humilde pasado que lucha por sus propios medios hasta alcanzar una enorme fama y riqueza. A veces, la privación que ha experimentado el Tres no es física; por supuesto, muchos Tres han nacido en familias ricas e influyentes. En estos casos, la carencia tiene que ver más con el apoyo emocional, de manera que lo único que parecía recibir atención era adaptarse a los ideales de la familia así como los logros conseguidos. Una niñera o una cariñosa abuela pueden haber reemplazado a la madre, que probablemente tendría otras cosas más importantes que hacer. El mensaje que se filtra a través de la sensibilidad del Tres es que él es una pieza valorada únicamente por el papel que desempeña.
Cualquiera que fuesen las circunstancias de la infancia, el mensaje que reciben los Tres es que su supervivencia y su valor se basa en su actuación y sus logros, y su personalidad va a centrarse en la imagen y en la acción.
Como indica el nombre de este eneatipo —Ego-Vanidad—, la cuestión de la vanidad es nuclear para la psicología de los Tres. La palabra vano se define como «sin ningún valor real, sentido o fundamento»[38], y esto describe gráficamente el alma desconectada de la conciencia del Ser, en la cual la cáscara de la personalidad se experimenta como lo sublime. De hecho, el fundamento real —lo que sólo puede conferir una verdadera sensación de sentido y valor de la vida— se ha perdido. Éste es el nivel más profundo de la vanidad de los Tres. La vanidad también se define como «un orgullo inflado de uno mismo o de la propia apariencia, logros, actuaciones, posesiones o éxitos; anhelo de elogios y admiración; la ostentación de la moda, la riqueza o el poder consideradas como una ocasión para el orgullo vacío o el exhibicionismo banal»[39]. Existen más manifestaciones superficiales de la vanidad fundamental de los Tres, de la personalidad que usurpa el lugar del Ser, y las exploraremos en detalle.
Lo superficial en sí mismo —la superficie, lo que se ve, lo que se muestra— es de máxima importancia para los Tres. Dicho de otro modo, la apariencia lo es todo. El aspecto de la cáscara y sus funciones es lo que importa profundamente, pues tener la imagen perfecta y actuar de forma intachable es lo que valora el Tres. La presentación es más importante que lo que hay detrás; la imagen que uno ofrece es el fin en sí mismo. Aquí, la forma importa más que el contenido. Traducido a términos personales, lo que le importa a un Tres es qué aspecto tiene, que ha logrado y qué tiene. El animal asociado con este eneatipo es el pavo, que como un Tres, exhibe su bello plumaje y presume de él para causar impresión. La sensación del yo y del valor personal para los Tres está inseparablemente ligada a su imagen, y para ellos es difícil verse o experimentarse como algo separado de esto. Para un Tres, lo que muestra es lo que es. De modo que su preocupación principal es alcanzar la perfecta imagen. Esta conformación del alma dentro de una imagen se refleja en el Eneagrama de las Acciones contra uno mismo como la autoimagen que aparece en el Punto Tres, como vemos en el Diagrama 11. Esto se aprecia visualmente: a menudo hay algo que recuerda a una máscara en el rostro de los Tres, que con frecuencia tienen una expresión indefinida, neutra o incluso como plastificada.
Para valorar tanto tu imagen, debes verte a ti mismo con los ojos de los demás. La preocupación por la imagen, por tanto, implica las relaciones: tu aspecto, tus logros y lo que tienes siempre tiene que ver con los demás. La imagen que los Tres intentan adoptar a la perfección se basa en lo que los otros valoran e idealizan. Esta imagen no es una imagen personal que surge de los valores e ideales internos —aunque éstos se adoptan como parte de la imagen—, sino que surge de los valores o las ideas de la familia o la cultura. Los Tres intentan convertirse en este ideal, al menos en la superficie, y el grado en que logren esto determinará su grado de éxito, visto con sus ojos. La imagen hipermoldeable de los Tres cambia a medida que cambia su entorno, y se ajusta para lograr sus objetivos y ser aceptados por determinadas personas. En este sentido, son como camaleones, que adoptan los colores de su entorno, de manera que cuesta verlos como únicos, creativos y originales. Como personificaciones de los ideales colectivos, a menudo los Tres son muy carismáticos, encantadores y cautivadores. Un ejemplo notable de esto fue el Presidente John E Kennedy.
En la terminología psicológica, lo que acabo de describir es el proceso de identificación, y es el mecanismo de defensa de este eneatipo. En la identificación, «se integran diversas actitudes, funciones y valores de los demás dentro de una identidad cohesiva y eficaz, y se convierten en partes totalmente funcionales del yo compatibles con otras partes»[40]. Aquello con lo que se identifican los Tres es lo que creen ser.
La belleza física, la riqueza y el poder es lo que en general los Tres consideran importante, pues es lo que la mayoría de las personas considera importante. Los concursos de belleza, los desfiles de moda, el ambiente del cine, salas de juntas de ejecutivos, grupos de inversiones de capital / riesgo, negocios de «bonos basura», la industria publicitaria e incluso la prensa amarilla son típicos lugares de encuentro de los Tres. El mundo del espectáculo está lleno de personalidades tipo Tres. Entre las estrellas de la últimas décadas que probablemente son Tres se encuentran Richard Chamberlam, Farrah Fawcett, Cheryl Ladd, Robert Wagner, Don Johnson, Diana Ross y Tom Selleck. Más recientemente tenemos a Cindy Crawford, George Clooney, Pamela Anderson, Leonardo DiCaprio, Whitney Huston y quizá Holly Hunter. Kristy Yamaguchi, la patinadora olímpica, probablemente sea también un Tres. Las animadoras en los espectáculos deportivos americanos, las cheerleaders y pom-pom girls, los de clase preferente y los reyes y reinas locales, la típica chica californiana, la supermodelo y la estrella de cine, el presidente de una corporación, el hábil negociante de Wall Street y, quizá, de forma más gráfica, el ejecutivo de publicidad son Tres. La conciencia de la imagen es el envase y el marketing de uno mismo, y el venderse a uno mismo como a un producto. El popular vendedor de panaceas y el comerciante de coches usados son arquetipos del Tres menos refinados.
Hay muchas variaciones respecto a la imagen que adopta un Tres, dependiendo de su medio social. Si está rodeado por un ambiente religioso conservador, intentará parecer y actuar como devoto y celoso cumplidor. En la política, un Tres intentará mostrar la cara más políticamente correcta; ayudados por los farsantes, los maestros de la manipulación de la imagen, en sí mismos un fenómeno Tres. Si está implicado en el trabajo espiritual, un Tres intentará manifestar a la perfección el ideal espiritual de su tradición. Y en este terreno, la conciencia de la imagen se convierte en algo más problemático, pues las experiencias de la Esencia y la Naturaleza Verdadera sólo sirven para exhibir y resaltar la falsedad de la fachada del Tres. Durante un tiempo, pueden tener éxito mostrando una apariencia espiritualmente correcta, pero llegará un momento en que la realidad deberá descubrir la impostura para que pueda producirse la verdadera transformación. Un ejemplo que viene al caso es Werner Erhard, el fundador de EST, que fue apodado el «supervendedor» de la conciencia. Creó un popular imperio espiritual e hizo una fortuna ofreciendo cursos de fin de semana que prometían ¡llegar!, es decir, iluminarse. Aunque predicaba insistiendo sobre la verdad y la reconciliación familiar, su caída se precipitó al descubrirse que maltrataba a su esposa, y en el curso de las investigaciones al respecto, también salió a la luz sus sospechosos negocios.
Además de adaptarse a un ideal cultural, la conciencia de la imagen también funciona a nivel más sutil en los Tres. Son muy conscientes de la impresión que causan en los demás, y modificarán lo que ofrecen para causar el impacto y lograr el resultado que quieren. Los Tres suprimirán sentimientos, pensamientos e incluso sensaciones que no parecen adecuadas a la situación, con el objetivo de dar la imagen correcta. Debido a esta tendencia, quienes los conocen pueden considerarlos de formas muy diferentes, pues los Tres presentan a los demás aquello que pueda agradarles. Con alguien que valore compartir lo personal, se mostrarán emocionalmente extrovertidos, mientras que con alguien que valore la aptitud para los negocios, serán meticulosos y astutos. Al convertirse en todas las cosas para todas las personas, a menudo los Tres sienten que en realidad nadie los conoce.
Con frecuencia, los tres dan una sensación impersonal. Hay en ellos una falta de emocionalidad, algo mecánico que se entrevé incluso detrás de una exhibición de emociones. Esto es debido a que sus emociones son las de la imagen —las que creen que deben sentir— y no las que provienen de una fuente interior más profunda. También hay algo frío en ellos, una especie de belleza, pero con una fachada intocable e impenetrable. Tienes la sensación de que no se relacionan personalmente contigo sino que se relacionan con la imagen que tú te formas de ellos. Les resulta muy difícil tolerar ser vistos por los demás bajo una luz desfavorable. Llegarán hasta el extremo de deshacer una imagen negativa que otro se haya formado de ellos, aunque esto implique mentiras y falsedades, un tema que exploraremos enseguida. Parecen perpetuamente adolescentes y jóvenes, los hombres con aspecto de muchachos y las mujeres con una encantadora ingenuidad. Esto puede verse en casos como los de Tom Cruise, Robert Redford, Brooke Shields y Christie Brinkley. Suelen tener un temperamento alegre, mostrándose seguros de sí mismos, animosos y confiados. Pero esta cara positiva no se basa en un verdadero optimismo sobre la vida o en una confianza en la bondad de la humanidad o de la realidad, sino que se fundamenta más bien en una propensión anticipada hacia el éxito personal. No hay nada idealista en su conducta vivaz, pues tras ella se oculta la convicción de que no hay esperanza ni ayuda más allá de ellos mismo y de sus propios esfuerzos. Son pragmáticos, prácticos, hábiles, fríos a la hora de enfrentarse a la realidad sin reacciones emocionales complicadas ni remordimientos morales, de manera que pueden acoger y dominar de forma oportuna los desafíos que les presenta la vida.
El éxito —una palabra muy importante para los Tres— se define aquí por el éxito que logra tu imagen, por lo impecable que es tu actuación y por lo que has conseguido con ella, así como por las personas a las que has impresionado. Alcanzar tus objetivos es mucho más importante que tus relaciones personales; a menos que sean el objeto de la conquista (como conseguir a aquella persona famosa / rica / poderosa) o sean escalones para conseguir algo. Existe un impulso en los Tres que a menudo los lleva a excederse en sus esfuerzos, con frecuencia descuidando sus necesidades físicas y emocionales para lograr algo. Subordinarán el comer, el dormir y cualquier emoción que pueda surgir a la tarea que tienen entre manos. Para un Tres, es muy difícil no ser activo. Relajarse —a menos que se convierta en un proyecto en sí mismo y por sí mismo— no es fácil para ellos. Lograr cosas les da una sensación de valía y sentido, y no hacerlo significa perderlo. También significa que su mundo puede desmoronarse y poner en riesgo su supervivencia. Éste es el típico síndrome del adicto al trabajo, aunque es importante recordar que, aunque sea típico de ellos, el trabajar en exceso no es un asunto exclusivo de los Tres. Es importante advertir que no todos los Tres tienen éxito, pero sí que todos lo intentan.
El impulso de un Tres en su origen es un intento de compensar y evitar su estado de deficiencia básico, que generalmente se encuentra enterrado en su inconsciente: el sentimiento de fracaso. Existen varias razones por las que los Tres sienten que han fracasado. En primer lugar, creen fundamentalmente que su único valor surge de la imagen que ofrecen y de sus logros, lo que significa que sienten que lo que ellos son no tiene valor alguno. Su alma sabe que su máscara exterior y sus actividades son sólo lo externo, y por ello hay un sentimiento profundo de fracaso personal respecto a que nada más en ellos parece tener valor. Esto puede manifestarse como la creencia de que no lograron obtener el amor de su madre simplemente por lo que eran, sino por lo que podían hacer. Por lo tanto el fracaso puede experimentarse en forma de no haber sido suficiente, como persona, para recibir el aprecio de la madre. Más profundamente aún, en esta sensación de fracaso vemos implícito un sentimiento de incapacidad que para el Tres resulta insoportable: es la sensación de no haber sido capaces de niños de lograr que el ambiente los acogiese y de no haber sido capaces de lograr que se reflejase su naturaleza esencial. Esta sensación de impotencia sólo puede formarse al creer que podríamos haber influido en estas cosas, sobre las cuales, de hecho, nadie tiene control. Detrás de esto hay una sensación aún más profunda de impotencia y fracaso, al no haber logrado mantenerse conectados con su profundidad. Para el alma de un Tres, creyendo como creen que todo depende de ellos, éste es su mayor desastre, y todos sus logros externos son en definitiva un intento de anular esta sensación primordial de fracaso.
El sentimiento de impotencia o de fracaso, o no conseguir alcanzar un objetivo, se evita a toda costa, aunque signifique mentirse a uno mismo y a los demás, un tema sobre el que volveremos. Esto lo vemos reflejado en el Eneagrama de las Evitaciones en el Diagrama 10, que se encuentra en el Apéndice B, en el cual el fracaso aparece en el Punto Tres. Por otro lado, ningún éxito parece nunca real o suficiente, pues es la imagen la que es responsable de él. Por tanto continúa impeliendo a alcanzar cada vez triunfos mayores, ninguno de los cuales logra nunca proporcionar una sensación de satisfacción al alma del Tres.
En su anhelo por el éxito, los tres pueden ser implacables y desconsiderados. A menudo no les importa a quien utilizan ni a quien pisotean para llegar adonde quieren ir, pues el objetivo es mucho más importante para ellos que cualquier otra persona. Son perfectamente conscientes de quien posee más belleza, riqueza, poder y éxito; y son descaradamente competitivos para lograr superar a su rival y llegar a la cima. Indudablemente son ambiciosos y no toleran los obstáculos, ni internos ni externos, a la hora de realizar sus aspiraciones. No hay nada como una buena competición o desafío para estimularlos. Pueden ser calculadores, despiadados, astutos y crueles, mostrando una determinación inflexible para obtener lo que quieren. En la película Wall Street el personaje Gordon Gekko, interpretado por Michael Douglas, es un retrato típico. Otro ejemplo es la interpretación del demonio que hace Al Pacino como astuto ejecutivo en El Abogado del Diablo. Para acabar con esto, pueden insultar a los demás de formas sutiles y no tan sutiles, apartando astutamente a sus competidores. No es que sean crueles ni vengativos, sino que su objetivo es ganar y triunfar, y no permitirán que nadie ni nada se interponga en su camino, movidos por su imperativa necesidad interior de evitar el fracaso.
El superego del Tres los exhorta para que hagan más y más, para que sean más eficaces y rápidos de lo que son, y sobre todo, para que logren sus ambiciones. Su superego utiliza la amenaza del fracaso, convenciéndoles de que si trabajan menos, con seguridad fracasarán. Empujándolos e impulsándolos a seguir, su superego es mucho más cruel e inflexible con ellos mismos que lo que pueden ser ellos con cualquier otro. El cansancio físico y emocional no son cosas que su superego tenga en cuenta como razones adecuadas para detener su incesante actividad, y mucho menos la simple necesidad humana de tener un tiempo no programado. Al crítico interior sus sentimientos no le importan, sólo le importa lo que logre, imitando el mensaje que interiorizó de sus padres. Su superego les ataca también perversamente por ser falsos, embusteros, insustanciales y aburridos. Así que aunque por un lado insiste en que debe adaptarse a la imagen que puede agradar y ser aprobado por los demás, por otro se censura a sí mismo por su superficialidad. Atrapado en este callejón sin salida, el enfoque en la actividad se ve reforzado. Su superego contribuye a la actitud de «los negocios ante todo y basta de tonterías», centrado en el producto más que en el proceso.
La calidad está subordinada a la cantidad, el efecto tiene preferencia sobre el afecto. En gran parte, la sensación del valor personal del Tres se mide por lo efectivos, competentes y productivos que son, y juzgan a los demás con el mismo criterio. La eficiencia es una trampa de los Tres, como vemos en el Eneagrama de las Trampas, en el Diagrama 9 del Apéndice B. A menudo, proyectan ineficacia en los demás, creyendo que ellos pueden hacer las cosas mejor y más deprisa que nadie y sin confiar en que los demás hagan su trabajo. De modo que al final acaban haciéndolo todo ellos, sea cual sea la tarea en la que se encuentren. Les cuesta imaginar que alguien pueda ayudarles, creyendo que todo depende de ellos. Tratan de hacerlo todo rápido, intentando que se haga lo máximo posible, realizando con frecuencia muchas cosas a la vez. De este modo, las cosas se hacen precipitadamente, en muchas ocasiones sin acabarlas del todo, y sacrificando la calidad.
La vida moderna, que progresivamente está adquiriendo características de tipo Tres, está repleta de cosas creadas para aumentar nuestra eficacia. Los restaurantes de comida rápida, donde puedes pedir lo que quieres y comértelo sin ni siquiera salir del coche, se están extendiendo por todo el planeta. Las comidas preparadas y envasadas, versiones modernas de los alimentos congelados de los años cincuenta, constituyen el alimento básico en la vida de muchas personas. Las cafeterías de las empresas y los establecimientos de comidas para llevar satisfacen nuestras necesidades sin que tengamos que parar. Tenemos teléfonos móviles para llevarlos a todas partes, de manera que siempre podamos contactar con los demás y que los demás puedan contactar con nosotros, y hasta pueden encontrarse televisores y ordenadores incorporados en los coches para que no nos perdamos nada de lo que esté pasando. La proliferación de la tecnología, que nos mantiene constantemente en contacto con el resto del mundo, es una reproducción interesante de la conexión interna que le falta a la conciencia del Tres.
Las casas prefabricadas, utilitarias y funcionales, pueden instalarse rápidamente, creando barrios instantáneos. Los centros comerciales y supermercados permiten comprar infinidad de cosas diferentes de forma rápida y eficaz. Y las autopistas nos llevan a toda prisa adonde queramos ir, sacrificando la calidad del viaje a cambio de la velocidad. Muchas de estas innovaciones de la vida contemporánea son americanas, pues nuestra cultura es una complicada mezcla de la ética moral y puritana del Uno junto con la eficacia amoral y la ambición personal del Tres. El resto del mundo imita, y a menudo supera, nuestro fervor por la imagen y nuestra precipitada carrera hacia el éxito. La ropa y los zapatos con las etiquetas de sus diseñadores claramente visibles llevan el mensaje del Tres de que eres lo que llevas. El envoltorio sustituye al contenido, la superficie a la profundidad. Las flores de seda y los animales de peluche imitan y sustituyen a la vida. Los karaokes te hacen creer que estás realmente cantando.
Pretensión, falsedad y superficialidad son palabras que a menudo surgen para describir el sentimiento de un Tres, y esto nos conduce a explorar la pasión de este eneatipo, como vemos en el Eneagrama de las Pasiones en el Diagrama 2. La mentira más profunda que se dice un Tres a sí mismo es que la personalidad es lo más importante; y al apoyar esto, se engaña a sí mismo y a los demás respecto a lo que es verdaderamente real: real sobre sí mismo y real sobre la naturaleza de la realidad. Este tipo de engaño desde luego es común en todos los que se identifican con la personalidad, que es la mayoría de la humanidad. Ésta es la forma más peligrosa de engaño, pues lo creemos firmemente.
Aunque mentirse a sí mismo acerca de quién es en realidad, es la mentira más profunda, hay muchos otros tipos de mentiras que son típicas del eneatipo Tres. Hay mentiras claras que un Tres se dice conscientemente: sobre sus sentimientos, su pasado, su motivación, sobre lo que ocurrió realmente, sobre lo que se dijo y por quien fue dicho, etc. Estas mentiras tiene que ver con conseguir realizar un trabajo, obtener lo que desea e impresionar a los demás, así como con evitar la derrota o ser percibido como fracasado, descuidado, ineficaz o inepto. También están las «mentirijillas» que forman parte de la vida cotidiana, como «no me dijeron que habías llamado» o «tienes un aspecto estupendo», cuando esto no es lo que ocurrió ni lo que siente el Tres. A veces se agranda, deforma o disfraza la realidad para darle un aspecto diferente. Son las exageraciones, fanfarronerías y adornos de la realidad. Se fabrican y se inventan cosas para crear una impresión o una imagen determinada. Algunos aspectos de la realidad pueden resaltarse, inflarse o agrandarse, distorsionando la impresión general. Toda esta gama de mentiras le sirve al Tres para crear y conservar una imagen concreta sobre sí mismo y sobre los demás que siente que debe dar, y la mayor parte de esta tergiversación es inconsciente: a menudo cree que lo que dice es la verdad en ese momento.
Éste es otro aspecto que hace que el trabajo interior sea muy resbaladizo para un Tres. Con frecuencia no saben dónde acaba la verdad y dónde empieza la mentira. El mayor engaño es el autoengaño sobre la realidad interior, y por eso el autoengaño ocupa el Punto Tres en el Eneagrama de las Mentiras, en el Diagrama 12. A veces es difícil para los Tres separar lo que piensan que deben sentir, pensar o creer, y lo que es realmente cierto para ellos. La identificación con su papel o función puede ser tan completa que no hay ningún espacio interior para las disparidades. A diferencia de los otros dos tipos de la imagen, el eneatipo Dos y el eneatipo Cuatro, la identificación de un Tres con su imagen es tan total que cree ser ella. Podemos decir de los Tres lo que dice de Holly Golightly su manager en Breakfast at Tiffany’s: «Es una verdadera farsante». Como permanentes actores del método que nunca abandonan el escenario, los Tres se convierten en el personaje que interpretan, olvidando que es sólo una actuación y creyendo que son ellos. Este inextricable vínculo entre el yo y la imagen y entre el yo y la función es otra clase de mentira. Un Tres puede lograr convencer con tanto éxito a los demás de que es profundamente religioso o de que está espiritualmente iluminado, reuniendo a su alrededor a numerosos devotos seguidores, que llega a creérselo él mismo y empieza a pensar que está más allá de la moral y las restricciones que pueden aplicarse a los demás. Si su medio son los negocios, puede alcanzar tanta influencia y veneración que llegue a traspasar el límite de la ley, mezclándose en asuntos y enredándose en aventuras que honestamente cree que no tendrán consecuencias personales.
La parte del cuerpo asociada con el Punto Tres es la glándula del timo, y si entendemos su significado puede ayudarnos a comprender algo que es necesario para la evolución espiritual de un Tres. El timo es un órgano del sistema linfático situado justo detrás del esternón. Aunque se sabe poco sobre el funcionamiento real del timo, es muy importante para el sistema inmunitario humano y es necesario que un niño lo tenga cuando nace para poder estar sano. Es más activo en el embarazo y en la infancia; y como parte del sistema inmunitario, ayuda a distinguir lo «ajeno» o los tejidos «extraños» y a atacar las células malignas, las infecciones de hongos, víricas y bacterianas.
Traducido en términos de conciencia, esto nos dice que discriminar entre lo que se es y lo que no se es resulta básico para el desarrollo del Tres. Un Tres, antes que nada, debe volverse hacia dentro, tarea que no es fácil para alguien cuya sensación del yo reside en su reflejo en los ojos de los otros y que subordina la experiencia interior a los logros externos. Necesita detenerse lo suficiente como para empezar a mirar su verdad interior —él mismo tal como es— y aquí es donde la virtud del Punto Tres, la veracidad, entra en juego. Esto lo encontramos en el Eneagrama de las Virtudes, en el Diagrama 1. La definición de Ichazo de veracidad es la siguiente: «Un cuerpo sano sólo puede expresar su propio ser; no puede mentir porque no puede ser nada distinto de lo que es». La palabra veracidad tiene algunos significados diferentes, todos ellos interesantes para la transformación y el desarrollo de un Tres. Significa devoción hacia la verdad, el poder de comunicar o percibir la verdad; precisión en el sentido de conformidad con la verdad o la realidad, o algo verdadero. A continuación, comentaremos algunos de los aspectos más destacables del viaje interior de un Tres para convertirse en una personificación de la verdad.
Para que un Tres llegue a ser veraz en el sentido de devoto de la verdad, que es una de las definiciones del trabajo espiritual, tendrá que darse cuenta de cómo se miente a sí mismo. Éste es el comienzo de ser sincero. El primer nivel de mentiras al que tendrá que enfrentarse es su creencia de que él es lo que hace. Sólo cuando entienda cómo su autoestima depende de lo que hace podrá seriamente empezar a salir del escenario y a tratar con su vida interior. Esto significará darse cuenta de qué poco se valora a sí mismo si no está logrando algo, que a su vez revelará lo que mantiene esta actitud: los factores formativos de su primera infancia que le crearon la convicción de que no poseía ningún valor inherente únicamente como persona. Probablemente tendrá que volver a experimentar qué poco contacto y amor verdadero tocaron su alma siendo niño, y cómo la mayor parte de la atención que recibió fue debida a sus logros, y no por lo que estaba sintiendo o ni siquiera pensando. Verá que al igual que su vida interior no recibió ningún interés ni valoración por parte de sus padres, también él dejó de prestar atención a su mundo interior. Es probable que el indagar sobre esto haga surgir gran cantidad de dolor y sufrimiento por haber rechazado totalmente su alma.
Cuanto más atención se dedique a sí mismo, más empezará a percibir el alcance de su identificación con su imagen. Descubrirá qué poco tiene que ver la cara que presenta con cualquier cosa que esté pasando en su interior. Éste es un momento especialmente doloroso para un Tres. Saldrán a la luz sus sentimientos de superficialidad y frivolidad, lo que será un terreno fértil para que su superego se lo haga pasar mal. Puede que esta fuese la primera razón por la que dejó de mirarse a sí mismo. Ahora, le atacará por ser tan insustancial y vacío. Si logra defenderse de sus ataques y perseverar en la exploración de sí mismo, verá qué enorme ha sido su identificación con los ideales familiares y culturales. Verá cuán profundamente se ha moldeado a sí mismo para adquirir la forma de esos ideales, hasta el extremo de que apenas queda nada de él fuera de esa forma. Puede descubrir que en realidad no sabe lo que quiere o siente, aparte de lo que cree que debería querer o sentir, y lo más difícil, que ni siquiera sabe cómo empezar a hacerse estas preguntas.
El grado de vacío interior que surgirá al enfrentarse a su extrema identificación con la imagen es profundo. Debido a que gran parte de su psique y de su energía vital ha estado invertida en la imagen, ha quedado muy poco de su alma para volverse hacia sí misma. De modo que se encontrará con un inmenso abismo cuando su alma empiece a abandonar lo que ha invertido en esta fachada. Por ello, los Tres pueden tener el viaje interior objetivamente más doloroso de todos los eneatipos. Si la imagen es una mentira, ¿qué otra cosa hay en él? Esta es una confrontación interior muy difícil. Tampoco siente que pueda confiar en sí mismo en esta parte de su terreno interior, debido a que su sensación de lo que es real y lo que es verdad es tan variable y tan poco fiable. Éste es un problema que le acompaña en todo el recorrido de su viaje interior: discernir lo que es verdad para él y cuál es el giro que ha dado a las cosas. De modo que, al igual que en su infancia sintió su entorno como profundamente carente de apoyo y esto le causó la creencia de que el único apoyo que recibiría sería el que él se diera, en este momento tampoco se encuentra a sí mismo como digno de confianza.
El otro problema que le persigue en su proceso es su tendencia refleja a querer ver los resultados inmediatamente. Quiere que lo que está descubriendo de sí mismo sea útil; quiere que su desarrollo le ayude en su trabajo en el mundo y en las relaciones. Tiende a intentar envolverlo y venderlo para poder sacar algún provecho de él, ya sea material o en la forma de elogios por ser tan evolucionado espiritualmente. Sobre todo, quiere alguna recompensa, en vez de tener que enfrentarse al precipicio de su vacío interior, que sin duda no parece nada gratificante.
El vacío destapa los temidos sentimientos de derrota, la sensación de que a pesar de sus mejores esfuerzos, no podrá moldearse para convertirse en Dios. Éste es el núcleo de su vanidad como hemos visto: su creencia de que con sus esfuerzos podrá alcanzar toda la plenitud y satisfacción del Ser. A primera vista, esto puede sonar como una expectativa ridícula. Pero para un Tres no lo es. Así es como se siente en el fondo —el origen de sus sentimientos de fracaso e impotencia— ya sea de forma consciente o no. En algún lugar en su viaje interior, esta imposible demanda hacia sí mismo tendrá que emerger a la conciencia y ser vista como la absurdidad que es. Verá como todo su incesante hacer tiene sus raíces en este vano intento, en los dos sentidos de la palabra.
También verá que su intento de reproducir a Dios ha sido una defensa, para evitar tener que hacer frente a su desconexión del Ser. Su interminable actividad ha sido realmente una huida del enorme lugar vacío que siente como la totalidad de su alma, resultado del distanciamiento de sus profundidades. Verá que ha confundido el vacío de haber perdido el contacto con su Esencia para ser quien es, y por eso sentía que no tenía otra opción que huir de sí y hacer todo lo posible para reproducir lo que había perdido. La compasión por sí mismo surgirá gradualmente, a medida que comprenda esto, y su corazón empezará a formar parte de su autorretrato. A medida que su corazón se abra a sí mismo, el vacío dejará de sentirse como imposible de soportar y aterrador. Al enfrentarse a esta verdad y permitirse experimentarla totalmente, se transformará en una amplitud tremendamente tranquila y pacífica. Con el tiempo, los radiantes colores y cualidades de su naturaleza esencial surgirán de este espacio interior y se revelarán en todo su esplendor, como un pavo real cósmico al que su personalidad ha imitado con tanto esfuerzo.
En el proceso, a medida que realice repetidas incursiones a su realidad interior, se sentirá progresivamente más real y en menor medida como falso. En vez de estar sólo consciente de la superficie del alma y sentir que no hay nada más en ella, poco a poco empezará a sentirse más sustancial y auténtico. Progresivamente dejará de vivir a través de las imágenes proyectadas y experimentadas de sí mismo. De forma gradual se distanciará de las imágenes e ideales familiares, sociales y culturales, sabiendo dónde acaban estas y dónde empieza él.
La sensación interna de ser un farsante, un invento, la imitación de una persona, dará paso a una sensación de simplicidad, naturalidad y autenticidad. Su alma se volverá más y más transparente a las profundidades de su interior, y sus acciones expresarán y responderán a la inspiración de la realidad objetiva: su naturaleza esencial. Con el tiempo descubrirá que no es alguien que experimenta la Esencia sino que es la propia Esencia. Y poco a poco se encontrará sintiendo que forma parte del universo, una bella forma dentro de él, hasta que finalmente se sentirá en armonía con la verdad. Se convertirá más y más en una persona real, una manifestación o una encarnación consciente del Ser, y por último será realmente lo que dice ser, convirtiéndose en una Perla Inestimable.