viii

Un día antes del fin del mundo

tendría que volver a casa

para encontrarme con una esposa

que le gustaran tanto los gatos

como la programación por cable

tendría que entrar por la puerta trasera

con la mirada seca

y un poco ebrio

mordiéndome la mano

para no hacer ni un sólo ruido

como un conejo enfermo

con la pata destrozada

porque por alguna razón extraña

sabría que lo habría arruinado todo