iii

Un día antes del fin del mundo

saldré a caminar por mi pueblo

con el viento en mi espalda

bajo ese sol espléndido

que iluminará las calles

(incluso después de nosotros)

mi perro por su parte

seguirá compartiendo

el pan y el mismo plato de agua

que desde hace un par años envidian las palomas

mis vecinos al verme

me dirán:

—buenos días, doctor—

confundiéndome con mi padre

o con mi abuelo

y todo por un segundo parecerá estar en su lugar correcto