36
Josh encontraba asombroso que pudiese entrar en el edificio con la cabeza llena de pensamientos y desprenderse de todos ellos segundos después de haber visto a Danielle. Había malogrado varios romances al cabo de los años porque estaba demasiado distraído para consolidarlos. Ahora le resultaba casi imposible hacer otra cosa que concentrarse con la precisión de un láser en aquella dinámica mujer.
—¿Habéis hecho progresos hoy? —le preguntó ella después de besarlo ligeramente en los labios.
Josh todavía ignoraba lo que opinaban los guardias de aquellas muestras de afecto, pero también consiguió desterrar esa pregunta de su mente.
—No es demasiado sencillo definir el progreso en esto. Han seguido traduciendo el manuscrito y hemos asistido a una conferencia sobre seguridad. ¿Eso es progresar?
—Supongo que lo sabremos enseguida. Ojalá pudiera estar allí contigo.
Josh volvió a besar a Danielle y le tomó la mano. Los guardias no les seguían hasta el dormitorio, de modo que allí podían disfrutar de más intimidad.
—Ojalá estuvieras trabajando en esto. Pero claro, no es seguro, sobre todo porque suponemos que un miembro del equipo es el responsable del peligro que has corrido.
Danielle cerró la puerta a sus espaldas, lo besó en el cuello y le desabrochó la chaqueta.
—Apuesto a que yo también podría haberlo adivinado. Él la besó apasionadamente.
—Pensándolo bien, no sé si haríamos algo si estuviéramos juntos en la AAI.
La estrechó entre sus brazos y se encaminaron paso a paso hacia la cama para desplomarse sobre el edredón. A lo largo de la hora siguiente Josh no pensó sino en la tersura de su piel, en la profundidad de sus ojos y en el fuego de su tacto.
Más adelante, cuando estaban acostados con languidez, Josh comprendió que aquellos momentos de rescoldos se asemejaban al tiempo que dedicaba a meditar: eran imposibles de cuantificar y extremadamente refrescantes. Pero mientras flotaba en aquel espacio, con el cuerpo de Danielle amoldado al suyo, hubo un golpe en la puerta.
—Josh, ¿puedo entrar?
Era Moshe.
—Dame un minuto, Moshe. Ahora mismo salgo. —Se volvió hacia Danielle y le besó el cabello—. Supongo que ahora es cuando tu padre se entera de lo nuestro.
—Probablemente ya lo sabe. Al fin y al cabo es el que contrató a los guardias.
Josh se vistió deprisa y salió al salón. Danielle lo siguió a corta distancia. Moshe los miró alternativamente, pero no compartió sus pensamientos.
—Hola —dijo Josh tentativamente—. No te esperaba.
—Josh, tenemos problemas serios, serios de verdad.
—¿De qué estás hablando?
—Danielle, sal de la habitación, por favor —atajó Moshe, cortante.
—Ella se puede quedar. Es un miembro extraoficial del equipo, ¿verdad?
—Ya no tenemos equipo. Han secuestrado al padre André, al reverendo Barnaby y a Alón.
—¡No! —exclamó Danielle, sin aliento. Aferró el brazo de Josh.
Josh no estaba tan sorprendido.
—Tendríamos que haberles puesto guardias a todos. Tendríamos que haber sabido que iba a ocurrir algo así, sobre todo después de los atentados contra Danielle y Ethan.
—Es peor —gimió Moshe con voz grave y derrotada.
—¿Cómo puede ser peor? —dijo Danielle.
—Han matado a Michael.
—Oh, Dios mío —sollozó ella. Parecía que había perdido a un amigo íntimo, y las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas. Josh la estrechó con fuerza mientras Moshe proseguía.
—Solo Jonathan consiguió escapar antes de que los secuestradores le dieran caza.
Josh trató de hallarle sentido a todo aquello. Si atacaban a todos los arqueólogos, ¿cuál de ellos era el traidor? Contempló a Moshe y acto seguido desechó la idea.
—¿Jonathan podría identificar a sus atacantes?
—Eran curas, o bien hombres disfrazados de curas.
—¿Curas de verdad? Lo dudo. ¿Eso es lo único que tiene?
—Es lo único que he conseguido averiguar. El único dato consistente que tenemos es que cuando los raptores se llevaron al reverendo Barnaby mataron a dos transeúntes árabes israelíes.
Josh meneó la cabeza.
—Como si las cosas no fueran bastante malas.
—Nuestros agentes de seguridad y el Shin Bet ya están buscando más pistas. Es muy posible que el Mossad también se una a ellos.
Danielle tironeó del brazo de Josh y procuró emplear un tono de esperanza.
—Con semejante potencia de fuego, atraparéis a esos fanáticos en las próximas veinticuatro horas.
—Me gustaría creerlo —dijo Moshe—, pero no estoy seguro. Esos tipos son muy buenos. Está claro que tienen espías en todas partes. No se trata de un grupo terrorista oficial, pero actúa como si lo fuera.
—¿Cómo es que sabes tanto sobre ellos? —preguntó Josh, presa de una cólera repentina—. ¿Hay algo que no nos hayas contado?
—Saber estas cosas forma parte de mi trabajo. Y no, en este momento no puedo contaros nada importante. Todo lo demás son especulaciones y sospechas.
Danielle dio un paso hacia su padre.
—¿Qué puedo hacer para ayudaros?
Moshe alzó una mano.
—Nada, Danielle. Debes quedarte al margen de esto, ¿entendido? —Señaló a los guardias—. Y asegúrate de que esta gente no te pierda de vista.