21
LUCIAN permitió que Brynn avanzara en primer lugar con la lámpara mientras él llevaba su propia pistola preparada. No le sorprendió que ella lo condujera por las cocinas, a la sazón a oscuras, hacia las bodegas de la planta inferior, ni cuando ella se deslizó tras una pared de toneles y se inclinó para abrir una puerta de roble.
—¿Conduce esto a la costa? —preguntó él.
—Sí. Hay varias cuevas debajo de la casa conectadas por túneles. La entrada desde la playa está oculta por una grieta en el muro rocoso.
—Muy conveniente para tu familia —observó Lucían burlonamente.
Brynn le dirigió una mirada, pero no respondió.
Ella desapareció por la abertura y Lucian la siguió. Un angosto tramo de escalera labrado en la roca descendía en la oscuridad.
Ninguno de los dos habló mientras bajaban. La lámpara de Brynn proyectaba sombras fluctuantes sobre la roca que tenía vetas rojo, verde y púrpura. Cuando llegaron al último peldaño, el pasaje subterráneo se hizo llano, pero Lucian tuvo que encorvarse para evitar golpearse la cabeza.
Por último, el túnel se abrió a una pequeña gruta, donde pudo mantenerse erguido. Sabía que aquel escondite natural era ideal para almacenar un alijo de contrabando. La costa de Cornualles era un panal de cuevas y barrancos donde un queche contrabandista podía deslizarse sin ser detectado, pero conseguir traer y llevar mercancías desde la playa constituía un desafío mayor. Las mercancías habituales debían de ser voluminosas, rollos de seda terciopelo y encaje, toneles de vino, barriletes de brandy, tal vez té, todo ello entrado de contrabando en el país a fin de evitar los elevados impuestos que exigía el gobierno a causa de la interminable guerra.
Lucian vio que el suelo de la gruta estaba húmedo y traidoramente resbaladizo y la roca desgastada por una corriente goteante procedente del más profundo subsuelo. Cuando Brynn resbaló en una ocasión, él la sujetó instintivamente para afirmarla. Ella se estremeció ante aquel contacto casual y Lucian retiró su mano en seguida como si se hubiese quemado.
Ella se desplazó por la gruta hacia otro pasillo excavado por la mano del hombre en la roca. Lucian miró cuidadosamente alrededor, escrutando el camino antes de seguirla. Pronto pudo distinguir el distante sonido del mar rompiendo contra las rocas.
El túnel desembocó en otra cueva, ésta ya tenuemente iluminada por un farol. Lucian le puso a Brynn la mano en el hombro de modo apremiante, deteniéndola en silencio. Vio que a unos cinco metros de distancia Grayson paseaba por el recinto bastante nervioso.
Lucian se adelantó a Brynn en la cueva y llamó a sir Grayson por su nombre. Él giró en redondo y buscó la pistola que llevaba en el cinturón. Se quedó petrificado al ver el arma que apuntaba ya a su corazón.
Lucian hizo un gesto con el cañón de su pistola.
—Le sugiero que la deje en el suelo... lentamente.
Por un momento, Grayson apretó su mano en la empuñadura, pero luego hizo lo que le decían, retirando con cuidado el arma y depositándola sobre el suelo rocoso.
Luego dirigió a su hermana una mirada desesperada.
—Le has conducido hasta aquí, ¿verdad? Estarás contenta, Brynn, has traicionado a tu propia sangre.
Lucian le dirigió una mirada sobre el hombro y vio el dolor en su rostro.
—No te he traicionado —dijo ella roncamente—. Lucian nos había descubierto. Pero de todos modos yo iba a venir a buscarte. Puede haber otra salida, Gray, una que no suponga cometer traición.
Grayson apretó los puños con evidente furia.
—¡Maldita sea! ¡Te lo dije! ¡No hay otra salida!
—¿Qué es esto? —intervino Lucian burlonamente—. ¿Una discusión entre ladrones? Creo, sir Grayson, que debería mostrar más gratitud hacia su hermana. Usted nunca hubiera robado mi sello sin su ayuda.
La cólera de Grayson se desplazó de objetivo y ahora miró con furia a Lucian.
—Brynn no ha tenido nada que ver con que yo me apropiara de su sello. Yo me lo llevé de su estudio pese a sus inflexibles objeciones y luego la engañé para que guardara silencio.
—Y luego lo utilizó para ayudar a los enemigos de su país a robar un cargamento de oro.
Él bajó la vista.
—Al parecer, sí. No me siento orgulloso de ello. Pero no puede censurar a Brynn. Ella no tuvo nada que ver.
Lucian enarcó la ceja escéptico, sin sentirse sorprendido de que Grayson hubiera acudido tan pronto en defensa de su hermana.
—¿Espera que le crea? ¿A usted, un traidor?
—Crea lo que quiera de mí. Pero soy el único responsable. Brynn no ha estado nunca implicada hasta esta noche en que le he pedido que le drogara.
Lucían curvó la boca.
—¿Y drogarme se supone que la absuelve?
—Ella lo ha hecho para protegerlo, para mantenerlo a salvo de los hombres de Caliban. Es usted quien debería estarle reconocido, Wycliff.
Una extraña sensación de alivio inundó a Lucían al oír repetida la afirmación de Brynn. Tal vez, ella, después de todo, no fuera culpable de traición.
—Me propongo hablar de ello con mi mujer más tarde —repuso Lucían—. Por ahora, usted es mi principal preocupación. Le agradeceré que regrese a la casa conmigo.
Grayson dejó caer los hombros.
—No puedo —repuso quedamente.
—Será más duro para usted si se resiste.
Él exhibió una amarga sonrisa.
—¿Qué puede ser más duro que la horca? No, me temo que tendrá que matarme, milord. Prefiero morir de una bala que ser ejecutado por traición.
Brynn sofocó un grito, pero su hermano señaló hacia el arma de Lucían.
—¡Adelante! ¡Dispare! No voy a permitir que me arreste.
Ella se adelantó, la lámpara que llevaba hizo bailar las sombras de la caverna.
—No, Lucían, no puedes. Te digo que Grayson no se proponía cometer traición. No sabía lo que estaba haciendo. Sólo trataba de pagar sus deudas, de proteger a su familia. ¡Por favor... Gray... díselo...!
—Quiero que te vayas, Brynn —ordenó Lucían.
—No, no puedo permitir que lo mates de un tiro...
—Brynn —dijo Grayson suavemente—, morir de un tiro es, con mucho, el mejor medio de morir. Te ahorrará la vergüenza de verme colgado y asimismo te mantendrás a salvo. Si muero, Caliban y su calaña ya no seguirán siendo una amenaza para ti y para Theo.
Lucian vaciló, sintiendo contra su voluntad un respeto por el hombre hacia el que tan sólo debía sentir desprecio. Grayson estaba preparado para morir, eso era seguro. La vergüenza de sus ojos, la tristeza, la tranquila resignación, todo proclamaba su resolución.
Lucian reflexionó con una mueca que aquella mirada desesperada le era demasiado familiar. La había visto antes en el rostro de su amigo Giles. El amigo al que él había matado.
Con un estremecimiento, Lucian se armó de valor contra el angustioso recuerdo, aunque, por un instante, se vio transportado a otro tiempo, enfrentándose a Giles por su traición, obligado a acabar con su vida. Lucian recordó que después, durante meses, había maldecido aquella injusticia. Caliban era el culpable de haber arruinado a innumerables hombres, hombres básicamente buenos y honorables. El bastardo había arruinado a sir Grayson del mismo modo, con amenazas y extorsión, no le cabía ninguna duda.
Bajó la mirada al arma que tenía en la mano. ¿Podía repetir el pasado? ¿Podía cargar con la muerte de sir Grayson? Tratar de capturar a aquel hombre, en aquellos momentos, era equivalente a un asesinato porque, al igual que Giles, Grayson no permitiría que lo cogieran con vida.
Brynn debía de pensar lo mismo, porque se metió entre ellos con lágrimas brillando en sus ojos.
—No puedes matarle, Lucian. ¡Por favor... por favor... te lo ruego...!
—Brynn, mantente al margen —le ordenó su hermano.
Ella reprimió un sollozo, un sonido desesperado que desgarró el corazón de Lucían. Endureció su resolución y volvió su mirada a Grayson.
—¿Dónde tiene escondido el oro?
Grayson señaló hacia el fondo de la caverna.
—Bajo un superficial charco de agua. Debería llevárselo. Ya no tiene ningún sentido que trate de mantenerlo en mi poder.
—Supongo que estaba aguardando a que llegase su contacto francés.
—Sí, un hombre llamado Jack. Debía reunirse conmigo antes de que la marea estuviera demasiado baja. Ya tendría que estar aquí.
—Tal vez haya tenido dificultades esquivando a mis patrullas —observó Lucian—. Tengo hombres apostados a diversos intervalos a lo largo de la costa.
—Sospecho que habrá visto sus patrullas, pero Jack cuenta con muchos recursos. Habrá maquinado algún desvío para poder llegar aquí a recoger el oro. —Grayson miraba intencionadamente la pistola—. Sería mejor que acabara con esto para que pudiera llevarse a Brynn de aquí. Jack ha amenazado en más de una ocasión con matarla. Cada momento que se demora pone en peligro su vida.
Lucian sintió que un músculo temblaba en su mandíbula.
—¿Está sugiriendo que le dispare a sangre fría?
—Si usted prefiere no hacerlo, puedo hacerlo yo mismo. Le doy mi palabra de honor de que no fallaré. —Torció la boca en una amarga sonrisa—. Mi palabra en otro tiempo significaba algo. Antes de esto, yo era un hombre honorable.
Lucian sabía que Grayson hablaba totalmente en serio. Se proponía quitarse la vida.
—O quizá lo único que debo hacer es esperar —añadió—. Jack estará más que deseoso de poner punto final a mi existencia cuando vea que no puedo entregar el oro. Puede dejarme un arma. Le prometo que intentaré llevármelo conmigo.
—¿Está usted dispuesto a atacar a sus secuaces?
—Más que dispuesto. Jack no es mi secuaz. Es el bastardo que amenazó con matar a mi familia... —Los rasgos de Grayson se contrajeron en una mueca—. ¿Por qué cree que cedí a sus exigencias? Nada más podía haberme inducido a cometer traición. Pero dudo que usted comprenda tal debilidad, Wycliff. A usted nunca le ha importado nada tanto como su honor. De haberse encontrado en mi lugar, usted hubiera sido más fuerte.
«¿Hubiera sido más fuerte? —se preguntó Lucian—. Desde luego me hubiera defendido. Hubiera movilizado todos los recursos privados que tuviera a mi disposición y todas las fuerzas del gobierno a mi cargo.» Pero Grayson tenía escasos recursos y muy escasos contactos con el gobierno. Y aun así Brynn había corrido un riesgo...
Lucian agitó la cabeza, sabiendo que estaba mintiéndose a sí mismo. Él hubiera sacrificado su honor por Brynn. Hubiera hecho lo que fuese por salvarla.
¿Era realmente mucho mejor que Grayson?
Precisamente entonces Brynn avanzó otro paso hacia Lucian. No profirió ningún sonido, pero el ruego en sus verdes ojos era dolorosamente elocuente. Podría odiarle si mataba a su hermano.
—Su hermana tiene razón —dijo Lucian con lentitud, pensando intensamente—. Debe de haber otro medio. En consideración a ella podría hacerle una oferta.
—¿Una oferta?
Lucian miró a Brynn. Ella se había llevado una mano a la boca, como si no se atreviera a confiar.
—Quiero a Caliban, sir Grayson. Pero necesito su ayuda para atraparlo.
La esperanza que había llameado en los ojos de Grayson se extinguió rápidamente.
—Estaría más que contento de ayudar, pero me temo que no le seré de ninguna utilidad. Nunca he visto a Caliban.
—Pero sí a sus asociados. Usted conoce sus métodos.
—Eso no resuelve el dilema: la amenaza a mi familia. Preferiría morir antes que ver perjudicados a mis hermanos. Usted no puede protegerlos de Caliban, milord. Por lo menos si yo muero, mi familia estará a salvo.
—Su muerte podría ser organizada... —replicó Lucian mientras su mente trabajaba con denuedo.
—¡No!—exclamó Brynn horrorizada.
Lucian volvió su atención a ella, dispuesto a ofrecerle una explicación, pero captó el tenue chirrido de la suela de unas botas en la roca. Su mirada se disparó al instante hacia el extremo más lejano de la caverna.
De las sombras, surgió una figura que se presentó abiertamente, un hombre vestido de negro sosteniendo dos pistolas amartilladas y apuntando. Una a sir Grayson y la otra a Brynn.
—Me ha decepcionado profundamente, sir Grayson —declaró el recién llegado con un deje muy sutil de acento francés—. Creí que teníamos un acuerdo.
Grayson exhibió una mueca de desprecio.
—No tengo ningún escrúpulo en incumplir un acuerdo con personas como usted, Jack.
—Jacques, por favor. Jack es demasiado... inglés.
El francés se volvió a Lucian.
—Lord Wycliff.
El nombre suavemente pronunciado contenía una profunda satisfacción.
—¿Le conozco? —observó Lucian, maldiciéndose por su imperdonable negligencia al haber permitido que el francés se introdujera allí sin ser detectado.
—No, pero yo a usted sí. —Dirigió hacia él sus ojos fríos y negros—. Lord Caliban ha puesto recientemente un alto precio a su cabeza. Usted ha resultado ser todo un engorro para él.
—Evidentemente no lo bastante engorroso. —Lucian le dedicó una sonrisa cínica—. ¿De modo que su pusilánime patrono también está metido en negocios de asesinato además de traición?
—Lord Caliban es poco pusilánime.
—Sin embargo, envía a sus lacayos para hacer su infame trabajo.
—Me propongo matarle y obtener la recompensa, si es eso a lo que se refiere. Y reclamar asimismo el oro.
Jack agitó una de sus pistolas hacia Brynn.
—¿Es su encantadora esposa?
Lucian pronunció para sí mismo un violento juramento, con la mente trabajando de manera frenética mientras trataba de ocultar su desesperación. Sospechaba que no sobreviviría a aquel encuentro, pero tal vez pudiera negociar para salvar la vida de Brynn.
Aunque ella estaba en clara desventaja. Jack y él tenían sus pistolas dirigidas una contra el otro, pero Brynn se hallaba más cerca del francés, parcialmente en el camino. Lucian sabía que si él se movía demasiado rápidamente se arriesgaba a que le disparara a ella. Y Jack se estaba impacientando.
—Me hará el favor de soltar su arma —ordenó el francés.
Lucian, que mantenía una fría máscara en su rostro, negó con la cabeza.
—¿Y renunciar a mi única ventaja? No, monsieur, prefiero la actual situación. Con sus dos pistolas contra una mía no puede alcanzarnos a los tres.
—Pero sí puedo disparar contra lady Wycliff. Ella será la primera, y luego tendré el gran placer de despacharle a usted.
—Déjela ir y consideraré desarmarme.
Lucían se adelantó lentamente, convirtiéndose en un objetivo más importante, pero el francés gritó una brusca orden.
—¡No acorte distancias!
Lucían, vacilante, se mantuvo en equilibrio sobre las puntas de los pies, dispuesto a saltar y dejar a Brynn atrás.
—Le he dicho que tire la pistola —repitió Jack.
—Deje marchar a mi esposa y lo haré.
Jack curvó su boca en una sonrisa de desprecio.
—¿Me cree usted un necio?
Lucían se disponía a responder cuando observó de reojo que Grayson se agachaba con la evidente intención de recoger su arma desechada.
Sin alterarse ni apenas parpadear, Jack mudó su centro de atención y disparó una de las pistolas directamente sobre Grayson, quien se asió con brusquedad el costado con un gesto de dolor. La explosión retumbó con un sonido a hueco en todo el recinto de la caverna, mezclado con el grito de horror de Brynn mientras Grayson se desplomaba en el suelo. A Lucían el corazón le dio un vuelco.
Después, todo pareció moverse con infinita lentitud... El francés cambió bruscamente de objetivo apuntando hacia Lucían y disparó por segunda vez exactamente en el mismo momento en que Brynn se lanzaba hacia el traidor.
A Lucían dejó de latirle el corazón por completo mientras ella se interponía en la trayectoria de la bala protegiéndolo con su cuerpo, y arrojaba su lámpara al francés con todas sus fuerzas. La lámpara se estrelló justo antes de que ella se precipitara de bruces contra el suelo. Lucían no supo si porque había tropezado o porque había sido alcanzada por el disparo.
El terror estalló en su interior junto con una ira cegadora. Rápidamente levantó su pistola y apretó el gatillo, pero el francés se hizo a un lado y el disparo se perdió en el vacío acertando en el muro rocoso, astillándolo y enviando por el aire polvorientos fragmentos.
En movimiento incluso antes de que el eco de la explosión se hubiera extinguido, Lucian lanzó un rugido de furia puramente animal y se precipitó por la caverna. Se abalanzó contra las piernas del francés, proyectando todo su peso en el asalto.
Jack se tambaleó hacia atrás bajo el impacto demoledor y quedó aprisionado por Lucian contra el frío suelo rocoso; sus inútiles armas chocaron con estrépito contra el suelo.
Aprovechando el momentáneo aturdimiento de su enemigo, Lucian se incorporó, sentándose a horcajadas sobre él y soltándole un puñetazo decidido a aporrear al francés hasta convertirlo en una pulpa sanguinolenta. Lanzó otro golpe brutal a la mandíbula y luego otro, sin mostrar ninguna misericordia pese a los gritos de dolor del hombre.
Cuando Jack levantó las manos en un esfuerzo por defenderse de la feroz acometida, Lucian miró fugazmente por encima del hombro buscando desesperado a Brynn, loco por saber qué había pasado. Vio que ella se estaba esforzando por levantarse del suelo y sintió una intensa oleada de alivio al comprender que no debía de estar gravemente herida.
Sin embargo, su distracción le resultó cara. El francés le golpeó en la sien y el dolor lo cegó durante un precioso segundo, al tiempo que se le reventaba una ceja.
Con una maldición, Lucian esquivó los siguientes golpes de su adversario y trató de limpiarse la sangre que goteaba de su herida dificultándole la visión. Al cabo de un instante, sintió que se ahogaba, porque los dedos de Jack habían logrado agarrarse con fuerza a su garganta. Le propinó un rudo golpe y rodó a un lado, obligando al francés a soltarlo.
Detrás de él, Brynn se ponía de rodillas, tambaleándose y tratando de aclarar sus aturdidos sentidos. Estaba sin aliento y el brazo le escocía como fuego por una herida de bala. Pero le había evitado aquel proyectil a Lucian y eso era lo que importaba. Se sentía débil. Su alivio era muy profundo, pero efímero.
De repente, vio a Lucian luchando mientras Grayson yacía de espaldas, asiéndose el costado con las manos y con el rostro ceniciento. Reprimió un sollozo. Grayson por lo menos estaba vivo, mientras que Lucian necesitaba ayuda.
Su frenética mirada se centró en la pistola de su hermano, que estaba a unos metros de distancia. Sacudiéndose su aturdimiento, se puso en pie y avanzó a trompicones hacia el arma, que cogió asiéndola con fuerza con ambas manos.
Aunque no podía disparar sin peligro de alcanzar a Lucian, que estaba enzarzado en combate mortal. Distinguió un quejido a sus pies y dirigió una breve mirada a su hermano.
—Nunca imaginé... que recibir un disparo... doliera tanto —balbuceó él.
Su voz quedó casi ahogada por los gruñidos de los combatientes, pero fue la brusca maldición de Lucian la que dejó a Brynn presa del horror. Los dos hombres seguían luchando pero ¡el francés tenía una navaja!
La hoja relampagueó mientras él levantaba el brazo y la bajaba de golpe. Con otra maldición, Lucian se echó hacia atrás y luego consiguió asir la muñeca de su adversario con ambas manos.
Brynn observaba conteniendo la respiración mientras el francés conseguía liberar un brazo. Lo echó hacia atrás y atacó de nuevo, empuñando la daga con violencia.
Ella se adelantó, apuntando impotente con su pistola, pero precisamente entonces Lucian rodó por el suelo, soltándose. Jadeando, el francés se levantó, saltó y salió corriendo hacia la entrada que conducía al túnel. Lucían se puso en pie fatigosamente y echó a correr tras él.
Brynn se disponía a seguirles, pero dirigió una desesperada mirada a su hermano herido.
—Ve... Estoy bien —dijo Gray con voz ronca—. Trata de salvarlo.
Ella se precipitó por el túnel por donde habían desaparecido los dos hombres. Las piernas le temblaban y el pulso le latía con fuerza mientras se sumergía en la oscuridad.
Por un momento, no vio nada, pero cuando oyó el eco distante de pisadas avanzó sin ver, utilizando la pared del túnel como guía.
Cuando llegó al extremo del túnel estaba sin aliento y el pecho le dolía oprimido por el temor. Vio un tenue atisbo de luz, pero tuvo que rodear una pronunciada esquina y pasar por una hendidura del muro de la roca hasta encontrarse en la playa de guijarros.
La negra noche estaba cargada con una tormenta que se estaba fraguando, y las nubes fantasmales se sucedían impulsadas por una fresca y salada brisa. Brynn, frenética, miró hacia abajo a lado y lado de la costa y distinguiendo sólo afloramientos rocosos y sin oír ningún sonido fuera del rumor de las olas y su propia respiración jadeante.
Esforzándose por llenar de aire sus pulmones, miró hacia atrás, sobre su hombro elevando los ojos sobre la cara de la roca. El corazón le dio un vuelco al percibir dos negras sombras sobre su cabeza, el francés corría por el camino rocoso y Lucian le seguía pisándole los talones. Casi podía percibir el violento sonido de su respiración.
Al cabo de unos momentos, Lucian alcanzó a su presa. Con un asombroso salto derribó a Jack en el escabroso sendero.
Ambos estuvieron de nuevo de pie al instante. Aunque, en lugar de seguir huyendo, Jack giró de pronto en redondo y exhibió su hoja mortal. Lucian tropezó hacia atrás y resbaló, a punto de perder el equilibrio en el angosto sendero. Brynn a duras penas reprimió un grito mientras Lucian se apretaba contra el muro rocoso para recuperar el equilibrio.
Con el corazón en la garganta asió la pistola en su tembloroso puño tratando de apuntar al francés. ¿Se atrevería a disparar? Estaban tan cerca uno del otro...
No tenía elección, porque Jack atacaba de nuevo levantando su navaja para cargar contra Lucian. Con una oración, Brynn apretó el gatillo.
El disparo estalló en sus oídos. Al cabo de un instante, oyó el grito de uno de los hombres. Luego, Jack cayó contra Lucian que no pudo prepararse para el impacto.
Durante un momento interminable, los dos combatientes se mantuvieron abrazados sobre el borde del precipicio. Luego, con angustiosa lentitud, cayeron sobre el saliente.
Con el corazón paralizado, Brynn observó con impotente terror cómo ambos caían juntos, en mortal abrazo, sobre la playa rocosa del fondo.