18
CAÍA el crepúsculo cuando Brynn llegó a la casa. Aunque cansada y con la ropa sucia tras el largo viaje desde Londres, buscó de inmediato a su hermano, deseando fervientemente acabar con el temor que le había formado un nudo en el estómago durante los últimos tres días.
Encontró a Grayson en su estudio, contemplando morosamente el escaso fuego del hogar.
Cuando ella pronunció su nombre, él tuvo un sobresalto de sorpresa.
—¿Brynn? ¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Se levantó de la silla.
—¿Sucede algo malo? ¿Theo...?
—Theo está bien, que yo sepa —repuso ella con tono adusto—. Pero hay algo que va rematadamente mal, Grayson.
Él la miró de hito en hito largo rato.
Brynn lo examinó a su vez y comprobó que su rostro estaba sonrojado, como si hubiera tomado demasiado vino.
—En cuanto a mis razones para estar aquí —añadió más quedamente—, vengo a detenerte para que no incurras en traición.
Gray no respondió. Se limitó a llevarse una mano a la frente y se dejó caer de nuevo en su asiento fatigosamente.
A Brynn el corazón se le contrajo de dolor.
—No negarás que estás conspirando con los franceses contra tu país —susurró ella, rogando estar equivocada y que su hermano pudiera refutar su terrible acusación.
—No, no lo niego —repuso él con pesadumbre.
—¡Por Dios, Grayson...! —Cruzó la habitación y se dejó caer en el sofá trastornada e incrédula—. ¿Cómo has podido?
Él torció la boca en una risa sardónica.
—Para ser sincero, ni yo mismo estoy seguro de ello. Dios sabe que nunca intenté convertirme en traidor.
—¿Qué...? ¿Cómo sucedió?
Gray dejó escapar un profundo suspiro.
—¿Deseas realmente conocer los sórdidos detalles?
—Sí, dime —murmuró ella con voz ronca.
Antes de hablar, él tomó un largo sorbo de vino, como si quisiera darse ánimos.
—Comenzó hace casi un año. Me abordó un caballero que me ofreció una suma importante para que, junto con otro buque traficante, trasladase un cargamento. Por entonces, yo estaba desesperado por obtener fondos. No puedes haber olvidado el grave estado de nuestras finanzas en esos momentos. Cuan abrumadoras eran nuestras deudas. Cómo estuvimos a punto de perder esta casa. Yo temía no poder pagar y verme encerrado en prisión. Y entonces, ¿qué iba a sucederos a ti y a los muchachos?
Ella no había olvidado aquellos sombríos días en que se enfrentaban a los acreedores de su padre, cada vez más implacables.
—¿De modo que aceptaste la oferta aunque sabías que era sospechosa?
—Sospechaba que se trataba de turbios negocios, pero razoné que quebrantar la ley pasando de contrabando mercancías desconocidas era mejor que verse encarcelado por deudas y dejándoos a todos que os valierais por vosotros mismos.
—Gray, ¿la carga era oro del gobierno?
—Sí, aunque entonces no lo sabía. No deseaba preguntar Más tarde... lo utilizaron para chantajearme. Ellos juraron que me denunciarían como traidor si no seguía sus órdenes.
—¿Ellos?
—Una terrible alianza de espías y contrabandistas. Sé poco acerca de ellos, salvo que algunos de los miembros son ingleses de alto rango. El dirigente se supone que es un noble.
—¿Un noble? ¿Hablas en serio?
—Totalmente en serio. Se alude a él como lord Caliban. Mi contacto inicial fue un baronet.
—¿Fue?
—Sí. Desde que ha muerto, me cabe poca duda de sus execrables actividades. —Grayson dejó escapar una breve y amarga risa—. Otro ocupó su puesto. Éste es francés, estoy seguro de ello, aunque habla excelente inglés y se hace llamar Jack. Jack me visitó poco después de tu boda y me ordenó que consiguiera el sello de tu marido e hiciera varias impresiones en cera de él. Me negué, pero dijo que no tenía elección si quería seguir con vida.
—¿Y tú le creíste?
—¡Sí, le creí! —La miró con dureza—. Esos hombres son despiadados, Brynn. Torturaron a uno de los pescadores que se negó a ayudarles. Le arrancaron la piel a tiras como ejemplo para el resto de nosotros. El pobre diablo tardó dos días en morir. Creo que preferiría enfrentarme a ser colgado antes que a ese destino.
Ella profirió un estremecedor suspiro.
—¿Sabes que han usado el sello de Lucían en una carta falsificada para robar otro envío de oro?
—Me temía que algo así pudiera suceder. —La expresión de Gray se contrajo en una mueca que era casi angustiosa—. No me informaron de sus propósitos, pero no puedo negar que sospechaba siniestros designios.
—¿Qué hay del oro, Gray? ¿Sabes dónde está?
—Aquí, en las cuevas que hay debajo de la casa. Tres cajas fuertes fueron entregadas anoche, y las tengo ocultas entre algún otro contrabando. Se supone que se las entregaré a Jack esta noche.
—Grayson —dijo Brynn roncamente—, no puedes entregar el oro a manos francesas. Napoleón lo utilizará para financiar sus ejércitos. Piensa en todos los hombres que morirán luchando cuando la guerra sea interminable a causa de ese oro.
—No tengo elección, Brynn. No puedo evitarlo. Estoy demasiado metido. Créeme, lo he intentado. En tanto que exista Caliban, estoy atrapado.
—Pero ¡piensa en lo que estás haciendo! Es una traición...
—Lo sé. —Gray tomó un sorbo de vino—. No puedes decirme nada peor de lo que yo me he dicho ya a mí mismo miles de veces. Me odio por lo que he hecho, por lo que debo hacer. Pero tengo que seguir, o me matarán... O algo peor.
—¿Peor? —repitió Brynn.
Él le dirigió una prolongada y amarga mirada.
—Yo no era el único a quien amenazaron. Cuando les di las marcas del sello de Wycliff les dije que había acabado, pero Jack dijo que matarían a toda mi familia si les abandonaba. A Theo, a ti, a nuestros hermanos...
—¿Theo? —Su voz contenía una nota de alarma.
—¡Sí! ¡Maldita sea, Theo! ¡Y a ti! ¿Por qué crees que estoy tan aterrorizado? Ellos me dejaron muy clara su amenaza hace poco. Un carruaje estuvo a punto de atropellaros en Londres, ¿no es cierto? Jack dijo que era una advertencia para mí, Brynn.
Ella se quedó mirando fijamente a su hermano. ¿Aquel accidente potencialmente fatal había sido intencionado? Brynn había pensado que la vida de Lucian había corrido peligro por la maldición, nunca que ella hubiera sido el objetivo de los enemigos de Gray. Ni que lo fuera Theo. ¡Gran Dios!
—El gobierno británico puede ahorcarme por traición —añadió Gray con voz casi fiera—, pero por lo menos mi familia estará a salvo. No podría vivir si uno de vosotros muriese habiendo estado en mi mano salvaros.
Brynn, horrorizada, tragó saliva de manera convulsiva, tratando aún de digerir la información.
—Debe de haber algo que podamos hacer —murmuró por fin desesperada, escudriñando el rostro de Gray.
Los ojos de su hermano brillaron sombríamente.
—¡No hay nada! ¿Crees que no lo he intentado?
—Pero puedes ser ahorcado por traición...
Con un encogimiento de hombros, Gray contempló el fondo de su copa de vino.
—¿Sabes lo que temo más que eso? Lo que pensará Theo de mí viéndome deshonrado ante el mundo. Pero prefiero ser colgado a arriesgarme a que él sea asesinado.
Brynn se llevó una mano a la boca conteniendo un grito, preguntándose en nombre de Dios qué podía hacerse.
—Tal vez... ¿No hay nadie a quien podamos recurrir en busca de ayuda? Lucían...
Gray torció la boca.
—Estoy seguro de que él estaría encantado de ayudarme tras mi traición.
—Podrías acogerte a su misericordia.
—Como mínimo, acabaría en prisión.
Brynn deseaba argumentar que Lucian podía ser convencido de que mostrara indulgencia, pero ella misma descartó aquella alternativa inútil. Lucian sería la última persona que alguna vez sentiría simpatía por un traidor.
—Además —añadió Gray torvamente—, eso no haría que Caliban desistiera de su amenaza de matarte a ti.
Antes de que se le ocurriera una respuesta, su hermano apretó la mandíbula y le dirigió una sombría mirada.
—Para ser sincero, no me has hecho ningún favor viniendo, Brynn. Wycliff sospechará cuando descubra que estás aquí.
—Lucían no sabe que estoy aquí. Se ha ido a Dover, en busca del oro.
—Bien, confío sinceramente en que siga ausente. —Grayson tomó un último sorbo de vino—. Si trata de intervenir, es posible que sea asesinado.
Brynn sintió que se le encogía el corazón.
—¿Qué quieres decir? —¿preguntó roncamente—. Tú no le matarías...
—Desde luego que no. Yo no. Jack. Los seguidores de Caliban. Consideran a Wycliff su principal enemigo. Si asoma por aquí, no tengo dudas de lo que sucederá.
A ella se le debió de notar la impresión porque Grayson la miró con repentina tristeza.
—Le amas, ¿verdad?
No era una pregunta.
Brynn siguió sentada, en helado silencio, deseando desesperadamente refutar la afirmación. Sin embargo, ya no podía negar la verdad. No deseaba que Lucían muriese, no sólo porque era su marido y el padre de su hijo aún no nacido, sino porque lo amaba.
¡Por todos los cielos!
—¿Te has olvidado de la maldición? —le preguntó Gray quedamente.
—No —susurró Brynn—. No la he olvidado.
Había tratado desesperadamente de proteger su corazón de Lucían, se había negado a reconocer sus sentimientos con la esperanza de protegerlo. Todo en vano.
Un frío temor le acuchilló el cuerpo. Su amor tenía el poder de destruir. Admitiendo sus sentimientos hacia Lucían ¿lo había condenado a muerte?
En ese momento, una doncella apareció en la puerta del estudio y se inclinó cortésmente.
—Milady, su señoría ha llegado.
—¿Su señoría?
—Su esposo, lord Wycliff.
Gray se puso bruscamente en pie, al parecer aturdido, mientras que a Brynn el corazón le dejó de latir en el pecho. ¿Lucían estaba allí? ¿Qué hacía, en nombre del cielo, en Cornualles cuando había partido para Dover hacía sólo unos días? ¿Cómo había sabido dónde estaba ella? ¿Cómo la había seguido tan rápidamente?
Durante largo rato, los hermanos se miraron conmocionados.
—Acompáñelo al salón —ordenó Grayson por fin a la doncella—. Nos reuniremos allí con él.
Cuando la muchacha hubo desaparecido, redujo su voz a un apremiante susurro:
—¿Crees que sospecha de mí?
—Yo... No lo sé.
—Brynn, no puedes revelarle ni una palabra del oro. Te ruego que guardes silencio.
—Gray...
—Tendrás que encontrar un medio de mantener a Wycliff ocupado esta noche. Unas horas por lo menos... Lo bastante como para que Jack recoja el oro. Ellos esperarán a que sea de noche pero no pueden retrasarlo mucho o la marea bajará demasiado como para poder zarpar.
—Gray, yo no puedo...
—Tú puedes y debes. A menos que desees que tu marido muera. Te digo que Jack no vacilará en matarle, Brynn. O a mí, a cualquiera de los dos.
Gray depositó su vaso en la mesa, giró sobre sus talones y salió de la habitación.
Tras una larga pausa, Brynn le siguió lentamente, sintiendo como si estuviera siendo arrastrada de manera impotente e inexorable por una rápida corriente hacia un destino peligroso y criminal.
Brynn se detuvo en la puerta del salón, contemplando el hermoso rostro de su marido. Él estaba ocupado saludando a su hermano, pero en cuanto advirtió su presencia, su mirada azul se quedó fija en la de ella.
De pronto, el corazón de Brynn comenzó a golpearle en el pecho mientras ambos se miraban. La expresión de Lucian era enigmática, no obstante se preguntaba si él podía ver a través de ella. Si le sería posible saber lo que estaba tramando.
La desesperación la invadió, pero se esforzó por ocultar su consternación y azoramiento e ignorar los dolorosos latidos de su corazón. Se obligó a mostrar una expresión de sorpresa y se adelantó ofreciéndole las manos y luego la mejilla para que la besara.
—¿Qué estás haciendo aquí, Lucian? Creí que te proponías viajar a Dover.
—Me proponía hacerlo, amor —repuso fríamente—. Pero cuando cambié los caballos en una casa de postas llegó un mensajero con la noticia de que tu hermano estaba enfermo y de que tú te habías ido a cuidarlo. La urgencia de tu partida me hizo temer lo peor. Tengo numerosos enemigos, Brynn, y me preocupaba que pudieran estar tramando algo para perjudicarte. De modo que me volví de inmediato y fui hacia Harrow. Mis sospechas aún crecieron más cuando comprobé que Theo estaba perfectamente y que allí no había ni rastro de mi bella esposa. Sólo me cabía esperar que hubieras venido aquí.
—Lamento mucho haberte preocupado, pero... —vaciló casi atragantándose con la mentira— mis planes debieron de ser mal interpretados. Cuando dije que mi hermano estaba enfermo me refería a Grayson.
Lucian miró a su cuñado que, salvo por su tez sonrojada por el vino, parecía la viva imagen de la salud.
—Fui yo quien avisó a Brynn —intervino Grayson rápidamente en apoyo de su hermana—. Temía encontrarme en mi lecho de muerte pero, al parecer, sólo sufría un estómago bilioso. El nuevo cocinero que contraté cuando Brynn se casó sirvió un pescado que me sentó mal. Pero ya estoy totalmente recuperado.
—Por fortuna —replicó Lucian con una breve sonrisa.
—Debe de estar cansado y hambriento tras su largo viaje —añadió Grayson con voz firme—. Pese a esa ocasión, se puede confiar en que el cocinero elabore una excelente cena.
—Yo también acabo de llegar —intervino Brynn— y reconozco que estoy hambrienta, ahora que me he asegurado de que Gray está bien.
—Aquí seguimos el horario del campo —informó su hermano a Lucian—. Normalmente cenamos a las seis y media. Pero haré que lo retrasen de modo que puedan descansar. Me encargaré de que un sirviente recoja su equipaje lo antes posible y les muestre sus habitaciones.
Sin embargo, prefiriendo no compartir el mismo espacio que Lucian, Brynn reclamó su dormitorio de la infancia, mientras que Lucian era alojado en una habitación de invitados más alejada. Ella no creía poder soportar estar a solas con él, por lo menos hasta que hubiera conseguido dominar sus inestables emociones. Para su sorpresa, Lucian no protestó por esas disposiciones sino que simplemente le dijo que acudiría a recogerla para cenar al cabo de una hora.
Brynn agradeció la oportunidad de tranquilizarse mientras se lavaba y cambiaba de vestido. Cuando Lucian llamó a su puerta para acompañarla abajo, ella había conseguido controlar algo más sus nervios.
No obstante, su compostura vaciló de nuevo cuando él la saludó con fría reserva; la tensión entre ambos le recordó a Brynn las primeras semanas de su tormentoso matrimonio.
—Me disculpo de nuevo por el malentendido —dijo mientras bajaban la escalera, deseando poder aplacarlo.
A Lucian se le tensó un músculo en la mandíbula, pero guardó silencio.
—¿Estás enfadado porque haya venido a casa?
—Hubiera preferido conocer tus intenciones. Podías haberme ahorrado gran cantidad de preocupación. Por así decirlo, no me quedaba más que confiar en que no te hubiera sucedido nada malo... y además me he visto obligado a abandonar mi misión.
—Lo siento, Lucian, de verdad.
—¿De verdad, amor? —No sonaba convencido.
Brynn lo miró con cautela, pero su marido simplemente la hizo pasar al salón, donde les aguardaba su hermano.
La cena fue más agradable de lo que ella había esperado, con Gray esforzándose por interpretar el papel de encantador anfitrión. Y los platos fueron los más tentadores que Brynn había tomado en la mesa de los Caldwell desde su infancia: sopa de liebre, pastel de estofado de caza, rodaballo con salsa de langosta, coliflor cocida, filete de faisán con trufas y ciruelas y, como postre flan y fresas de invernadero.
Sin embargo, Brynn estaba demasiado agitada como para disfrutar de la deliciosa comida. Con el estómago encogido, era como si estuviera cenando serrín.
Su tensión llegó a un peligroso nivel al concluir la cena. Cuando Brynn volvió al salón después de haber dejado a los caballeros solos con su oporto, Grayson tomó la palabra.
—Me temo que tendré que dejarles. Tengo un compromiso esta noche, más tarde, que no puedo evitar.
Brynn tuvo un sobresalto y luego apretó con fuerza los labios para evitar preguntarle a su hermano qué se proponía.
Lucian replicó por ella.
—No se preocupe, sir Grayson. Por mi parte estaré encantado de disfrutar de intimidad con mi esposa. La he echado de menos después de tan larga separación. Estos últimos tres días me han parecido una eternidad.
Sus ojos color zafiro se encontraron con los de Brynn provocándole una sacudida de estremecedora conciencia junto con una inconfundible alarma.
—Bien, entonces, si no le importa... —Gray se levantó de la mesa—. Me retiraré a mis habitaciones para cambiarme. Brynn, si puedes dedicarme un momento, necesito tu consejo en un asunto del corazón.
Ella le dirigió un ceño de extrañeza y Grayson se sonrojó como si se avergonzara.
—Durante tu ausencia he estado cortejando a la señorita Uxbridge y espero encontrarme con ella esta noche.
La señorita Uxbridge era una de las lindas hijas del terrateniente local, sin embargo, Brynn sospechaba que su hermano estaba contando otra mentira. No obstante, se disculpó cortésmente con Lucian y siguió a Grayson por el vestíbulo hasta la biblioteca, escasamente iluminada.
—Ten —susurró buscando en el bolsillo de su chaqueta y tendiéndole un frasco de un líquido turbio—. Utilízalo para mantener ocupado a Wycliff esta noche.
—¿Qué es?
—Somnífero. Parecido al láudano, pero más fuerte. Debes verterlo en el vino.
Ella contempló el frasco como si fuese veneno.
—¿Me estás pidiendo que drogue a mi propio marido? Grayson, yo no puedo...
—Tú debes, Brynn, si deseas que él viva. Si te importan algo todos ellos... yo mismo... harás lo que te pido.
Cerró abstraída los dedos en torno al frasco. Mientras Gray se alejaba, ella permaneció inmóvil. Por fin cerró los ojos con fuerza.
¿Cómo había llegado ella a aquello? Vacilaba entre la terrible elección de proteger a sus hermanos y traicionar a su marido, el hombre que poseía su corazón.