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onde vivo

1. Vivo en la ciudad de Nueva York. No podría vivir en ningún otro sitio. Los acontecimientos del 11 de septiembre me obligaron a aceptar el hecho de que, pase lo que pase, vivo aquí y siempre viviré aquí. Una de mis cosas favoritas de Nueva York es que puedes coger el teléfono y pedir cualquier cosa y alguien te la lleva a casa. Una vez viví un año en otra ciudad y allí pasaba prácticamente todas las horas de mi existencia yendo de tiendas, comprando cosas, cargándolas al coche, llevándolas a casa. Para mí es un misterio cómo la gente consigue hacer algo en estos sitios.

2. Vivo en un piso. Nunca podría vivir en otro sitio más que en un piso. Me encantan los pisos porque lo pierdo todo. Los pisos son horizontales, de manera que es mucho más fácil encontrar las cosas que pierdo: las gafas, los guantes, la cartera, la barra de labios, los libros, las revistas, el móvil y las tarjetas de crédito. El otro día sin ir más lejos perdí en el piso un trozo de queso. Además, los edificios de pisos tienen portero, algo muy cómodo si te envían cosas, lo que a mí me pasa con frecuencia, a menudo con el fin de sustituir las que he perdido.

3. Vivo en mi barrio. Mi barrio está formado por mi tintorería, la estación del metro, la farmacia, el supermercado, el cajero automático, la deli

[6], el salón de belleza, la manicura, el quiosco de prensa y el local en el que almuerzo. Todo esto hay a dos calles de mi casa. Que es otra de las cosas que adoro de vivir en Nueva York: todo está a mano. Si se te ha olvidado comprar perejil, no tardas más de dos minutos en bajar a por él. Esto está bien, porque me olvido de comprar perejil muy a menudo.

4. Vivo en mi escritorio. Mide dos metros cincuenta de largo por ochenta y cinco centímetros de alto, una altura hecha a medida para evitar lesiones relacionadas con el ordenador, como el túnel carpiano. Está pintado de blanco. Mi ordenador es un Power Mac G4 y me paso la mayor parte del día y la mitad de la noche a su lado. Justo ayer, mientras navegaba por la red, descubrí que existe una expresión para lo que soy: una rata de ordenador. Se refiere a alguien que está enganchado a su ordenador como las ratas de sofá están enganchadas a la televisión. Lo que más me gusta de mi escritorio es que tiene un cajón enorme abajo a la izquierda que contiene una papelera de tamaño colosal. Probablemente yo no inventara el concepto de la papelera incorporada al escritorio, pero puede que sí y, tanto si lo inventé como si no, me parece un gran avance. Por consiguiente, no hay una espantosa papelera a la vista que ocupa espacio en el suelo y está llena de horribles papeles arrugados y bolsas de té usadas. Recomiendo encarecidamente incorporar las papeleras al escritorio y tengo grandes esperanzas de que, sólo por escribir de ello en este libro, se ponga de moda en todo el mundo y sea por lo que se me recuerde. Mi escritorio es un desastre. Muchas de las cosas que he perdido están sepultadas en alguna parte de él, aunque otras están en la papelera, donde las he tirado sin darme cuenta.

5. Y, por supuesto, vivo en la cocina. A veces voy allí a comer, a veces voy a decidir lo que voy a comer la próxima vez que coma y a veces voy por hacer un poco de ejercicio. No exagero si digo que voy a la cocina unas cien veces al día. Creo que voy a ir ahora mismo a acabarme la manzana que he empezado a comer hace exactamente un minuto. Espero que siga allí.