CAPÍTULO 5

Hubo un movimiento en el gran vestíbulo próximo a la puerta, pero Thana no prestó atención. Volvió a colocar el cuchillo en la estantería de donde lo tomara. Comenzó a mostrar a Link la colección de pequeñas piedras y rocas que había acumulado.

—Aquí hay un pedazo de roca a la que llamamos hierro crudo —dijo distraída—. Tiene ese metal en su interior. Coloque esta roca, con algo de madera, en el duplicador y una muestra de cuchillo para que lo duplique, entonces el duplicador extrae el hierro del mineral y la madera de la madera, fabricando otro cuchillo. Cada vez la roca se desmorona porque parte de sus componentes le han sido arrebatados. Lo mismo ocurre con la madera, por el mismo motivo. Así tenemos otro cuchillo. Sólo que no es tan bueno. Así que pensé que si un cuchillo no duplicado tiene algo además de hierro en él, como el potaje tiene sal, quizá encuentre la adecuada clase de roca que el duplicador necesitaría para extraer ese algo de ella y si era la adecuada clase de... lo que sea, el cuchillo duplicado será tan bueno como el original porque tendrá en él todo lo que poseía el cuchillo original.

—Sí —contestó Link, todavía aturdido—. Lo haría. Debería hacerlo. Si consigue la adecuada clase de roca.

—¿Sabe usted qué clase de roca podría ser?-preguntó Thana ansiosa—. ¿Podría mostrarme la clase apropiada?

Link sacudió la cabeza.

—Yo no —dijo con desencanto—. Es una profesión especial, conocer qué rocas son útiles para extraer mineral y cuáles no. Algunas de estas rocas las reconozco. Esa azul quizá tenga cobre. La he visto, pero no estoy seguro. Esta rosada la conozco. Pasé meses excavando en masas de tierra del tamaño de montañas, buscando un lugar en donde un meteoro hubiese caído en un mundo en el que solían sufrir de graves lluvias de meteoros. Pero el resto, no.

La muchacha parecía desencantada.

—Entonces de nada sirve el haber deducido algo cierto, ¿verdad? ¿Cuando se marche usted con su espacionave podría enviar a alguien que conozca bien las rocas? ¡Quizá pudiésemos volver a tener electricidad!

—Se supone que me tienen que ahorcar —dijo Link, con una maliciosa tranquilidad—. Y aun cuando pudiera, no creo que lo haría. Porque se marcharía otra vez y diría a los mundos exteriores que tienen duplicadores en Sord Tres. Y vendrían de aquellos hombres para arrebatárselos a ustedes. Los robarían por lo menos, aunque lo más probable es que los mataran para quitarles los duplicadores y luego empezarían a disputar entre sí y se matarían unos a otros.

Hizo un gesto bastante absurdo. Cuando uno se ha criado en una galaxia en donde cada mundo tiene su propio gobierno, pero están tan separados que no pueden luchar entre sí, el patriotismo, lealtad a un lugar dado o planeta tiende a morir. Carece de función. No sirve ningún propósito. Pero Link sabía ahora que cuando los hombres ya no vitoreaban a las pequeñas naciones, bien lo supieran o no, continuaban siendo leales a la humanidad. Y los duplicadores entregados a la humanidad podrían catalogarse como de traición.

Si hubiese un aparato que realizase tal clase de trabajo que el mundo necesita, entonces aquellos que lo tuviesen primero conseguirían una riqueza más allá de todos los sueños y además lograrían un orgullo insufrible. Pero el orgullo hace que los ricos sean como una droga en el mercado. Los hombres dejarían de trabajar, porque no habría necesidad de que lo hagan. Los hombres se morirían de hambre porque ya no sería preciso proporcionarles comida. No habría manera de ganar lo que es necesario. Uno no tendría más que tocarlo. Y dentro de poco nadie intentaría proporcionar lo que podía ser tomado.

Thana dijo con interés.

—Hay historia sobre luchas en Suheil Dos antes de que nuestros antecesores se marcharan. Todo el mundo trataba de matarles porque tenían duplicadores. Tuvieron que huir. Parece ridículo, pero escaparon, en espacionaves, y vinieron aquí. Eran sólo unos cuantos centenares. Los uffts armaron mucho escándalo sobre su instalación en haciendas, pero los hombres tenían cerveza y los uffts no sabían hacerla. Carecen de manos. Así que las cosas se enderezaron con el tiempo. Pero durante mucho, mucho se creyó que nadie de otro mundo podría aterrizar aquí. Sin embargo, me alegro de que usted lo hiciese.

—Para que me ahorquen —exclamó Link.

Pero comprendió la historia de Sord Tres mejor que ella. Se imaginaba las Guerras Económicas en Suheil Dos, después de que los antecesores de Thana hubieran huido. Existían duplicadores que los fugitivos no se llevaron. Unos pocos. Así que los hombres lucharon por poseerlos y otros individuos lucharon por arrebatárselos y últimamente se vieron destruidos por hombres que no podían defenderlos; es decir, destruyeron los duplicadores antes que entregarlos a la fuerza. Y hubo un asesinato general por la comida y las rapiñas, por apoderarse de las migajas que quedaban. Y por último la civilización tuvo que comenzar de nuevo, con gente muerta de hambre y campos sin sembrar como principio. Pero sin duplicadores.

Aquí el desastre había tomado una forma diferente. Mientras funcionasen los duplicadores no habría necesidad de aprender cosas útiles, tales como la mecánica, las artes, la química y la mineralogía. Así que tal conocimiento se había olvidado. El arte de tejer desaparecería también porque los duplicadores podían producir la tela que se les exigiera. La composición de aleaciones. Los aparatos eléctricos no funcionarían sin metales raros, que nadie sabía como encontrar para proporcionar a los duplicadores. Así, cuando las unidades originales se desgastaron, se quedaron sin electricidad. Y todas las ropas se hicieron viejas y amarillentas y quebradizas, como paño viejo, duplicado, produciendo tejido meramente viejo y los objetos de aleación de acero no se podían reproducir, sino sólo duplicar, por falta de los materiales de aleación, así que sólo había cuchillos de hierro blando y ropas remendadas. Y bastaba el más pequeño de los jardines, con cualquier clase de materia vegetal como objeto que iniciase la duplicación, porque esto se puede producir, duplicar hasta el límite, por lo que sólo cultivaron los jardines más pequeños. Por tal motivo la hacienda de Harl estaba repleta de ricas cortinas que se desmoronaban por sí solas, las alfombras de sus suelos estaban desgastadas y él se sentía orgulloso de que en su casa se poseyese el único raquítico manzano con fruta agusanada. Porque en Sord Tres los hombres no eran precisos para hacer cosas o cultivarlas. Y la hacienda de Harl estaba presta para desenvolverse por sí misma.

—Comienzo a estar de acuerdo con Harl —dijo Link con aire infeliz—. Puesto que Thistlethwaite no puede tener esperanzas de navegar en su navío, si me cuelgan a mí, no informará del estado de cosas sin mí. Así que es probable y quizá prudente ahorcarle. Por otra parte, yo no podría hacer funcionar los motores del navío, así que no podría divulgar la noticia si a él se le ahorcaba. Pero es preciso disponer del uno o del otro.

Thana contestó con aire de simpatía.

—Lo siente usted de manera terrible, ¿verdad? Veamos a Harl. Quizá se sentirá mejor. ¡No, espere! —una idea se le acababa de ocurrir. Miró una estantería de complicadas ropas bordadas. Escogió una—. ¿Le parece que esto es bonito?

—Mucho —dijo Link con tristeza. No se había tomado muchas cosas en serio durante toda su vida, pero comprendía que si se esparcían los duplicadores por la galaxia, no habría individuo que no tuviese uno de ellos, ni tampoco valdría un guijarro en caso de poseerlo.

—¡Estupendo! —exclamó Thana brillantemente—. ¡Venga!

Cogió un puñado de lo que parecían antiguos y amarillentos trapos viejos, más una pella de mineral de hierro. Abrió la marcha hasta llegar al gran vestíbulo.

Su hermano Harl estaba allí, con una expresión de paciente tristeza. Tenía dos servidores, trabajando en algo que gradualmente quedaba claro. Un tercer hombre trajo rodando una gran caja con ruedas desde alguna parte. Estaba llena hasta el borde con una confusa masa de hojas y raíces y ramas y semillas. Era una de esas mezclas que los uftts habían estado entrando en el pueblo en una carreta poco antes. Como mezcla, pertenecía a un montón compuesto o a una pila de escombros que debería tirarse. Pero en su lugar la entraban en el vestíbulo con las increíbles y deshilachadas cortinas que iban del techo al suelo.

Hubo un agitarse general. El estrado y el sillón con dosel fueron izados. Juntos, silla y estrado hacia el techo. Se reveló un pozo profundo donde ellos estuvieron. Y algo salía del pozo, como un montacargas. Apareció claramente a la vista y era un aparato de complejidad metálica con tres ganchos en lo alto que evidentemente estaban diseñados para sostener cosas. Uno de los ganchos contenía un cuévano con una masa húmeda de polvo verdoso formando un montón bastante irregular. Uno de los servidores de Harl comenzó a barrer aquello para echarlo en la caja de desperdicios. El gancho del centro contenía otro cuévano con una pila de manzanas, todas pequeñas, desmedradas y cada una con el agujero de un gusano cerca del tallo. Había allí un canasto más y lechugas amontonadas con las manzanas. El resto del gancho con su cuenco estaba lleno de guisantes.

El tercero de los ganchos también contenía un duplicado exacto del contenido del cuenco del gancho central. Cada hoja de lechuga del tercer recipiente era un duplicado de lo que había en el gancho del medio. Cada manzana era un duplicado de la manzana del gancho del centro. Cada guisante...

—Amontonadlo una vez más —dijo Harl—, y ya habrá bastante.

Los servidores apilaron el contenido del tercer cuenco en el segundo. Llenaron el primero con el contenido de la caja de restos vegetales. Link ahora conocía la teoría. La basura era vegetación. Persistían allí los mismos elementos y los mismos componentes que en las manzanas, lechugas y guisantes. Las proporciones serían distintas, pero la sustancia allí estaba. El duplicador extraía de la basura los materiales necesarios para duplicar las muestras comestibles. La misma cosa sería poco más o menos con los asados y los filetes. O los bordados complicados, siempre que se tuviese una muestra para que trabajase el duplicador. No dejaría más que desperdicios, claro, pero un duplicador es capaz de duplicar cualquier cosa. Incluso a un duplicador.

Y esa idea era la que le asustaba.

Harl dijo:

—Muy bien.

Los hombres se echaron atrás. El artefacto descendió en el pozo. La silla del trono bajó hasta que su estrado descansó en el suelo, cubriendo el pozo. Harl dijo con indiferencia:

—¿Qué has averiguado, Thana? ¿Sabe Link algo de las cosas que te preocupaban?

—La mayoría —contestó Thana confiada—. ¡Casi todo!

Esa era una afirmación menos que verdadera y Link se preguntó de mala gana por qué la había hecho. Pero entonces Harl oprimió el botón. La silla del trono se levantó. Apareció de nuevo el profundo pozo. El artefacto metálico llegó hasta el nivel del piso. La pila de fragmentos diversos del primer cuévano del gancho primero casi se había desvanecido. La fruta y la lechuga y los guisantes del segundo gancho estaban igual. El tercer gancho estaba con su cuévano lleno de un duplicado exacto de la colección de comestibles que había en el centro.

—Ya no necesitamos más — observó Harl —. Limpiar y...

—¡Espera! — exclamó Thana —... Estaba enseñando a Link cosas y admiró esta camisa.

Ella desplegó la prenda cuya opinión solicitó de Link. Era una camisa lujosamente bordada. Link abrió la boca, pero Harl dijo con indulgencia:

—Está bien.

Thana colocó la camisa en el centro... colgada del gancho. Luego dijo:

—Me dijo que el cuchillo que tienes tú es el más bonito que ha visto también.

Harl exclamó:

—¡Cáscaras! — su tono no era del todo complacido.

—Necesito ser educado, ¿verdad?— murmuró.

—Claro — afirmó Thana.

Con una mueca, Harl se desabrochó el cinturón y le entregó el cuchillo y todo a Thana. Ella lo colocó en el gancho del medio. Luego puso mineral de hierro, madera y retazos de trapos de la sala de tesorería en el lugar donde se debían colocar las materias primas. Asintió tranquila en dirección a su hermano.

Este prevenía algo; la silla del trono descendió, siguiendo el movimiento del mecanismo duplicador, la habitación pareció normal durante un momento y luego la silla volvió a alzarse, reapareció el pozo y el duplicador.

Había mucho menos mineral de hierro en el gancho primero. Se veía algo de arena en el fondo del cuévano. La camisa bordada y el cuchillo en el cinturón estaban, como antes, en el gancho del centro. Un duplicado exacto de camisa y cuchillo se veía en el tercer departamento.

Thana entregó a su hermano el cuchillo propio. Tomó y apartó la prenda de muestra. Extendió su duplicado y dijo a Link:

—¡Póngaselo! ¡Por favor!

Harl contempló impaciente mientras Link se despojaba de su propia camisa y se colocaba la bordada. Se sentía embarazado por su propio aspecto decorativo con el nuevo atuendo. Thana recogió la camisa que él se había quitado.

—¡Mira! ¡No es duplicada, Harl! — exclamó con extravagante admiración —. ¿Has visto alguna vez cosa tan maravillosa?

—¡Sput! — exclamó Harl furioso —. ¿Qué tratas de hacer?

—Insisto en que es una maravillosa camisa — contestó Thana, radiante —. No está duplicada. Es la camisa más bonita y nueva que vi jamás. ¿No lo crees? ¿Te atreverías a mentir y seguir fingiendo que tienes modales?

Harl volvió a repetir:

—¡Sput! — luego admitió de mala gana —. Está bien. Es cierto. Jamás vi una camisa nueva y no duplicada antes. Es una bonita camisa.

Thana se volvió triunfante a Link. El no comprendió la razón de ese triunfo. Pero ella aguardaba y aguardaba. Harl le miraba fulminante. De pronto, Link comprendió. Quizás estuviese condenado a la horca, pero se esperaba que se mostrase educado.

—La camisa es suya —dijo muy serio a Harl—. Se trata de un regalo.

Harl dudó lo que parecía una eternidad. Luego, con voz en que se trascendía una cierta mala gana, dijo:

—Gracias. Es un estupendo regalo de invitado. Lo agradezco.

Thana estaba radiante. Envió a uno de los servidores a que recogiese toda la tela de las estanterías de la tesorería. Se le veía rebosar de entusiasmo. Colocó la ex camisa de Link en el cuévano que colgaba del gancho segundo y llenó el otro con los trapos y retales, haciendo que descendiese el duplicador. Subió y había dos camisas. Descendió de nuevo con las dos camisas en el cuévano de las muestras. Cuando ascendió había cuatro. La silla del trono y el duplicador descendieron y subieron y descendieron y subieron y descendieron y subieron. Cuando se agotó el último trapo y retal, había ciento veintisiete duplicados de la camisa de Link, además del propio original.

—Creo que servirá — dijo Harl, con tono hosco —. Estaré enviando regalos a todos mis amigos a mis propios servidores, de modo que tendrán nuevas camisas, y sus esposas las desmontarán para hacerse vestidos, sábanas y lo que sea preciso — hizo un gesto de cabeza a Link —. Agradezco muchísimo esa camisa, Link. Gracias.

Se fue y Link se agitó rígido. Había contemplado todo el proceso. Los objetos se podían duplicar sin trabajo, ni pericia, ni industria. También se daba cuenta de que su cerebro le indicaba que eso constituía el final de la civilización humana a menos que él, o Thistlethwaite, fueran ahorcados. O ambos. Pero ahora tenía algo más. Ni siquiera eso impediría que la galaxia se destruyese a sí misma por las riquezas extraídas de los duplicadores. Eventualmente, con certeza, otro navío aterrizaría en Sord Tres. Quizá fuese por casualidad. Pero algún día vendría una nueva nave. Y entonces esta misma situación intolerable se repetiría.

—Me encargaré de la comida — dijo Thana. Se volvió cálida, y agradecida, hacia Link y luego se marchó.

Harl sacudió la cabeza al verla desaparecer.

—¡Es una chica muy lista! Yo jamás habría pensado en utilizar la buena educación para que usted se quitase la camisa y yo pudiese admirarla y tener la primera tela nueva desde la antigüedad. ¡Una chica muy lista, Link!

Link dijo con rigidez:

—Si ha terminado usted con el asunto de mi camisa, ¿qué hacemos ahora?

Harl pareció sorprendido.

—Oh, vaya usted a donde quiera, instálese y descanse, Link — dijo con amabilidad —. Tengo que hacer. ¡Perdóneme!

Se fue. Link quedó sólo en el gran vestíbulo, mórbidamente sopesando las alternativas; él o ambos, tenían que ser ahorcados para evitar el colapso de toda la economía galáctica, con guerras, asesinatos, saqueos y rapiña como consecuencia necesaria. No le hacía falta ya preguntar qué es lo que Thistlethwaite tenía intención de comerciar aquí, en Sord Tres. Eran los duplicadores. Y los duplicadores evidentemente podían duplicarse uno a otro también como los sujetos más comunes. Thistlethwaite quería establecer contacto con el Viejo Addison para cambiar objetos no duplicados por duplicadores. El Viejo Addison era evidentemente un hombre de tan escasa reputación como Hacendado que haría el negocio, si se le tentaba. Proporcionaría una carga completa de duplicadores, especialmente duplicados para el comercio exterior, a cambio de objetos que los duplicadores no podían duplicar en Sord Tres. Le parecería un excelente trato comercial.

Y también sería un excelente negocio para cualquier comerciante pagar cien millones de créditos y la mitad de sus beneficios por conseguir un duplicador. Thistlethwaite tenía razón. Los carintios eran basura en valor comparativo. Un hombre de empresa empezaría con el comercio de lujo y vendería a bajo precio todos los demás suministros, dispensando al por mayor duplicados de objetos de precio. Luego vendería a todo fabricante cualquier serie de mercancías. Podría vender normalmente suministros alimenticios. Cualquier comerciante en productos de carne, se repondría fácilmente con los elementos que él le proporcionase. Todos los que vendiesen algo obtendrían género de los duplicadores. Las fábricas dejarían de producir beneficios, incapaces de competir con la baratura de lo salido de los duplicadores. Cerrarían. Todos los hombres que trabajaban se quedarían sin empleo. Los salarios dejarían de subir excepto los ingresos que correspondiesen al propietario de un duplicador. Y luego habría el desastre, la calamidad, el colapso, la destrucción y el infierno.

Y Thistlethwaite no podía comprenderlo. Era incapaz de mirar más allá de un enorme e inmediato espíritu comercial.

Link frunció el ceño. El solo podía imaginar el inminente desastre. El solo podía pensar en medidas para impedirlo. Y se suponía que le iban a ahorcar dentro de poco por el discurso hecho acerca de un barbero imaginario. ¡Era un error! ¡Era monstruoso! ¡Tenía que permanecer vivo para salvar ala galaxia de lo que de otra forma sería inevitable!

Había un ufft en apariencia adormecido en un rincón del extremo del vestíbulo. Cuando Link se acercaba, el ufft abrió los ojos.

—¿Por qué no le dijiste a Harl que amabas a Thana cuando él dijo que era una chica lista?

El ufft, evidentemente, había estado escuchando. Se le ocurrió a Link que probablemente no había muchos secretos humanos desconocidos para los uffts. Vagaban por las calles del pueblo y casualmente dormitaban o parecían hacerlo en la propia casa del Hacendado.

—¿Y por qué iba a decir eso?— preguntó Link irritado.

—Si quieres casarte con ella — contestó el ufft —, ésa es la manera de empezar.

—¡Pero si acabo de conocerla! — exclamó Link.

El ufft se agitó de una manera que sugería una especie de encogimiento de hombros hecho por un animal cuadrúpedo acostado en el suelo.

—¿Y qué piensas hacer sobre Thistlethwaite?— preguntó el ufft —. El va a escapar. Está todo previsto. Tres mil botellas de cerveza, pagaderas por contrato escrito cuando llegue junto al Viejo Addison. Pero está furioso contigo. Dice que no eres parte de su organización, que has dejado de serlo. Que te despidió por desobedecer las órdenes de quedarte en su navío. Dice que te contrató para astrogador... ¿Qué es un astrogador?... porque no pudo conseguir a nadie mejor. Dice que puede astrogar la nave adonde quiera ir haciendo cuanto hiciste tú, pero al revés — Link notó cómo por su mente cruzaban pensamientos sulfurosos. El ufft prosiguió —: Dice que él y el Viejo Addison harán historia en Sord Tres. ¿Qué es lo que os hace llamar Sord Tres a este planeta? ¿Por qué no le llamáis simplemente Sord?

—Sord es el sol — contestó ceñudo Link, pensando en otra cosa —. Este es el tercer mundo a partir de él.

—¡Qué tontería! — exclamó el ufft —. ¿Y para qué habéis venido aquí? ¿Qué esperáis sacar?

—A pesar de la notable similidaridad y la de otros individuos con igual dudosa justificación — contestó Link —, simplemente observo que mi motivo es apto para ser revelado a las autoridades adecuadamente constituidas y no debo decirlo a cualquiera que carezca de significancia.

—¿Qué es significancia?— preguntó el ufft. Link dijo:

—¡Mira! Se supone que me van a ahorcar dentro de poco. No me gusta la idea. ¿Qué te parece concertar que me escape junto con Thistlethwaite?

El ufft preguntó:

—¿Cinco mil cervezas?

—No las tengo — admitió Link.

—¿Tres? ¿No pagará por ti el Viejo Addison?-No le conozco confesó Link.

—¿Entonces qué es lo que tienes que ofrecer?— preguntó el ufft con un tono comercial —. Como es natural, debo cobrar mi comisión.

—Pronuncié un discurso en la ciudad ufft —dijo Link esperanzado—, viniendo aquí desde mi navío. Fue muy bien recibido. Puedo tener... ejem... amigos entre mis oyentes que pensarían que sería una desgracia que me ahorcasen.

El ufft se puso sobre sus cuatro patas. Se desperezó. Luego dijo:

—¡Mala cosa!

Salió trotando del vestíbulo.

Link se dio cuenta de que estaba furioso. De hecho, echaba chispas. Thistlethwaite, si escapaba, podría en realidad tratar de astrogar el Glamorgan de regreso a Trent gracias a las notas cuidadosas que Link había hecho y transcrito en el diario de a bordo de la nave. No era muy probable que lo consiguiese, pero era posible. Si lo hacia, entonces Link habría muerto en vano. Recorrió el edificio con aire tormentoso. No se había dado cuenta, pero se aproximaba la puesta del sol y lo que se veía del cielo a través de las ventanas era de un rojo y flamante carmesí. Se acercó a un ufft que vagaba tranquilamente de una habitación a otra y a un segundo que se había instalado para una tranquila siesta. Pero no vio a ningún humano hasta que se tropezó con lo que debía de ser la cocina. Allí Thana estaba ajetreada en lo que antaño fue un fogón, o una serie de fogones completamente electrificados, pero iluminado ahora con candiles de aceite. Le ayudaban dos muchachas de servicio. Utilizaban el antiguo equipo como bancos de cocina y el cocinado se efectuaba sobre un fuego de hojas secas y sarmientos.

—Oh — dijo cordialmente Thana —. Hola.

—¡Escuche! — dijo Link —. ¡Quiero presentar una protesta!

—Tengo un trabajo terrible — contestó Thana placenteramente —, y de cualquier forma Harl es la única persona que puede juzgar si falta algo en la manera de tratar a un invitado. ¿Querría usted perdonarme?

Link cambió su manera de abordar el asunto.

—Tengo una idea — dijo bastante desesperado —. Creo que podría identificar la clase de... de sal que usted quiere añadir al mineral de hierro para hacer buenos cuchillos de su muestra no duplicada.

—¡Oh, eso! — exclamó Thana acalorada —. ¡Dejaré de cocinar! ¿Qué es, Link?

—Cuando usted coloca mineral de hierro en el duplicador — dijo Link al azar —, y el duplicador hace un cuchillo, el mineral de hierro se desmorona porque se le ha arrebatado la parte metálica

Link ahora estaba irritado —. La idea es hacer una serie de cuchillos añadiendo distintas muestras de roca a cada uno, hasta que se tenga un buen cuchillo. Entonces la roca que contenía la aleación metálica que usted necesitaba se desmoronará como el mineral de hierro. ¿Comprende?

—¡Maravilloso! —exclamó Thana complacida—. ¡Debía haber pensado en ello! ¡Lo probaré mañana!

Hubo un débil ruido exterior. Fue un agudo y ululante sonido. Link no prestó atención. En su lugar, dijo apremiante:

—¡Y creo que puedo elaborar algunos modos para que recuperen ustedes la electricidad!

—Eso sería maravilloso —contestó Thana— ¡Debe decírselo a Harl! ¡A la hora de la cena, Link! Háblale de eso durante la cena. Ahora está ocupado, arreglando la luz de antorchas para el ahorcamiento. Creo que ha sido usted muy amable al decirme el truco necesario para conseguir mejores cuchillos. ¡Estoy segura de que funcionará! ¡Pero, realmente, ya debía tener dispuesta la cena!

El ruido exterior se hizo más fuerte. Hubo gritos. Sonaba como el principio de un tumulto de primera categoría. Thana inclinó la cabeza a un lado, escuchando.

—Los uffts están efectuando una demostración — dijo sin interés particular —. ¿Por qué no va a verla, Link? ¡Puede contar a Harl sus nuevas ideas cuando cenemos! ¡Creo que es maravilloso que piense en cosas como ésa! ¡Usted no tiene idea de lo importante que será! ¿Me perdona ahora?

Se alejó presurosa. Link rechinó los dientes. Si Thistlethwaite escapaba, él también debía hacerlo. Thistlethwaite podía llevar a cabo el trato con el Viejo Addison y tratar de regresar a Trent. El peligro estaba no en que no lo lograse, sino en que lo hiciera.

Link marchó en la dirección general del tumulto. Estaba oscuro ahora dentro del gran edificio. Una vez apartado de las débiles luces de los candiles, parecía a punto de tropezarse con las paredes y las puertas abiertas en parte y los escasos muebles mal colocados. Una vez oyó un fuerte corretear de pequeños cascos en el interior, en alguna parte del edificio. Un notable número de ufft parecían estar corriendo como locos escaleras arriba y bajando por un pasillo hasta el aire libre. El sonido de sus cascos cambió cuando salieron del edificio. Los ruidos del exterior cambiaron también cuando abandonaron la puerta abierta tras ellos. Link había oído sólo el estrépito de fondo, un continuo griterío agudo, pero ahora captaba voces individuales.

— ¡Abajo con los humanos! ¡Abajo con los asesinos de los Viajeros Interestelares! ¡Vivan los uffts! ¡Hombres, volved a casa! — Había una irrupción particularmente alta, con gritos detonantes —. ¡Queremos la libertad! ¡Queremos la libertad! —luego un grito de una miríada de voces de pequeñas y cerdunas gargantas —. ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! ¡Los hombres tienen manos! ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!

Link llegó a la puerta abierta. La oscuridad había caído con la repentinidad sólo observable en los trópicos de algunos diez mil planetas. Se le ocurrió que la tropa de uffts que había en el edificio probablemente era la brigada de rescate de Thistlethwaite. Si tenían que arrollar a los guardias humanos de la puerta, tal guardia se encontraría ahora en lamentable condición para resistir su propia salida. Y había oscuridad y reinaba la confusión suficiente para cubrir a un hombre, incluso a un individuo que se suponía destinado a la horca, mientras dejaba la residencia del Hacendado.

Tenía razón. La luz estelar mostraba centenares de pequeños y rotundos cuerpos galopando frenéticos arriba y abajo por la calle, lanzando algunos insultos contra la raza humana en general y contra Harl en particular. Había un foco especial de tumulto. Tres hombres sobre unicornios eran su centro. Aparentemente se trataba de los servidores de Harl regresando de una caza iniciada en busca de algún nuevo depósito de mineral de hierro. Se habían visto atrapados en la calle del pueblo por el súbito irrumpir del desorden. Estaban rodeados por uffts, que corrían a su alrededor, como un tío vivo, lanzándoles gritos de denuncia a pleno pulmón.

— ¡Los hombres tienen manos! ¡Vergüenza! ¡Vergüenza! ¡Abajo con los asesinos de los viajeros interestelares! ¡Vivan los uffts! ¡Abajo los hombres! ¡Abajo...!

Las feas monturas de los servidores trataron de abrirse paso a través de la gritona multitud de uffts. Pero también tenían miedo. Alzaron sus grandes patas planas con una cierta y recelosa prontitud y las bajaron con algo de delicadeza. Lograron avanzar un poco por la calle cubierta de uffts, hasta que se encontraron casi frente al umbral en el que Link aguardaba una oportunidad para marcharse sin verse instantáneamente arrollado.

Luego un unicornio dio un paso en falso. Una de las patas bajó sobre un ufft. El galopante animalejo gritó:

— ¡Me ha pisoteado! — y huyó corriendo y gritando su queja.

El sonido del estrépito se redobló. Link se metió en la oscuridad, para escapar. Vio antorchas encendidas en donde los hombres estaban trabajando, construyendo algo que evidentemente era un cadalso. Hasta este instante se habían tomado con calma el ruido y el galopar. Siguieron con su trabajo, aunque de vez en cuando miraban con suave interés a las arremolinadas y gritonas criaturas que corrían arriba y abajo por la calle, haciendo todo el ruido que les era posible.

Pero al arrollar al chillón ufft, que puso el grito en el cielo, dominado por la indignidad, lo que no cambió ni su velocidad ni su voz, hizo que todo fuera distinto. Los uffts se apretaron más densamente que nunca en torno a los hombres montados. Parecían subirse uno sobre otro para acercarse más a los unicornios y gritar con la máxima ferocidad.

Los unicornios se vieron presos del pánico. Link advirtió cómo una enorme pata acolchada se alzaba con un ufft agarrado a ella, mordiéndola con furia. El ufft soltó y salió rebotado contra sus compañeros del suelo. Otros uffts mordieron las patas de los unicornios. Uno se desplomó de rodillas y arrojó por encima de las orejas a su jinete. Los tres torpes animales se encabritaron. Los tres huyeron enloquecidos del pueblo, con gigantescas zancadas. El hombre que había sido desmontado quedó enterrado bajo los gritones uffts, mientras que el mayor número de los manifestantes galopaban tras los unicornios furtivos. Los jinetes de los dos unicornios trataron frenéticamente de controlar sus cabalgaduras, pero la silla del tercero estaba vacía.

Link oyó al hombre sepultado lanzar sanguinarios juramentos. Se encontró lanzándose hacia su compañero de raza. De manera automática, sus manos agarraron dos cuartos traseros ufftianos y apartaron a los dos individuos lanzándolos por encima de las cabezas de sus compinches. Un par más. Otros dos. Gritos de los uffts que aparecieron de pronto aterrorizando a quienes habían sido más valientes y más esforzados vocalmente en el ataque.

Link de nuevo apartó a un par de uffts, hizo lo propio con otros dos y de pronto las criaturas estuvieron corriendo alocadas en todas direcciones. Algo pasó entre sus piernas con un grito agudo de terror. Se atascaron en aquella abertura y Link se desplomó con estrépito, aún agarrado al cuarto trasero voceante del ufft. El hombre al que había intentado salvar continuaba jurando, ahora sin uffts que apagaran sus palabras, que eran muy notables. Y entonces aparecieron hombres corriendo a la escena con antorchas.

Link soltó al ufft que mantenía cautivo. Tuvo que hacerlo, para levantarse. El ufft se fue como un rayo hacia el horizonte lejano, gritando a pleno pulmón. Harl salió echando chispas de la Hacienda.

—¡Sput! — exclamó —. ¡Esos uffts! ¡Han llegado hasta la jaula del patilludo y le han puesto en libertad! ¡Todo este jaleo era para conseguir que se escapase! ¡Sput! ¡Yo me imaginaba que íbamos a tener un verdadero ahorcamiento espectacular! ¡Se nos ha marchado!

El hombre a cuyo rescate fuera Link estaba ahora de pie. Habló, con una profundidad de asentimiento y una facilidad de expresión que ensombreció la indignación de Harl. Sus ropas estaban hechas harapos. Le habían mordido hasta dejarle prácticamente desnudo. Las antorchas incluso mostraban lugares en donde la sangre manaba de mordeduras más profundas que las demás.

—¡Iba a ser una ejecución estupenda! — se lamentó indignado Harl —. ¡A la luz de las antorchas! ¡Estaba aguardando a que todos los individuos regresasen y ese tipo tuvo que escapar! ¡Pero aquí está... — miró con fijeza —, Link!