Capítulo
35
—Me siento tan culpable —dijo Bethany.
Mia la miró con el ceño fruncido desde donde estaba sentada junto a ella en la limusina, confusa.
Bethany suspiró.
—No tengo ni idea de dónde está Jack. Si está vivo o muerto, hambriento o helado. Nada. Y aun así yo estoy siguiendo con mi vida, saliendo de discoteca con unas amigas. Me resulta tan… frío y cruel.
Mia alargó la mano y dio un apretón a la de Bethany.
—Oh, cariño, tú no eres para nada fría ni cruel. Date un respiro. Jack es un hombre adulto. Ha tomado sus decisiones, ya sean buenas o malas, y tienes que aceptarlo. No puedes vivir su vida por él. No puedes hacer que haga lo correcto. Pero lo que sí puedes hacer es vivir tu vida. Sé feliz y toma tus propias decisiones sin ningún tipo de culpa.
Bethany miró sin pestañear a la otra mujer, asombrada de ver cuánta razón tenía Mia.
—Soy una idiota.
Mia se rio.
—¿Primero eres fría y cruel y ahora eres una idiota?
Bethany soltó un profundo suspiro.
—Tienes razón. Sé que tienes razón. Jace me ha estado diciendo lo mismo, pero yo lo he ignorado. Y ahora lo dices tú y de repente todo tiene más sentido.
—Es porque soy más lista que Jace —dijo Mia con suficiencia.
Bethany sonrió sintiéndose más ligera de lo que lo había estado en toda la semana.
—Gracias por invitarme esta noche —dijo mientras se inclinaba hacia ella para abrazarla en un impulso.
Mia le devolvió el abrazo con fuerza.
—Gracias por hacer a mi hermano feliz.
Bethany se apartó y curvó los labios con arrepentimiento.
—Solo espero seguir haciéndole feliz. Lo quiero.
—Y él te quiere —dijo Mia como si nada—. Está más claro que el agua. Nunca lo he visto así por ninguna otra mujer. ¡Y tengo que decirte que es increíble de ver!
El coche se paró enfrente de otro complejo de apartamentos donde cuatro mujeres se encontraban esperando. Mia salió del coche y se llevó a Bethany con ella.
—Haré esto rápido. ¡Hace un frío que pela! —dijo Mia—. Bethany, quiero que conozcas a mis mejores amigas, Caroline, Chessy, Gina y Trish. Chicas, esta es la novia de Jace, Bethany.
—Ah, maldita sea, Mia. Quieres romperme el corazón, ¿eh? —soltó Chessy de forma dramática.
Bethany miró con confusión a la guapa mujer.
Mia se rio.
—Ha estado encaprichada de Jace desde siempre. La está matando saber que está fuera del mercado.
Bethany soltó una carcajada.
—Lo siento. Bueno, en realidad no.
Las otras se rieron con ella.
—Yo tampoco lo sentiría —dijo Trish—. Jace es un buen ejemplar. Eres una mujer con suerte, Bethany.
—¿Y Ash qué? —preguntó Gina con esperanzas—. Entonces, ¿él también está fuera del mercado?
Los ojos de Mia se abrieron desmesuradamente.
—Oh, mierda. ¡No, no! Bethany solo está con Jace.
Las mejillas de Bethany se encendieron cuando esta se ruborizó furiosamente. Obviamente todas ellas sabían de la propensión de Jace y Ash por hacer tríos. Ahora pensaban que estaba liada con ambos. De ninguna manera iba a admitir que había tenido sexo con los dos hombres.
Los ojos de las otras chicas se agrandaron.
—Joder —dijo Caroline en voz baja—. Jace va en solitario ahora. Guau, Bethany. Debes de haberlo vuelto loco.
—Bueno, ya está bien, ya basta de atormentar a Bethany con las proezas sexuales de mi hermano —gimió Mia—. ¡Entremos en el coche y vayamos a divertirnos!
—Estoy de acuerdo —dijo Chessy—. Caro, ¿Brandon trabaja hoy?
El rostro de Caroline se iluminó.
—Sí, dijo que se ocuparía totalmente de nosotras.
Las otras se rieron mientras formaban una fila para subirse a la limusina.
—El novio de Caroline trabaja como segurata en Vibe —explicó Mia—. Viven juntos ahora y él es extremadamente protector con ella y, bueno, con nosotras también cuando salimos. No tenemos que preocuparnos de nada que nos pueda molestar. Brandon corre la voz entre los otros tíos que trabajan allí y tenemos trato vip al máximo. Lo que sea que queramos, lo tenemos, y todos nos echan un ojo. Gabe tuvo que discutir eso con Brandon hasta llegar a un acuerdo antes de dejar que volviéramos allí.
Esto último lo dijo poniendo los ojos en blanco y las otras estallaron en risitas.
—Quiero uno de esos hombres tan locamente sobreprotectores —gruñó Chessy—. Son geniales si lo miramos desde un punto de vista troglodita y cavernícola. Pero son la bomba en la cama, o al menos eso nos dicen Mia y Caroline.
Se echó hacia delante para abalanzarse sobre Bethany.
—Y ahora te tenemos a ti para contarnos lo increíble que Jace es en la cama. No sabes cuánto tiempo he pasado fantaseando con ese dato desconocido.
—Pero, por favor, no nos digas que es todo superficial y aburrido —saltó Gina con un escalofrío—. Si es así, miéntenos y déjanos vivir en nuestra fantasía un poquito más.
Bethany soltó una carcajada otra vez.
—¡Tías! —siseó Mia—. Dadle un respiro. Vais a asustarla antes de que lleguemos al club siquiera. Y si vuelve a casa y le cuenta a Jace todo esto, ¡nunca dejará que salga con nosotras otra vez!
—Dinos aunque sea algo, muchacha —le dijo Trish a Bethany.
Bethany sonrió.
—No es todo superficial y aburrido.
Todas gimieron.
—Eres mala. Provocándonos así con lo que nunca podremos tener —refunfuñó Gina.
Bethany se relajó y disfrutó de algo que nunca antes había experimentado. Amistades. Siempre habían sido Jack y ella. Nunca se había acercado a nadie y ahora sí quería hacerlo. Quería esta camaradería. Una noche con amigas. Era divertido.
Cuando pararon frente a la discoteca, la puerta se abrió y un hombre impresionante de apariencia latina con perilla y un pendiente le tendió la mano a Caroline para ayudarla. La estrechó inmediatamente entre sus musculosos brazos y le estampó un beso en los labios que hizo que todas las demás suspiraran y silbaran.
—Mierda —masculló Chessy—. Soy una perra envidiosa ahora mismo.
—Ese debe de ser su novio —le murmuró Bethany a Mia.
Mia sonrió.
—Sí, ese es Brandon. Está loquito por Caro y ella está igual con él.
—Señoritas —dijo Brandon ofreciéndoles la mano una vez hubo soltado a Caroline—. Vayamos adentro donde hace calor. Tenéis una mesa esperándoos y vuestra propia camarera para la noche. Los chicos estarán echándoos un ojo y si tenéis el más mínimo problema, venid a mí. Yo me encargaré.
—Joder —susurró Bethany—. ¡Me pone los pelos de punta!
—Como si no te dieran eso en casa —refunfuñó Gina mientras aceptaba la mano de Brandon.
Todas salieron y Brandon las escoltó hasta dentro.
La música rebotaba en las paredes y una cascada de luces fluorescentes e intermitentes casi dejó ciega a Bethany. No era su primera vez en una discoteca. Ya se había reunido con muchos hombres en sus días de sexo sin ataduras. Por un momento, los recuerdos le robaron la respiración mientras la vergüenza y el dolor se precipitaban hasta su pecho.
Los clubes que ella había visitado no habían sido tan elegantes como este. Eran más como bares de mala muerte y lugares donde las mujeres como ella iban para pillar cacho esa noche.
—Eh, ¿qué pasa? —gritó Mia cerca de su oído.
Bethany sonrió.
—Nada de nada.
Barrió el pasado de su mente, decidida a no dejar que interfiriera en la diversión de esta noche. Ella era una persona diferente ahora. Tenía a Jace, quien conocía su pasado y la había aceptado de todas formas. Ya no tenía que ser esa persona. Podría ser quien ella siempre quiso ser.
Cuando llegaron a la mesa, una camarera sonriente apareció inmediatamente y Bethany se dio cuenta de que dos seguratas se colocaban cerca de su mesa. Brandon no había mentido cuando dijo que se ocuparía de ellas.
Cuando la camarera llegó hasta donde Mia y Bethany estaban, esta última puso una mano encima de la de Mia.
—Tomémonos una. Sé que habías planeado beber agua conmigo, pero… ¿por qué no pasárnoslo bien?
La expresión de Mia se llenó de preocupación.
—¿Estás segura? No me importa beber agua contigo.
—Nunca tuve problemas de adicción con el alcohol —dijo Bethany amablemente—. Sé que Jace se preocupa, pero no tiene por qué. Ya no soy esa persona. Me alegro mucho de que me hayas invitado a salir con tus amigas. Pasémoslo bien. Dijiste que alguien nos llevará a casa luego, ¿verdad?
Mia sonrió.
—Por supuesto. No te extrañes que Gabe haga acto de presencia en unas pocas horas. El hombre todavía sigue enfadado por aquella vez que salí con las chicas y cogí un taxi sola, borracha como una cuba. Le parece bien que beba. Pero siempre se asegura de estar cerca para llevarme a casa después.
—¡Entonces hagámoslo! —dijo Bethany.
Mia se giró hacia la camarera.
—Yo quiero un Cosmopolitan. ¿Tú qué quieres, Bethany?
—Un Amaretto Sour, por favor.
Unos pocos minutos después, la camarera volvió con una bandeja de bebidas y Mia levantó su vaso para proponer un brindis.
—Bebidas arriba, chicas. ¡Esta noche vamos a pasárnoslo bien!
—¡Y a ponernos pedo! —interpuso Chessy.
—Brindo por eso —dijo Gina levantando el vaso.
Bethany se unió a la diversión y arrimó el vaso a los otros para brindar. Todas se rieron y se bebieron del tirón la primera bebida.
El dulce líquido en contacto con la lengua de Bethany dejó un rastro cálido hasta su estómago. Dejó el vaso vacío en la mesa y se sorprendió cuando vio que la camarera inmediatamente había traído una segunda ronda.
Mia se rio.
—Ella siempre se ocupa de nuestra mesa cuando venimos y sabe que hacemos un brindis con la primera copa y nos la bebemos del tirón, así que nos trae la segunda de inmediato. Ya nos conoce.
—Me parece bien —dijo Bethany al mismo tiempo que alargaba la mano para coger la siguiente bebida.
—¡Bailemos! —gritó Chessy—. La noche es joven y hay hombres esperando.
—Tú puedes ser mi pareja de baile —le gritó Mia a Bethany por encima de la música—. Bueno, tú, yo y Caro. A Brandon le daría algo si Caro bailara con otro tío. Las otras van a su bola.
—¡Suena bien! —le devolvió Bethany.
Se fueron a la pista de baile y Bethany dejó que la música tomara el control de su cuerpo. Por el espacio de unas pocas horas, se pudo olvidar de Jack y de sus preocupaciones. Recibió con los brazos abiertos la novedad de tener amigas, de pasárselo bien y de tener a un hombre maravilloso y encantador esperándola en casa cuando la noche terminara.
Ella, Mia y Caroline bailaron en un círculo estrecho, riéndose y dejándose llevar. Se contonearon muy cerca las unas de las otras. Tentaron a la multitud mientras se toqueteaban y meneaban y giraban al ritmo frenético de la música.
Tras bailar cuatro canciones, volvieron a la mesa, donde tenían nuevas bebidas esperándolas. Brandon estaba allí con los ojos oscuros brillándole de diversión.
Pasó un brazo alrededor de la cintura de Caroline y la atrajo hacia su costado.
—Nena, tengo que decirte que si tú y tus amigas no paráis ese baile tan sexual, yo y los chicos vamos a pasarlo mal quitándoos a los tíos de encima.
Caroline se rio y alzó la cabeza para besarlo.
—Tengo rondas que hacer. Volveré luego para ver qué tal estáis.
Después de eso, la besó. Y no fue un simple pico. Fue sexual como el pecado, una marca de posesión que llevó a cabo con la lengua. Bethany no era tonta. Sabía que lo había hecho para que cualquier tipo que estuviera mirando supiera que Caroline era suya y que tenía que mantener las manos bien alejadas. También ayudaba que el hombre fuera tan grande y musculoso. Nadie en su sano juicio se metería con él en una pelea.
Caroline suspiró. Tenía los ojos ligeramente vidriosos, pero el alcohol no tenía nada que ver con esa ligera apariencia de embriaguez.
—Es increíble —les gritó a Bethany y Mia.
—Ya lo vemos —bromeó Mia.
—¡Bebamos! —dijo Caroline—. Tina va a venir con más. ¡Aquí no se desperdicia el alcohol!
Mia y Bethany se rieron y rápidamente vaciaron sus bebidas.
A las dos horas, Bethany estaba de alcohol hasta las cejas y riéndose exageradamente por todo lo que las chicas decían. Bailaron más, se volvieron más atrevidas en sus travesuras y ocasionalmente volvieron a la mesa a por más bebidas.
La tercera vez que fueron a la pista de baile, Bethany estaba claramente borracha. Mia no estaba mucho mejor que ella, por lo que Bethany pudo verificar, y se rieron tontamente sin parar mientras se toqueteaban y contoneaban las caderas. Los movimientos se volvían cada vez más provocativos.
—Me alegro tanto de que Jace no esté aquí para ver esto —dijo Bethany a voces por encima de la música—. ¡Creo que me mataría!
Mia soltó una risita y seguidamente sus ojos se redondearon.
—Oh, mierda.
—¿Qué?
—Iba a decir que me alegraba de que Gabe no hubiera llegado todavía pero, ejem, está aquí.
Bethany se giró y casi tropezó cuando las paredes siguieron moviéndose incluso cuando ella se hubo parado. Los tacones que llevaba, que por entonces habían parecido una buena idea porque eran muy sugerentes y tenían una altura suficiente como para lucir sus piernas perfectamente bien, de repente no parecían tan buena idea ya que había tropezado y casi se había lastimado un tobillo.
Se había sentido bien al arreglarse aunque no fuera a ir a ningún lado con Jace. Había escogido un vestido de noche matador y brillante que le quedaba que ni pintado y le otorgaba una apariencia llena de curvas. Aún seguía estando delgada —demasiado delgada debido a todas las comidas que se había saltado por culpa de la vida que había llevado— pero desde que había conocido a Jace, había ganado como cinco kilos, dos de los cuales se habían ido directamente a sus pechos. Pero Jace no es que se quejara de la nueva gordura que le había crecido en el pecho.
Se había aplicado cuidadosamente el maquillaje, se había recogido el pelo de manera informal pero elegante, lo que dejaba que algunos rizos le cayeran por el cuello y se había puesto unos pendientes enormes que había pensado que le quedaban bien.
Nada que ver con los harapientos vaqueros y andrajosas camisetas que había llevado durante tanto tiempo. Se sentía guapa. En realidad, se sentía… hermosa. Como si fuera digna de recibir la atención de un hombre como Jace.
—¡Oh, vaya! —dijo Mia agarrándola del brazo para que no se cayera de cara al suelo. Luego rompieron a reír y Gabe entrecerró los ojos cuando vio lo borrachas que estaban.
—Yo voto porque no vayamos hacia él todavía —dijo Bethany—. Se le ve, eh, bueno… un poco intenso.
—No, no —dijo Mia, beligerante—. Démosle un pequeño espectáculo.
Bethany abrió los ojos como platos mientras se alejaban de Gabe.
—¿Crees que será una buena idea?
Mia se rio.
—Oh, sí. Porque, después, cuando me lleve a rastras a casa, estará tan excitado que no llegaremos siquiera a entrar por la puerta de su apartamento cuando empiece a arrancarme el vestido. Aunque me dejará los tacones puestos porque a mi hombre le vuelvo loco con estos tacones.
Bethany se quedó boquiabierta mientras se quedaba mirando fijamente la sonrisa pícara de Mia.
Esta le guiñó un ojo.
—El sexo estando borracha es lo mejor del mundo. Me apuesto a que Jace hará lo mismo contigo. ¿Una mujer sexual y borracha con esos tacones y ese vestido puestos? Se te echará encima en el mismo momento en que pongas un pie dentro del apartamento.
Un escalofrío se extendió por los hombros de Bethany.
—Había planeado desembriagarme un poco antes de volver a casa. No quería que Jace supiera que me he emborrachado. Se preocuparía y probablemente no lo aprobaría. Pero si lo que me dices es verdad…
Mia se pegó al costado de Bethany y lanzó los brazos al aire.
—Oh, es verdad —gritó—. ¡No podrá resistirse!
—En ese caso, ¡bebamos un poco más! —la acompañó Bethany con otro grito.
—Después de que le hayamos dado a Gabe el espectáculo que no olvidará en un tiempo —dijo Mia guiñándole un ojo.
Bethany se rio y las dos se metieron completamente en el ritmo de la música. Caroline se unió a ellas un momento después con el rostro sonrojado y los ojos brillando de felicidad. Las tres dieron un espectáculo que luego avergonzaría a Bethany cuando se acordara, pero era muy divertido. No se acordaba de la última vez que de verdad se había dejado llevar y se lo había pasado tan bien.
Cuando la canción terminó, Mia agarró el brazo de Bethany y las dos se apoyaron la una en la otra mientras volvían a la mesa donde, predeciblemente, la camarera las estaba esperando con otra ronda de bebidas.
Los labios de Gabe se curvaron de la diversión cuando se balancearon hasta llegar a la mesa. Alzó una ceja cuando ambas, Bethany y Mia, cogieron cada una su bebida y la vaciaron en menos de dos segundos.
—Estáis teniendo una buena esta noche —observó. Su mirada se posó cariñosamente en Mia—. ¿Te vas a quedar dormida, cariño?
Mia sonrió descaradamente y luego se puso de puntillas para plantar un ardiente beso en la boca de Gabe. Luego deslizó los labios por su mejilla y le murmuró algo al oído que logró que el cuerpo entero de Gabe se tensara. Apretó la mandíbula y sus ojos se oscurecieron.
El estómago de Bethany se agitó de solo ver la reacción a lo que sea que Mia le hubiera dicho, y estaba convencida de que era algo bastante pervertido. Aparentemente tenía toda la razón sobre lo del sexo estando borracha.
Le hizo un gesto con la mano a la camarera y levantó su copa para que le trajera otra.
Gabe pasó un brazo por la cintura de Bethany y la acercó hacia él para que pudiera oír lo que le decía.
—¿Estás bien, cariño? ¿Cuánto has bebido?
Ella le dedicó una amplia sonrisa.
—¡Estoy bien! Mia me dijo que nos ibas a llevar de vuelta a casa esta noche. Así que no me tenía que preocupar por lo borrachas que nos fuéramos a poner.
Gabe afianzó el brazo en su cintura.
—Exactamente. Te llevaré a casa con Jace, así que haz lo que quieras. Solo quiero asegurarme de que lo toleras bien.
Ella sonrió otra vez.
—Eres dulce.
Él puso los ojos en blanco.
—Dulce no es una palabra que usaría para describirme.
No, Bethany suponía que no. El poder emanaba de él de la misma manera que lo hacía en Jace. Había un reflejo en sus ojos, particularmente cuando miraba a Mia, que la hacía estremecerse de la cabeza a los pies. Incluso ahora que tenía un brazo alrededor de Bethany para que no perdiera el equilibrio, tenía a su vez agarrada la muñeca de Mia con fuerza y se aseguró de que no hubiera mucho espacio entre ellos.
—Solo no te pongas enferma —le dijo—. Quiero que lo paséis bien y que no os tengáis que preocupar de nada más. Cuando estéis listas para marcharos, os llevo a casa.
—¡Gracias!
—¡Bailemos otra vez, Bethany! —gritó Mia.
Gabe gimió.
—Tengo que decirte, nena, que ese baile que estáis haciendo debería ser ilegal. Voy a tener que patearles el trasero a todos los tíos que estén mirando el tuyo.
Mia sonrió y luego tiró de la mano de Bethany para arrastrarla hacia la pista de baile otra vez.
Durante la siguiente hora, bailaron, bebieron y luego bailaron un poco más. Y después bebieron otra ronda.
La última vez que abandonaron la pista y volvieron a la mesa, Bethany sabía que no podría tolerar ni una bebida más. Estaba mareada y envuelta completamente en un halo de calor. Se reía de todo ya fuera divertido o no. Gabe tenía una expresión de diversión perpetua en el rostro y Brandon sonrió cuando volvió a ver cómo estaban.
—Creo que ya estoy lista —dijo Bethany sin aliento—. Pero no quiero arruinaros la noche a todos los demás. —Levantó la mirada hacia Gabe, que estaba sujetando a Mia y manteniéndola erguida. Ella misma estaba agarrada a la mesa, preocupada de que si se soltaba se caería al suelo en redondo.
—No, yo también —dijo Mia—. ¿Estás listo, cariño? —le preguntó a Gabe.
—Desde hace rato —gruñó.
Ella soltó unas risitas.
—Tenemos que llevar a Bethany primero. Me imagino que Jace estará hecho un manojo de nervios ahora mismo.
—Le mandé un mensaje —dijo Gabe secamente—. Ya sabe que debe esperarse.
—Déjame ir a por las demás —comentó Mia—. Caro se queda hasta que Brandon salga de trabajar.
—Iré llamando al coche —informó Gabe—. No salgáis de aquí sin mí. Os caeréis de narices al suelo.
Bethany sonrió y esperó, aún sujetándose a la mesa, mientras Mia iba en busca del resto del grupo.
—Esta noche ha sido muy divertida —le gritó a Gabe—. Gracias por llevarme a casa. Mia es genial.
Gabe sonrió, sus ojos estaban llenos de cariño y afecto.
—Me alegro de que te hayas divertido, Bethany. Y sí, Mia es la mejor. No es ningún problema llevarte a casa. Ni de lejos iba a dejar que volvieras a casa sola. Jace no lo permitiría tampoco. Si yo no hubiera venido a por vosotras, Jace lo habría hecho.
Mia volvió un momento después con Chessy, Trish y Gina. Estaban tan borrachas como Mia y Bethany y todas se reían tontamente como lunáticas. Gabe puso los ojos en blanco y luego le hizo un gesto con la mano a Brandon.
Brandon apareció con otro de los seguratas y guiaron a Chessy, Trish y Gina hacia la salida mientras Gabe cogió del brazo tanto a Mia como a Bethany.
Bethany se tambaleó y luego se rio cuando el brazo de Gabe se tensó alrededor de su cintura.
—Madre mía, pero ¿cuánto habéis bebido?
Mia lo miró con inocencia y luego levantó la mano e intentó contar. Tras tres intentos de quedarse mirando los dedos con confusión, bajó la mano con descaro y dijo:
—Mucho.
—Eso ya lo veo —dijo Gabe con una risotada.
Las acompañó hasta el coche y esperó pacientemente mientras Brandon y el otro segurata ayudaban a las otras chicas a entrar. Luego Brandon envió a Gabe una sonrisa compasiva.
—Buena suerte, tío. Parece que tienes las manos repletas.
—No me digas —masculló Gabe.
Sentó a Bethany y a Mia y luego lo hizo él al lado de esta última.
—Eres el mejor —dijo Chessy dirigiendo su sonrisa a Gabe.
—Totalmente —dijeron Trish y Gina al unísono.
—Le dijimos a Mia que si alguna vez te deja escapar, es una idiota —comentó Trish solemnemente.
Chessy asintió igual de solemne.
—Pero para que lo sepas, si ella alguna vez se vuelve idiota, yo estoy más que dispuesta a ocupar su lugar.
Las mujeres rompieron a reír mientras Gabe alzaba la mirada al cielo como si estuviera diciendo una plegaria.
Hizo las paradas de rigor para dejarlas en sus apartamentos y pacientemente las escoltó hasta dentro y se aseguró de que cada una estuviera a salvo antes de volver al coche.
—Es genial —le susurró Bethany a Mia mientras observaban a Gabe volver tras haber escoltado a Chessy hasta su apartamento.
—Sí —susurró Mia—. Soy muy afortunada de tenerlo.
—Somos unas tías con suerte —dijo Bethany—. Gabe y Jace son lo mejor.
—Sí —dijo Mia otra vez—. Pero bueno, nosotras también.
—Lo somos, ¿verdad?
—Totalmente.
Luego ambas rompieron a reír otra vez y siguieron haciéndolo cuando Gabe entró de nuevo en el coche.
Él sacudió la cabeza.
—No sé qué voy a hacer con vosotras dos, de verdad.
Un brillo travieso se reflejó en los ojos de Mia.
—Bueno, si tú no sabes lo que vas a hacer conmigo…
—No digas eso, nena —dijo bruscamente—. Tengo planes para ti.
Mia le envió una sonrisa cómplice a Bethany que gritaba claramente «te lo dije».
—Jace se reunirá con nosotros en el vestíbulo —dijo Gabe cuando casi hubieron llegado al edificio donde Jace tenía el apartamento.
El corazón de Bethany latió de ansiedad. Esperaba que Mia no se hubiera equivocado. Se puso repentinamente nerviosa y la boca se le secó.
Mia alargó la mano para darle un apretón.
—Confía en mí.
Bethany se lo devolvió y Gabe las miró a ambas con sospecha.
Cuando el coche se paró, Gabe salió y luego ayudó a Bethany a liberarse del cinturón del asiento trasero del coche. Se tambaleó sobre los tacones cuando empezaron a caminar hacia la entrada del edificio.
—Vas a matarte con esos malditos tacones —masculló Gabe.
—Pero son sexis —rebatió Bethany—. Al menos, eso pensaba.
—Sin lugar a dudas, cariño. Estás matadora con ellos. Jace se va a tragar su propia lengua. Pero si te matas antes de llegar hasta él, no habrán conseguido su propósito.
—Mia dijo que Jace querrá follarme con estos zapatos —dijo y luego se avergonzó al darse cuenta de lo que acababa de soltar.
Gabe se rio entre dientes y los ojos le brillaron de diversión.
—¿De verdad? Bueno, Mia es una experta en follar con tacones vertiginosos, así que si te lo ha dicho probablemente sea verdad.
Bethany sonrió descaradamente al mismo tiempo que entraban en el edificio. Jace los esperaba y sus ojos se entrecerraron cuando se percató de la poca estabilidad con la que caminaba.
—Gabe piensa que estoy sexy —anunció cuando Jace se paró frente a ellos—. Y ha dicho que me vas a follar con estos zapatos. —Bethany se paró y frunció el ceño, sus pensamientos estaban de repente confusos—. O a lo mejor fue Mia la que dijo que me ibas a follar. Da igual, el caso es que quiero que me folles con estos zapatos.
Gabe rompió a reír a su lado.
Una lenta sonrisa curvó los labios de Jace.
—Creo que eso se puede solucionar.
Ella asintió. Luego se giró y se puso de puntillas para darle un beso a Gabe en la mejilla.
—Gracias de nuevo por cuidar tan bien de nosotras.
Gabe se rio entre dientes.
—Cuando queráis, cariño. —Luego se volvió hacia Jace—. Será mejor que la agarres bien. Una vez la suelte, probablemente irá directa al suelo.
Jace se rio entre dientes también pero la agarró firmemente del brazo mientras Gabe daba media vuelta para alejarse.
—Gracias, tío. A la próxima es mi turno.
—Menos mal —masculló Gabe—. No tienes ni idea de a lo que me han sometido esta noche. Digamos que no había tío alguno que no estuviera babeando por sus travesuras.
Jace alzó las cejas y luego bajó la mirada hasta Bethany. Sus ojos eran inquisidores.
Ella le regaló una sonrisa deslumbrante y Jace le sonrió también a modo de respuesta.
—Tengo que decir que los zapatos sí que te quedan muy sexys —murmuró.
—Mia tenía razón —dijo Bethany con suficiencia.
Jace la acompañó hasta el ascensor y la ayudó a entrar.
—¿Tenía razón sobre qué, nena?
—Dijo que me verías la primera vez, borracha y con estos tacones sexys y querrías follarme al instante. Mientras sigo llevando los tacones.
Él se rio mientras las puertas del ascensor se abrían para dar paso a su apartamento.
—No puedo decir que vaya a discutírtelo, aunque tampoco puedo decir que escuchar eso viniendo de mi hermana pequeña sea lo primero de mi lista de prioridades.
—Ella dijo que Gabe no llegaría al dormitorio y que se la follaría con los tacones puestos en la entrada —dijo solemnemente.
Jace hizo una mueca de estupor.
—Nena, tienes que parar. No quiero oír nada que tenga que ver con mi hermana teniendo sexo con un hombre y mucho menos quiero los detalles.
Ella se rio y luego se tambaleó cuando él la soltó.
—¡Uy! —exclamó al mismo tiempo que volvía a agarrarla de nuevo.
—¿Cuánto has bebido esta noche?
—Un montón —dijo con aires de suficiencia—. Quería tener sexo contigo mientras estaba borracha y quería que me arrancaras el vestido y me follaras con los tacones puestos al igual que Gabe hará con Mia.
Jace gimió.
—Nena, tienes que parar. Yo estoy más que encantado de follarte de todas las formas que quieras, pero, por favor, deja a Gabe y Mia fuera de esto.
Ella asintió.
—O quizás te folle yo a ti. —A Bethany se le iluminó el rostro ante esa idea y luego sus ojos se entrecerraron y miraron a Jace, su visión era borrosa—. ¿Puedo?
Él se rio y luego tiró de ella hacia el dormitorio.
—Claro que sí. Nena, puedes hacer todo lo que ese culito borrachín que tienes quiera. Yo estoy más que dispuesto a dejar que te aproveches de mí en tu estado de embriaguez.
Ella se bamboleó detrás de él para entrar en el dormitorio y se estremeció ante la sensual mirada que le regaló tan pronto como la puerta se cerró a sus espaldas. Los ojos de Jace estaban oscurecidos por la lujuria y la diversión, lo que le decía que todo lo que Mia había predicho era absolutamente verdad.
Se llevó las manos al vestido para desabrocharlo, pero apenas llegó a la cremallera y casi se cayó redonda al suelo cuando intentó subir los brazos.
—Déjame a mí —murmuró Jace—. Tú no tienes que hacer nada, nena. Voy a aprovecharme plenamente de tu estado de embriaguez y ya que has estado planeando esto durante toda la noche, no voy a sentir ni una pizca de culpa por todas las cosas que te voy a hacer. Pero será mejor que lo recuerdes todo por la mañana.
Ella se estremeció de nuevo cuando Jace deslizó las manos por su espalda y comenzó a bajarle la cremallera del vestido.
—No estoy tan borracha —dijo, defendiéndose.
Jace se rio entre dientes. Su aliento le acarició el cuello desnudo antes de que posara la boca sobre su nuca, que logró enviar escalofríos a través de su cuerpo.
—Oh, sí que estás borracha. Y estás muy adorable. Voy a follarte la boca, a ti y a ese culito tan bonito que tienes. Si te duermes, no voy a quedar muy contento.
Bethany cerró los ojos y se balanceó vacilante hasta que Jace la cogió por los hombros y la sujetó contra su pecho mientras dejaba que el vestido cayera hasta el suelo. Ni en sueños iba a perderse esto.
—Me encanta la lencería —susurró él pegado a su oreja—. Y me encantan esos tacones incluso más. Y sí, voy a follarte con ellos puestos.
Un leve gemido de necesidad se extendió por su garganta.
—No veo que haya razón alguna por la que atarte esta noche —dijo Jace, divertido—. Estás tan indefensa como una gatita. Me gusta. Estoy pensando que tener una noche de chicas de forma más regular sería una muy buena idea.
Le desabrochó el sujetador y deslizó los tirantes por los brazos para luego arrojarlo a un lado. Le dio la vuelta para que estuviera frente a él y la hizo retroceder hasta tropezar con el colchón. La tumbó poco a poco y con una mano firme la empujó hasta quedar de espaldas y con las piernas colgando por el borde de la cama.
Se inclinó hacia delante, la besó justo debajo del ombligo y por encima del fino elástico de sus braguitas y luego con los dedos pulgares en los lazos tiró de ellos, abrió la tela en dos y dejó a la vista su sexo desnudo. Estaba reluciente. Bajó las manos y con los dedos alrededor de los tobillos los empujó hacia atrás para lograr que doblara las rodillas. Deslizó los dedos por el tacón de sus zapatos y los usó para separarle las piernas.
—He sido mala —dijo Bethany con un puchero.
Jace alzó las cejas y sus ojos parpadearon, divertidos.
—Oh, ¿de verdad? —pronunció arrastrando las palabras.
Ella asintió solemne.
—Muy mala —susurró como si fuera un secreto.
Luego arrugó el ceño y frunció los labios.
—Probablemente necesito que me castiguen.
Jace bajó la mirada, sus labios se crisparon mientras observaba cómo una amplia gama de expresiones cruzaba el rostro de Bethany. Estaba adorable y muy borracha. Y él estaba cachondo hasta decir basta.
—¿Qué has hecho para merecer un castigo?
—He flirteado —dijo en un tono casi inaudible. Luego frunció el ceño—. No, espera. Yo no he flirteado. —Sacudió la cabeza, insistente, y sus pechos se balancearon de una manera tentadora. Bethany se alzó y su expresión se volvió seria—. Los tíos flirtearon conmigo, eso sí. Pero Brandon y Gabe no dejaban que se acercaran. Pero Mia y yo fuimos malas. Bailamos y fue… bastante subidito de tono.
Jace cerró los labios con más firmeza para contener la risa.
—Eso merece un castigo, ¿verdad?
Se la notaba tan inmensamente ilusionada que Jace perdió la batalla y se rio.
Bethany entrecerró los ojos y lo fulminó con la mirada.
—No tiene gracia —resopló—. Fui una chica muy, muy mala, y las chicas malas deben ser castigadas.
Jace asintió.
—No puedo discutirte eso, nena.
Su rostro inmediatamente se iluminó y él sacudió la cabeza mientras las carcajadas se le agolpaban en el pecho.
—Probablemente deberías azotarme —dijo adoptando una expresión de total y completa seriedad.
Jace deslizó las manos por el interior de sus piernas y ella se estremeció. Un escalofrío le recorrió rápidamente toda la piel.
—Tengo un pequeño conflicto —informó Jace imitando el mismo tono serio que ella—. Sí que es verdad que has sido una chica muy mala, pero también has sido muy, muy buena.
Sus labios se arrugaron para formar otro puchero y Jace se inclinó hacia delante para besar esos deliciosos labios.
—Creo que la solución es castigarte primero y luego recompensarte.
—Oh, eso es perfecto —dijo Bethany con la voz baja llena de emoción.
—Ponte de rodillas, nena —le ordenó en un tono que sabía que ella iba a obedecer.
Las pupilas se le dilataron y el calor se adueñó de sus mejillas. Los ojos se le oscurecieron de inmediato y los pezones se le endurecieron. Señor, no había siquiera empezado y simplemente su promesa de lo que iba a hacer ya había hecho que su cuerpo entero reaccionara. Era inmensamente perfecta. Perfecta para él. De hecho, estaba hecha para él. Nunca tendría a ninguna otra mujer que pudiera complementarlo tan bien como ella lo hacía.
Bethany tuvo dificultades para alzarse, pero luego una amplia y ridícula sonrisa se dibujó en sus labios, lo que provocó que Jace quisiera poseer y asolar esa boca. La agarró por las muñecas y la ayudó a sentarse, y luego ella, torpemente, se giró para ponerse sobre manos y rodillas. Se cayó de cara sobre la cama y una risita salió de su garganta que logró que todo el cuerpo se le sacudiera. Su trasero tembló y consiguió que el miembro de Jace se endureciera hasta el punto de casi explotar. Oh, sí. Iba a tener su boca, su sexo y su dulce culito, e iba a follársela hasta que ambos quedaran inconscientes.
Una vez que Jace la colocó bien, Bethany se removió impaciente y se giró para mirarlo por encima del hombro; sus ojos brillaban de lujuria y excitación. Las manos de Jace se agitaron y él se aferró tan fuere como pudo a su autocontrol.
—¿Entonces qué es lo que va a ser, nena? —preguntó en un tono sedoso y provocador que sabía que la iba a volver loca—. ¿La mano? ¿La fusta? O… podríamos intentar algo nuevo.
Bethany se quedó completamente quieta.
—¿Nuevo? —salió como un suspiro exagerado y lleno de anticipación.
—No he usado ningún cinturón y tampoco madera. Tengo una pala de madera flexible. Te golpeará con la cantidad justa de presión y te enrojecerá ese precioso culo hasta que logre brillar en la oscuridad.
—¡Oh! —susurró; la exclamación salió como un leve gemido.
—Tú eliges, nena —murmuró—. Te daré eso. Te dejaré decidir esta noche. Estoy de un humor particularmente generoso. Porque… cariño, cuando termine con tu culo, voy a comerte y a saborearte entera y tú te vas a correr en mi lengua. Pero no habré terminado entonces. Ni de lejos. Porque después de hacerte llegar al clímax, voy a follarte la boca. Luego voy a follar ese coñito y seguidamente tu culo hasta que te corras gritando mi nombre.
—Dios santo…
Jace sonrió y le acarició dulcemente las nalgas mientras la anticipación se le amontonaba a cada segundo que pasaba esperando su respuesta.
—La p… pala —pronunció con la voz ronca—. Quiero la pala de madera.
—Excelente —ronroneó—. Muy buena elección. Tan buena que tu recompensa será doblemente placentera. Me complaces inconmensurablemente, Bethany.
Bethany se hizo de gelatina bajo sus caricias. Su cuerpo perdió toda tensión y rigidez mientras un suspiro de alegría llenaba los oídos de Jace. Ella se giró y volvió a mirarlo una vez más; su mirada era tan dulce y estaba tan llena de cariño que el corazón se le encogió.
Se inclinó hacia delante y la besó en el hoyuelo que tenía justo encima del pliegue de su trasero.
—Vengo en nada, cariño.
Sacó la delgada pala del armario y se tomó su tiempo en regresar a la cama para poder deleitarse en la imagen de Bethany a cuatro patas, con el trasero en pompa de una forma tentadora y esperándolo a él. Jace le acarició una nalga y luego hizo lo propio con la otra hasta que ella se arqueó bajo su contacto y tembló gracias a sus dedos.
—Dame tu dolor. Dame tu placer —gruñó—. Lo quiero todo, Bethany. Cada sonido. Cada reacción. Lo quiero todo.
Le estampó la pala en el trasero y ella se encogió de dolor a la vez que ahogaba un grito de sorpresa. Jace sonrió. No era un sonido de dolor. Era un sonido de descubrimiento. De estar experimentando algo nuevo.
Jace volvió a azotarla más fuerte esta vez, y luego le infligió otro golpe en la otra nalga. Un brillo entre rosado y rojo comenzó a hacerse patente en su piel, volviéndola de color rosa. El contraste entre las zonas donde la piel aún seguía pálida porque aún no las había tocado y los lugares que había azotado era tentador. Se moría por enrojecerle el trasero entero.
Pero se controló. Quería que ambos experimentaran y sacaran el máximo placer de la situación.
—Diez —susurró—. Te voy a dar diez. Esto es nuevo para ti, nena. No quiero abrumarte. Solo te voy a dejar que saborees la miel con los labios. Cuéntalos para mí. Empieza en el uno ahora.
Chasqueó la pala encima de la parte más abultada de su trasero y la satisfacción se apoderó de él cuando el rojo se abrió paso de inmediato.
—Uno.
Salió como un gemido que hizo que sus testículos le dolieran.
—Dos —susurró.
Jace se obligó a ir más lento cuando se dio cuenta de lo rápido que le había administrado el tercero, cuarto, quinto y sexto golpe. Bethany se tensó de ansiedad; quería el séptimo, pero él le pasó la mano por encima de la enrojecida piel para suavizarla y mimarla.
—Por favor —suplicó.
Jace le dio lo que pedía. Siete. Ocho. Nueve y finalmente diez, siendo este mucho más suave que los otros. Bethany se relajó sobre el colchón y luego movió la cabeza para mirarlo con unos ojos ebrios y adormilados que estaban ahora intoxicados con mucho más que alcohol. Estaba hasta las cejas de lujuria y de esa neblina que la fina línea entre el dolor y el placer había traído. Se había marchado del aquí y ahora, del presente. Jace quería traerla de vuelta para poder así seguir ocupándose de ella de una manera completamente diferente esta vez.
—Date la vuelta, nena.
Él alargó la mano para guiarla mientras se giraba sin ningún sentido del equilibrio hasta caer de espaldas con una sonrisa adormilada curvando sus deliciosos labios.
—Voy a tener que ser mala más a menudo —ronroneó—. Me lo he pasado genial y luego he podido volver a casa contigo. La mejor noche de mi vida, sin duda.
A Jace el corazón se le derritió y se inclinó para estrecharla entre sus brazos. Quería abrazarla antes de hacer nada más.
—Siempre volverás a mí.
—Sí —coincidió felizmente ella.
—Me encanta oírte decir eso, nena.
Ella sonrió y luego alargó la mano para acariciar el pelo que tenía sobre la frente. Luego levantó la cabeza para besarlo y él aceptó su silenciosa invitación. Se alimentó de sus labios; la saboreó. Le hizo el amor con la boca tal y como iba a darse un banquete con la carne de entre sus piernas.
—¿Te estás despejando ya?
Bethany sacudió la cabeza y abrió los ojos para que él pudiera ver que aún seguían nublados con los restos de alcohol y ese halo de placer. No había mirada mejor en una mujer. Borracha de placer. Adormilada. Mirándolo como si fuera el único hombre del mundo. Como si nunca fuera a haber nadie más en su vida.
—Voy a comerte ese coñito ahora —gruñó contra su boca.
—Oh.
Su jadeo se escapó dentro de la boca de Jace y este se lo tragó entero al mismo tiempo que la respiraba hasta lo más profundo de sus pulmones y la saboreaba ahí, cerca de su corazón.
—Hinca esos tacones sexys en la cama, agárrate las rodillas y aguanta. Extiéndete y no muevas las manos. Ábrete para mí, nena. Me siento avaricioso hoy y quiero que te corras en mi lengua.
Ella arqueó su cuerpo e incómodamente hincó los tacones en el colchón. Dios, seguramente le haría sendos agujeros pero a él le importaba un comino. Compraría una cama nueva mañana. La fantasía de follársela con esos tacones tal y como ella tanto quería merecía la pena de tener que comprar un nuevo colchón. Después quería agarrarla de los tacones estando aún abierta mientras poseía su trasero. Joder, sí. Definitivamente merecía la pena cualquier estropicio que pudieran hacerle a la cama.
Las manos de Bethany se apoyaron en las rodillas y tímidamente abrieron sus muslos hasta dejar su húmedo sexo abierto y a la vista. El contraste de sus rizos oscuros contra su carne rosada e hinchada, mojada por su flujo, le hizo la boca agua. Jace se arrodilló en el suelo de manera que su cabeza estuviera en el ángulo perfecto y se acercó a ella. Se moría por penetrarla con la lengua.
En el mismo momento en que Jace la lamió, ella se movió hacia arriba y gritó su nombre.
—Las manos, nena —le ordenó—. Mantén las manos en las rodillas y mantente abierta para mí.
Ella hizo lo propio y Jace le dio un lametón largo y lento desde la entrada de su vagina hasta el clítoris, donde jugueteó con él y la provocó con movimientos circulares lentos antes de acariciarlo una y otra vez con la punta de la lengua.
Bethany se retorció y movió, inquieta, pero mantuvo las manos en las rodillas y los muslos bien separados.
Se humedeció mucho más mientras él la saboreaba y de vez en cuando recorría todo su sexo ligeramente con los dientes hasta llegar a la abertura. La penetró con la lengua, la embistió y la lamió de dentro afuera, succionando su sabor y la dulzura de su excitación.
—Esto es lo dulce, nena. Soportaste el dolor, ahora ten lo dulce.
—Jace —susurró—. ¿No lo sabes? Todo lo que me das me provoca el placer más dulce que jamás haya experimentado. El dolor es placer. El placer es placer. Tu amor es más de lo que nunca hube soñado.
Sus palabras eran de lo más serias y tan increíblemente dulces que le cortaron la respiración a Jace. La saboreó. Se alimentó de ella. Bebió de ella y aun así seguía queriendo más. Quería darle esto a ella. Quería hacer que durara. Quería volverla loca de lujuria y que estuviera ebria no solo de alcohol.
—Quiero tu polla —dijo; las palabras sonaron torpes y densas. Jace no sabía si era el alcohol el que la estaba ralentizando o si era la intensa necesidad y excitación.
Levantó la mirada y luego sonrió cuando se encontró con la de ella, desenfocada. Lo estaba mirando muy fijamente, pero parecía tener dificultades en dirigir su mirada a donde quería. Qué imagen más tierna.
—La tendrás, nena, tan pronto como te corras. Vas a tener mucho más de mi polla antes de que acabemos esta noche.
—Ñam —soltó ella con una sonrisa descarada—. Quiero saborearte igual que tú me estás saboreando a mí.
Jace gimió. El alcohol claramente la hacía ser más desinhibida. Ella era adorablemente tímida, pero esta noche el alcohol la había llenado de coraje y él no sabía si iba a sobrevivir. Ya estaba a punto de correrse en los pantalones y no estaba siquiera cerca de adentrarse en su interior todavía.
Tenía que ir más lento. Se tenía que recordar aquello constantemente o si no iba a colocar esos tacones matadores por encima de sus hombros y se la iba a follar con todas sus fuerzas justo aquí y ahora. Y si Bethany supiera qué era lo que le estaba pasando por la cabeza, seguro que lo animaría a que hiciera justo eso mismo. Esta noche se estaba comportando como una golfa impaciente y avariciosa y le encantaba.
Bajó la cabeza de nuevo y comenzó a lamerla y a saborearla con más atrevimiento, aplicando más presión y tocándola en lugares en los que sabía que era más sensible. Jace conocía cada centímetro de su cuerpo. Sabía que le encantaba cuando deslizaba un dedo dentro de su vagina y le tocaba el punto G. Le encantaba cuando le hacía circulitos alrededor del clítoris; sin embargo, no le gustaba cuando se lo succionaba demasiado fuerte. Y le encantaba que le provocara y jugueteara con la entrada de su sexo tanto con su lengua, como con sus dedos o su pene. La forma más rápida de volverla loca era poseerla con movimientos poco profundos y muy cortos con apenas el glande de su miembro dentro de ella.
—Eres un genio con la boca —le dijo débilmente—. Le tengo que contar esto a Mia. Todo lo que dijo fue que Gabe se la iba a follar justo en la puerta, pero me apuesto a que ella no va a tener esto.
Jace levantó la cabeza y envió una mirada circunspecta en su dirección.
—Eso no ha estado bien, nena. Nada, nada bien.
Los ojos de Bethany danzaron alegremente y ella se rio tontamente. Soltó una rodilla momentáneamente y se llevó la mano a la boca para contener la risa.
—Las manos —gruñó Jace.
—¡Ay!
—No menciones a mi hermana cuando le esté dando a mi preciosa sumisa las órdenes, mientras estamos teniendo sexo. Nunca.
—Sí, señor —dijo con gazmoñería—. O quizá debería decir, «sí, amo».
—Bruja descarada —dijo sin malas intenciones.
Le encantó ese intercambio desenfadado. Le encantaba esa diversión y ese humor descocado que estaban disfrutando. Bethany se lo había pasado pipa esta noche y se le notaba. Estaba viendo otro aspecto de ella. La estaba viendo feliz. El pecho se le encogió porque justo aquí y ahora estaba viendo el futuro. Estaba viendo cómo serían las cosas entre ellos. Y le encantó cada maldito minuto. Lo ponía más hambriento, y en todo lo que a Bethany respectaba, Jace se volvía un bastardo avaricioso e insaciable.
La lamió con brusquedad desde la abertura vaginal hasta el clítoris, hizo varios movimientos circulares alrededor del erecto botón con la lengua y luego jugueteó con él repetidamente hasta que ella se retorció y se quedó rígida debajo de él. Le pasó un dedo por la carne mojada e hinchada y mientras seguía tentándola con la lengua sobre el clítoris, lo introdujo en su interior hasta el nudillo antes de doblar la primera falange para acariciar sus paredes vaginales.
—¡Jace!
—Quiero que te corras —le dijo con brusquedad—. Voy a llevarte hasta el límite y luego voy a dejarte seca mientras te vacías sobre mi lengua.
—Oh Dios… —pronunció débilmente.
Ella se convulsionó alrededor de su dedo y lo bañó en un torrente de rápida humedad. Jace le acarició las paredes resbaladizas y aterciopeladas mientras su lengua seguía jugueteando con el clítoris. Cuando sus respiraciones se volvieron mucho más desesperadas, como si estuviera famélica de oxígeno, sacó el dedo y rápidamente lo sustituyó con su boca y hundió la lengua en su interior mientras la succionaba.
Bethany salió disparada como un cohete. Levantó las caderas y sus manos volaron hasta enredarse en su pelo. Se agarró a los mechones con tanta fuerza que era casi doloroso, pero ella lo mantuvo pegado firmemente contra su sexo como si tuviera miedo de que se fuera a separar de ella justo en mitad del orgasmo.
Se arqueó y levantó para pegarse más firmemente contra su boca; sus movimientos eran frenéticos. Jace la lamió y succionó. Se alimentaba de ella como si no hubiera comido en años. Cuando Bethany se empezó a relajar y su vagina comenzó a temblar, Jace suavizó sus ataques y la siguió ayudando a alcanzar el explosivo orgasmo que se estaba formando en su vientre.
Alternó los lentos y pausados movimientos de su lengua con tiernos besos sobre la carne contraída de su sexo.
—¿Puedo dormirme ya? —gimió Bethany.
Jace se rio entre dientes y luego levantó la cabeza para poder encontrarse con sus ojos. Bethany parecía estar más borracha que antes. Sus ojos brillaban, sus mejillas estaban ruborizadas y las palabras salían casi ininteligibles de sus rígidos labios.
—Aún voy a follarte, nena. Estés consciente o no. Aunque preferiría que estuvieras despierta para el evento.
—Mmmm, yo también. ¿Jace?
—Sí, nena.
—Estoy borracha.
Él se rio.
—Nunca lo habría adivinado.
—Pero ha merecido la pena que me folles con estos zapatos.
—Aún no te he follado, nena. Voy a por esa parte ahora.
Bethany soltó otro suspiro evocador.
—Me gustan estos zapatos.
Jace sonrió.
—A mí me gustan cuando te estoy poseyendo.
—¿Me vas a follar ya?
Jace se rio ante la impaciencia que desvelaba su voz. Luego se alzó y se cernió sobre ella. La respiración de Bethany se volvió más errática mientras lo miraba directamente a los ojos; el coqueteo había desaparecido y en su lugar solo vio lujuria.
—Voy a follarte esa boquita preciosa tuya tan pronto como me deshaga de la ropa.
Bethany se relamió los labios y su erección gritó por querer salir de los malditos pantalones.
—Date prisa —susurró.
—Eso puedo hacerlo —murmuró él—. Mientras me desvisto, quiero que te tumbes de espaldas, con la cabeza hacia mí, y deslízate hasta el borde de la cama para que el cuello quede en el filo. Espérame así. Voy a follarte la boca tal como si fuera tu culo el que estuviera en el borde de la cama, o tu carne hinchada la que estuviera abierta y esperando a que me la folle.
Aunque le había dicho que lo hiciera mientras se desvestía, se quedó junto a la cama hasta que estuvo seguro de que Bethany no se iba a caer al suelo. La ayudó a colocarse y se aseguró de que estuviera cómoda antes de quitarse la ropa en tiempo récord.
Su pene salió disparado hacia arriba, dolorido después de haber estado tanto tiempo apretado dentro de sus malditos pantalones. Los testículos le dolían y ya estaba más que preparado para enterrarse bien adentro. Saber que había planeado poseerla de tres formas diferentes antes de que pudiera correrse en su culo hizo que moderara sus movimientos. Ambos iban a disfrutar de esto aunque lo matara en el proceso.
Le cogió el rostro con las manos y la mantuvo quieta en su sitio mientras su miembro se balanceaba justo sobre sus labios.
—Abre la boca, nena —le ordenó—. Quiero que te relajes y me dejes hacer todo el trabajo a mí. Quédate simplemente tumbada mientras me ocupo de ti.
Bethany abrió los labios al escuchar su orden y él se hundió en su húmeda calidez. La punta de su erección se deslizó por encima de su lengua y a Jace casi se le giraron los ojos. Señor, se iba a deshacer en dos segundos contados.
Jace se arqueó sobre ella y siguió moviéndose en una posición de completa dominancia. Flexionó las rodillas y se deslizó bien hasta el fondo por encima de su aterciopelada lengua. Llegó hasta la campanilla, luego descansó durante un momento antes de retraerse lentamente con movimientos sensuales. Bethany levantó los brazos hacia atrás y vacilante los envolvió alrededor de los muslos de Jace hasta depositar sus dedos levemente sobre su trasero, casi como si le estuviera pidiendo permiso para tocarlo. ¡Le gustaba demasiado como para decirle que volviera a poner los brazos delante, y ella estaba tan gloriosamente desinhibida, tan decidida a explorarlo y a deleitarse en su estado de embriaguez!
Soniditos sugerentes y suaves resonaban en su garganta y vibraban en su miembro cada vez que se hundía más adentro. Cuando los movimientos de Jace se volvieron más contundentes, los sonidos húmedos provocados al succionar llenaron toda la habitación. Era erótico. Todo lo que estaba ocurriendo esta noche lo llevaba al límite. Él nunca se había tirado a una mujer borracha antes. Había sido un rotundo no en sus normas porque nunca se había querido aprovechar de una mujer que no fuera plenamente consciente de sus actos.
Pero Bethany estaba con él. Ella sí que quería esto. Joder, otra cosa no, pero exigirle que se la follara con los zapatos, toda adorable y borracha y con los ojos brillantes y las mejillas encendidas, sí que lo había hecho. Y él iba a darle lo que quería.
Jace cerró los ojos. Se meció sobre los dedos del pie a la vez que apretaba las manos que tenían sujeto el rostro de Bethany, seguidamente las deslizó hasta enredarlas en su pelo y tiró de ella para poder converger sus propios embates con los movimientos de su cabeza. Jace se acercó a su placer con estocadas lentas y profundas; sentía cada lametón, cada succión, cada vez que sus mejillas se ahuecaban y luego volvían a la normalidad.
Cuando paró, la respiración salía irregular de su pecho. Bethany soltó un pequeño susurro de protesta cuando le apartó las manos de su rostro y Jace sonrió antes de inclinarse hacia delante para depositar un beso en esos labios torneados.
—Quiero follarte, nena.
Ella dibujó una sonrisa bobalicona en su boca y los ojos se le iluminaron.
—Yo también. ¿Cómo me quieres?
La simple petición envió una oscura felicidad a través de su cuerpo. Era tan sumisa, y estaba tan dispuesta a complacerlo…
—Gírate y dame esas preciosas piernas. Voy a envolverlas a mi alrededor y luego voy a agarrarme a esos tacones, te voy a abrir bien y te voy a follar duro.
Bethany se estremeció de forma descontrolada. Tenía los pezones tan deliciosamente enhiestos y endurecidos que Jace no pudo controlar la urgencia de ladearse hacia delante y succionar cada uno de ellos, por turnos, con la boca. Ella gimoteó y se arqueó hacia él mientras este la lamía y la provocaba.
—Te gusta, ¿eh? —le preguntó con una risita entre dientes.
—Ajá…
Jace la ayudó a girarse mientras sonreía a esos adormilados y embriagados ojos semicerrados. Bethany volvió a colocarse sobre la cama con las piernas totalmente separadas. Uno de sus zapatos estaba apenas sujeto por los dedos de los pies, así que Jace volvió a deslizarlo sobre su talón antes de agarrar ambos tobillos y tirar de ella para colocarla en el borde de la cama.
Dobló una vez más sus rodillas y se rodeó la cintura con las piernas a la vez que se enterró en ella en un solo movimiento. Bethany jadeó. Él jadeó. Estaba muy apretada, pero al mismo tiempo empapada y lo acogió fácilmente hasta los testículos. Jace se quedó así durante un buen rato para poder controlarse y no correrse.
Luego, tal y como le había prometido, echó las manos hacia atrás para alejar sus piernas, empujó las rodillas hacia su pequeño cuerpo y luego las abrió por completo. Deslizó las manos por encima de los brillantes y caros zapatos y agarró los tacones de aguja de diez centímetros.
—¿Preparada? —logró decir con la voz resquebrajada tanto o más de lo que su autocontrol amenazaba con agrietarse.
Bethany asintió solemne; sus ojos brillaban intensos debido a los efectos del alcohol.
Jace comenzó a poseerla con movimientos fuertes y rudos. Se internó en ella, colisionando los dos cuerpos, y se agarró con más firmeza a sus tacones. Su vagina se tensó y luego se contrajo repetidamente, señal de su inminente orgasmo. Pero él no quería que se corriera todavía. Aún no. No hasta que estuviera bien incrustado en su trasero. Si se corría de nuevo con tanta facilidad, no iba a estar preparada para acogerlo dentro de su ano. De ser así solo le causaría incomodidad y Jace quería que esto fuera perfecto para ambos.
—Intenta aguantar, nena —susurró—. Voy a follarte un poco más. Me encanta tu coño. Pero luego voy a encargarme de ese dulce culito tuyo y será entonces cuando te puedas correr.
—Quiero estar arriba —dijo ella con otro puchero.
Jace alzó una ceja.
—¿Crees que puedes acogerme en el culo de esa forma?
El labio inferior se le arrugó más hasta que todo lo que Jace quiso hacer fue besarla hasta dejarla sin sentido y succionar esa deliciosa boca.
—Quiero estar arriba para follarte con mis tacones. Sé que dije que quería que tú me follaras con los tacones, pero estoy pensando que a lo mejor yo podría follarte a ti.
Los ojos le brillaban de la emoción. Jace se cernió sobre ella y cubrió su cuerpo con el suyo mientras dejaba que los tacones cayeran deslizándose sobre sus piernas. Acarició con la nariz sus pezones y luego los succionó, saboreando y provocando esos botones endurecidos con la lengua.
—Me encanta eso —suspiró ella—. Tienes una boca increíble. Incluso cuando no estoy borracha.
Jace se rio y se sacudió contra su cuerpo.
—Menos mal, nena. Odiaría saber que solo era bueno en la cama cuando estabas como una cuba.
Bethany lo empujó, impaciente, y él reprimió otra sonrisa. Supuestamente Jace era el que tenía que llevar las riendas, pero ella estaba decidida a salirse con la suya y quería hacerlo ya. ¿Y quién era él para contener a una bonita y lujuriosa mujer borracha que no quería más que salirse con la suya y hacer realidad sus perversidades con él?
Se levantó y alargó la mano hasta la mesita de noche para coger el lubricante. Volvió a subirse a la cama y se tumbó de espaldas con el cuerpo reclinado para ayudarla a colocarse encima de él.
Le tendió el bote y su expresión se volvió seria por un momento.
—Sé que estás pasándotelo pipa, nena, pero no quiero que te hagas daño. Asegúrate de que utilizas suficiente lubricante y ve acogiéndome despacio y con cuidado hasta el fondo.
Bethany le regaló una sonrisa deslumbrante que hizo que el estómago se le encogiera.
—Te quiero —dijo, alargando las sílabas hasta convertirlo en un susurro.
Jace se derritió entero.
—Yo también te quiero, nena. Ahora diviértete y fóllate a tu hombre. Yo me voy a quedar aquí tumbado mientras tú haces lo necesario.
—Oh, me gusta cómo suena eso —ronroneó.
Bethany se concentró, vehemente, en aplicar el lubricante sobre su miembro. Cubrió cada centímetro de piel hasta que Jace estuvo a punto de perder la cabeza. Si no se daba prisa, no iba a llegar a hundirse en su interior antes de correrse.
Cuando ella pareció estar satisfecha con su esfuerzo, tiró el bote a un lado y luego le plantó las manos sobre el pecho mientras su mirada descentrada lo buscaba con una expresión completamente seria.
—No estoy completamente segura de lo que estoy haciendo —dijo como si le estuviera contando algo de vital importancia—. Puede que necesite tu ayuda.
Jace suprimió una risita entre dientes y luego bajó la mano para agarrarse el resbaladizo pene.
—Simplemente agárrate a mí tal y como lo estás haciendo ahora. Cuando te diga, empieza a bajar, pero tómatelo con calma. Yo me ocuparé de ti.
Ella suspiró y le mandó otra sonrisa deslumbrante y vertiginosa.
—Sé que lo harás. Me cuidas mucho.
Jace guio sus caderas hacia abajo con su mano libre y luego mantuvo su verga firmemente en posición. Bajó su mano para abrirle el trasero y empujó su glande contra su apretado ano. Ella abrió los ojos como platos cuando la punta de su erección hizo presión contra su diminuta entrada.
—Ya todo depende de ti —dijo.
Bethany apretó los labios para obtener más concentración e hincó las palmas de las manos en los hombros de Jace mientras comenzaba a deslizarse hacia abajo. Gracias al cielo, con la cantidad de lubricante que le había administrado y el hecho de que estaba duro como una maldita piedra, la penetró con facilidad. Ella se paró cuando estaba a mitad de camino, su expresión era casi cómica.
—Es enorme —susurró.
Jace se rio.
—No ha ganado centímetros mi polla, nena. Es del mismo tamaño que siempre.
—Puede, pero parece mucho más grande —refunfuñó.
Y luego se dejó caer hasta el fondo y lo acogió hasta los testículos. Jace gimió ante la repentina presión que lo rodeaba. Bethany lo estrujó como un puño; lo apretó y lo succionó como si quisiera tener cada gota de su simiente.
—Oh, joder —murmuró—. Necesito que te muevas nena. Será rápido.
Ella sacudió la cabeza y frunció el ceño.
—No hasta que yo lo diga.
Jace arqueó una ceja, confuso.
—No te puedes correr hasta que yo lo diga —dijo fulminándolo con la mirada.
Él se rio de nuevo y la agarró de las caderas para mantenerla bien sujeta.
—Entonces mejor que sea pronto o vas a tener el trasero lleno de semen y no habrá nada que puedas hacer para evitarlo.
Ella pareció contrariada pero se sentó hacia atrás y deslizó las manos por su pecho hasta llegar a su abdomen. Rotó a modo de experimento. Se retorció de una y varias formas diferentes hasta el punto de hacerle suplicar que parara. Iba a ser su perdición.
Luego encontró su ritmo y comenzó a moverse arriba y abajo. Dejaba que su polla se quedara medio fuera antes de volver a deslizarse hacia abajo por su piel para acomodarlo entero. Jace la ayudó a mantener el equilibrio para que no se cayera hacia un lado y levantó sus propias caderas para ayudarla con los movimientos.
—Eso es agradable —soltó Bethany en voz baja.
—¿Agradable? —se tuvo que reír otra vez—. Yo no lo llamaría agradable, nena. Es una maldita tortura.
Ella le dedicó una sonrisa torcida y traviesa con los ojos medio cerrados y con un aire sexual mientras lo estudiaba.
—¿Me puedo correr ahora? —le preguntó con otro puchero.
—Sí, siempre y cuando yo pueda hacerlo contigo.
—Necesito ayuda con eso —dijo—. Si levanto las manos, me voy a caer y no quiero.
El cuerpo de Jace se sacudió, divertido.
—No, yo tampoco quiero que te caigas. Sigue sujetándote, voy a ocuparme de ti, nena.
Movió una de las manos para poder acariciarle el clítoris con un dedo. Bethany inmediatamente se tensó encima de él y cerró los ojos lánguidamente.
—Preparada, te puedes correr ahora —declaró ella.
Si su polla no estuviera a punto de explotar, se habría reído otra vez, pero estaba demasiado ido como para reírse de lo adorable y encantadora que estaba siendo. En cambio, incrementó la presión sobre su clítoris y comenzó a levantar las caderas para enterrar su verga tan dentro de su trasero como pudiera.
Ella se corrió primero. Bethany echó la cabeza hacia atrás y su nombre salió de sus labios como un grito. Jace tuvo que estrecharla entre sus brazos cuando se cayó hacia delante con el cuerpo totalmente lacio y sin fuerzas. La abrazó firmemente mientras él seguía arqueándose contra ella. Cerró los ojos y apretó la mandíbula y luego soltó un gruñido que vibró en todas las paredes mientras explotaba en su interior.
Chorro tras chorro, Jace inundó su cuerpo. Se corrió con intensidad; parecía que nunca iba a parar. Sus testículos estaban tensos y su miembro rígido hasta rayar el dolor. Levantó las caderas una última vez y se quedó ahí por un momento con la espalda encorvada.
—Señor… —murmuró mientras volvía a desplomarse sobre la cama con el cuerpo de Bethany cubriendo el suyo.
Ella estaba caliente y saciada, sin fuerzas y era completamente suya. Su pene se movió en su interior y ella restregó el rostro contra su pecho.
—Tengo que hacer esto otra vez —masculló, las palabras apenas audibles—. Me gusta cuando me follas con mis zapatos sexys.
El cuerpo de Jace tembló y este reafirmó su agarre sobre ella. La abrazó con fuerza, pegándola contra él. No quería dejarla escapar nunca.
—Nena, a mí me gusta follarte de todas las formas que pueda, pero esos zapatos son claramente un añadido muy interesante. Te compraré un par diferente para cada día de la semana si esto es lo que me va a esperar después.