LA LUCHA CONTRA EL MARXISMO
Si Víctor Serge abordara seriamente los problemas de la teoría, se sentiría confuso - ya que quiere desempeñar papel de "innovador" - de hacernos regresar a Bernstein, a Struve y a todos los revisionistas del siglo pasado, que trataban de injertar el kantismo en el marxismo, es decir, de subordinar la lucha de clases del proletariado a principios colocados por encima de ella. Como el mismo Kant, imaginaban ellos el "imperativo categórico" (la idea del deber) como una norma de moral absoluta, válida para todos. En realidad se trata del "deber", respecto de la sociedad burguesa. A su manera, Bernstein, Struve, Vorlander se comportaban seriamente ante la teoría: reclamaban abiertamente el retorno a Kant. Víctor Serge y sus semejantes no sienten la menor obligación para con el pensamiento científico. Se limitan a alusiones, a insinuaciones, en el mejor de los casos, a generalizaciones literarias… Sin embargo, si se va hasta el fondo de su pensamiento, resulta que se han unido a una vieja causa, malparada desde hace largo tiempo: domar el marxismo con ayuda del kantismo; paralizar la revolución socialista con normas "absolutas" que, de hecho, representan la generalización filosófica de los intereses de la burguesía; no, ciertamente, de la burguesía actual, sino de la burguesía difunta de la época del libre cambio y de la democracia. La burguesía imperialista observa aún menos que su abuela liberal estas normas; pero mira con buenos ojos el que los predicadores pequeño-burgueses introduzcan la confusión, el desorden y la vacilación en las filas del proletariado revolucionario. El fin principal, no solamente de Hitler, sino también de los liberales y de los demócratas es desacreditar el bolchevismo, en los momentos en que su justeza histórica amenaza convertirse en absolutamente evidente para las masas. El bolchevismo, el marxismo - ¡He ahí el enemigo!
Cuando el "hermano" Víctor Basch, gran sacerdote de la moral democrática, se entregó, ayudado por su "hermano" Rosenmark, a una falsificación para defender los procesos de Moscú, y cuando públicamente fue declarado convicto de falsedad, golpeándose el pecho exclamó: "¿Podría yo acaso ser parcial? Siempre denuncié el terror de Lenin y de Trotsky". Basch revelaba muy bien el resorte interno de los moralistas de la democracia: algunos de ellos pueden callar respecto de los procesos de Moscú, otros pueden atacarlos, otros, en fin, pueden defenderlos; pero su preocupación común es utilizar esos procesos para condenar la "moral" de Lenin y de Trotsky; es decir, los métodos de la revolución proletaria. En este dominio, todos son hermanos.
El escandaloso prospecto citado antes dice que he expuesto mis ideas sobre la moral, "apoyándome en Lenin". Esta fórmula indeterminada, repetida en otras gacetillas sobre el libro, puede comprenderse en el sentido de que yo desarrollo los principios teóricos de Lenin. Pero Lenin, por lo que sé, nunca escribió moral. Víctor Serge quiere, de hecho, decir una cosa muy diferente: que mis ideas amorales representan la generalización de la práctica de Lenin, el "amoralista". Quiere desacreditar la personalidad de Lenin con mis juicios, y mis juicios con la personalidad de Lenin. Y sencillamente halaga la tendencia reaccionaria general, enderezada contra el bolchevismo y el marxismo en su conjunto.