AMORALIDAD MARXISTA Y VERDADES ETERNAS
La acusación más conocida y más impresionante dirigida contra la "amoralidad" bolchevique se apoya en la supuesta regla jesuítica del bolchevismo: "el fin justifica los medios". De ahí no es difícil extraer la conclusión siguiente: Puesto que los trotskystas, como todos los bolcheviques (o marxistas) no reconocen los principios de la moral, consecuentemente, entre trotskysmo y stalinismo no existen diferencias "principiales". Que es lo que se quería demostrar.
Un semanario norteamericano, no poco vulgar y cínico, emprendió, a propósito del bolchevismo, una pequeña encuesta, que, como de costumbre, había de servir a la vez la ética y la publicidad. El inimitable H. G. Wells, cuya homérica suficiencia siempre ha sido todavía mayor que su imaginación extraordinaria, se apresuró a solidarizarse con los snobs reaccionarios del Common Sense. Todo esto está en el orden natural. Aquellos de entre los participantes de la encuesta que juzgaron conveniente tomar la defensa del bolchevismo, no lo hicieron, en la mayoría de los casos, sin tímidas reservas: Los principios del marxismo son, naturalmente, majos; pero se encuentra uno entre los bolcheviques a hombres excelentes (Eastman). En verdad, hay "amigos" más peligrosos que enemigos.
Si quisiésemos tomar en serio a nuestros señores censores, debiéramos preguntarles, ante todo, cuáles son sus principios de moral. He ahí una cuestión a la cual sería dudoso que recibiéramos respuesta. Admitamos, en efecto, que ni la finalidad personal ni la finalidad social puedan justificar los medios. Será menester entonces buscar otros criterios fuera de la sociedad, tal como la historia la ha hecho, y fuera de las finalidades que suscita su desarrollo. ¿En dónde? Si no es en la tierra, habrá de ser en los cielos. Los sacerdotes han descubierto, desde tiempos atrás, criterios infalibles de moral en la revelación divina. Los padrecitos laicos hablan de las verdades eternas de la moral, sin indicar su fuente primera. Tenemos, sin embargo, derecho de concluir diciendo: Si esas verdades son eternas, debieron existir no sólo antes de la aparición del pitecántropo sobre la tierra, sino aún antes de la formación del sistema solar. En realidad, ¿de dónde vienen exactamente? Sin Dios, la teoría de la moral eterna no puede tenerse en pie.
Los moralistas de tipo anglosajón; en la medida en que no se contentan, gracias a su utilitarismo racionalista, con la ética del tenedor de libros burgués, resultan discípulos conscientes o inconscientes del vizconde de Shaftesbury, quien - a principios del siglo XVIII - deducía los juicios morales de un "sentido moral" particular, dado - por decirlo así - de una vez para siempre al hombre. Situada por encima de las clases, la moral conduce inevitablemente a la aceptación de una substancia particular, de un "sentido moral" de una "conciencia", como un absoluto especial, que no es más que un cobarde pseudónimo filosófico de Dios. La moral independiente de los "fines", es decir, de la sociedad, ya se la deduzca de la verdad eterna o ya de la "naturaleza humana", sólo es, en resumidas cuentas, una forma de "teología natural". Los cielos continúan siendo la única posición fortificada para las operaciones militares contra el materialismo dialéctico.
En Rusia apareció, a fines del siglo pasado, toda una escuela de "marxistas" (Struve, Berdiaiev, Bulgakov y otros) que quisieron completar la enseñanza de Marx por medio de un principio moral autónomo, es decir, colocado por encima de las clases. Esas gentes partían, claro está, de Kant y del imperativo categórico. ¿Y cómo acabaron? Struve es ahora un antiguo ministro del barón Wrangel y un buen hijo de la Iglesia. Bulgakov es sacerdote ortodoxo. Berdiaiev interpreta, en diversas lenguas, el Apocalipsis. Una metamorfosis tan inesperada, a primera vista, no se explica de ningún modo por el "alma eslava" -Struve, por lo demás, tiene el alma germánica - sino por la magnitud de la lucha social en Rusia. La tendencia fundamental de esa metamorfosis es en realidad internacional.
El idealismo filosófico clásico, en la proporción en que tendió, en su época, a secularizar la moral, es decir, a emanciparla de la sanción religiosa, fue un enorme paso hacia adelante (Hegel). Pero una vez desprendida de los cielos, la moral tuvo necesidad de raíces terrestres. El descubrimiento de esas raíces fue una de las tareas del materialismo. Después de Shaftesbury, Darwin; después de Hegel, Marx. Invocar hoy las "verdades eternas" de la moral es tratar de -hacer que la rueda dé vueltas al revés. El idealismo filosófico sólo es una etapa: de la religión al materialismo o, por el contrario, del materialismo a la religión.