Notas
[1] «Lectura familiar de Antagonía», Quimera, 32, X/1983, pág. 45. <<
[2] Vid. las Elegías a Julia Gay, Visor, Madrid, 1993, y las «Acotaciones», Investigaciones y conjeturas de Claudio Mendoza, Anagrama, Barcelona, 1985, págs. 77-117, de Luis Goytisolo, en las que podemos leer: «Yo no conservo de ella el más mínimo recuerdo, pese a guardar en la memoria acontecimientos coetáneos, cuando no anteriores», pág. 114. <<
[3] op. cit., págs. 40 y 45. <<
[4] Vid. Carme Riera, La Escuela de Barcelona. Barral, Gil de Biedma, Goytisolo: el núcleo poético de la generación de los 50, Anagrama, Barcelona, 1988, págs. 102 y 103, y Laureano Bonet, La revista «Laye». Estudio y antología, Península, Barcelona, 1988, pág. 28. <<
[5] Gregorio Morán, Miseria y grandeza del Partido Comunista de España. 1939-1985, Planeta, Barcelona, 1986, págs. 333-338. <<
[6] Ibíd., pág. 110. <<
[7] En mi artículo «La lava del volcán. Sobre el cuento “Claudia”, de Luis Goytisolo», Lucanor, 12/12/1994, págs. 53-64, se incluye el texto del relato. Juan Goytisolo ha rememorado estos comienzos literarios en Coto vedado, Seix Barral, Barcelona, 1985, pág. 232: «Luis escribía también, con una madurez sorprendente y como adquirida de golpe: desde la aparición de su primer cuento en una revista barcelonesa, cualquier lector atento del mismo adquiría al punto la certeza de habérselas con un verdadero autor.» <<
[8] Este ejemplo encaja perfectamente en lo que apunta Carmen Martín Gaite en Desde la ventana. Espasa Calpe, Madrid, 1987.
La descripción que se hace de las actividades de doña Magdalena tiene como fin mostrarnos su alejamiento del presente, y buena prueba de ello podrían ser sus lecturas: Walter Scott, Palacio Valdés, Fernán Caballero, Zorrilla, Víctor Hugo y Espronceda. <<
[9] Gil de Biedma trató el tema en un memorable poema, «Barcelona ja no es bona, o mi paseo solitario en primavera» (Moralidades, 1966), en el que exalta a los emigrantes murcianos que habitan en la montaña de Montjuïc. <<
[10] «Todos mis protagonistas —afirma Luis Goytisolo— se rebelan porque experimentan una profunda insatisfacción.» Entrevista con Ramón Freixas, Imágenes de actualidad, 29, 1-15/09/1986. <<
[11] Vid. José Mª Martínez Cachero, Historia de española entre 1936 y 1975, Castalia, Madrid, 1979, 182, y Carlos Barral, Cuando las horas veloces, Barcelona, 1988, págs. 78-85. <<
[12] Antonio Vilanova, «Los premios de la Crítica 1958», Destino, 1131, 11/04/1959. <<
[13] Llama especialmente la atención la gran cantidad de reseñas que generó la traducción alemana. Vid. F. Valls, «Para una bibliografía completa de Luis Goytisolo», La página, 11-12, 1993, págs. II-IV.
Martínez Cachero, op. cit., pág. 191, citando a Nora, recuerda que 1958 fue un año «destacado por sus revelaciones» en el campo de la novela. <<
[14] Quizás el ejemplo más pintoresco, al respecto, sea el de Carlos Barral que todavía en 1988, treinta años después de haber participado, y de manera importante, en la concesión del premio a la novela, la definía como un libro de relatos, con «título muy rilkeano para una excelente prosa pavesiana», op. cit. pág. 78. Tan significativa es su presencia en la antología de Jesús Fernández Santos (Siete narradores de hoy, Taurus, Madrid, 1963), como su ausencia en la de García Pavón (Antología de cuentistas españoles contemporáneos, Gredos, Madrid, 1959), por sólo citar dos recopilaciones que aparecieron en fechas cercanas. <<
[15] Sobre la importancia del simbolismo del 9 en su obra, vid. Los verdes de mayo hasta el mar, Seix Barral, Barcelona, 1976, pág. 247, y nuestra entrevista con el autor en la La página (Tenerife), III, 7, 1992, pág. 37.
A propósito de lo que fue el proyecto inicial de Las afueras, es curioso recordar que Goytisolo incluso concibió un capítulo, que nunca llegó a escribir, en el que el silencioso niño Bernardo y el rico don Augusto, ya con demencia senil, le pegaban fuego a la casa, acabando definitivamente con la estirpe. <<
[16] En «Tres hallazgos» (Investigaciones y conjeturas de Claudio Mendoza Anagrama, Barcelona, 1985, pág. 23) señala, en tono burlesco —recordando un comentario 7, 1992, pág. 37.
A propósito de lo que fue el proyecto inicial de Las afueras, es curioso recordar que Goytisolo incluso concibió un capítulo, que nunca llegó a escribir, en el que el silencioso niño Bernardo y el rico don Augusto, ya con demencia senil, le pegaban fuego a la casa, acabando definitivamente que le había hecho un profesor que ha descubierto algo que no ha tenido en cuenta gran parte de la crítica: «el valor del número 7 en Las afueras (indefinido en el tiempo y en el espacio, ya que, como dice Guénon, no infinito)». <<
[17] Destino,1030, 4/V/1957. <<
[18] Se publicó, por primera vez, con el título de «Cómo llegar a ser un gentleman» (Nueva Estafeta, 8, 12/1979, págs. 413) y fue reproducido por diversas revistas hispanoamericanas. En unas líneas que encabezan el texto se nos dice que «Las notas previas a la redacción de este relato fueron escritas en 1956. Formaban parte del material relativo al ciclo de Las afueras, de cuya estructura definitiva terminaron por ser descolgadas en beneficio de la cohesión del conjunto. Lo mismo sucedió con otros materiales que por diferentes motivos no armonizaban con el tono general de la obra; éste es el caso, por ejemplo, de “Claudia”, un cuento que apareció en Destino con anterioridad a la publicación de Las afueras (Vid. nuestro trabajo: “La lava del volcán: sobre el cuento Claudia, (1957) de Luis Goytisolo”, Lucanor, en prensa). Distinta fue la suerte de las extensas notas —un borrador sin construir, en la práctica— agrupadas por aquel entonces bajo el título provisional de “Gentleman”: permanecieron guardadas en una carpeta hasta que la primavera pasada, concluida La cólera de Aquiles y como si no pudiera parar de escribir, se me ocurrió retomarlas, con todo, y dar por supuesto que ni el tema tenía relación con mis temas del presente, ni desde este presente me iba a ser posible escribirlo como entonces lo hubiera escrito».
En 1985, con el título de «Diario de un gentleman», pasó a formar parte de las Investigaciones y conjeturas de Claudio Mendoza (op. cit. págs. 39-58). En una nota previa, titulada «Tres hallazgos» (págs. 19-21), se nos indica que «ese relato perteneció en su día al área de Las afueras (…) de la que finalmente fue excluido, debido a que su tono humorístico desentonaba, no terminaba de encajar en el conjunto». ¿Qué relación hay entre la novela y este texto? Claudio Mendoza responde, con zumbona ironía, que la referencia a Sitges y la palabra del autor de que al protagonista le hubiera correspondido el nombre de Alvarito, aunque también señala que él nunca hubiera utilizado la palabra incomparable, para referirse al Paseo Marítimo de aquel pueblo, que tanto le gusta a Pachá, responsable del diario. El capítulo siete de Las Afueras está protagonizado por un Alvarito que bien pudiera ser el que luego nos narra la historia de Pachá.
[19] El sol en las afueras estaba compuesto por los capítulos II, V, VI y VII de lo que después se convirtió en Las afueras. Vid. sobre el citado premio: Carlos de Arce, Premios Sésamo de cuentos, Sagitario, Barcelona, 1975; José López Martínez, «Premios literarios hoy. El Sésamo», La Estafeta Literaria, 576, 15/09/1975; Esteban Padrós de Palacios, «Breve historia del premio Leopoldo Alas», Lucanor, 1/05/1988, pág. 73. Y Jorge Ferrer Vidal, Confesiones de un escritor de cuentos, Hierbaola, Pamplona, 1993, pág. 120. <<
[20] Nos indica el autor que al presentarse al Sésamo y al Leopoldo Alas buscaba un posible amparo publicitario, preocupado como estaba por la detención en 1957 de Octavi Pellisa, compañero de militancia en el PSUC. Quizá no sea inútil recordar que la militancia activa del autor, entre 1956 y 1959, coincide con los años de redacción de su primera novela y que en 1960 pasó cuatro meses en la cárcel de Carabanchel. <<
[21] La exclusión de «Claudia» y del posteriormente llamado «Retrato de un gentleman», que por su distinta temática y tono no hubieran hallado sensato acomodo en la novela, es buena prueba de ello. En unas «Respuestas» a Fernández Figueroa (Indice de Artes y Letras,121, 1959, pág. 4), que no tienen desperdicio, señala que «A partir del último tercio del siglo XX (…), la novela experimenta una fuerte transformación estructural. Se cierra, se cohesiona, desarrollándose al ritmo de una trama cuidadosamente construída. Pero ya entre los pioneros de esta nueva concepción encontramos el arranque de una línea novelística que, implícitamente, representa su negación y tiende a destruirla. Me refiero a Tolstoi y a Balzac, a obras como Los Buddenbrooks, En busca del tiempo perdido, La condición humana o la trilogía U.S.A. de Dos Passos. Es la línea de la novela colectiva, de la novela retablo, que tiende a abrirse en un vasto panorama. A ella pertenecen, por citar ejemplos que nos sean más próximos El Jarama, Duelo en El Paraíso, Entre visillos, Los bravos, Central eléctrica, etc. Pues bien, pienso que Las afueras puede considerarse perfectamente dentro de esta línea, aunque obedezca, lo repito, a una concepción distinta (…) Desde luego, imaginaba las críticas, no ya a que me exponía, sino que me aguardaban: “todo eso está muy bien, pero Las afueras, ¿es propiamente una novela?”. Y poco me hubiera costado cubrirme entrelazando al modo tradicional los diversos relatos (…) La trama general debía desarrollarse, precisamente, de forma fragmentaria, yuxtapuesta. De ahí que su carácter de novela tuviera que residir no tanto en sí misma como en la huella que al cabo de su lectura hubiese dejado en la mente del lector. En Las afueras, cada capítulo constituye un relato que puede ser leído independientemente, pero los siete relatos forman un conjunto —o al menos se pretendía que lo formasen— o un todo cualitativamente distinto a la suma de sus partes». Y concluye citando tres ejemplos: Guerra y paz, la trilogía U.S.A. de Dos Passos y Las palmeras salvajes. <<
[22] «Las afueras es el punto de partida insoslayable para quienquiera que se halle interesado en rastrear los orígenes de Antagonía», entrevista del autor con Jack Sinnigen, Narrativa e ideología, Nuestra Cultura, Madrid, 1982, págs. 154 y 155. Sobre la relación entre Las afueras y Las mismas palabras, vid. Ignacio Soldevila Durante, La novela desde 1936, Alhambra, Madrid, 1980, págs. 255 y 256. <<
[23] Pensamos en, por ejemplo, Siete miradas en un mismo paisaje (1981) de Esther Tusquets; El cinturón traído de Cuba (1985) de Pilar Cibreiro; Una casa para siempre (1988), Suicidios ejemplares (1991) e Hijos sin hijos (1993) de Vila-Matas; Lejos de Marrakech (1988) y Territorio enemigo (1991) de Riera de Leyva; Obabakoak (1988) de Bernardo Atxaga, y El sueño de Venecia (1992) de Paloma Díaz-Mas. Aunque no hay que olvidar la influencia estructural de Manhattan Transfer(1925) de John Dos Passos y de La colmena (1951), así como la de El Jarama, sobre todo en la habilidad para recoger la lengua coloquial. De los relatos de Hemingway proviene la sobriedad de la expresión, y de Pavese (que no olvidemos que tradujo a los dos norteamericanos citados) recoge el interés por la sociedad campesina y la crítica social latente en la narración. «Mis novelistas favoritos en aquella época eran, a parte de algún italiano, básicamente Pavese, los novelistas norteamericanos, sobre todo Faulkner y John Dos Passos, y en menor medida Hemingway; sus cuentos están muy bien». Respecto a la novela de Sánchez Ferlosio afirma que le «reveló un castellano totalmente limpio, despojado de retórica, de frases, de construcciones que me resultaban desagradables. Fue como una especie de filtro que había purificado el idioma. En este nuevo idioma, si se podían escribir novelas modernas», Fernando Valls, «Sobre la trayectoria narrativa de Luis Goytisolo: una conversación», Las Nuevas Letras, 6,1987, págs. 81 y 83. Las afueras, de todas formas, no fue el único ejemplo español en esos años. Encontramos una estructura similar, por ejemplo, en Fin de fiesta(1962), de Juan Goytisolo, y en Cinco variaciones(1963) de Antonio Martínez Menchén. Vid. Gonzalo Sobejano, Novela española de nuestro tiempo, Prensa Española, Madrid, 1975, págs. 361 y 362 (n. 140). <<
[24] La resaca (1958) de Juan Goytisolo iba a llevar este mismo título y en Compañeros de viaje (1959), de Gil de Biedma, hay toda una sección titulada «Las afueras», compuesta por doce poemas. No olvidemos que el poeta catalán fue una gran admirador de esta novela, hasta el punto de que en «Carta de España (o todo era Nochevieja en nuestra literatura al comenzar 1956)», El pie de la letra. Ensayos. 1955-1979, Crítica, Barcelona, 1980, pág. 206, escribe, en 1965, que con la excepción de La colmena, El Jarama y Tiempo de silencio, «no hay ninguna [novela] que valga seriamente la pena. Las afueras de Luis Goytisolo, quizá». «Jaime me comentó directamente —recuerda Goytisolo— que le había gustado mucho», Fernando Valls, op. cit., págs. 83 y 85. <<
[25] «Barral se empeñó en que saliera aquella lista inicial de nombres. Yo no era partidario de ello. Incluso inicialmente no se repetían de manera sistemática todos los nombres. Había un fondo de nombres que se repetían, pero los protagonistas me parece que estaban suficientemente individualizados como para no tener que ponerles una marca (…) Mi idea era que los nombres fuesen distintos y que hubiese un fondo de personajes de segunda fila, como por ejemplo D. Augusto, el niño que no habla (en la medida en que no habla puede aparecer otro, también, que no hable). En fin, que los nombres de estos personajes fueran repitiéndose. No sé hasta qué punto el mismo Barral creía que esto era o no era camelo, que yo era un tipo muy listo que, con un libro de relatos en la mano, había pretendido darle un género nuevo de unidad». Fernando Valls, «Sobre la trayectoria narrativa de Luis Goytisolo: una conversación», op. cit. pág. 84. Quizá Barral no acababa de ver claro el componente novelesco de Las afueras, e intentó con las aclaraciones iniciales y la repetición de nombres que se creara una cierta hilazón entre los capítulos. Vid. la nota 4 <<
[26] Según el autor, este capítulo es «el que está mejor escrito» y el último que realizó. «Tal vez, recuerda, si hubiera empezado por ése hubiera quedado un conjunto más aproximado, hubiera sido un verdadero anticipo de Antagonía. Son cosas que se van aprendiendo con el tiempo», Fernando Valls, op. cit., pág. 85.
Como dato curioso, Luis Goytisolo me ha comentado que Luis Buñuel barajó el proyecto de hacer una película basada en estas páginas. <<
[27] Casi al final del capítulo, hay un extraño y ambiguo episodio, de lolitismo, en el que Víctor le reprocha a la niña sus provocaciones, le pega y la acaba llamando «putilla», aunque al día siguiente le pide disculpas (págs. 65 y 67). Por tanto, lo que la madre le dice al protagonista, puede entenderse como un anticipo de laque después ocurrirá: «¡Qué poco la conoce! Reiría igual de vernos muertos, nos vendería a todos por cuatro reales. Es peor que Judas… Un demonio (…) Ha salido al padre» (págs. 28 y 23).
Don Ignacio, el médico, es en cierta forma la contrafigura de Víctor, pues no sólo añora la ciudad y desprecia el pueblo («Para un hombre de cultura ofrece tan poco interés vivir en un pueblo… Si al menos hubiera cierta compensación económica… Ah, don Víctor, qué no daría yo por situarme en Barcelona», pág. 34), sino que también nos da una visión muy peyorativa de los campesinos («Mala gente —decía—, mala gente. Eran cerrados, rutinarios, desconfiaban de todo y de todos. Hablarles de nuevos métodos era perder el tiempo. Decían sí, sí, y continuaban como antes. Sólo se convencían viendo que alguien probaba y salía bien parado. Poca iniciativa, poco amor al riesgo. Nada se podía hacer con ellos. A nosotros sólo nos llaman cuando la cosa apenas tiene remedio —explicó— Y luego, si el enfermo se muere, la culpa es nuestra. Pero si se salva, ¡ah, entonces todo ha sido gracias a sus propios remedios! ¡Qué gente! ¡Qué país!», pág. 35). Aunque comparten el trato paternalista con las gentes del pueblo (antes el médico era como un padre y ahora es sólo un funcionario; de niños éramos tan amigos y nos lo pasábamos tan bien jugando juntos, etc). No obstante, pese a la insistencia pesada del médico de que forme parte de su tertulia, el protagonista evita el trato con las fuerzas vivas del pueblo: «el cura, el farmacéutico, el alcalde (…) gente de cultura, un círculo selecto». Nótese que en los tres encuentros que tienen (págs. 17 y 18, 34-37, 45 y 46) casi sólo habla don Ignacio. <<
[28] El capítulo está pespunteado por toda una serie de informaciones sobre la finca. Cuando Víctor llega, el narrador nos llama la atención sobre el «aspecto desvaído y como ojeroso» de la fachada, los «corrales ruinosos», el gallinero que estaba vacío, «un pesebre carcomido», un estanque pequeño y ruinoso… y más adelante se nos cuenta que «La Mata no volvió a ser lo que fue en otros tiempos. De las tierras en las que habían trabajado más de veinte jornaleros, ahora se ocupaba una sola familia, más en calidad de guarda que de otra cosa, y el bosque y las zarzas fueron invadiendo los sembrados». Los viejos del lugar comentan: «Mala tierra La Mata, mala tierra, estaba claro que no podía rendir. Ahora el bosque se la comía y sólo en otoño la gente se llegaba hasta allí buscando setas, cazando». Y las mujeres: «Mal asunto La Mata, allá arriba tan lejos. Mejor sería llenarla de bosque». Y algo después el narrador nos comenta que «casi todas las masías de los alrededores estaban deshabitadas, nadie quería tierras tan arriba, en pleno monte, a más de una hora de camino». E incluso un bosque de castaños se nos describe como «ruinoso y decrépito» (págs. 7, 8, 12, 15, 18, 20, 24 y 62). <<
[29] «Tenía el físico estropeado, la cara seca, las manos fuertes y ásperas, de campesino», quizá porque como ella comenta «desde pequeña he tenido que trabajar al sol y al aire igual que un hombre», «me ocupo del huerto, llevo la casa, guiso, hago limpieza y, de vez en cuando, aún tengo que trabajar a jornal para otros. No se puede vivir de lechuga y en el huerto no crecen panes, bacalao, sardinas… Ya no hablo de carne» (págs. 9, 22 y 41). En el segundo capítulo, doña Magdalena se queja en parecidos términos: «la angustia y el sufrimiento y el trabajo acortan la vida.20. Aunque nadie lo diría, tengo catorce años menos que tu abuelo. Parece lo contrario, ya lo sé, y tengo un carácter más agrio, más amargado por todas aquellas cosas en las que él no quiere pensar, que no quiere recordar…» (págs. 82 y 83). Y en el último se nos dice que el Abuelo Augusto «aparentaba menos años [que la abuelita] pero tenía más» (pág. 215). <<
[30] En el último capítulo también aparece un viejo sordo, con el mismo nombre, pero que vive con su hija en el estanco (pág. 213). <<
[31] «La gente decía que el negocio en que trabajaba era de su mujer, que casi todo era de su mujer» (pág. 12). <<
[32] «El trabajo, comentan las mujeres del pueblo ¿Pero tú crees que esta gente trabaja? Mirar cómo se trabaja, esto es lo que hacen» (pág. 15). <<
[33] En el capítulo V, nos lo volveremos a encontrar con los mismos rasgos y características. <<
[34] En el segundo capítulo, doña Magdalena dirá, quejándose del fracaso de su marido como inversor, que «el propio trabajo es la única renta segura» (pág. 82). <<
[35] La acción transcurre en medio de una fuerte presencia de la naturaleza: la lluvia, los vientos, el cielo estrellado, los perros que constantemente ladran, los pájaros y esas oropéndolas que obsesionan al protagonista. <<
[36] «Ahora —le dice— las cosas son de otra manera». Y concluye la conversación con estas palabras: «Mal asunto, aquella tierra (…) No hay más que fijarse en cómo todo el que por allí tenía algún campito ha terminado por dejarlo» (pág. 45). <<
[37] Pero, además, su caballeroso comportamiento con Claudina, queriéndole llevar el haz de leña que ella transporta (pág. 9), Y con una mujer del pueblo a la que le baja el cesto del autocar (pág. 15), es recibido con negativas o sorpresa. Dina, con la que Víctor se va creando una dependencia, cada vez mayor, tras la paliza que le propina, acaba huyendo de él. <<
[38] Lo incluyó Jesús Fernández Santos en su antología Siete narradores de hoy, Taurus, Madrid, 1963, y el director de cine Jesús Franco, hizo un corto basándose en él, con el título de Los geranios. <<
[39] Se nos describe como un rentista, pequeño propietario, que habita una villa en las afueras de la ciudad, «viejo y enfermo». Prepara un libro de divulgación sobre la Economía política en la vida y justifica su forma de vida: «¿Por qué trabajar pudiendo vivir de renta? Así está hecha la sociedad: unos ponen el capital y otros el trabajo, cada uno lo que tiene. y así es como se crea la riqueza, con la reunión de estos dos factores» (pág. 86). <<
[40] «Donde sí que el conflicto de dos personas condenadas a odiarse juntas constituye el núcleo central del relato es en el capítulo II de Las afueras». Sobre la aversión del padre del autor hacia su abuelo, vid. Luis Goytisolo, «Acotaciones», Investigaciones y conjeturas de Claudio Mendoza, págs. 95, 96 y 115, y Juan Goytisolo, Coto vedado, Seix Barral, Barcelona, 1985, pág. 104 y 127. «Nunca he pretendido hablar de las relaciones entre, por ejemplo, mi padre y mi abuelo. Ya hay una versión de sus agarradas en Las afueras en el capítulo segundo, en aquel episodio de los geranios, aquella especie de greña que forman», Fernando Valls, op. cit., pág. 89. En Antagonía hallarnos un enfrentamiento similar entre el abuelo y el padre del protagonista, que desempeñan el papel equivalente a doña Magdalena y don Augusto, respectivamente, sin que falte el niño observando. Vid., por ejemplo, en Los verdes de mayo hasta el mar, Seix Barral, Barcelona, 1976, págs. 204 y 205: «¿Relación conyugal entre viejos en lugar de relación yerno-suegro? Es decir: no relación padre-abuelo materno, sino relación abuelo abuela; toda la carga de rencores y manías que arrastra el matrimonio fijada en hábitos con el paso del tiempo. Senilidad en conjunción con maridaje (…) La vida conyugal y los años, sus bajas, sus fracasos, sus componendas: aversión apenas revestida de afabilidad amedrentada. El antagonismo viejo-vieja visto por un niño» <<
[41] Por diversos motivos, este capítulo siempre ha llamado la atención. Un crítico tan lúcido como G. Sobejano (Novela española de nuestro tiempo, Prensa Española, Madrid, 1975, pág. 404) lo considera el más conseguido. En la traducción rumana (La marginea, Barcelonei, Pentru Literatura Universala, Bucarest, 1961) fue suprimido, quizá por considerarlo contrarrevolucionario, aunque nada se comenta al respecto en el prólogo de Matei Calinescu. A Corrales Egea, sin embargo, marxista ortodoxo, miembro del partido comunista, le parecía «uno de los mejores», pues «el diálogo se usa como revelador social e histórico», La novela española actual, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1971, pág. 94. <<
[42] Gil de Biedma nos cuenta en su Retrato del artista en 1956, Lumen, Barcelona, 1991, pág. 135, un episodio similar, aunque sólo en su origen: «Noche delirante con Juan Goytisolo, e imprevista. Esperaba un rato de conversación más o menos literaria, y no una interminable travesía precipitada por tugurios de absoluta irrealidad, en compañía de un limpiabotas bufón y agradador llamado España, para finalmente desembocar en la cama…». Episodio que comenta Juan Goytisolo en su Coto vedado, op. cit. pág. 202.
Se podría estudiar, como la reiteración de un motivo literario, el descenso a los infiernos, la fascinación de los jóvenes barceloneses por el Barrio Chino y por sus espacios y habitantes más pintorescos (bares cutres, prostíbulos, chulos, prostitutas, marineros, limpiabotas, extranjeros despistados, etc.): lo encontramos en uno de los mejores capítulos de Vida privada (1932), de Josep Maria de Sagarra; y ya en la posguerra en Nada, de Carmen Laforet, y en los capítulos 58 y 60 de Las mismas palabras, en la que un personaje recita con sorna: «Nuestras vidas son las Ramblas que van a dar en el mar, que es el morir.» Lluís Maria Todó recuerda («Las enseñanzas del Chino», El País Cataluña, 21/VII/1995) «que en los años sesenta y setenta estaba muy de moda bajar (…) al Jazz Colon (…). Era cosa muy apreciada entre estudiantes de izquierdas frecuentar prostitutas y voyous de colores y orígenes diversos, comprender y hablar su jerga, fumar su grifa, ser aceptado como uno de ellos». Aunque el viaje, como hemos visto, era costumbre más antigua. También aparece el motivo en otros géneros, pues, en 1949, se publicó una Antología poética del Barrio Chino, Francisco Forner, Barcelona, prologada y anotada por Abel Iniesta, seudónimo de Sebastián Sánchez Juan. <<
[43] Tanto la vivienda como su propietaria, la Viuda (pág. 139), poseen las mismas características que la pensión donde Claudina trabaja, en el capítulo VI (págs. 200 y 201). <<
[44] «Era fuerte y rubio y sus ojos parecían hechos para mirar a la cara de las personas», se nos dice en la intencionada descripción del narrador (págs. 140 y 145). <<
[45] En el capítulo VI, «dos jóvenes muy elegantes» esperan en el bar del pueblo a Alvarito, que protagonizará el último capítulo de la novela, y ante la tardanza de éste comentan: «Se habrá ido contra un árbol, habrá pillado alguna vieja o así…» (pág. 190). <<
[46] Antonio Vilanova (Destino, 1135, 9/V/1959), en una excelente reseña, había llamado la atención sobre cómo «la deliberada fragmentación de los relatos (…) quería poner de relieve la incomunicación de unas vidas que coexisten pero que no se comunican, que entran en contacto pero no se compenetran, que discurren paralelamente sin encontrarse nunca, que marchan juntas pero que están radicalmente separadas». <<
[47] En su origen, este capítulo llevaba el título de «El tractor». <<
[48] «Me preguntaron —se justifica ante Patrach, pág. 193— si vivía en esta casa (…) y como no sabía quienes eran, les dije que sí». <<
[49] La diferencia no sólo estriba en el aspecto físico (se les describe, respectivamente, en las págs. 124 y 188), sino también en la función que desempeñan en los capítulos. Pero por si hubiera alguna duda se nos dice que «en un rincón había un hombre gordo y oscuro que tocaba la guitarra muy bajito, para él solo, a la luz mortecina de una bombilla. Era cojo el guitarrista…» (pág. 192. Vid. también la pág. 193). <<
[50] Tema muy presente en la literatura de la época, que casi siempre aparece ligado a la filosofía existencialista. Sólo tenemos que recordar, por ejemplo, Escuadra hacia la muerte (1953) de Sastre o Pic-nic (1952-1961) de Arrabal. <<
[51] Este personaje aparece en los capítulos I, III y VII, siempre desempeñando el papel de dueño de un bar. Como vemos en este episodio (pág. 189), lo más significativo estriba en que las conversaciones del local pueden tratar del fútbol o de la guerra, dividiendo a los parroquianos en dos grupos, seguramente con edades, vivencias e intereses distintos. <<
[52] Vid. la reiteración del motivo en las págs. 186, 187 y 201-203. En el séptimo capítulo, don Víctor habla de su juventud, durante la segunda República, como de un tiempo en el que «ni se podía salir de casa llevando corbata», y le pondera a su hijo los tiempos actuales porque pueden «llevar corbata, estudiar…» (pág. 222). <<
[53] En El camino (1950), de Miguel Delibes, Daniel, el Mochuelo, recuerda un sermón de don José, el cura, en el que dicho que «cada cual tenía un camino marcado en la vida y que podía renegar de ese camino por ambición y sensualidad y m mendigo podía ser más rico que un millonario en su palacio, cargado de mármoles y criados». Poco después, la novela concluye con el protagonista, Daniel, a punto de abandonar el pueblo e invadido por «una sensación muy vívida y clara de que tomaba un camino distinto del que el Señor le había marcado» (Destino, Barcelona, 1980, págs. 219 y 221). A pesar de los argumentos que aduce Alfonso Rey, en su excelente La originalidad novelística de Delibes, Universidad de Santiago de Compostela, 1975, págs. 82-84, creemos que en el fondo de las emociones y los recuerdos finales del protagonista late la sensación de haber transgredido ese principio tan típico de la resignación cristiana, opuesta a la movilidad social, de clase, y en ese sentido las quejas de Nora, básicamente, nos parecen justas. <<
[54] Op. cit. pág. 407. En una entrevista con Federico Campbell (Infame turba, Lumen, Barcelona, 1971, pág. 207) nos habla de la «peculiar construcción» de la novela y del valor de los personajes: «El hecho de que con esa obra montada sobre un eje diacrónico y otro sincrónico, una realidad paradigmática y otra sintagmática, estaba haciendo estructuralismo avant la lettre. Los personajes, los hechos, las situaciones, etc., importan tanto por lo que son en cada relato, como por lo que son según el contexto de los restantes relatos que le preceden o siguen». <<
[55] Vid. Por ejemplo, Enrique Sordo, «Un premio bien concedido». Revista, 352, 1959, pág. 14. <<
[56] «La obra faraónica de Luis Goytisolo». Las armas abisinias. Ensayos sobre literatura y arte del s. XX. Anthropos, Barcelona, 1989, págs. 381-398. Vid. También las consideraciones de Juan Rodríguez «Compromiso social e innovación narrativa en Las afueras», Cuadernos interdisciplinares de estudios literarios, 4. 1. 1993, págs. 122-124, que suscribo. <<
[57] En una modélica reseña de Investigaciones y conjeturas de Claudio Mendoza, publicada en El Diario Montañés, de Santander, Jesús Lázaro apuntaba refiriéndose, en general, a la obra narrativa de Luis Goytisolo que «la desfiguración y modificación sustancial del personaje, sus cambios de nombre o desdoblamientos responden a la necesidad de resaltar lo que de turbio y fragmentario tiene cada uno de ellos, la volubilidad de la personalidad contemporánea, condicionada por la presión que sobre ella ejercen los demás (…) Estilísticamente resulta coherente con la confección novelística. Si ésta se compone de una serie de historias interrumpidas y repetidas, planteadas de forma simultánea y fragmentaria, que buscan crear un movimiento interno en la novela en un tiempo abreviado y condensado, es decir, una historia donde las digresiones y los puntos de vista del narrador resulten móviles y cambiantes, la consecuencia lógica es la imposibilidad de mantener el estereotipado personaje tradicional. Si todo en la novela gira, se modifica y se transmuta como en un proceso de alquimia, es natural que también el personaje sufra metamorfosis». Lo largo de la cita se excusa por su indudable interés. En el capítulo sexto de Estatua con palomas, op. cit. pág. 210, se nos dice que «los nombres de las personas eran intercambiables como lo eran sus actos. Lo verdaderamente interesante era la fuerza que había movido a un hombre que respondía a tal o cual nombre a realizar precisamente ese acto». Juan Goytisolo en su «Lectura familiar de Antagonía», op. cit. pág. 42, también ha llamado la atención sobre que las «realidades y nombres son intercambiables y el trujamán de Antagonía se complace perversamente en otorgar diversos patronímicos a un mismo personaje y un mismo patronímico a personajes diferentes». <<
[58] Eugenio G. de Nora, La novela española contemporánea (1939-1967), Gredos, Madrid, 1973, págs. 318 y 319, Y Santos Sanz Villanueva, Historia de la novela social española (1942-1975), Alhambra, Madrid, 1980, I, págs. 475 y 476. <<
[59] Vid. G. Sobejano, op. cit., pág. 355. En el libro de Eduardo Godoy Gallardo, La infancia en la narrativa española de posguerra, Playor, Madrid, 1979, se echa de menos un comentario sobre esta novela. <<
[60] Resulta sorprendente, ya llamó la atención sobre ello Sáez Villanueva, que no la trate Gil Casado en su La novela social española (1920-1971), Seix Barral, Barcelona, 1975 (1.ª ed. 1968), ni siquiera en la reimpresión «corregida y aumentada» que citamos. Juan Rodríguez, op. cit. págs. 117-131, que comenta lo dicho por la crítica al respecto, considera que «la intención de denuncia es (…) indiscutible», aunque «lo que le interesa denunciar a Goytisolo es no tanto la explotación de una clase social por otra, sino los efectos destructivos que esa explotación provoca sobre el individuo». <<
[61] Quiero agradecer a Luis Goytisolo su amabilidad al aclararnos diversos datos sobre la gestación de su libro; a Juan Carlos Rubio, que me llamó la atención sobre algunas peculiaridades lingüísticas de esta novela, y a Santos Sanz Villanueva, maestro en estos saberes y amigo, por sus siempre atinados comentarios, que he tenido muy en cuenta. <<