Loa Sacramental
Descubrió esta Loa en una Miscelánea de la Biblioteca Nacional, mi estimado amigo, el bibliógrafo catalán don Felipe Teixidor y conociendo mi entusiasmo por todo lo que se refiere a la ciudad de México, me comunicó generosamente su hallazgo. Por tratarse de un impreso desconocido, donde se habla de nuestras calles en 1635, me apresuré a copiarlo y, a mi vez, facilité mi copia a don Luis González Obregón, quien halló en la Loa bastante interés para publicarla, como apéndice, en el segundo tomo de su obra Las Calles de México. Corresponde, pues, a uno, el mérito del descubrimiento, y a otro, el de la publicidad; y si yo figuro en este sitio, débese a la amistad con que me honran ambos caballeros. Da noticia de este impreso el editor Palau en su útil Manual del Librero, por comunicación del señor Teixidor.
Fíngese en la Loa un recorrido que, comenzando en el pueblo de Santa Fe, sigue hasta el Santuario de los Remedios y luego el acueducto que llegaba hasta la Alameda, pasando por el Calvario; después habla de las calles que entonces formaban el lado norte de la ciudad: Donceles, El Águila, La Misericordia, la Calle del Tunal, llamada acaso así por ser tradición que allí existió el famoso nopal donde se posó el águila, los puentes del Clérigo y Amaya, Santo Domingo, la Inquisición; luego tuerce por la Calle del Reloj, da vuelta por la Moneda, sin entrar a la Plaza, llega a la de las Cruces, habla de Porta-Coeli, diciendo que le han dado entrada por la Calle Nueva, por haber abierto en esa época el Callejón de Tabaqueros, toca El Volador, pero se aleja hasta el Parque del Conde, recorre el lado sur de la ciudad, San Agustín, el Arco, Mesones, Portal de Tejada, hasta el Salto del Agua, y regresa por San Juan al centro, mencionando las calles de la Acequia, la Palma, San Francisco, Tacuba, el Empedradillo, El Portal Nuevo, La Alhóndiga, ya en la Plaza Mayor, y Catedral.
Esta Loa sirve, desde luego, para precisar la fecha en que algunas calles habían ya recibido determinadas designaciones, habla de una que no se conocía, la del Tunal, la de la Inquisición, que acaso es la que después se llamó Sepulcros de Santo Domingo, e indica la fecha en que se abrió el Callejón de Tabaqueros. El mismo González Obregón ha utilizado ya sus informes para rectificar algún dato acerca de la ciudad.
Por todos estos motivos, debemos felicitarnos del hallazgo de tan curioso papel y de tenerlo ya reimpreso para utilidad de los estudiosos.
Manuel Toussaint.
El Monarca esclarecido,
a cuyas gloriosas plantas,
se postran a su grandeca
las Angélicas esquadras.
El que otro tiempo temido,
fue tan recto en sus bengancas,
que se llamó entre los hombres
el gran Dios de las Batallas.
El que omnipotente dixo,
que el que atrevido llegara
a ber su rostro, seria
triunfo de la muerte amarga.
Oy tan distincto de aquel
que enojado blasonara,
desciende el que asiste en ella
de su omnipotencia sacra.
Tan rendido por amores,
que a no ser quien es, dudara
el entendimiento, si era
quien dio tantas amenacas.
De una graciosa morena
prendado y captivo baja,
para celebrar las bodas
en su Yglesia sacrosanta.
No baja ostentando luces
sobre seraficas alas
en cuyas vistosas plumas
trono le ofrecen de nacar.
Sino encubierto aunque hermoso
tan en otro se disfraca
que solo a la Fé reserba
del secreto la substancia.
De nuestro tosco sayal,
corta sus humildes galas,
aunque del oro que encubren
a mayor luz se dilatan.
Pero aunque mas solicite
encubrirse de quien ama
es fuerza que se conosca
por los efectos la causa.
Pues en dulcisonas voces,
la música la que canta,
nos publica su venida
con gloriosas alabancas,
Y el Mexicano bullicio,
birtiendo gozos del alma,
sale en su busca animoso
por las calles y las placas.
Biendo que su inmenso amor,
después de desdichas tantas,
obligado de sí mismo,
bolvió a su prisión las aguas.
Porque an dicho en Santa Fé
Prophetas y Patriarchas,
cuya verdad testifican
sus legítimas probancas,
Que pretende en los Remedios
con mano pródiga y franca,
reducir a imperios ricos
tantos siglos de esperancas.
Pero ya se acerca el Rey,
y si qual pluvia le aguardan,
será lícito que esté
junto a los caños del agua.
Aunque si tan cerca asisten
del Calbario, cosa es clara,
que esten desde su passion
hechos de su sangre santa.
Que tan amante conquista
la prenda a su amor ingrata
que sus tormentos le sirven
de Alameda regalada.
Mas si acaso pretendeis
bello en su inefable gracia
por la calle los Donceles
lo hallareis con más ventajas.
Que el que aqui lo busca firme
sera en la calle del Aguila
quien penetrando su sol
lo ha de gozar cara a cara.
No en la calle del Tunal
os quedeis en su desgracia
si de arraigaros en culpas
eterna muerte se saca.
Si por la Misericordia
hallareis en su amor tanta,
que por la puente del Clérigo
faciliteis la jornada,
No cuidadoso os detenga
el ber la puente de Amaya
si veis que acciones del mundo,
mientras mas se ven, mas dañan.
Si queres bello, en la calle
de Santo Domingo, os llama
el que Evangelico triunfa
de infames Heresiarcas.
Para poneros con Dios,
y para el que del se aparta,
la Calle del Santo Oficio,
buelve la Oliva en Espada.
Bed la calle del Relox
que alli lo hallareis sin falta
si a las horas de la muerte
los pensamientos se igualan.
La Casa de la moneda
ya no es con Dios de importancia
porque la mayor riqueza
la ha reducido a una blanca.
Pero ya mas cerca llega,
haciendo con tiernas ansias
en la Calle de las Cruces
mercedes, a quien le agravia.
Y pueden tanto con Dios
sus amorosas palabras
que le an dado a Portacoeli
por la calle nueva entrada.
Porque el hombre alcance a Dios,
pues sabe que tiene franca
la placa del Bolador
por sus locas arrogancias.
En la placuela del Conde
lo hallareis, que es justa causa
que alli este, si en pan y vino
se esconde y se transustancia.
Salid todos en su busca,
que contra enemigas armas,
os está llamando a vozes
la Calle de la Zelada.
Yd por la auchurosa Calle
de San Agustín, que el basta
a enseñar con su doctrina
al que es causa de las causas.
No os acobarde el temor,
que en la tempestad pasada
la Calle del Arco muestra
bonansibles las borrascas.
No entre deleites del mundo
os haga aparente salva
la Calle de los Mesones
si momentaneos se pasan.
Si quereis gozar su amor,
por el Portal de Tejada
lo hallareis, si en buestros ojos
el Salto del Agua os halla.
Si de las culpas que os siguen
el temor os acobarda,
en la calle de San Juan
bereis que el mismo os señala.
Con la verdad de su dedo
el Bellocino sin mancha,
que vino al mundo a quitar
de errores, de culpas tantas.
No en la Calle de la Azequia
hagais difícil la entrada
si ha de nacer del peligro,
berse en la Calle la Palma.
Corred beloces y humildes
no por la tela; que os matan
lisonjeras banaglorias
quando pensais que os regalan.
Que más presto llegareis,
si llevais con bigilancia
la Calle de San Francisco y
en vuestra defensa y guarda
Porque en la Calle Tacuba
todos los que en Dios se abracan
an de ser iunques al golpe
de persecusiones varias.
Huid del Empedradillo
que si en riquezas humanas
se divierte el pensamiento
loco en su busca se cansa.
Mas ya llega al Portal Nuebo
el Soberano Monarcha,
que no es la primera vez
que en portal duerme y descansa.
Y sobre el juro de Dios
en el Alhóndiga manda
dar harina para el pan
que en sus bodas se reparta.
Y que en la placa se venda
un Pan como rosas blancas
porque el de San Salvador
al de Atrisco se aventaja.
Mas ya publicando glorias,
llega a su Divino Alcacar
donde atomo de su Sol
cielos de su luz abarca.
Y aunque mas quiso encubrirse
fue la fama tan bisarra,
que aviso para sus bodas
las dignidades mas altas.
Donde el invicto Marques
de Zerralbo, cuya fama
publica al mundo sus hechos
sobre las minas de plata.
Asiste humilde a las bodas,
cuya devoción es tanta,
que en el plato de su amor
victima a Dios se consagra.
Una Audiencia generosa,
cuya Religión Christiana
para el premio y el castigo
se pone en igual balanca.
Un Cabildo de la Yglesia,
sobre cuyos hombros carga
de su cielo christalino,
las Espheras soberanas.
Un cabildo y Regimiento,
que pelicano se razga,
en ostentativas pompas
las amorosas entrañas
Publicando generoso,
en las grandecas que alcanca,
quanto su amor se acredita,
quanto su afición esmalta.
Esta ciudad populosa,
que oy aguarda el Rey que os salva,
en su custodia divina,
para suplir nuestras faltas.
En cuerpo os aguarda a todos
que de tan galan se paga,
que por lo bicarro obliga
a quien huye de su casa.
Llegue el alma a quien espera
para las bodas que trata,
quedara reynando en Dios,
la que antes fue humilde esclava.
FIN