CAPÍTULO 9
Cuando el tóxico es narcisista
En la mayoría de los libros o webs americanas sobre abuso emocional se identifica al abusador emocional con un narcisista, y se confunden los términos. Yo, de forma consciente, he evitado hasta esta parte del libro, hacerlo así. No he querido entrar en disquisiciones sobre si tu pareja tóxica padecía o no padecía un trastorno narcisista de personalidad. No venía al caso. Lo importante era dejar claro que esa pareja era tóxica para ti, y punto. Y que debías marcharte.
La psicología y la psiquiatría son ciencias especulativas, y por lo tanto sus etiquetas a veces son difusas. El problema que yo encontré cuando empecé a leer la miríada de libros, artículos y testimonios en blogs que hablaban sobre el tema es que el mismo tipo de personalidad se denomina, según quien la describa, «perverso relacional», «abusador emocional», «narcisista», «perverso narcisista», «dependiente dominante» (y su complementaria sería la «dependiente sumisa» o el «dependiente sumiso»), «misógino» (cuando es un hombre que abusa emocionalmente de mujeres). Lo cierto, repito, es que el término más usado es «narcisista».
Y entonces me encontré otro problema. Si piensas en «narcisista», rápidamente piensas en el trastorno narcisista de personalidad que el DMS IV describe así:
Diagnóstico según DSM IV[23]
Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
- Tiene un grandioso sentido de autoimportancia (por ejemplo, exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados).
- Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
- Cree que es «especial» y único y que sólo puede ser comprendido por o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus.
- Exige una admiración excesiva.
- Es muy pretencioso, por ejemplo, alberga expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas.
- Es interpersonalmente explotador por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
- Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
- Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él.
- Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.
Y lo cierto es que no todos los dependientes dominantes (que es el término que a mí más me gusta) cumplen todos los requisitos. El DMS IV está pasado de moda y el término se ha ampliado mucho, sobre todo después de la publicación del libro de Marie-France Hirigoyen, El acoso moral.
Por otra parte, el problema de utilizar la etiqueta «narcisista» al referirse al tóxico es que se le patologiza. Es muy fácil entonces pensar: «Bueno, él/ella tenía un trastorno mental, y ése era el problema». Quizá no tenía un trastorno mental, quizá simplemente tenía una estructura de personalidad complicada. Y por otra parte, patologizarle a él significa centrar el problema en él en lugar de centrar el problema en ti: eres tú quien debe salir adelante, él o ella debe quedar en segundo plano, todas tus fuerzas, tus energías, tu tiempo y tu pensamiento deben ahora concentrarse en ti y en tu recuperación.
Además, si patologizamos a la expareja adjudicándole un trastorno narcisista de personalidad, deberíamos patologizarnos a nosotros/as adjudicándonos un trastorno de personalidad por dependencia. Y la verdad, yo creo que es mejor pensar, simplemente, que puedes aprender de la experiencia y mejorar tus patrones en futuras relaciones, que plantarte en la nariz la etiqueta de «trastornada» o «trastornado» que es terriblemente limitante y que te inmovilizará.
ALFRED MARTÍNEZ. Estoy de acuerdo en que es más importante centrarse en uno mismo para resolver el problema y que de nada sirve poner etiquetas que «patologizan». Muchas personas estarían horas en terapia hablando de qué les pasa a sus parejas por sus deseos de ayudar a cambiarlos. De todas maneras, te dejo un texto que escribí sobre los narcisistas que creo que encaja con la visión que tú planteas:
Cuando no consiguen una respuesta social para cubrir sus necesidades, culpan a los demás de no quererlos y cuidarlos como deberían, incluso se victimizan («Con lo mucho que hago por ellos»; «Yo siempre estoy cuando me necesitan»). Acumulan rencor y rabia hacia esas personas. A veces se expresan a base de reproches —sobre todo en público— que intentan avergonzar al otro y generar sentimiento de culpa, pero otras veces se reprimen por miedo al rechazo y a la pérdida. En ocasiones, cuando explican la situación a terceros, además de descontextualizar lo ocurrido para hacer de los otros los malos de la película suelen decir que no se quejan porque son muy buenas personas y no lo tienen en cuenta, cuando no es lo que acaba pasando en realidad. En algún momento, lo más probable es que lo ocurrido sea algo que utilicen para justificar su propio egoísmo perverso y narcisista.
Además, en muchos casos hay hijos de por medio o, por la razón que sea, es imposible cortar todo contacto (trabajáis en el mismo sector, vuestras familias se conocían antes de iniciar la relación, tenéis una red de amigos en común), y no quieres, y tampoco conviene, patologizar nada.
En cualquiera de los casos, no tiene sentido decir: «Me fui porque él/ella era narcisista».
Tiene mucho más sentido decir:
«Me fui porque esa relación era tóxica para mí».
Reitero el «para mí».
Muchos autores opinan que la persona tóxica siempre será tóxica con sus parejas. Lillian Glass, al contrario, cree que el hombre que puede ser tóxico para una mujer, puede no serlo para otra. Siempre según la doctora Glass, hay combinaciones de personalidades que armonizan y otras que no. Autores como Lundy Bancroft, sin embargo, opinan que el hombre tóxico lo es para todas las mujeres, sólo que algunas mujeres le abandonan y otras son capaces de aguantarle toda su vida. Esto no quiere decir que no sea tóxico para las segundas, sino que ellas no son capaces de salir de la trampa. No soy yo quién para decirte cuál de las dos posturas está equivocada, pero sí que creo que es mejor pensar: «Esta persona no era la adecuada para mí, y voy a estar mejor sin esta persona». Mejor que empezar a pensar: «Esta persona es tóxica y venenosa y peligrosa, y así será siempre con todo el mundo».
A partir de este momento voy a explicar qué significa el término narcisista según los psicólogos norteamericanos especializados en abuso emocional, y cómo existe una epidemia de narcisismo que está afectando tanto a la concepción moderna de la pareja como a la economía mundial. Sí, has leído bien: a la economía mundial.
Marie-France Hirigoyen lo explica así:
En nuestra sociedad narcisista ya no hay límites a los deseos y por lo tanto no hay nada que desear. Todo parece posible y da la impresión de que todo nos es debido. Hemos perdido el sentido de lo prohibido y de la renuncia. Ese importante cambio ha afectado a la psicopatología de los individuos, que jamás se han sentido tan decepcionados y desencantados y que buscan desesperadamente la forma de recuperar la autoestima[24].
En El abuso de debilidad, Marie-France Hirigoyen hace un muy interesante análisis de cómo una sociedad en la que predomina el narcisismo, y en la que el narcisismo se alienta y se recompensa, es una sociedad que se hunde. Estamos hartos de leer en los medios de comunicación historias de corrupción, fraude, estafas y mentiras a gran escala. No sólo los tóxicos prosperan socialmente, sino que ni siquiera necesitan disimular sus fechorías. No van a la cárcel porque ya se han encargado de sobornar a jueces y magistrados. Los aspectos que caracterizan a los tóxicos (encanto, mentiras, seducción, ausencia de escrúpulos, incapacidad de aceptar la culpa, habilidad para proyectarla en otros) se han convertido en las cualidades que se requieren para trepar en una empresa y/o en la política. Lo único que importa es que no te pillen. La manipulación se ha profesionalizado, ya hay agencias y coaches que entrenan a los políticos para seducir y mentir a gran escala. Saben pulir a su cliente para hacerle seductor, torcer los hechos para presentarlos de una manera favorable, manipular noticias para culpar a otros, practicar la desinformación, desacreditar a los rivales, amañar una red de mentiras para hundir a un adversario. La frontera entre mentira y realidad se ha difuminado. La corrupción y la estafa han dejado de ser la excepción para pasar a ser la norma. Es el reinado de los narcisistas.
Cuando Cristina Kirchner, presidenta de Argentina, anunció que iba a nacionalizar Repsol YPF yo dije en una tertulia que, en principio, no me fiaba de una presidenta cuya cirugía estética era tan evidente. No me llamen machista: dije exactamente lo mismo de Berlusconi y Sarkozy, ambos operados aunque en el caso de Sarkozy no se note tanto (aún).
Puedo entender que actores, actrices y modelos se operen, dado que su cuerpo es su herramienta de trabajo. Pero de un político espero que me seduzca con sus ideas y su cabeza, y si detecto en él un intento exagerado por parecer más joven, le supongo un narcisista.
Creo que todos los lectores conocen la historia de Dorian Gray escrita por Oscar Wilde. Dorian vende su alma al diablo a cambio de no envejecer. Su retrato lo hará por él. El retrato se va convirtiendo en un monstruo que exhibe los estragos de la bebida, las drogas y que adquiere una mueca aterradora: la perversa sonrisa del cruel. La metáfora del retrato nos explica claramente cómo es la personalidad narcisista: gente externamente muy bella, pero en realidad tan fea en su interior como la imagen del retrato escondido en el desván.
El narcisista es alguien obsesionado consigo mismo, con sueños de grandiosidad y liderazgo, y presta muy poca atención a los otros. Él o ella debe ser admirado, reverenciado, bien visible. Por eso tantos narcisistas se sienten atraídos por la política. Por otra parte, no todos aquellos que se hacen una operación de estética son narcisistas, pero casi todos los narcisistas se operan. Como comprenderán, si yo veo a un político operado y cuyos discursos me suenan exageradamente irreales, sospecho. Si ya, como la señora Kirchner, hablan de sí mismos en tercera persona («Está presidenta no escuchará…») me aterro. Porque el referirse a uno mismo como otro más grande es una característica típica del narcisista. Por cierto, Julio César también lo hacía (en La guerra de las Galias), lo que demuestra que los políticos narcisistas no son una especie moderna.
Reflexionemos. El narcisista exagera sus logros y sus capacidades, se obsesiona con el poder, se siente agredido si no le admiran, sobrerreacciona si le critican, es arrogante y soberbio… Vamos, estoy describiendo a la mitad de los presidentes de las comunidades autónomas españolas y a todos esos políticos corruptos que nos indignan.
Desgraciadamente, la propia sociedad en la que vivimos es narcisista, está obsesionada con los méritos externos, con el poder, con la belleza, con el éxito entendido como la acumulación de bienes materiales, y mientras admiremos a los narcisistas y les recompensemos con nuestros votos, o mientras sigamos juzgando a presidentas y mujeres políticas por su aspecto (que si María Teresa se ha operado, que si Soraya ha engordado, que si a Dolores le sienta mal la coleta) favoreceremos que —como sucede hoy— la política no sea «el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible» (la frase es de Cánovas) sino un mero medio para conseguir fines particulares mediante el robo y el expolio generales.
Y es que, como bien dijo T. S. Elliot, «la mayor parte de los problemas del mundo se deben a gente que quiere ser importante». A narcisistas.
EL SÍNDROME DE LA CANTANTE Y SU MÁNAGER
La Cantante y su Mánager son los protagonistas de un reality show televisivo que se proyectó en España en el que presumiblemente, narraban su día a día.
El espacio seguía todos los aspectos de la vida de la pareja, marido y mujer, cantante y mánager, de forma similar a otros programas de MTV como The Osbournes. El tono del programa era desenfadado y kitsch, y muestra con presunta naturalidad la forma de vida de la pareja. Digo «presunta» naturalidad porque los que hemos trabajado en televisión sabemos que en televisión no hay nada natural, y todo está medido al milímetro. Aunque la Cantante ya era conocida para el gran público, la figura de su marido se popularizó gracias a su comportamiento extravagante y espontáneo y finalmente él se hizo más famoso que ella.
Pero en realidad, un reality no cuenta la verdad. La imagen que uno ve en pantalla puede no parecerse en nada a la verdadera historia de una pareja, dado que en cada capítulo semanal nos enseñan sesenta minutos de la vida de la pareja, o sea, que faltan nada menos que los diez mil veinte minutos restantes que se han omitido, y quizá si lo viéramos todo, nuestra percepción sobre la pareja cambiaría. La vida privada de esta pareja en el fondo no la conocemos. Lo que vemos en un reality es una selección de imágenes, no de la realidad. Pero el personaje que interpreta el Mánager en el reality me venía al pelo para ilustrar lo que quiero contar.
Por lo tanto a partir de ahora…
Donde digo «la Cantante» debéis leer «el personaje interpretado por ella».
Y
Donde digo «su Mánager» debéis leer «el personaje interpretado por él».
Porque nosotros no sabemos en realidad si los personajes interpretados por la Cantante y su Mánager en el reality se parecen a los de las personas de carne y hueso que los interpretan.
Alguien muy cercano a mí estaba haciendo un estudio sobre Product Placement. Y por eso tuvo que visionar todos los capítulos de un reality show sobre la Cantante y su Mánager, porque todo el reality es PP (Product Placement). El reality es un gran contenedor de publicidad: Cerveza Mahou, el Corte Inglés, Exception, Enrique Monereo, nutricionistas, foniatras, compañías aéreas… las marcas y los nombres aparecen prácticamente en cada fotograma. Pero el espectador normalmente no es consciente.
En tiempos como éstos, en los que la publicidad no puede ir separada en un bloque ajeno al producto (porque si no el espectador hace zapping y cambia de programa), el reality es un ejemplo clarísimo de hacia dónde va a ir la tele en adelante. Por ejemplo, ya hay series de televisión que, sabiendo que van a ser descargadas por Internet, colocan Product Placement sobre capítulos que ya se emitieron. Es decir, coges una antigua temporada de Mujeres desesperadas y con efecto digital haces que la botella de la que bebe Eva Longoria tenga la marca Evian bien visible.
Pero no es de Product Placement de lo que voy a hablar. Aunque lo cierto es que si no fuera por la historia del PP yo nunca habría visto la escena que voy a describir a continuación, porque no hubiera estado al lado de aquel hombre mientras visionaba el capítulo tomando notas furiosamente de cada marca que salía.
Voy a hablar de una escena que me impresionó mucho del reality.
El Mánager se va a pinchar a… Ibiza, creo. A la mañana siguiente, su señora le llama al móvil. Él no lo coge. Le llama a la habitación del hotel. Él no responde. Ella llama, llama, llama… y él sigue sin responder. Entonces ella le pide a la recepcionista que por favor entre en la habitación y compruebe si su marido está allí. La recepcionista le dice que no puede hacer tal cosa.
¿Por qué me impresionó? Porque yo misma protagonicé esa escena hace años. Idéntica. Salvo el detalle de que no le pedí a la recepcionista que entrara en la habitación. Conocía de antemano la lógica respuesta. Entonces yo era la novia oficial de un famoso músico de rock. Digo «oficial» porque presumo que habría otras amantes no tan oficiales. Y que una de ellas era la razón por la cual mi entonces novio no me daba señales de vida.
Bueno, me diréis algunos. Es lo normal… La Cantante quería saber si su marido estaba vivo.
Y tú querías saber lo mismo de tu novio.
No. No es así. Yo estaba aterrada pensando: «Este tío se ha vuelto a ir de marcha, seguro que está ciego hasta las cejas, a saber cómo va a acabar». Patético. Me había embarcado en la inútil redención del irremisible, de un señor que iba a seguir bebiendo toda la vida (como el tiempo se ha encargado de confirmar). Estaba intentando alterar lo inalterable, dedicando un exceso de energía a controlar la conducta o los sentimientos de la otra persona, decidida a cambiar las cosas mediante el poder de mi amor, frustrada y ansiosa porque no lo conseguía. Tan desesperada como se notaba a la Cantante, que se contenía bastante, supongo, porque había cámaras delante. (Todo rimas internas, parece una canción de la Cantante).
Yo estaba convencida de que mi relación merecía la pena, pese a todo, y de que la fuerza de mi amor podía mover montañas. Enganchada al desafío de intentar cambiar a alguien, emborrachada de confianza en mi voluntad, creyéndome poco menos que omnipotente. Armada de esa impertérrita creencia me veía constantemente en situaciones parecidas, complicadas, emocionalmente muy intensas, marcadas por el desconcierto y la ansiedad. Mi propia ansiedad, quiero decir, que crecía exponencialmente. Porque a la primera llamada no respondida, podría haberme limitado a decirme «bueno, ya llamará y a otra cosa mariposa» en lugar de empeñarme en seguir llamando.
En nuestra forma diaria de hablar y de actuar se ve reflejada la tácita suposición cultural de que podemos cambiar a alguien, para mejor, mediante la fuerza de nuestro amor. Jua. Esta creencia es tan poderosa y está tan generalizada que muchas la llevamos grabada a hierro en el inconsciente. Cuando alguien a quien queremos no actúa ni siente como nosotras desearíamos, buscamos maneras de intentar cambiar la realidad. Y en la cruda realidad las recepcionistas de hotel no entran en las habitaciones si hay un cartel de «no molestar» en la puerta. Lo peor es que por lo general nos embarcamos en esta misión imposible con la bendición de otros que nos animan en nuestros esfuerzos.
Me impresionó también que, en el reality, cuando el Mánager regresó a Madrid no se deshiciera en explicaciones de dónde estaba ni por qué no cogía el teléfono. Después de haber hecho tantas llamadas, después de esa conversación con la recepcionista, ahora ¿ni siquiera sientes la mínima curiosidad por lo que ha pasado, Cantante? Puede que ella se las pidiera en privado, sin cámaras delante. Puede que, como yo misma hace tantos años, ya ni las pidiera, porque sabía que no las iba a recibir.
El reality me hizo pensar mucho, porque lo que se presentaba era un ejemplo clásico de pareja narcisista/dependiente emocional. O, en otros términos, dependiente dominante/dependiente sumisa.
Este tipo de pareja la he protagonizado yo ya tres veces, siempre en el rol de la dependiente emocional.
LA PERSONALIDAD NARCISISTA
Atención: antes de empezar debo dejar claro que hay una gran diferencia entre un individuo con «rasgos de personalidad narcisista» y otro con «trastorno de personalidad narcisista». El primero puede ser bastante insoportable, pero llevable. El segundo puede ser verdaderamente peligroso.
Por otra parte, no todos los hombres tóxicos cumplen al cien por cien todas las características que voy a reseñar aquí. El narcisista es un subtipo del hombre tóxico. Todo narcisista es tóxico. No todo hombre tóxico es narcisista.
Dicho lo cual, a partir de lo que enseña en su reality, el Mánager es un narcisista de los de libro. Pero me servirían también como ejemplo Sarkozy, Lady Gaga, Berlusconi, Belén Esteban y muchísimos actores y políticos. Como no conozco a los individuos que he citado, todo lo que puedo decir es que en sus apariciones públicas se comportan como narcisistas. No los conozco en privado, así que no puedo decir si padecen un trastorno, aunque en el caso de Berlusconi lo doy casi por seguro, dada su evidente megalomanía y su desprecio por las más elementales normas de ética y empatía.
Hoy día, la sociedad apoya el ascenso de los narcisistas excesivos, recompensándolos en general con un éxito económico extraordinario, un estatus social elevado y la adulación pública y privada. Los narcisistas dominan, en la actualidad, casi todos los ámbitos de la esfera pública. Son nuestros presidentes, políticos, actores admirados, iconos televisivos, cantantes y, en muchos casos, escritores.
¿QUÉ ES UN NARCISISTA?
A) El narcisista es alguien que se construye un personaje y que vive de acuerdo con él
El narcisista es una persona que se crea un personaje y que actúa siguiendo el guión de lo que debería hacer ese personaje que se ha creado. Así perpetúa una ilusión de perfección y poder. El narcisista se vuelve constantemente hacia las recompensas del mundo exterior (elogios, adulación, posesiones materiales) para llenar un doloroso vacío interior.
El Mánager, por ejemplo, cuenta de sí mismo que era un chico gordito. Y que de mayor decidió ser un chico delgado. No sólo se ha matado a dietas para conseguirlo, sino que también ha tirado de cirugía estética (al igual que Berlusconi o Sarkozy). Quede claro que en el caso del Mánager él no recurre a la cirugía para adecuarse a un canon estético imperante (está demasiado delgado, en realidad, para conseguirlo), sino para adecuarse al personaje que ha creado. Sarkozy, por poner otro ejemplo, se pone alzas en los zapatos para parecer más alto. Berlusconi se ha reconstruido de arriba abajo. En los tres casos, para parecerse a la imagen ideal que tienen de sí mismos. De hecho, se habla de «síndrome Sarkozy» para referirse a la obsesión del hombre maduro por someterse a tratamientos estéticos.
B) El narcisista suele vestir de una forma muy particular y diferenciada, tal y como se espera que vista su personaje
El Mánager lleva un «uniforme» muy propio, inspirado en el look Ramones; Lady Gaga, vestidos cuanto más extravagantes mejor; Sarkozy y Berlusconi tenían que ir vestidos lo más formales posibles debido a su puesto, pero siempre iban muy coquetos, con trajes de excelente corte y corbatas llamativas. Si recuerdo a mis tres parejas narcisistas, el primero iba vestido siempre con su uniforme oficial de roquero (muy parecido al del Mánager, por cierto), el Chulazo iba hecho un brazo de mar (era de esos hombres cuya entrada en un local suponía una caída de bragas generalizadas) y el Intelectual siempre iba ataviado según los preceptos clásicos del modernismo «gafapasta»: Custo, Desigual, Converse, etc. Los tres daban muchísima importancia a su atuendo.
C) El narcisista suele tener un padre sobreexigente y rígido, y una madre muy entregada
Ése es el caso de Sarkozy o Berlusconi si leéis sus biografías. También, según se ve en el reality, es el caso del Mánager.
El narcisista ha sufrido en su infancia lo que se da en llamar una «fractura narcisista». Sufre un golpe tremendo en la autoestima cuando se da cuenta de que, haga lo que haga, diga lo que diga, su padre no le va a aceptar nunca tal y como es, porque su padre es una persona de ideas muy rígidas que quiere que las cosas se adapten a su visión del mundo y no a ninguna otra. Este progenitor bloquea el derecho de su hijo a convertirse en un individuo íntegro y distinto a él. Para curarse de esa herida, el narcisista desarrolla una dependencia de su madre, que es la que parece aceptarle y amarle de forma incondicional. Pero no tan incondicional: la madre, en realidad, vive a través de su hijo, y es exageradamente intrusiva. Su amor espera la retribución de acercarse a la vida a través de la de su hijo o hija.
Así que el narcisista de mayor quiere obtener éxito social, ser visible y amado, y por eso se construye un personaje de persona de gran éxito y muy visible: para compensar la enorme inseguridad que su padre le hizo sentir, y la poca atención real y respetuosa que de su madre recibió. Si de paso encuentra a una mujer que se convierta en su madre, miel sobre hojuelas. (La narcisista tiene esto más complicado, claro. No le va a resultar tan fácil encontrar a un hombre que cumpla el rol de una madre, aunque siempre puede buscar a una mujer).
D) El narcisista busca a una pareja que tenga algo que la haga muy visible de cara a la galería, que la convierta en socialmente valiosa
Berlusconi se casó con una mujer bellísima, Verónica. Sarkozy se casó primero con la hija de una de las mejores familias de Francia, Cecilia, a la que sustituyó por una supermodelo de no menos buenísima familia, Carla Bruni. La lista de novios de una mujer narcisista tiene en común su atractivo inapelable y el hecho de que la mayoría eran personas muy exitosas. Un príncipe, un futbolista millonario, un jugador de baloncesto de élite.
El Mánager se fijó en la Cantante, una mujer que lleva siendo famosa desde los doce años.
En el caso de mis tres parejas narcisistas, se fijaron en mí, que evidentemente, soy muy visible. Pero sus parejas anteriores también lo eran. El Chulazo había estado saliendo con la hija de una de las mayores fortunas de España; el Roquero, con una jaca de bandera de metro setenta y con el 90-60-90 de rigor; el Intelectual, con una chica muy mona que era la hija de una de las familias más respetadas del pequeño pueblo donde había crecido.
E) El narcisista habla con un tono de voz mucho más alto de lo normal, especialmente en público
Uno de los momentos que más me llamó la atención del reality fue cuando el Mánager viaja en AVE con sus amigos y va charlando a grito pelado. Desgraciadamente, viajo en AVE cada semana, y sé lo que se siente cuando en el vagón te cae alguien así. Compadezco sinceramente a quienes viajaran ese día en el vagón. Ahora comparad los tonos de voz de cualquier narcisista y el Mánager y os daréis cuenta de que se parecen mucho: hablan algunos agudos por encima de lo normal. Es un rasgo muy común entre los narcisistas. En otros casos el narcisista habla exageradamente despacio, para obligarte a que le prestes atención. Si me acuerdo de mis parejas… Sí, es cierto. Los tres tenían un tono de voz más alto de lo común.
F) El narcisista es celoso
La persona narcisista necesita «poseer» a su pareja para sentirse adorada, fuerte, superior. Sus celos expresan un miedo a perder el poder, a ser herida en el propio orgullo, a ser humillada. Y, por lo mismo, también indican su envidia ante el posible rival, al que sentiría vencedor y más poderoso. El Mánager por ejemplo, no parece celoso, pero tampoco parece que la Cantante le haga caso a nadie más. En cualquier caso, los narcisistas son muy celosos: lo sé por experiencia.
G) El narcisista está siempre rodeado de gente, cuanta más mejor
Esto realmente llama la atención en el caso del Mánager, que casi nunca está a solas con su mujer y que incluso se lleva a sus amigos… a la luna de miel. Normalmente a los narcisistas les gusta ser el centro de un grupo. En los casos de mis parejas narcisistas uno era cantante de rock, con lo cual su trabajo consistía precisamente en ser el centro de un grupo, el otro tenía un grupo de amigos en plan pandilla adolescente a los que veía con una asiduidad un poco exagerada teniendo en cuenta su edad, y el tercero tenía una especie de «familia sustituta» que me recordaba la corte de amigos del Mánager, de la que dependía exageradamente.
Evidentemente, todos tenemos un grupo de amigos y eso no nos convierte en narcisistas. Los narcisistas tienen, más bien, una corte. Cegados por su fino encanto y su dinamismo contagioso, esa corte, ese círculo dorado de seguidores y aduladores le aplaude y complace su más mínimo deseo y capricho. El narcisista se siente expansivo y activado cuando está rodeado de su grupo de fieles devotos. Siempre hay un grupo central que rodea al narcisista excesivo y que nunca le abandonará.
ALFRED MARTÍNEZ. Ciertamente, el narcisista hace lo posible por estar siempre rodeado de gente. No siempre lo puede conseguir, pero la soledad es algo que evita siempre que sea posible. Tiene sentido. Un personaje necesita de su público. Sin público, su personaje no se sostiene y el narcisista conecta con su vacío interior, algo que evita a toda costa. Por ello, es habitual que el narcisista se rodee de otras personas dependientes (que no necesariamente son narcisistas). Así se asegura tener público disponible. En este sentido, las redes sociales y la tecnología están facilitando tener a disposición un gran escenario, un gran escaparate y una conexión social de veinticuatro horas al día.
Cuando no consiguen una respuesta social para cubrir sus necesidades, culpan a los demás de no quererlos y cuidarlos como deberían, incluso se victimizan: «Con lo mucho que hago por ellos», «Yo siempre estoy cuando me necesitan». Acumulan rencor y rabia hacia esas personas. A veces se expresan a base de reproches —sobre todo en público— que intentan avergonzar y generar sentimiento de culpa, pero otras veces se reprimen por miedo al rechazo y a la pérdida. En ocasiones, cuando explican la situación a terceros, además de descontextualizar lo ocurrido para hacer de los otros los malos de la película, suelen decir que no se quejan porque son muy buenas personas y no lo tienen en cuenta cuando no es lo que acaba pasando en realidad. En un momento u otro, lo más probable es que lo ocurrido sea algo que utilicen para justificar su propio egoísmo perverso y narcisista.
EVA CORNUDELLA. No sé cuántas veces he repetido a lo largo de estas notas que no soy psicóloga, pero, evidentemente, para formarnos como mediadores tenemos que aprender muchos fundamentos de psicología y, además, de verdad creo que la experiencia profesional como abogada y mediadora te hace aprender mucho del género humano.
He conocido mucho maltratador muy poco encantador y que caía fatal. Ya dices que no todo tóxico tiene el mismo perfil, pero insistes mucho en que es sociable y encantador. Te sugiero, que aunque no dejes ese hilo, abras un poco el abanico a fin de que más gente pueda verse reflejada. Yo creo que en mediación y en divorcios los profesionales nos encontramos a menudo con un perfil de tóxicos perfeccionistas y extremadamente narcisistas que no son nada simpáticos ni sociables, más bien al contrario. No tienen esa corte de la que hablas.
Este tipo de hombres disfrazan la inseguridad de agresividad. Se muestran poco espontáneos y poco sociables. Suelen ser intelectualmente inteligentes. Pueden alardear de expedientes académicos más que brillantes y de puestos de responsabilidad. Estas personas se unen a mujeres extrovertidas, cariñosas, sociables y las van anulando y apartando de su círculo. Son personas que aíslan a su pareja hasta que consiguen crear una familia aislada y cerrada como la que ellos tuvieron. Ésa es la familia que tuvieron, con una madre tradicional dedicada en exclusiva a su marido y a sus hijos; y ése es el ideal de perfección que ansían repetir. He escuchado en mediación más de una vez que este hombre le dice a ella: «Yo no soy como esos chuloplayas que esquían, que salen con amigos por la noche, que no se dedican a su familia, yo estoy en casa tooooodo el día, yo estoy siempre a tu lado». Y esta pobre mujer se siente muy culpable porque ella quiere salir de cuando en cuando, tener amigas, vivir en definitiva. Y él sí, está todo el día con ella, pero criticándola y anulándola.
Yo creo que hay un tóxico que se reafirma por la vía de la apariencia social, pero no precisamente a través de una corte de amigos y admiradoras. Este tipo de tóxico narcisista, muy brillante y muy inteligente, destaca profesionalmente. He visto a muchos políticos, directores financieros, catedráticos, grandes empresarios, que me decían lo mismo: «Si yo sólo vivo para ella, si voy del trabajo a casa y de casa al trabajo». Y no entendían por qué su mujer se quería divorciar. Es un tipo de hombre que cree que él es perfecto, y no entiende que su mujer no le vea así. En algún caso vino acompañado de su madre, te lo juro.
Creo que estos hombres cambian las relaciones sociales por el entorno profesional. No les importa la gente, les importa ser reconocidos. Aquí señalas a un roquero, pero los abogados, especialmente los de bufetes de prestigio, están más acostumbrados a ver a narcisistas que son, como he dicho, políticos, empresarios, catedráticos. Gente que siente, cuando llega a una reunión de trabajo, una cena de negocios, un susurro que les precede: «Oh, es él, ha llegado». Y eso se lo hacen notar mucho a quien los tiene que representar, lo importantes que son, el poco tiempo del que disponen. Su corte, su séquito, no es, como el caso que describes, el de unos amigos que le siguen a todas partes, sino el de sus relaciones profesionales. A veces no parece que en realidad tengan amigos más allá del ámbito profesional.
H) El narcisista habla siempre de sí mismo
Hables de lo que hables, él/ella lo llevará a su terreno. Un ejemplo muy gracioso lo viví de primera mano. Estábamos tres amigas en un bar. Una de ellas nos anunció que iba a venir su compañera de piso: «Es la persona más narcisista que conozco». Llegó la chica, cubierta de tatuajes de arriba abajo y vestida como una pin up. A grito pelado, le pidió una caña al camarero, de forma que todo el bar se enteró de que ella estaba allí, por si acaso los tatuajes y el look no llamaban suficiente la atención. Mi amiga, que llevaba una chaqueta maravillosa, nos contó que la había comprado en Zara por cuatro euros. Las tres amigas: «Anda qué chollo», «Pues no se nota nada», «Pues es preciosa». La pin up: «YO es que no compro nada en Zara, porque A MÍ no me gusta llevar ropa que compra otra gente y por eso YO siempre llevo ropa de diseño…». Si os fijáis en el Mánager, actúa exactamente igual.
I) El narcisista es encantador
Los narcisistas frecuentemente son físicamente atractivos. Si no nacieron así, se reconstruyen para serlo, como ya hemos visto. Las personas narcisistas suelen ser muy exitosas e innovadoras en su vida profesional. Los narcisistas son extremadamente encantadores y seductores, muy hábiles socialmente. Su despliegue de encanto es increíble. Quieren ser visibles y admirados, y trabajan muy duro para conseguirlo.
Como amantes, son maravillosos en la fase del cortejo. Son muy intuitivos, descubrirán en seguida tus deseos y fantasías y se volcarán para satisfacerlas, para atenerse a ese ideal del amante perfecto al que quieren aspirar. Cuando la fase del cortejo se pasa, aparecen otros problemas. Los celos, por ejemplo.
J) Muchos narcisistas son adictos
El reality presenta al Mánager como un alcohólico. Yo dudo seriamente de que en la vida real él beba a todas horas (me suena más a que haya un contrato con Mahou de por medio), porque a su edad un consumo tan exagerado ya habría empezado a pasarle factura, pero lo presentan así. También, de una forma muy ambigua, nos sugieren que se droga. (Hay una serie de comentarios en clave entre la corte de amigos de él que me recuerdan demasiado al argot de los cocainómanos, por no hablar de la escena en la que el Mánager se mete en el cuarto de baño de una discoteca con una amiga. ¿Para qué se mete un hombre en el cuarto de baño de una discoteca con una mujer? A mí sólo se me ocurren dos razones).
Según el psiquiatra Francisco Alonso-Fernández:
El 90% de los hombres alcohólicos sufre una herida narcisista desde la infancia, infligida por la imagen, real o percibida por el niño, de una figura paterna autoritaria, despótica y exigente. Ese niño se convertirá en un adulto que luego sufrirá la adicción al alcohol. En el caso de las mujeres, la herida narcisista aparece en el 60 o 70% de las alcohólicas, pero en este caso es por el hecho, siempre real, de una falta de entendimiento entre la hija y la madre[25].
Los rasgos narcisistas están asociados al uso de alcohol, opiáceos, cocaína, estimulantes y otras sustancias. El uso de sustancias sirve para aliviar sentimientos dolorosos de inferioridad y para obtener sentimientos de poder, grandiosidad y confianza. Todos nos sentimos más poderosos y más desinhibidos cuando hemos bebido o vamos puestos. El narcisista bebe o se droga para engrandecer sus virtudes y esconder lo malo de sí mismo, para diluir la realidad.
Existen también muchos, muchos casos de narcisistas adictos al sexo. Berlusconi es un buen ejemplo. Por cierto, la adicción al trabajo, a los videojuegos, a las redes sociales, a los chats, a Internet, a las máquinas tragaperras, son adicciones. No son adicciones a sustancias, pero son adicciones. La adicción no se define por la sustancia adictiva, sino por la necesidad del adicto de usar su objeto de adicción (sexo, trabajo, alcohol, drogas, pastillas para dormir, videojuegos, redes sociales, chats, ordenador) para evadirse de la realidad y para escapar de sí mismo.
ALFRED MARTÍNEZ. Los casos de adicción al sexo se están multiplicando en consulta en los últimos años (al igual que otras dependencias). Posiblemente el valor social de tener muchas parejas sexuales y la facilidad para los encuentros (chats y páginas de contactos a través de Internet) estén facilitando el aumento de esta adicción, pero el sexo, como conducta adictiva tiene un valor añadido además del refuerzo positivo implícito, porque permite la posibilidad de sentirse conectado íntimamente a otra persona sin necesidad de exponerse emocionalmente. Muchos adictos al sexo reconocen su adicción como un intento de llenar un vacío emocional. Pero, dado que la conexión sexual puede ser sólo física, no logran conseguirlo. Quizá por esa confusión algunos lo llamen amor cuando quieren decir sexo.
¿qué tenemos en común la Cantante y yo, y casi todas las parejas de hombres narcisistas? Que somos emocionalmente dependientes.
He dicho «casi todas las parejas de hombres narcisistas» porque creo que Carla Bruni no es tan dependiente, o al menos a mí no me da en absoluto ese perfil.
Las dependientes creemos que el narcisista es la fuente de la que fluyen nuestras identidades y nuestra propia valía.
La dependiente emocional/dependiente sumisa es una mujer que ha tenido una infancia caótica. En el caso de la Cantante, vivió en Madrid, luego en Sudamérica, luego de vuelta a Madrid, retorno que ella misma define como muy traumático porque el estilo de vida y las normas de un país y otro eran radicalmente diferentes. Por si eso fuera poco, de pequeña vivió uno de los peores acontecimientos que puede vivir una hija, muy en particular una hija única: el abandono de su padre, que según cuenta no volvió prácticamente a tratar con ella tras el divorcio de su madre. Los niños sufren mucho cuando pierden figuras de referencia, padres, madres, abuelos o gente a la que se habían vinculado desde el nacimiento. Esto hay que tenerlo en cuenta si una busca cuidadora para sus hijos. Si el vínculo con esa cuidadora es muy fuerte, el niño va a sufrir mucho si lo pierde. Por lo tanto, los padres que recurren a cuidadoras deberían tener cuidado. Si la cuidadora va a estar mucho tiempo con el niño, hay que buscar a alguien que uno sepa que no va a desaparecer así como así.
Las personalidades emocionalmente dependientes acabamos por convertirnos en la madre sustituta del narcisista. Vivimos muy pendientes de ellos. La escena de la llamada al hotel en el reality es paradigmática. La Cantante insiste, insiste, insiste, como si fuera, efectivamente, la madre de su marido. Ya digo que ese numerito de las llamadas y el control yo también lo he hecho en el pasado. Ya no lo hago. De hecho, me he impuesto no controlar en absoluto lo que haga o deje de hacer mi pareja cuando yo no le veo. Y he llegado a esta conclusión tras terapia.
Otra de las cosas que llama mucho la atención en el reality es que la Cantante parece haber dejado su vida de lado para dedicarse a la de su marido, que también es su Mánager. La Cantante no tiene una amiga propia, suya, que no comparta con su marido. Sí, vale, aparece su compañero en el dúo que la ha hecho famosa, que supuestamente es su mejor amigo, pero en el reality casi no le vemos. Lo que hay entre ellos parece más una alianza profesional que una amistad íntima. Siendo ella doce años mayor que su marido podríamos esperar que tuviera un amigo o amiga anterior a la etapa conyugal y que no lo compartiera con él. Pero no. Como tantas dependientes emocionales, ha centrado su vida en su pareja.
Este control/obsesión/dependencia de la pareja nos proporciona la ilusión de que podemos reconstruir nuestro pasado. De pequeñas no teníamos ningún control sobre los acontecimientos, pero de mayores sí. El hecho de poder controlar a esa persona nos proporciona una enorme satisfacción simbólica. Y, sobre todo, nos evita tener que ocuparnos de nosotras mismas. Porque cuando nos quedamos solas nos toca enfrentarnos a algo de lo que queremos huir. Al dolor. Al dolor por la pérdida o al dolor que ha dejado en nosotras esa infancia caótica que no podíamos controlar. De hecho, cuando yo me impuse a mí misma pasar temporadas sola, absolutamente sola, al principio lo pasé verdaderamente mal. Entré en una depresión aguda. No podía distraerme jugando a ser la madre de nadie, y de esa manera salió a la luz una megadepresión con la que llevaba jugando al escondite hacía años. Una megadepresión que tenía que enfrentar cara a cara.
La pareja «personalidad narcisista y personalidad emocionalmente dependiente» o «dependiente dominante y dependiente sumiso» puede funcionar perfectamente durante años. El narcisista se siente feliz cuando encuentra a alguien que comparte con él su máxima obsesión: él mismo. La controladora se siente muy realizada organizándole la vida al otro, dedicándose a él. Es curioso porque en el reality se supone que es el marido el que le organiza la vida a ella, dado que es su Mánager, pero una observación atenta nos permite comprobar que a nivel afectivo la atención y el control van de ella a él, no al revés.
Entonces, preguntaréis: ¿por qué no funcionaron tus relaciones? Porque un día me di cuenta de que no era feliz. Un día vas a terapia y te das cuenta de que sí, de que él tiene un problema y te necesita, pero tú tienes otro y también te necesitas a ti misma, y te estás perdiendo. Y su problema no lo puedes arreglar —por muy convencida de que estuvieras de que sí podías—, pero el tuyo, con suerte, sí. En el caso de mi marido, su narcisismo era un rasgo de personalidad, no un trastorno de personalidad, y existe un enorme matiz entre una definición y otra. Probablemente, con un enorme esfuerzo por su parte, esa relación se habría salvado. Además, yo le quería profundamente, y creo que él a mí también, lo suficiente como para que a veces llegara a replantearse su modo de actuación, pero no lo bastante como para poder cambiarlo de la noche a la mañana. Un cambio exige un proceso muy largo, y una motivación enorme que es interior y que va mucho más allá del amor a otra persona, porque debe surgir del amor a uno mismo. Y el narcisista, en el fondo, se quiere muy poco a sí mismo: quiere al personaje que ha creado, al que confunde con su ser esencial, pero a sí mismo no se quiere nada.
Sé que él leerá esto y se acordará de mí. Me gustaría decirle que sería más feliz si fuera capaz de aceptarse a sí mismo tal como es. No es el Mejor Amante del Mundo, ni el Hombre Más Atractivo de Su Barrio, ni el Más Sensible. Es un hombre normal, con sus defectos y virtudes, como todos. Pero yo le quería así, con sus defectos y virtudes. No soportaba, eso sí, ni sus celos ni sus reacciones sobredimensionadas a cualquier crítica. Pero entendía que eran rasgos derivados de una profunda inseguridad y de un dolor muy grande que él no tenía el valor de exponer.
Pero yo empezaba a darme cuenta, muy lentamente, de lo que me pasaba a mí, e incluso sabiendo que yo sería —y soy— básicamente dependiente emocional toda la vida, no me sentía capaz de seguir jugando a la perseguidora. El esfuerzo mental que ese juego exige es enorme, y cuando veo a la Cantante en el reality entiendo que ella puede ser y probablemente es muy feliz con esa vida, pero que yo ya no podría volver ahí, dejando al margen que las circunstancias son completamente diferentes y que probablemente la Cantante consigue más beneficios de su relación de los que yo obtenía, en muchos sentidos. Aunque dos mujeres puedan compartir patrones básicos de personalidad, luego sus personalidades son muy diferentes, y lo que le vale a una no le vale a la otra. O eso al menos es lo que asegura Lillian Glass[26].
Freud decía que existen, básicamente, dos maneras de amar. Están los que buscan repetir la relación con su padre o su madre (los edípicos, aunque deberíamos decir edípicos y eléctricas, porque las mujeres padecen complejo de Electra y no de Edipo), y los que buscan verse reflejados en los ojos de otro en una imagen que les resulte agradable (los narcisistas). Pongamos el ejemplo de esas mujeres, muchas, que afirman tajantemente: «Yo no podría estar con un hombre al que no admirara». Evidentemente, ansían repetir la relación con el padre, porque una niña, en la mayoría de los casos, no ve sino a través de los ojos de su papá. Esas mujeres se suelen casar con hombres en posición de poder, normalmente mayores que ellas, y así crean una relación simbiótica, pues ese hombre suele ser un narcisista, que busca sentirse admirado, y al que le gusta además una mujer que le aporte lo que él está perdiendo: juventud y belleza. Es por eso por lo que hasta ahora estábamos tan acostumbrados a ver parejas de señor mayor y poderoso con jovencita guapa y estupenda.
Parejas como las de Madonna y Jesús Luz o Demi Moore y Ashton Kutcher han invertido el proceso. Una actriz madura con dinero y posibles se hace acompañar de un hombre al que le sobran la lozanía y el atractivo que ella ya va perdiendo, y ese galán hace de su novia la llave que le permite conseguir trabajos y papeles que le estaban vedados. Y todos contentos. La diferencia es que una señora de cincuenta años puede estar con un hombre de setenta, pero, dentro de veinte años, ¿creen de verdad que la pareja podrá mantenerse? Las dos parejas que he citado acabaron rotas. Nuestra sociedad es todavía demasiado machista y aceptaba las relaciones de un Camilo José Cela, un Alberti o un Moravia octogenarios con mujeres a las que sacaban cuarenta años, pero hicieron de las parejas Marujita y Dinio o Montiel y Tony motivos de mofa y cuchufleta, pese a que sea probable que los motivos que movieran a los cubanos y a las compañeras de los escritores no fueran, en el fondo, tan distintos.
Una importante causa de la creciente dificultad de las relaciones personales es el hecho de que nuestra sociedad sea profundamente narcisista. El rasgo fundamental de la personalidad narcisista es precisamente la imposibilidad de centrar el deseo, por eso la publicidad nos ofrece constantemente nuevos alicientes y estímulos. En nuestra cultura, la imagen tiene una enorme importancia y se nos convence de que la autoestima debe estar unida a dicha imagen. Cada quien necesita gustar a todo el mundo y que todo el mundo reconozca su belleza para sentirse una persona valiosa. De ahí que la pareja se convierta en una especie de accesorio más: llevo el bolso de Prada, las gafas de Fendi y el chulazo espectacular colgado del brazo: ¡admiradme y envidiadme!
Pero un amor así, superficial y volcado hacia la satisfacción en el presente y hacia la mirada de los demás, no guarda nada para el futuro, no conserva ningún secreto en el corazón ni reserva ningún misterio para la intimidad, de ahí que ese tipo de parejas sean las que con más frecuencia aparecen en el couché, porque no tienen sentido si los demás no las miran. Y es por eso por lo que estas parejas protagonizan las rupturas más sonadas: porque también las airean a los cuatro vientos. Y los demás encantados, porque la sociedad narcisista también es una sociedad profundamente cotilla.
EL NARCISISTA EN LA RED
Te encuentras la siguiente descripción en el perfil de un portal de contactos:
Hoy me he despertado pronto. A las seis de la mañana. Desde el balcón, he contemplado el amanecer. Ha llovido durante tres días. El aire está tan limpio que incluso veo los barcos avanzar indolentemente sobre el agua. Los rayos del sol tienen pinceles que barnizan y abrillantan cada tejado. Me parece todo tan hermoso que tengo ganas de sacarte de la cama para enseñártelo, pero tú no estás ahí. Aún no estás ahí.
Y hay algo que no entiendo. He encontrado armonía y equilibrio. Mi familia me adora (porque no les cuento todo lo que hago, tú me entiendes ;-). Mis amigos se quejan de que los veo poco porque no puedo ir a todas sus fiestas, viajo a países que me hacen dudar entre quedarme allí y volver, aún sigo disfrutando como si tuviera doce años con el galope de un caballo o cuando un pulpo se enrosca en mi brazo a treinta metros de profundidad. Sigo descubriendo libros que me hacen pensar, que me motivan a escribir. Pero aun así, me falta algo.
Durante mucho tiempo he estado solo para permitir que sanara la herida de una antigua relación. Busco a una persona que se identifique con mi forma de ver el mundo. Quizá seas tú, que me estás leyendo.
Tú piensas:
A) Esta presentación es la de una persona con dinero y que ama la aventura (por el submarinismo, el caballo y los viajes), sociable, a quien sus amigos quieren, culto/a, a quien le gusta leer y escribir. Romántico/a porque proyecta un futuro de empatía y confort, y que quiere una relación, despertarse junto a alguien. Es poético/a (por la descripción del amanecer) y tiene sentido del humor (por la broma de los familiares). Además debe tener una casa enorme en la Villa Olímpica porque desde el ventanal se ve la playa (el perfil es de Barcelona).
B) Menudo/a fantasma. Si tan ocupado/a está haciendo submarinismo, montando a caballo, viajando de aquí para allá y en los eventos de sus innumerables amistades… Y en todas esas ocasiones no ha conocido a nadie que le guste, ya le vale. Y lo de la descripción poética es más cursi que Heidi vestida de organdí.
C) Otras. Me las cuentas.
Hice esta pregunta en mi perfil de Facebook.
Recibí ciento tres comentarios como respuesta.
De entre cien comentarios, noventa y ocho eran de hombres o mujeres que habían pensado que quien escribía era un hombre. Con razón. Una mujer tan activa, tan independiente, que monta a caballo, que hace submarinismo, que viaja, que no puede atender a todos sus amigos… no abre un perfil en una página de contactos. ¿Verdad que no? No sabéis por qué, pero nunca habéis visto un perfil así escrito por una mujer, ni siquiera en una página de contactos de lesbianas. ¿Por qué? Porque es un perfil escrito por un narcisista, y la prevalencia del narcisismo en nuestra sociedad es de un 85% de hombres frente a un 15% de mujeres. ¿Por qué? Pues si lo queréis saber, os leéis los millones de libros y artículos que hay escritos sobre personalidad narcisista, pero básicamente se cree que se debe a factores ambientales, no neurológicos ni genéticos. Es decir, que se debe a que a día de hoy a hombres y mujeres nos educan de forma diferente.
Me extrañó que a nadie le sorprendiera que el susodicho no diga a qué se dedica. ¿De dónde saca pá tanto como destaca? ¿Es Pocholo Martínez Bordiú? ¿Es el hijo de Pujol? De ser así ¿para qué narices necesita un perfil en una página de contactos?
Exactamente, ¿para qué narices necesita un perfil en una página de contactos? Si llevas una vida tan llena, no te faltarán oportunidades para conocer pareja. Las páginas de contactos son:
A) Para gente que quiere una relación pero tiene difícil conocer a otra gente (recién separados/as, gente que ha tenido que cambiar de ciudad, gente cuyo grupo de amigos se ha emparejado y de repente se ha visto muy solo, gente que trabaja mucho, madres solteras y/o separadas).
B) O para gente que no quiere una relación, pero sabe que a través de una página de contactos, si eres lo suficientemente manipulador y hábil es más fácil conseguir sexo esporádico que en la vida real. En la vida real, en un bar, en una fiesta, de vacaciones, cuando miras a una chica mona o a un chico estupendo no sabes de entrada si está disponible o no, cuáles son sus aficiones, qué tipo de relación busca. En una página de contactos sí, y eso te ofrece mucha ventaja.
Nuestro hombre, por lo tanto, pertenece al tipo b).
Nuestro hombre es narcisista, ya lo he dicho. En todo el perfil habla de él, de él y de él. La persona a la que busca sólo tiene que tener una cualidad: «Que se identifique con mi forma de ver el mundo». Es decir, que sea su espejo. Ya está. No habla más de lo que busca. Eso es un rasgo narcisista tan claro como para asustar a cualquiera. Las personas sanas buscan parejas complementarias, que les aporten cosas. No simplemente gente que los refleje. Yo soy escritora, de letras, razón por la cual me siento en general atraída por físicos, economistas, bioquímicos, neurólogos, arquitectos… Cualquiera que me pueda enseñar cosas que no conozco. Sólo los narcisistas buscan clones. Por eso este hombre no ha escrito algo así como: «Busco a una persona cariñosa, íntegra, honesta, que me pueda aportar tanto como creo que yo puedo aportarle a ella». Este hombre no busca que le aporten nada, sólo que le adoren.
Finalmente, ¿quién es nuestro misterioso personaje? Pues el anuncio viene en un libro, Cómo ligar en Internet, escrito por un hombre y dirigido a hombres, y se ofrece como perfil tipo para atraer la atención de las mujeres, porque, en palabras del autor del libro, la descripción del perfil comunica: que el tipo es poético y romántico, que tiene dinero, que tiene mucha vida social, que tiene sentido del humor (por la broma de la familia), que es culto (lee libros y escribe), que tiene aventura en su vida, y que está buscando una relación.
(Por cierto, no pude copiar el anuncio idéntico para que el autor del libro no me demandara, pero he venido a decir casi lo mismo, alterando algunas palabras y el orden de las frases, tal y como sugiere el autor del libro que hagan los hombres que quieren ligar por Internet).
La verdad es que yo pensaba que la gran mayoría de mis lectoras (y algunos lectores) no caerían en la trampa. Me ha sorprendido que tantas se hayan sentido atraídas por el perfil. No me quiero echar flores, pero yo no hubiera caído. Y ¿por qué no habría caído yo? Porque he leído mucho, queridas y queridos. A las que habéis dicho que os sentiríais atraídas por ese perfil, os recomiendo encarecidamente la lectura del libro Hombres tóxicos, de Lillian Glass. Tiene un capítulo dedicado exclusivamente a cómo detectar perfiles de hombres tóxicos en los anuncios de páginas de contactos. Se llama «Detectar a los hombres tóxicos en la Red».
Espero que os sirva de algo.
Por si acaso, os recuerdo que las advertencias son válidas para hombres y mujeres de cualquier opción sexual. Hay narcisistas hombres y mujeres, y de todas las orientaciones sexuales. Si encuentras un perfil parecido escrito por una mujer o por un hombre gay, actúa en consecuencia.
EL ANUNCIO DE DESIGUAL O EL ZEITGEIST NARCISISTA: EL NARCISISTA EN EL ENTORNO LABORAL
En España se hizo tristemente famoso un anuncio.
Una chica se mira al espejo, fascinada con su propio reflejo. Se va cambiando de modelos. Uno, otro, el siguiente. Y va hablando: «Tengo un plan, me lo voy a tirar, está tan bueno, es taaan guapo, me lo merezco, qué importa lo que digan los demás, las de contabilidad me van a poner verde, sí, es mi jefe… ¿Y qué?».
En España, el anuncio tuvo muchísimo éxito y a muchísimas chicas les gustó.
Imagina la situación. Trabajas en una oficina. Tu jefe es un hombre muy guapo. Mucho. Pero tú albergas unas ideas, quizá anticuadas, que te habían inculcado sobre la ética y la honestidad. A ti te habían enseñado que no hay que mezclar el sexo con el trabajo. Entonces llega a la oficina una chica guapa, guapísima, que se pone el mundo por montera, y decide que ella «se va a tirar al jefe» porque «me lo merezco». Como ahora, mientras escribo estas líneas, en España gran parte de las empresas están en ERE o despidiendo a gente tranquilamente, ateniéndose a la nueva reforma laboral que facilita enormemente el despido, un día tienen que echar a gente de tu departamento. Te echan a ti, porque tú no te has tirado al jefe o a la jefa. Ojo, no se trata de que ellos (el jefe/la jefa y tu compañero o compañera) se hayan enamorado. Sólo han follado. Nada más. Se queda tu compañero o compañera. En realidad, tú tenías mucho mejor currículum, más formación, más experiencia, pero…
Tú sabes perfectamente por qué ha sido.
En igualdad de oportunidades, ha vencido la belleza o el atractivo.
Te indignas o te deprimes. No quieres pensar «la vida es así», «el atractivo siempre vence», «la vida es una jungla», porque eso significaría darte por vencida antes de empezar. Tampoco quieres ponerte a perder peso, o inyectarte ácido hialurónico, o ponerte extensiones, o implantes de silicona, por dos razones: la primera, porque eres de esas ingenuas que aún creen que prefieren invertir su tiempo y su dinero en leer, pasear, ir al cine, al teatro, a conciertos o a cenar con sus amigos, y no te sobra el dinero, y por lo tanto si lo gastas en dietas de proteínas, inyecciones de ácido y extensiones ya puedes olvidarte de paseos, libros, cine, teatro, conciertos y salidas; la segunda, porque sabes que la lucha contra el paso del tiempo la gana siempre el tiempo. Tú irás envejeciendo, siempre habrá una chica más joven y más guapa, encuentras absurdo competir en una carrera de ratas. Te sientes rabiosa, mucho, pero también confusa. A veces no sabes si la historia que viviste fue real o no. Porque ¿la chica se quedó sólo porque se había follado al jefe o es cierto que tú no eras tan buena trabajadora como tú creías? Lo peor es que sí, que lo eres. Eres ese tipo de persona que jamás ha llegado tarde, que no hace llamadas personales desde la oficina, que siempre entrega los encargos a tiempo y que cumple o supera objetivos. Pero también eres de esas personas a las que le suelen tomar el pelo, ingenuas, exageradamente complacientes. Ese tipo de personas que se desviven por agradar a los demás: una dependiente emocional típica.
Tenías una amiga o un amigo que siempre estaba en dificultades financieras y tenía muchísimos problemas. Tú siempre estabas ahí para ayudarle, apoyarle, escucharle, prestarle dinero. En el peor de los casos, te robó o te estafó dinero (ha sido mi caso). En otros, te robó el novio. En otros, se dedicó a contaminar tu vida, a ir contando secretos sobre ti. Tú le habías revelado secretos, presentado a tus amigas, hasta le habías dejado las llaves de tu casa. Ella o él vio una grieta, y entró. Porque tienes que aceptar una parte de tu responsabilidad. No sabes decir no. No sabes poner límites. Estás educada o educado (normalmente «educada», en general, eres una mujer) para ser «buena persona», para preocuparte por otros. Desde tu infancia, te enseñaron a anteponer las necesidades de los demás a las tuyas. Casi con seguridad eres hija o hijo de un padre sobreexigente y de una madre victimista y manipuladora.
En todos los casos, fuiste víctima de lo que comúnmente se conoce como «un ataque narcisista». Es una etiqueta. Hay muchas otras: emotional abuse, mental rapist, NPS, perverso narcisista. En Estados Unidos parece que no se habla de otra cosa. Las webs escritas por «victims of narcisist abuse», es decir, por gente que ha sufrido abuso en el trabajo, en la amistad o en el amor, proliferan como setas, sobre todo las últimas. Hasta tal punto ha llegado el fenómeno, que hay quien está haciendo un negocio con ello. Abre la web «Yo fui víctima de abuso narcisista». Te asegura que te puede ayudar. Si pagas un dinero y te registras en la web, podrás recibir un libro especial, o entrar en un foro determinado, o recibir consejos online. Los psicólogos empiezan a alertar de que si te ha pasado algo parecido, sólo un terapeuta puede ayudarte. Debes desconfiar de ese tipo de webs. Pero el hecho de que a la mínima que teclees en Google «victim of narcisist abuse» encuentres casi un millón de resultados, te permite hacerte una idea de cómo está el patio: mal, muy mal.
Marie-France Hirigoyen ha escrito un libro fascinante, El abuso de debilidad, que hace una radiografía clínica e implacable sobre la sociedad en la que vivimos, y en cuya parte final explica la relación entre la crisis financiera y el narcisismo. Una sociedad que valora básicamente los logros externos (la belleza, el dinero, el poder), que recompensa las transgresiones en lugar de penarlas (el caso Berlusconi creo que es uno de los ejemplos más claros), que impone el «me lo merezco» el «yo lo valgo», el «tanto eres tanto tienes», que impone la tiranía de la apariencia, la exigencia de la belleza, de la imagen, del look, y que cada vez desprecia más criterios como solidaridad, ética, generosidad, sobriedad: una sociedad de predadores y presas.
El famoso anuncio de Desigual que ha creado toda esta polémica sólo se entiende en este contexto. Es el anuncio que ejemplifica el sentir de una sociedad. «Así es la vida», me decís muchos. «Es lo que hay. Y si la chica quiere hacerlo ¿qué pasa?». Sí, la chica quiere hacerlo. Ni la chica del anuncio ni el publicista que lo creó se paran a pensar en las consecuencias de sus actos. Sí, vale, tírate a tu jefe.
Después, el jefe verá normal esa actitud. Por lo tanto, verá absolutamente normal lo de tirarle los tejos a otra empleada. Otra empleada que estando en posición subordinada y en una sociedad en la que se ha impuesto una reforma laboral según la cual te pueden echar sin más explicaciones, lo pasará francamente mal a la hora de rechazarlas, y sufrirá mucho. A nadie se le ocurre pensar esto, o no lo entienden. No lo han vivido y desde luego son incapaces de experimentar empatía con el problema.
Porque ése es un rasgo típico de la personalidad narcisista: la falta de empatía. Rasgo que se ve en el anuncio y rasgo que se ve en muchos comentarios que sobre el anuncio circulaban por Internet. «Es sólo un anuncio», decían. Pero el hecho de que un anuncio así pueda existir, el hecho de que la actitud de esa mujer se considere normal, incluso deseable, apoya la tesis de Marie-France Hirigoyen, y también explica por qué a día de hoy las web estilo «yo fui víctima de un ataque narcisista» se han convertido en un negocio.
A mí me gusta más la palabra «relación tóxica», sea esta relación la que mantienes con una compañera trepa, un jefe cabrón, una amiga manipuladora, una madre narcisista, una pareja… La primera en utilizar este término fue la doctora Lillian Glass cuyo libro Hombres tóxicos recomiendo leer a cualquier mujer con dos dedos de frente. Se lee en dos días en el metro. No pretende ser un sesudo estudio académico, no tiene un gran valor literario, quizá no tiene una profundidad y una amplitud de miras como la que muestra Marie-France Hirigoyen, pero es la obra de una profesional que ha visto mucho y que me resulta enormemente lógica y sensata, amén de que escribe con mucho sentido del humor. Tampoco me gusta la palabra víctima. La palabra víctima implica que eres débil, vulnerable. La palabra superviviente implica que tienes recursos, que has aprendido.
No digo que todo el que se tire a su jefe sea un cabrón o una cabrona. Una de mis mejores amigas lo hace. Lo hace porque está enamorada, y porque es una historia larga. No tiene nada que ver con la actitud frívola del anuncio. No fue una historia de «mira, está buenísimo, me lo merezco, a vivir que son dos días, las consecuencias de mis actos me dan igual».
Os voy a dar tres casos reales, tres, que nada tienen que ver con una historia de amor.
¡Ojo! Tened en cuenta que el acoso laboral no tiene sexo. Puedes tener un jefe gay que te eche si no te acuestas con él (en España todos tenemos en mente una tele en la que se rumorea que eso sucede), o puedes tener una jefa que te haga la vida imposible porque eres fiel a tu mujer y no quisiste tirártela en la cena de Navidad. Que sí, que también sucede.
Así que, por favor, leed esto.
CASO REAL 1
No puedo decir empresa y nombre, porque me arriesgo a una demanda. Pero baste decir que la empresa es grande, que en la empresa trabajan mil novecientos empleados en toda España. Y que en la empresa trabajan cajeras, azafatas, dependientas, secretarias. Ser cajera es lo peor, es el trabajo más duro. Después va azafata, dependienta, secretaria. Secretaria es el mejor, porque el horario es fijo. En los demás puestos te puede tocar trabajar los domingos y los sábados. Pero las secretarias sólo trabajan de lunes a viernes y de nueve a cinco.
Para todos estos puestos se presentan chicas del mismo tipo. Normalmente han acabado una carrera, hablan dos o tres idiomas y tienen buena presencia. Una vez has entrado, que subas en el escalafón depende de que el jefe de personal lo decida, así, a dedo. Y todo el mundo sabe que las que ascienden son las que se acuestan con él. Un día él te entra a ti, te toca el culo en el mostrador (a mí me lo hizo, por cierto, pese a que yo no era su subordinada, ojo) y te pregunta si te gustaría quedar un día con él fuera del trabajo. Tú ya sabes, porque eso se rumorea, que como digas que no tu trabajo peligra, porque tu contrato vence en seis meses. Y que si tú dices que no, Menganita dirá que sí. A ti el tío no te gusta nada, pero nada. Nada. Está bueno, sí, es un bombonazo, sí, es monísimo, sí, pero a ti no te gusta nada. Ahora dime, ¿te acostarás con él? y ¿qué opinión te merece Menganita, que sabes que sí lo hará? Y ¿qué opinión te merece una empresa que no ha impuesto una regla de que «jefe que se acuesta con una subordinada, jefe que será automáticamente despedido»? Porque tú sabes que es muy difícil que una demanda por acoso prospere. No hay ninguna prueba de que te haya hecho proposiciones, y cuando dentro de seis meses te echen, no hay forma de que reclames, dado que la reforma laboral lo impide.
CASOS REALES 2 Y 3
Son casos que yo he vivido en dos televisiones en las que he colaborado y en las que se sabía que si una periodista se acostaba con el señor coordinador de programas o con el director de la cadena sería automáticamente promovida. Con lo cual se daba el despropósito de que presentaran un espacio de cultura gente que apenas sabía leer el teleprompter o que llevara la sección de internacional en los informativos una chica que no hablaba idiomas. Y te surge la misma duda. El supercapo está bueno, sí, es un bombonazo, sí, es monísimo, sí, pero a ti no te gusta nada. Ahora dime, ¿te acostarás con él? y ¿qué opinión te merece Menganita, que sabes que sí lo hará? Y ¿qué opinión te merece una empresa que no ha impuesto una regla de que «jefe que se acuesta con una subordinada, jefe que será automáticamente despedido»? Porque tú sabes que es muy difícil que una demanda por acoso prospere. No hay ninguna prueba de que te haya hecho proposiciones, y cuando dentro de seis meses te echen, no hay forma de que reclames, dado que la reforma laboral lo impide.
Y ahora, si has llegado hasta aquí, te recuerdo que en el anuncio de Desigual mencionan muy claramente que en la empresa están «las de contabilidad». Las frases en un anuncio de un minuto están muy medidas. No son inocentes. Si una empresa tiene un departamento de contabilidad propio y no un gestor externo, y en ese departamento de contabilidad hay varias personas, no sólo un contable, es una empresa grande. Por lo tanto es muy probable que el jefe tenga varias subordinadas a su cargo. La chica de Desigual es esa Menganita que te va a quitar el puesto. Sí, está muy buena, sí, el jefe le gusta, ella piensa que él es un bombonazo. Igual tiene la misma formación que tú, igual ni siquiera tiene la misma, pero cuando se «tire al jefe» como ella misma dice, ya sabes que las oportunidades son que dentro de seis meses, en el próximo ERE, sea ella la que se quede. Se va a quedar ella simplemente porque está mucho más buena que tú. Así de simple.
Ahora piensa que tú trabajas en una empresa así.
Tienes un jefe o jefa que te gusta mucho, que está buenísimo o buenísima, y tú te lo tirarías, por supuesto.
Pero él o ella no te ha elegido a ti para mantener una relación sexual, sino a otra persona, a otro hombre o mujer, una persona mucho más atractiva que tú.
Como ahora todas las empresas están en ERE o despidiendo a gente tranquilamente ateniéndose a la reforma laboral, de repente tienen que echar a gente de tu departamento.
Te echan a ti, porque tú no te has tirado al jefe o a la jefa.
Ojo, no se trata de que ellos se hayan enamorado. Sólo han follado. Nada más.
Se queda tu compañero o compañera. Teníais más o menos el mismo nivel de formación y el mismo rendimiento.
Tú sabes perfectamente por qué ha sido.
En igualdad de oportunidades, ha vencido la belleza o el atractivo.
Y ahora dime, sí, tú, esa chica a la que le encantaba el anuncio, cuando te veas en esa situación, cuando pierdas el trabajo porque te negaste a tirarte a tu jefe o incluso porque sí, te lo tiraste, pero una o uno que estaba muuucho más buena o bueno que tú se lo tiró después ¿me volverás a decir que te parece ilógico que en la mayoría de las empresas norteamericanas la regla «jefe/a que se acuesta con una empleada/o será automáticamente despedido» exista? Se hizo para proteger tanto a hombres como a mujeres del acoso laboral.
Espero que no te veas en esa situación, porque es realmente muy dolorosa.
Pero si algún día te ves en ella, espero que recuerdes que me dijiste que lo de tirarse al jefe es megaguay y megamolón.
Y, claro, que te consueles comprándote ropa de Desigual.
EVA CORNUDELLA. Esta dinámica de la empleada trepa y del hostigamiento del grupo laboral en activo hacia los desempleados no sólo se explica desde la psicología, sino también desde la economía.
La teoría insider-outsider (Lindbeck y Snower, 1988; Lindbeck, 1994) estudia las razones que explican el establecimiento y permanencia en el tiempo de salarios reales superiores al nivel de equilibrio (neoclásico). Esta teoría demuestra que la sociedad activa desprecia y cierra las puertas a la inactiva o desempleada. Es totalmente opuesta a otras teorías del flujo de trabajo por razones económicas o de mercado (oferta-demanda). Para entendernos: el que está dentro y mejor se posiciona acaba con el que está fuera o dificulta la renovación de trabajadores, aunque a la empresa le cueste más dinero. Es decir, la chica mona y trepa y el jefe seductor se las arreglarán para echar a la empleada menos mona, pero quizá más eficiente. Esta teoría se basa en parte en la falta de solidaridad humana y en una sociedad claramente narcisista en que el mejor posicionado desprecia y se ríe.
La diferencia entre la teoría insider-outsider con respecto a otro tipo de planteamientos como los defendidos en enfoques de naturaleza neoclásica, como serían la teoría de la tasa natural, la teoría de la sustitución intertemporal o la teoría del ciclo económico real (Snower, 1997) radica en que la existencia de desempleo no es el resultado de decisiones optimizadoras adoptadas por oferentes y demandantes de trabajo en un mercado eficiente (Lindbeck, 1992), tal y como plantean los modelos de inspiración neoclásica. Es decir, los modelos económicos neoclásicos creen que hay quien ofrece trabajo y que hay quien lo demanda, y creen, equivocadamente, que el que lo ofrece buscará al trabajador más eficiente.
Para la teoría insider-outsider el desempleo es involuntario, y es el resultado de la discriminación que sufren los parados en el mercado de trabajo, que les impide acceder a un puesto de trabajo en condiciones similares, principalmente salariales, a las que disfrutan los trabajadores en activo (Lindbeck y Snower, 1988).
Para la teoría insider-outsider, la clave de la marginación laboral sufrida por los desempleados, y, por lo tanto, la causa última de que el desempleo no se refleje en un descenso de los salarios reales, se halla en el comportamiento adoptado por los que sí que trabajan. De acuerdo con esta teoría, los trabajadores ocupados (insiders) ejercen un poder de mercado en los procesos de fijación salarial que les permite elevar sus salarios por encima del salario de vaciado de mercado (el correspondiente a su nivel de productividad), sin que ello implique, como ocurriría en un modelo de competencia perfecta, la pérdida de su puesto de trabajo y su sustitución por otro trabajador cuya remuneración sí se corresponda con el salario de equilibrio. Es decir, si una chica sube se entiende que deja su puesto a la chica que se queda. Pero no siempre es así. Quizá tanto la chica que sube (chico que sube) como el jefe (o jefa) eliminen sin más ese puesto de trabajo.