DIRE COMO NACISTEIS

Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos,

Como nace un deseo sobre torres de espanto,

Amenazadores barrotes, hiel descolorida,

Noche petrificada a fuerza de puños

Ante todos, incluso el más rebelde,

Apto solamente en la vida sin muros.

Corazas infranqueables, lanzas o puñales,

Todo es bueno si deforma un cuerpo;

Tu deseo es beber esas’ hojas lascivas

O dormir en esa agua acariciadora.

No importa;

Ya declaran tu espíritu impuro.

No importa la pureza, los dones que un destino

Levantó hacia las aves con manos imperecederas;

No importa la juventud, sueño más que hombre,

La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad

De un régimen caído.

Placeres prohibidos, planetas terrenales,

Miembros de mármol con sabor de estío,

Jugo de esponjas abandonadas por el mar,

Flores de hierro resonantes como el pecho de un hombre.

Soledades altivas, coronas derribadas,

Libertades memorables, manto de juventudes;

Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua;

Es vil como un rey, como sombra de rey

Arrastrándose a los pies de la tierra

Para conseguir un trozo de vida.

No sabía los límites impuestos,

Límites de metal o papel,

Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta

Adonde no llegan realidades vacías,

Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.

Extender entonces la mano

Es hallar una montaña que prohíbe,

Un bosque impenetrable que niega,

Un mar que traga adolescentes rebeldes.

Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,

Ávidos dientes sin carne todavía,

Amenazan abriendo sus torrentes,

De otro lado vosotros, placeres prohibidos,

Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,

Tendéis en una mano el misterio,

Sabor que ninguna amargura corrompe,

Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.

Abajo, estatuas anónimas,

Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;

Una chispa de aquellos placeres

Brilla en la hora vengativa.

Su fulgor puede destruir vuestro mundo.

TELARAÑAS CUELGAN DE LA RAZÓN

Telarañas cuelgan de la razón

En un paisaje de ceniza absorta;

Ha pasado el huracán de amor,

Ya ningún pájaro queda.

Tampoco ninguna hoja;

Todas van lejos, como gotas de agua

De un mar cuando se seca,

Cuando no hay va lágrimas bastantes,

Porque alguien, cruel como un día de sol en primavera,

Con sólo su presencia ha dividido en dos un cuerpo.

Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,

Aunque siempre nos falte alguno;

Recoger la vida vacía

Y caminar esperando que lentamente se llene,

Si es posible otra vez, como antes,

De sueños desconocidos y deseos invisibles.

Tú nada sabes de ello,

Tú estás allá, cruel como el día;

El día, esa luz que abraza estrechamente un triste muro,

Un muro, ¿no comprendes?

Un muro frente al cual estoy solo.

ADONDE FUERON DESPEÑADAS

¿Adonde fueron despeñadas aquellas cataratas,

Tantos besos de amantes, que la pálida historia

Con signos venenosos presenta luego al peregrino

Sobre el desierto, como un guante

Que olvidado pregunta por su mano?

Tú lo sabes, Corsario;

Corsario que se goza en tibios arrecifes,

Cuerpos gritando bajo el cuerpo que les visita

Y sólo piensan en la caricia,

Sólo piensan en el deseo,

Como bloque de vida

Derretido lentamente por el frío de la muerte.

Otros cuerpos, Cosario, nada saben;

Déjalos pues.

Vierte, viértete sobre mis deseos,

Ahórcame en tus brazos tan jóvenes,

Que con la vista ahogada,

Con la voz última que aún brotan mis labios,

Diré amargamente cómo te amo.

QUE RUIDO TAN TRISTE

Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,

Parece como el viento que se mece en otoño

Sobre adolescentes mutilados,

Mientras las manos llueven,

Manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,

Cataratas de manos que fueron un día

Flores en el jardín de un diminuto bolsillo.

Las flores son arena y los niños son hojas,

Y su leve ruido es amable al oído

Cuando ríen, cuando aman, cuando besan,

Cuando besan el fondo

De un hombre joven y cansado

Porque antaño soñó mucho día y noche.

Mas los niños no saben,

Ni tampoco las manos llueven como dicen;

Así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,

Invoca los bolsillos que abandonan arena,

Arena de las flores,

Para que un día decoren su semblante de muerto.

NO DECÍA PALABRAS

No decía palabras,

Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,

Porque ignoraba que el deseo es una pregunta

Cuya respuesta no existe,

Una hoja cuya rama no existe,

Un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,

Remonta por las venas

Hasta abrirse en la piel,

Surtidores de sueño

Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,

Una mirada fugaz entre las sombras,

Bastan para que el cuerpo se abra en dos,

Ávido de recibir en sí mismo

Otro cuerpo que sueñe;

Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne;

Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,

Porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

Como una nube en la luz;

Si como muros que se derrumban,

Para saludar la verdad erguida en medio,

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,

La verdad de sí mismo,

Que no se llama gloria, fortuna o ambición,

Sino amor ó deseo,

Yo sería al fin aquel que imaginaba;

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad ignorada.

La verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,

Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu,

Como leños perdidos que el mar anega o levanta,

Libremente, con la libertad del amor,

La única libertad que me exalta,

La única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia.

Si no te conozco, no he vivido;

Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

UNOS CUERPOS SON COMO FLORES

Unos cuerpos son como flores,

Otros como puñales,

Otros como cintas de agua;

Pero todos, temprano o tarde,

Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,

Convirtiendo por virtud del fuego a una piedra

en un hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,

Sueña con libertades, compite con el viento,

Hasta que un día la quemadura se borra,

Volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino

Que cruzan al pasar los pies desnudos,

Muero de amor por todos ellos;

Les doy mi cuerpo para que lo pisen,

Aunque les lleve a una ambición o a una nube,

Sin que ninguno comprenda

Que ambiciones o nubes

No valen un amor que se entrega.

LOS MARINEROS SON LAS ALAS DEL AMOR

Los marineros son las alas del amor,

Son los espejos del amor,

El mar les acompaña,

Y sus ojos son rubios lo mismo que el amor

Rubio es también, igual que son sus ojos.

La alegría vivaz que vierten en las venas

Rubia es también,

Idéntica a la piel que asoman;

No les dejéis marchar porque sonríen

Como la libertad sonríe,

Luz cegadora erguida sobre el mar.

Si un marinero es mar,

Rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,

No quiero la cuidad hecha de sueños grises;

Quiero sólo ir al mar donde me anegue,

Barca sin norte,

Cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

QUISIERA SABER POR QUE ESTA MUERTE

Quisiera saber por qué esta muerte

Al verte, adolescente rumoroso,

Mar dormido bajo los astros negros,

Aún constelado por escamas, de sirenas,

O seda que despliegan,

Cambiante de fuegos nocturnos

Y acordes palpitantes,

Rubio igual que la lluvia,

Sombrío igual que la vida es a veces.

Aunque sin verme destiles a mi lado,

Huracán ignorante,

Estrella que roza mi mano abandonada su eternidad,

Sabes bien, recuerdo de siglos,

Cómo el amor es lucha

Donde se muerden dos cuerpos iguales.

Yo no te había visto;

Miraba los animalillos gozando bajo el sol verdeante,

Despreocupado de los árboles iracundos,

Cuando sentí una herida que abrió la luz en mí;

El dolor enseñaba

Que una forma, aunque opaca, puede ser luminosa.

Tan luminosa,

Que mis horas perdidas, yo mismo,

Quedamos diluidos en la sombra,

Anónimo destino que rozan gritos hostiles

En noches de placer,

Para no ser ya más

Que memoria de luz;

De luz que vi morir,

Seda, agua o árbol, un momento.

DÉJAME ESTA VOZ

Déjame esta voz que tengo,

Lo mismo que a la pampa le dejan

Sus matorrales de deseo,

Sus ríos secos colgando de las piedras.

Déjame vivir como acero mohoso

Sin puño, tirado en las nubes;

No quiero saber de la gloria envidiosa

Con rabo y cuernos de ceniza.

Un anillo tuve de luna

Tendida en la noche a comienzos de otoño;

Lo di a un mendigo tan joven

Qué sus ojos parecían dos lagos.

Me ahogué en fin, amigos;

Ahora duermo donde nunca despierte.

No saber más de mí mismo es algo triste;

Dame la guitarra para guardar las lágrimas.

DE QUE PAÍS

De qué país eres tú,

Dormido entre realidades como bocas sedientas,

Vida de sueños azuzados,

Y ese duelo que exhibes por la avenida de los monumentos

Donde dioses y diosas olvidados

Levantan brazos inexistentes o miradas marmóreas.

La vieja hilaba en su jardín ceniciento;

Tapias, pantanos, aullidos de crepúsculo,

Yedra, batistas, allá se endurecían,

Mirando aquellas ruedas fugitivas

Hacia las cuales levantaba la arcilla un puño amenazante.

El país es un nombre;

Es igual que tú, recién nacido, vengas

Al norte, al sur, a la niebla, a las luces;

Tu destino será escuchar lo que digan

Las sombras inclinadas sobre la cuna.

Una mano dará el poder de sonrisa,

Otra dará las rencorosas lágrimas,

Otra el puñal experimentado,

Otra el deseo que se corrompe, formando bajo la vida

La charca de cosas pálidas,

Donde surgen serpientes, nenúfares, insectos, maldades,

Corrompiendo los labios, lo más puro.

No podrás pues besar con inocencia,

Ni vivir aquellas realidades que te gritan con lengua inagotable.

Deja, deja, harapiento de estrellas;

Muérete bien a tiempo.

TU PEQUEÑA FIGURA

Tu pequeña figura, sola en algún camino,

Cae lentamente desde la luz,

Semejante a la arena desde un brazo,

Cuando la mano, poema perdido,

Abre diez estrellas sobre el otoño de rojiza resonancia.

No sabes, no sabes;

Buscas por la tierra un estremecimiento blanquecino,

Mientras los muros con su yedra antigua

Crecen lentamente ante el ocaso.

Tristeza sin guarida y sin pantano,

Sales de un frío para entrar en otro;

Abandonas la hierba tan cariñosa

Para pedir que el amor no te olvide.

Palabras de demente o palabras de muerto,

Es igual.

Escucha el agua, escucha la lluvia, escucha la tormenta;

Esa es tu vida:

Líquido lamento fluyendo entre sombras iguales.

QUE MAS DA

Qué más da el sol que se pone o el sol que se levanta,

La luna que nace o la luna que muere.

Mucho tiempo, toda mi vida, esperé verte surgir entre las nieblas monótonas,

Luz inextinguible, prodigio rubio como la llama;

Ahora que te he visto sufro, porque igual que ellos

No has sido para mí menos brillante,

Menos efímero o menos inaccesible que el sol y la luna alternados.

Mas yo sé lo que digo si a ellos te comparo,

Porque aun siendo brillante, efímero, inaccesible,

Tu recuerdo, como el de ambos astros,

Basta para iluminar ausente toda esta sombra que me envuelve.

EL MIRLO, LA GAVIOTA

El mirlo, la gaviota,

El tulipán, las tuberosas,

La pampa dormida en Argentina,

El Mar Negro como después de una muerte,

Las niñitas, los tiernos niños,

Las jóvenes, el adolescente,

La mujer adulta, el hombre,

Los ancianos, las pompas fúnebres,

Van girando lentamente con el mundo;

Como si una ciruela verde,

Picoteada por el tiempo,

Fuese inconmovible en la rama.

Tiernos niñitos, yo os amo;

Os amo tanto, que vuestra madre

Creería que intentaba haceros daño.

Dame las glicinas azules sobre la tapia inocente,

Las magnolias embriagadoras sobre la falda blanca y vacía,

El libro melancólico entreabierto,

Las piernas entreabiertas,

Los bucles rubios del adolescente;

Con todo ello haré el filtro sempiterno.

Bebe unas gotas y verás la vida como a través de un vidrio coloreado.

Déjame, ya es hora de que duerma,

De dormir este sueño inacabable.

Quiero despertar algún día,

Saber que tu pelo, niño,

Tu dulce vientre y tus espaldas,

No son nada, nada, nada.

Recoger conchas delicadas;

Mira qué suave matiz rosa.

Las escamas de los súbitos peces,

Los músculos dorados del marino,

Sus labios salados y frescos

Me retienen preso en la red de espejismo.

Creo en el mundo,

Creo en ti que no conozco aún,

Creo en mí mismo,

Porque algún día yo seré todas las cosas que amo:

El aire, el agua, las plantas, el adolescente.

COMO LEVE SONIDO

Como leve sonido,

Hoja que roza un vidrio,

Agua que acaricia unas guijas,

Lluvia que besa una frente juvenil;

Como rápida caricia,

Pie desnudo sobre el camino,

Dedos que ensayan el primer amor,

Sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;

Como fugaz deseo,

Seda brillante en la luz,

Esbelto adolescente entrevisto,

Lágrimas por ser más que un hombre;

Como esta vida que no es mía

Y sin embargo es la mía;

Como este afán sin nombre

Que no me pertenece y sin embargo Soy yo;

Como todo aquello que de cerca o de lejos

Me roza, me besa, me hiere,

Tu presencia está conmigo fuera y dentro,

Es mi vida misma y no es mi vida,

Así como una hoja y otra hoja

Son la apariencia del viento que las lleva.

TE QUIERO

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,

Jugueteando tal un animalillo en la arena

O iracundo como órgano tempestuoso;

Te lo he dicho con el sol,

Que dora desnudos cuerpos juveniles

Y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,

Frentes melancólicas que sostienen el cielo,

Tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,

Leves caricias transparentes

Que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,

Vida luminosa que vela un fondo de sombra;

Te lo he dicho con el miedo,

Te lo he dicho con la alegría,

Con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta;

Más allá de la vida

Quiero decírtelo con la muerte,

Más allá del amor

Quiero decírtelo con el olvido.

VEIA SENTADO

Veía sentado junto al agua

Con vago ademán de olvido,

Veía las hojas, los días, los semblantes,

El fondo siempre pálido del cielo,

Conversando indiferentes entre ellos mismos.

Veía la luz agitarse eficazmente,

Un pequeño lagarto de visita,

Las piedrecillas vanidosas

Disputando el lugar a las tristes hierbas.

Veía reinos perdidos o quizá ganados,

Veía mi juventud ni ganada ni perdida,

Veía mi cuerpo distante, tan extraño

Como yo mismo, allá en extraña hora.

Veía los canosos muros disgustados

Murmurando entre dientes sus vagas blasfemias,

Veía. Más allá de los muros

El mundo como can satisfecho,

Veía al inclinarme sobre la verdad

Un cuerpo que no era el cuerpo mío.

Subiendo hasta mí mismo

Aquí vive desde entonces,

Mientras aguardo que tu propia presencia

Haga inútil ese triste trabajo

De ser yo solo el amor y su imagen.

HE VENIDO PARA VER

He venido para ver semblantes

Amables como viejas escobas,

He venido para ver las sombras

Que desde lejos me sonríen.

He venido para ver los muros

En el suelo o en píe indistintamente,

He venido para ver las cosas,

Las cosas soñolientas por aquí.

He venido para ver los mares

Dormidos en cestillo italiano,

He venido para ver las puertas,

El trabajo, los tejados, las virtudes

De color amarillo ya caduco.

He venido para ver la muerte

Y su graciosa red de cazar mariposas,

He venido para esperarte

Con los brazos un tanto en el aire,

He venido no sé por qué;

Un día abrí los ojos, he venido.

Por ello quiero saludar sin insistencia

A tantas cosas más que amables,

Los amigos de color celeste,

Los días de color variable,

La libertad del color de mis ojos.

Los niñitos de seda tan clara,

Los entierros aburridos como piedras,

La seguridad, ese insecto

Que anida en los volantes de la luz.

Adiós, dulces amantes invisibles,

Siento no haber dormido en vuestros brazos.

Vine por esos besos solamente;

Guardar los labios por si vuelvo.