REMORDIMIENTO EN TRAJE DE NOCHE
Un hombre gris avanza por la calle de niebla;
No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío;
Vacío como pampa, como mar, como viento
Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.
Es el tiempo pasado, y sus alas ahora
Entre la sombra encuentran una pálida fuerza;
Es el remordimiento, que de noche, dudando,
En secreto aproxima su sombra descuidada.
No estrechéis esa mano. La yedra altivamente
Ascenderá cubriendo los troncos del invierno.
Invisible en la calma el hombre gris camina.
¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda.
QUISIERA ESTAR SOLO EN EL SUR
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
De ligeros paisajes dormidos en el aire,
Con cuerpos a la sombra de ramas como flores
O huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
Y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
Hacia el mar encamina sus deseos amargos
Abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
Su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
SOMBRAS BLANCAS
Sombras frágiles, blancas, dormidas en la playa,
Dormidas en su amor, en su flor de universo,
El ardiente color de la vida ignorando
Sobre un lecho de arena y azar abolido.
Libremente los besos desde sus labios caen
En el mar indomable como perlas inútiles;
Perlas grises o acaso cenicientas estrellas
Ascendiendo hacia el cielo con luz desvanecida.
Bajo la noche el mundo silencioso naufraga;
Bajo la noche rostros fijos, muertos, se pierden.
Sólo esas sombras blancas, oh blancas, sí, tan blancas.
La luz también da sombras, pero sombras azules.
CUERPO EN PENA
Lentamente el ahogado recorre sus dominios
Donde el silencio quita su apariencia a la vida.
Transparentes llanuras inmóviles le ofrecen
Árboles sin colores y pájaros callados.
Las sombras indecisas alargándose tiemblan,
Mas el viento no mueve sus alas irisadas;
Si el ahogado sacude sus lívidos recuerdos
Halla un golpe de luz, la memoria del aire.
Un vidrio denso tiembla delante de las cosas,
Un vidrio que despierta formas color de olvido;
Olvidos de tristeza, de un amor, de la vida,
Ahogados como un cuerpo sin luz, sin aire, muerto.
Delicados, con prisa, se insinúan apenas
Vagos revuelos grises, encendiendo en el agua
Reflejos de metal o aceros relucientes,
Y su rumbo acuchilla las simétricas olas.
Flores de luz tranquila despiertan a lo lejos,
Flores de luz quizá, o miradas tan bellas
Como pudo el ahogado soñarlas una noche,
Sin amor ni dolor, en su tumba infinita.
A su fulgor el agua reducida se aquieta,
Azulada sonrisa asomando en sus ondas.
Sonrisas, oh miradas alegres de los labios;
Miradas, oh sonrisas de la luz triunfante.
Desdobla sus espejos la prisión delicada;
Claridad sinuosa, errantes perspectivas.
Perspectivas que rompe con su dolor ya muerto.
Ese pálido rostro que solemne aparece.
Su insomnio maquinal el ahogado pasea.
El silencio impasible sonríe en sus oídos.
Inestable vacío sin alba ni crepúsculo,
Monótona tristeza, emoción en ruinas.
En plena mar al fin, sin rumbo a toda vela;
Hacia lo lejos, más, hacia la flor sin nombre.
Atravesar ligero como pájaro herido
Ese cristal confuso, esas luces extrañas.
Pálido entre las ondas cada vez más opacas
El ahogado ligero se pierde ciegamente
En el fondo nocturno como un astro apagado.
Hacia lo lejos, sí, hacia el aire sin nombre.
DESTIERRO
Ante las puertas bien cerradas,
Sobre un río de olvido, va la canción antigua.
Una luz lejos piensa
Como a través de un cielo.
Todos acaso duermen
Mientras él lleva su destino a solas.
Fatiga de estar vivo, de estar muerto,
Con frío en vez de sangre,
Con frío que sonríe insinuando
Por las aceras apagadas.
Le abandona la noche y la aurora lo encuentra,
Tras sus huellas la sombra tenazmente.
NEVADA
En el Estado de Nevada
Los caminos de hierro tienen nombres de pájaro,
Son de nieve los campos
Y de nieve las horas.
Las noches transparentes
Abren luces soñadas
Sobre las aguas o tejados puros
Constelados de fiesta.
Las lágrimas sonríen,
La tristeza es de alas,
Y las alas, sabemos,
Dan amor inconstante.
Los árboles abrazan árboles,
Una canción besa otra canción;
Por los caminos de hierro
Pasa el dolor y la alegría.
Siempre hay nieve dormida
Sobre otra nieve, allá en Nevada.
COMO EL VIENTO
Como el viento a lo largo de la noche,
Amor en pena o cuerpo solitario,
Toca en vano a los vidrios,
Sollozando abandona las esquinas;
O como a veces marcha en la tormenta,
Gritando locamente
Con angustia de insomnio,
Mientras gira la lluvia delicada;
Sí, como el viento a que una alba le revela
Su tristeza errabunda por la tierra,
Su tristeza sin llanto,
Su fuga sin objeto;
Como él mismo extranjero,
Como el viento huyo lejos.
Y sin embargo viene como luz.
DECIDME ANOCHE
La presencia del frío junto al miedo invisible
Hiela a gotas oscuras la sangre entre la niebla,
Entre la niebla viva, hacia la niebla vaga
Por un espacio ciego de rígidas espinas.
Con vida misteriosa quizá los hombres duermen
Mientras desiertos blancos representan el mundo;
Espacios tan pequeños como tímida mano,
Silenciosos, vacíos bajos una luz sin vida.
Sí, la tierra está sola, bien sola con sus muertos,
Al acecho quizá de inerte transeúnte
Que sin gestos arrostre su látigo nocturno;
Mas ningún cuerpo viene ciegamente soñando.
El dolor también busca errante entre la noche,
Tras la sombra fugaz de algún gozo indefenso;
Y sus pálidos pasos callados se entrelazan,
Incesante fantasma con mirada de hastío.
Fantasma que desfila prisionero de nadie,
Falto de voz, de manos, apariencia, sin vida,
Como llanto impotente por las ramas ahogado
O repentina fuga estrellada en un muro.
Sí, la tierra está sola; a solas canta, habla
Con una voz tan débil que no la alcanza el cielo;
Canta risas o plumas atravesando espacio
Bajo un sol calcinante reflejado en la arena.
Es íntima esa voz, sólo para ella misma;
Al exterior la sombra presta asilo inseguro.
Un grito acaso pasa disfrazado con luces,
Luchando vanamente contra el miedo y el frío.
¿Dónde palpita el hielo? Dentro, aquí, entre la vida,
En un centro perdido de apagados recuerdos,
De huesos ateridos en donde silba el aire
Con un rumor de hojas que se van una a una.
Sus plumas moribundas van extendiendo la niebla
Para dormir en tierra un ensueño harapiento,
Ensueño de amenazas erizado de nieve.
Olvidado en el suelo, amor menospreciado.
Se detiene la sangre por los miembros de piedra
Como al coral sombrío fija el mar enemigo,
Como coral helado en el cuerpo deshecho,
En la noche sin luz, en el ciclo sin nadie.
OSCURIDAD COMPLETA
No sé por qué, si la luz entra,
Los hombres andan bien dormidos,
Recogiendo la vida su apariencia
Joven de nuevo, bella entre sonrisas,
No sé por qué he de cantar
O verter de mis labios vagamente palabras;
Palabras de mis ojos,
Palabras de mis sueños perdidos en la nieve.
De mis sueños copiando los colores de nubes,
De mis sueños copiando nubes sobre la pampa.
HABITACIÓN DE AL LADO
A través de una noche en pleno día
Vagamente he conocido a la muerte.
No la acompaña ningún lebrel;
Vive entre los estanques disecados,
Fantasmas grises de piedra nebulosa.
¿Por qué soñando al deslizarse con miedo,
Ese miedo imprevisto estremece al durmiente?
Mirad vencido olvido y miedo a tantas sombras blancas
Por las pálidas dunas de la vida,
No redonda ni azul, sino lunática,
Con sus blancas lagunas, con sus bosques
En donde el cazador si quiere da caza al terciopelo.
Pero ningún lebrel acompaña a la muerte.
Ella con gran amor sólo ama los pájaros,
Pájaros siempre mudos, como lo es el secreto,
Con sus grandes colores formando un torbellino
En torno a la mirada fijamente metálica.
Y los durmientes desfilan como nubes
Por un cielo engañoso donde chocan las manos,
Las manos aburridas que cazan terciopelos o nubes descuidadas.
Sin vida está viviendo solo profundamente.
ESTOY CANSADO
Estar cansado tiene plumas,
Tiene plumas graciosas como un loro,
Plumas que desde luego nunca vuelan,
Mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas
Prontamente en ruinas sin un gesto,
Estoy cansado de las cosas
Con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
Estoy cansado de estar vivo,
Aunque más cansado sería el estar muerto;
Estoy cansado del estar cansado
Entre plumas ligeras sagazmente,
Plumas del loro aquel tan familiar o triste,
El loro aquel del siempre estar cansado.
EL CASO DEL PAJARO ASESINADO
Nunca sabremos, nunca,
Por qué razón un día
Esas luces temblaron levemente;
Fue una llorosa espuma,
Una brisa más grande, nada acaso.
Sólo las olas saben.
Por eso hoy muestran desdeñosas
Su color de miradas,
Su color ignorante todavía, aunque un recuerdo
Le cante algo, algo levemente.
Fue un pájaro quizá asesinado;
Nadie sabe. Por nadie
O por alguien quizá triste en las piedras,
En los muros del cielo.
Mas de ello hoy nada se sabe.
Sólo un temblor de luces levemente,
Un color de miradas en las olas o en la brisa;
También, acaso, un miedo.
Todo, es verdad, inseguro.
DURANGO
Las palabras quisieran expresar los guerreros
Bellos guerreros impasibles,
Con el mañana gris abrazado, tal un amante,
Sin dejarles partir hacia las olas.
Por la ventana abierta
Muestra el destino su silencio;
Sólo nubes con nubes, siempre nubes
Más allá de otras nubes semejantes,
Sin palabras, sin voces,
Sin decir, sin saber;
Ultimas soledades que no aguardan mañana.
Durango está vacío.
Al pie de tanto miedo infranqueable;
Llora consigo a solas la juventud sangrienta
De los guerreros bellos como luz, como espuma.
Por sorpresa los muros
Alguna mano dejan revolando a veces;
Sus dedos, entreabiertos
Dicen adiós a nadie,
Saben algo quizá ignorado en Durango.
En Durango postrado,
Con hambre, miedo, frío,
Pues sus bellos guerreros sólo dieron,
Raza estéril en flor, tristeza, lágrimas.
DAYTONA
Hubo un día en que el día no engañaba,
En que sus manos tristes no sostenían un cuervo
Indiferente como los labios de la lluvia,
Como el rojizo hastío.
Mas hoy es imposible
Buscar la luz entre barcas nocturnas;
Alguien cortó la piedra en flor,
Sin que pudiera el mundo,
Incendiar la tristeza.
Sólo un lugar existe, cuyos días
Nada saben de aquello,
Aunque todo allí sea mortal, el miedo, hasta
las plumas;
Mas las olas abrazan
A tanta luz aún viva.
A tanta luz desbordando en la arena,
Desbordando en las nubes, desbordando en el tiempo,
Que dormita sin voz entre las ramas,
Olvidado fantasma con su collar de frío.
Mirad, como sonríe hacia el amor Daytona.
DESDICHA
Un día comprendió como sus brazos eran
Solamente de nubes;
Imposible con nubes estrechar hasta el fondo
Un cuerpo, una fortuna.
La fortuna es redonda y cuenta lentamente
Estrellas del estío;
Hacen falta unos brazos seguros como el viento,
Y como el mar un beso.
Pero él con sus labios,
Con sus labios no sabe sino decir palabras;
Palabras hacia el techo,
Palabras hacia el suelo.
Y sus brazos son nubes que transforman la vida
En aire navegable.
NO INTENTEMOS EL AMOR NUNCA
Aquella noche el mar no tuvo sueño.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
Quiso vivir hacia lo lejos,
Donde supiera alguien de su color amargo.
Con una voz insomne decía cosas vagas,
Barcos entrelazados dulcemente
En un fondo de noche,
O cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido
Viajando hacia nada.
Cantaba tempestades, estruendos desbocados
Bajo cielos con sombra,
Como la sombra misma,
Como la sombra siempre
Rencorosa de pájaros estrellas.
Su voz atravesando luces, lluvia, frío,
Alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
Cielo Sereno, Colorado, Glaciar del Infierno,
Todas puras de nieve o de astros caídos
En sus manos de tierra.
Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
Con sonrisa de antaño,
Ignorado de todos.
Y con sueño de nuevo se volvió lentamente
Adonde nadie
Sabe nada de nadie.
Adonde acaba el mundo.
LINTERNA ROJA
Albergue oscuro con mendigos de noche
Abrazando jirones de frío,
Mientras por los grupos inertes, igual que flor de lluvia,
Contemplan cómo pasa una sonrisa.
Poseen estos cuerpos miserables
Formas de ojos sin luz o de arena caída;
Vivir allí, canta una voz, si las manos no fallan,
Es alegre como un amor aprisionado.
Esos mendigos son los reyes sin corona
Que buscaron la dicha más allá de la vida
Que buscaron la flor Jamás abierta
Que buscaron deseos terminados en nubes.
Los cuerpos palidecen como olas,
La luz es un pretexto de la sombra,
La risa va muriendo lentamente,
Y mi vida también se va con ella.
Mas las sombras no son mendigos o coronas,
Son los anos de hastío esta noche con vida;
Y mi vida es ahora un hombre melancólico
Sin saber otra cosa que su llanto.
MARES ESCARLATA
Un gemido molusco
Parece nada de importancia;
Mas la noche un gemido son las olas
De mármol encendido,
Corolas fatigadas
O lascivas columnas.
Un gemido no es nada; son los mares
Coronados de otoño
Ante la puerta seca, como cauce
Olvidado de todos,
Su dolor contra un muro,
Un grito acaso pueda ofrecer más encantos
Con el manto escarlata,
Con el pecho escarlata.
Son los mares, los mares desbordados
Que atraviesan ciudades humeantes.
RAZÓN DE LAS LÁGRIMAS
La noche por ser triste carece de fronteras.
Su sombra, en rebelión como la espuma,
Rompe los muros débiles
Avergonzados de blancura;
Noche que no puede ser otra cosa sino noche.
Acaso los amantes acuchillan estrellas,
Acaso la aventura apague una tristeza.
Mas tú, noche, impulsada por deseos
Hasta la palidez del agua,
Aguardas siempre en pie quién sabe a cuáles ruiseñores.
Más allá se estremecen los abismos
Poblados de serpientes entre pluma,
Cabecera de enfermos
No mirando otra cosa que la noche
Mientras cierran el aire entre los labios.
La noche, la noche deslumbrante
Que junto a las esquinas retuerce sus caderas,
Aguardando quién sabe,
Como yo, como todos.
TODO ESTO POR AMOR
Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
Derriban los instintos como flores,
Deseos como estrellas
Para hacer sólo un hombre, con su estigma, de hombre.
Que derriben también imperios de una noche,
Monarquías de un beso,
No significa nada;
Que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas vacías,
Acaso dice menos.
Más este amor cerrado por ver sólo su forma,
Su forma entre las brumas escarlata,
Quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo tantas hojas
Hacia el último cielo,
Donde estrellas
Sus labios dan a otras estrellas,
Donde mis ojos, estos ojos,
Se despiertan en otros.
NO SE QUE NOMBRE DARLE EN MIS SUEÑOS
Ante mi forma encontré aquella forma
En tiempo de crepúsculo,
Cuando las desapariciones
Confunden los colores a los ojos,
Cuando el último amor
Busca el cuerpo postrero.
Una angustia sin fondo aullaba entre las piedras;
Hacia el aire, hombres sordos,
La cabeza olvidada,
Pasaban a lo lejos como libres o muertos.
Vergonzoso cortejo de fantasmas
Con las cadenas rotas colgando de las manos.
La vida puso entonces una lámpara
Sobre muros sangrientos;
El día ya cansado secaba tristemente
Las futuras auroras, remendadas
Como harapos de rey.
La lámpara eras tú,
Mis labios, mi sonrisa,
Forma que hallan mis manos en todo lo que alcanzan.
Si mis ojos se cierran es para hallarte en sueños
Detrás de la cabeza,
Detrás del mundo esclavizado,
En ese país perdido
Que un día abandonamos sin saberlo.
DUERME, MUCHACHO
La rabia de la muerte, los cuerpos torturados,
La revolución, abanico en la mano,
Impotencia del poderoso, hambre del sediento,
Duda con manos de duda y pies de duda;
La tristeza, agitando sus collares
Para alegrar un poco tantos viejos;
Todo unido entre tumbas como estrellas,
Entre lujurias como lunas;
La muerte, la pasión en los cabellos,
Dormitan tan minúsculas como un árbol,
Dormitan tan pequeñas o tan grandes
Corno un árbol crecido hasta llegar al suelo.
Hoy sin embargo está también cansado.
DRAMA O PUERTA CERRADA
La juventud sin escolta de nubes,
Los muros, voluntad de tempestades,
La lámpara como abanico fuera o dentro,
Dicen con elocuencia aquello no ignorado,
Aquello que algún día débilmente
Ante la muerte misma se abandona.
Hueso aplastado por la piedra de sueños,
¿Qué hacer desprovistos de salida,
Si no es sobre puente tendido por el rayo
Para unir dos mentiras,
Mentira de vivir o mentira de carne?
Sólo sabemos esculpir biografías
En músicas hostiles,
Sólo sabemos contar afirmaciones
O negaciones, cabellera de noche,
Sólo sabemos invocar como niños el frío
Por miedo de irnos solos a la sombra del tiempo.
DEJADME SOLO
Una verdad es color de ceniza,
Otra verdad es color de planeta;
Mas todas las verdades, desde el suelo hasta el suelo,
No valen la verdad sin color de verdades,
La verdad ignorante de cómo el hombre suele encarnarse en la nieve.
En cuanto a la mentira, basta decirle “quiero”
Para que brote entre las piedras
Su flor, que en vez de hojas luce besos,
Espinas en lugar de espinas.
La verdad, la mentira,
Como labios azules,
Una dice, otra dice;
Pero nunca pronuncian verdades o mentiras su secreto torcido,
Verdades o mentiras
Son pájaros que emigran cuando los ojos mueren.
CARNE DE MAR
Dentro de breves días será otoño en Virginia,
Cuando los cazadores, la mirada de lluvia,
Vuelven, a su tierra nativa, el árbol que no olvida,
Corderos de apariencia terrible;
Dentro de breves días será otoño en Virginia.
Sí, los cuerpos estrechamente enlazados,
Los labios en la llave más íntima,
¿Qué dirá él, hecho piel de naufragio
O dolor con la puerta cerrada,
Dolor frente a dolor,
Sin esperar amor tampoco?
El amor viene y va, mira;
El amor viene y va,
Sin dar limosna a nubes mutiladas,
Por vestidos harapos de tierra,
Y él no sabe, nunca sabrá más nada.
Ahora inútil pasar la mano sobre otoño.
VIEJA RIBERA
Tanto ha llovido desde entonces,
Entonces, cuando los dientes no eran carne, sino días
Pequeños como un río ignorante
A sus padres llamando porque siente sueño,
Tanto ha llovido desde entonces,
Que ya el paso se olvida en la cabeza.
Unos dicen que sí, otros dicen que no;
Mas sí y no son dos alas pequeñas,
Equilibrio de un cielo dentro de otro cielo,
Como un amor está dentro de otro,
Como el olvido está dentro del olvido.
Si el suplicio con ira pide fiestas
Entre las noches más viriles,
No haremos otra cosa que apuñalar la vida,
Sonreír ciegamente a la derrota,
Mientras los anos, muertos como un muerto,
Abren su tumba de estrellas apagadas.
LA CANCIÓN DEL OESTE
Jinete sin cabeza,
Jinete como un niño buscando entre rastrojos
Llaves recién cortadas,
Víboras seductoras, desastres suntuosos,
Navíos para tierra lentamente de carne,
De carne hasta morir igual que muere un hombre.
A lo lejos
Una hoguera transforma en ceniza recuerdos,
Noches como una sola estrella,
Sangre extraviada por las venas un día,
Furia color de amor,
Amor color de olvido,
Aptos ya Solamente para triste buhardilla.
Lejos canta el oeste,
Aquel oeste que las manos antaño
Creyeron apresar como el aire a la luna;
Mas la luna es madera, las manos se liquidan
Gota a gota, idénticas a lágrimas.
Olvidemos pues todo, incluso el mismo oeste;
Olvidemos que un día las miradas de ahora
Lucirán a la noche, como tantos amantes,
Sobre el lejano oeste,
Sobre amor más lejano.
¿SON TODOS FELICES?
El honor de vivir con honor gloriosamente,
El patriotismo hacia la patria sin nombre,
El sacrificio, el deber de labios amarillos,
No valen un hierro devorando
Poco a poco algún cuerpo triste a causa de ellos mismos.
Abajo pues la virtud, el orden, la miseria;
Abajo todo, todo, excepto la derrota,
Derrota hasta los dientes, hasta ese espacio helado
De una cabeza abierta en dos a través de soledades,
Sabiendo nada más que vivir es estar a solas con la muerte.
Ni siquiera esperar ese pájaro con brazos de mujer,
Con voz de hombre oscurecida deliciosamente,
Porque un pájaro, aunque sea enamorado,
No merece aguardarle como cualquier monarca
Aguarda que las torres maduren hasta frutos podridos.
Gritemos sólo,
Gritemos a un ala enteramente
Para hundir cantos cielos,
Tocando entonces soledades con mano disecada.
NOCTURNO ENTRE LAS MUSARAÑAS
Cuerpo de piedra, cuerpo triste
Entre lanas con muros de universo,
Idéntico a las razas cuando cumplen años,
A los más inocentes edificios,
A las más pudorosas cataratas,
Blancas como la noche, en tanto la montaña
Despedaza formas enloquecidas,
Despedaza dolores como dedos,
Alegrías como uñas.
No saber donde ir, donde volver,
Buscando los vientos piadosos
Que destruyen las arrugas del mundo,
Que bendicen los deseos cortados a raíz
Antes de dar su flor,
Su flor grande como un niño,
Los labios quieren esa flor,
Cuyo puño, besado por la noche,
Abre las puertas del olvido labio a labio.
COMO LA PIEL
Ventana huérfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.
Esas cuevas de luces venenosas
Destrozan los deseos, los durmientes;
Luces como lenguas hendidas
Penetrando en los huesos hasta hallar la carne,
Sin saber que en el fondo no hay fondo,
No hay nada, sino un grito,
Un grito, otro deseo
Sobre una trampa de adormideras crueles.
En un mundo de alambre
Donde el olvido vuela por debajo del suelo,
En un mundo de angustia,
Alcohol amarillento,
Plumas de fiebre,
Irá subiendo a un cielo de vergüenza,
Algún día nuevamente resurgirá la flecha
Que abandona el azar
Cuando una estrella muere como otoño para olvidar su sombra.