17
Jacen se había distraído tantas veces durante su busca del huevo de halcón-murciélago con Zekk que nunca habría sido capaz de seguir de nuevo el camino que había andado a través del laberinto de los niveles inferiores de Coruscant. Pero Tenel Ka le guiaba con un infalible sentido de la orientación..., lo cual no sorprendió en lo más mínimo a Jacen.
Los edificios se iban pegando más los unos a los otros y se volvían cada vez más ruinosos y ominosos. Las paredes eran de colores oscuros, y estaban salpicadas de feos manchones opacos que parecían manchas de sangre que tuvieran siglos de antigüedad. Jacen veía el omnipresente símbolo de la cruz-dentro-del-triángulo de la banda marcado en ladrillos de duracreto o dibujado con chillones pigmentos indelebles.
—Ah. Aja. Hemos encontrado el territorio reclamado por la banda de los Perdidos —dijo Tenel Ka, con los sentidos tan agudizados como el filo del cuchillo de un cazador. Jacen tragó saliva.
—Espero que encontremos pronto a Zekk. No me gustaría nada estar por los alrededores si esa banda vuelve a estar de mal humor.
—Sospecho que siempre están de mal humor —observó Tenel Ka—. Puede que sigan irritados con nosotros por haber escapado de ellos antes.
—Bueno, tal vez tienen a Zekk. Debemos rescatarle. Ese Norys parece un tipo muy poco recomendable.
Algo correteó a lo largo de la pared detrás de ellos, una repugnante araña-cucaracha que se apresuró a buscar refugio en un montón de musgo viscoso. En cualquier otro momento Jacen habría echado a correr detrás de la criatura para estudiarla, pero en aquel instante sólo quería estar sano y salvo en su habitación.
Tenel Ka avanzó por el angosto pasillo, una silueta valerosa y fuerte que caminaba con paso firme y seguro de sí mismo. Durante un momento Jacen deseó tener su propia espada de luz, como la que había utilizado en la Academia de la Sombra. Sabía que las armas Jedi eran peligrosas y que no habían sido hechas para jugar, pero en aquel instante no quería jugar con una: deseaba tenerla por un auténtico anhelo de estar protegido.
Jacen tragó saliva con una nerviosa sacudida de la garganta y se acercó un poco más a la joven guerrera, manteniendo los ojos clavados en las trenzas dorado rojizas que colgaban sobre su espalda. Tal vez el humor apartaría sus pensamientos de la siniestra banda.
—¡Eh, Tenel Ka! ¿Sabes en qué se diferencian un AT-AT y un soldado de las tropas de asalto que va a pie?
Tenel Ka se volvió y le observo como si no estuviera muy segura de adonde quería ir a parar. —Por supuesto que sí.
Jacen suspiró.
—Es un chiste, Tenel Ka... ¿En qué se diferencian un AT-AT y un soldado de las tropas de asalto que va a pie?
—Se supone que he de decir que no lo sé. Es la respuesta correcta, ¿verdad?
—Sí, exactamente —dijo Jacen.
—No lo sé.
—¡En que uno es un caminante imperial, y el otro es un imperial que camina!
Tenel Ka asintió solemnemente.
—Sí. Muy humorístico... Bien, y ahora sigamos con nuestra búsqueda. —La joven entrecerró sus impasibles ojos grises mientras se aproximaban a una esquina—. Zekk es tu amigo. Tú le conoces mejor. Vuelve a desplegar tus poderes Jedi para averiguar si puedes percibir su presencia. Estos corredores tienen muchas curvas y desvíos.
Jacen asintió. No creía que sus poderes fuesen lo suficientemente fuertes para localizar a una persona determinada, pero lo único que necesitaba era un hilillo de pensamientos, una impresión, una corazonada. De todas maneras hasta el momento él y Tenel Ka habían estado vagando a ciegas, y la más leve pista aumentaría el nivel de sus posibilidades colocándolas por encima de la pura suerte.
Mientras se concentraba y cerraba los ojos, Jacen creyó sentir un cosquilleo, algo que conjuró una impresión del muchacho de cabellos oscuros dentro de su mente. Indicó la dirección antes de que pudiera tener dudas o vacilaciones. El tío Luke siempre les había enseñado a seguir sus instintos Jedi.
Apretó el paso para mantenerse a la altura de Tenel Ka mientras avanzaban por un pasillo y salían de él para meterse por otro. El viejo rascacielos parecía estar totalmente vacío, y se iba volviendo cada vez más opresivo en su silencio a pesar de los niveles habitados que se encontraban muy por encima de ellos, pero Jacen sentía la presencia de ojos invisibles vigilándoles desde escondites secretos. Confiaba lo suficiente en sus sentidos Jedi para suponer que aquella sensación no era sólo fruto de su imaginación.
—Creo que nos estamos acercando —dijo Tenel Ka.
Oyeron voces por delante de ellos, y Jacen reconoció el timbre de una voz potente y límpida —la voz de un muchacho—, aunque no pudo distinguir ninguna de las palabras.
—¡Parece la voz de Zekk! —murmuró—. Le hemos encontrado.
Jacen se sintió tan lleno de júbilo que olvidó en un instante todos sus pensamientos ominosos, y echó a correr mientras Tenel Ka seguía avanzando sin apresurarse y le aconsejaba cautela.
—Ten cuidado —le dijo, pero su compañero no le hizo caso.
Jacen dobló una esquina y entró corriendo en una gran sala llena de ecos y repleta de viejos muebles medio rotos, vigas desprendidas del techo y paneles luminosos conectados a las paredes aquí y allá, como si alguien los hubiera instalado en los lugares donde parecía más fácil obtener energía eléctrica. Las otras puertas de la gran sala estaban cerradas, algunas bloqueadas mediante cajas y otras atascadas en sus goznes.
Jacen vio a un joven inmóvil en el centro de la sala, un muchacho cuyos ojos verde esmeralda brillaban bajo la vacilante claridad de los paneles luminosos esparcidos al azar. Era Zekk. Su cabellera, tan oscura que le faltaba muy poco para ser negra, estaba recogida en su nuca mediante una tira de cuero en vez de colgar libremente sobre sus hombros. Jacen nunca le había visto llevar el pelo de esa manera. Las ropas de su amigo también eran distintas a las habituales: oscuras, limpias, acolchadas... Recordaban a un uniforme, y eran mucho más elegantes que el traje que había llevado durante el banquete diplomático celebrado en honor de la embajadora de Karnak Alfa.
Sentados en sillas o tumbados sobre viejos almohadones había una docena de jóvenes de aspecto duro y salvaje cuyas edades oscilaban entre los doce y los diecinueve años. La mayor parte eran chicos, pero las escasas chicas parecían lo suficientemente fuertes y temibles para hacer pedacitos a Jacen con tanta facilidad como si fuese un androide anticuado al que hubiera que desmontar.
Eran los Perdidos.
—¡Eh, Zekk! —exclamó Jacen—. ¿Dónde has estado? ¡Nos tenías muy preocupados a todos!
Interrumpido en mitad de su discurso, el joven de los cabellos oscuros se irguió y se volvió hacia Tenel Ka y Jacen para contemplarles con el ceño fruncido. Sus verdes ojos se iluminaron con un fugaz destello de sorpresa y deleite, pero enseguida ocultó la expresión con una mueca. Zekk parecía haber envejecido una docena de años en los escasos días transcurridos desde su desaparición.
—Ahora no tengo tiempo para hablar con vosotros, Jacen —dijo en un tono áspero y seco.
Un muchacho muy corpulento de ojos más juntos de lo normal y gruesas cejas se levantó y les fulminó con la mirada.
—No recuerdo haberos invitado —dijo.
Era Norys, el matón.
Zekk se volvió hacia el robusto jefe de la banda e intentó calmarle con un gesto de la mano.
—Deja que yo me ocupe de esto. —La ira era claramente visible en su rostro cuando se encaró con Jacen y meneó la cabeza—. ¿Por qué no podíais haberme dejado en paz durante unos días más?
Jacen se rascó su despeinada cabellera, sintiéndose totalmente perplejo. Cuando dio un paso hacia adelante, no sabiendo qué otra cosa podía hacer, Zekk se encogió sobre sí mismo.
—Marcharos —murmuró—. ¡Lo echaréis a perder todo!
Los otros Perdidos se pusieron en pie como una jauría de sabuesos nek que acaba de ver su objetivo. Tenel Ka puso una mano sobre el hombro de Jacen en un gesto de protección, por si se daba el caso de que tuvieran que luchar.
—Somos nosotros, Zekk —dijo Jacen con voz suplicante—. No vamos a echar a perder nada... Somos tus amigos.
Y entonces una de las puertas de metal corroído del otro extremo de la sala se abrió con un chirrido.
—No son tus amigos, joven Zekk —dijo una voz de mujer grave y melodiosa—. Ahora ya lo sabes, ¿verdad? Tal vez afirmen serlo, pero tú has visto evidencias de lo que realmente vales para ellos.
Jacen y Tenel Ka giraron sobre sus talones para ver la ominosa silueta de la Hermana de la Noche envuelta en su negra capa, con sus cabellos color ébano cargados de estática y sus llameantes ojos violeta. Los pinchos que surgían de los hombros de su capa parecían lanzas. Dos siluetas vestidas de manera similar permanecían inmóviles flanqueándola: eran un joven de cabellos oscuros y una mujer bajita y muy robusta, y los dos parecían tan rígidos e imponentes como la Hermana de la Noche.
—Tamith Kai... —la reconoció Jacen—. Veo que sigues tan encantadora como de costumbre.
—Y Garowyn, y Vilas —dijo Tenel Ka con una expresión tan asombrosa e inesperada como era una sonrisa salvaje en su rostro normalmente serio e inexpresivo—. Bien, ¿qué tal va tu rodilla? — le preguntó a Tamith Kai.
La presa con que sus dedos estrujaban el hombro de Jacen parecía lo bastante fuerte para resquebrajar un hueso.
El rostro de la mujer de la cabellera negra hirvió en una tempestad de furia. Sus labios color vino se tensaron hacia abajo, y apenas logró controlar la rabia que se adueñó de ella al tener que recordar cómo Tenel Ka la había humillado cuando los jóvenes Caballeros Jedi escaparon de la Academia de la Sombra.
—Mocosos Jedi... —gruñó—. Deberíais aprender a no abusar de vuestra suerte.
—Y tú ya deberías saber que te conviene mantenerte lo más lejos posible de nosotros después de lo que te ocurrió la primera vez —respondió Jacen en un tono desafíante—. ¿Por qué vas con estos payasos, Zekk? ¿Qué clase de estupideces te han estado contando?
Zekk pareció titubear durante un instante, pero cuando respondió su voz volvió a sonar firme y segura de sí misma.
—Nos ofrecen una oportunidad..., a todos nosotros. Es una oportunidad que nunca habíamos tenido antes.
—¿Cuál? —preguntó Jacen, sinceramente perplejo—. ¿Qué pueden ofrecerte estos perdedores?
—¡Nos llevarán a la Academia de la Sombra para adiestrarnos! —gritó Norys, el corpulento jefe de la banda—. Ahora tendremos una ocasión de llegar a ser poderosos.
—Pero no todo el mundo tiene el potencial necesario para convertirse en un Jedi —razonó Jacen, intentando conseguir que Zekk siguiera hablando hasta que él o Tenel Ka pudieran pensar qué debían hacer.
—Yo lo poseo. Lo habríais sabido si os hubierais tomado la molestia de someterme a una prueba —replicó Zekk con voz desafiante—. Y quien se una a nosotros y carezca del talento, será reclutado por las fuerzas militares imperiales, y se le darán responsabilidades y una posibilidad de progresar dentro del Segundo Imperio.
—Oh, Zekk —dijo Jacen meneando la cabeza—. Todo eso no son más que mentiras inventadas para seducirte, para hacerte bajar la guardia...
—¡No son mentiras! —le interrumpió Tamith Kai, y su voz melodiosa encerraba el potencial de volverse letal—. Honraremos nuestras promesas, todos disfrutaréis de oportunidades iguales sin importar cuál fuese vuestra posición social en los mundos rebeldes. El Segundo Imperio no juzgará quienes sois..., sólo lo que podéis hacer por nosotros.
—¿Cómo puedes confiar en ellos, Zekk? —exclamó Jacen—. Son las personas que nos secuestraron a mí y a Jaina.
—Sí, y hemos aprendido nuestra lección —siguió diciendo Tamith Kai—. Los mocosos de noble cuna como vosotros no sois más dignos de llegar a convertiros en Jedi Oscuros imperiales que cualquier otro estudiante —añadió, y la feroz mirada de sus ojos violeta fulminó a Tenel Ka.
—Ésta es tu ocasión, Zekk —se apresuró a susurrar Jacen—. Corres un gran peligro, créeme... Ahora podrías escapar. ¡Aléjate de ellos!
Pero en los ojos de su amigo, que siempre había sido tan alegre y despreocupado, había una extraña emoción a medio camino entre la compasión y una súplica de comprensión. Jacen creyó ver un atisbo de la profunda tristeza que helaba el corazón del joven.
—No lo entiendes, Jacen —dijo Zekk—. No puedes entenderlo porque siempre has tenido demasiadas cosas. Nunca has anhelado nada. Estas personas... —y señaló a la malvada Hermana de la Noche y sus acompañantes, me están ofreciendo algo que nunca he tenido en mi antigua vida. Con ellas tengo una oportunidad de ser alguien.
—Si son ellas quienes te la ofrecen, no es gran cosa —murmuró Jacen.
Tenel Ka se tensó y se llevó las manos a su cinturón, preparada para coger un arma.
Los miembros de la banda se fueron levantando uno a uno y clavaron la mirada en los dos jóvenes Jedi. El corpulento Norys y los otros Perdidos parecían haber sido hipnotizados, y Jacen se preguntó si Tamith Kai o los demás estaban usando alguna clase de truco de la Fuerza para volverlos más susceptibles a sus insidiosas sugerencias.
—Debemos irnos ahora que todavía podemos volver trayendo ayuda, Jacen —susurró Tenel Ka.
Jacen se tensó, y se preparó para girar sobre sus talones y salir corriendo. Conectó el comunicador con la esperanza de poder ponerse en contacto con Anakin y Cetrespeó, pero Vilas desenfundó un desintegrador antes de que él y Tenel Ka pudieran echar a correr hacia la puerta.
—No podemos correr el riesgo de que volváis a entrometeros —dijo Garowyn—. Hay demasiado en juego.
Jacen y Tenel Ka consiguieron correr unos cuantos metros antes de que los haces aturdidores disparados desde detrás chocaran con sus espaldas. Los dos jóvenes Caballeros Jedi se precipitaron en el abismo de la inconsciencia, indefensos e impotentes.