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El gigantesco crucero espacial Inflexible entró en el sistema de Coruscant más avanzada esa noche, protegido por un gran contingente de navíos de guerra de la Nueva República. El elevado número de cazas erizados de cañones turboláser que revoloteaban alrededor del crucero de aprovisionamiento indicaba la importancia militar del cargamento que transportaba.
El almirante Ackbar estaba inmóvil en el puente de mando del crucero, y seguía sintiéndose tenso y preocupado a pesar de todas las precauciones adicionales que habían sido adoptadas. El Inflexible se aproximó a una zona de atraque cercana a las estaciones espaciales de Coruscant, siguiendo con toda exactitud el horario previsto. Los cazas desactivaron sus sistemas de armamento y se fueron alejando escuadrón tras escuadrón, despidiéndose del almirante que comandaba la Flota de la Nueva República con un último comunicado.
—Gracias por la escolla —dijo Ackbar, inclinándose sobre la unidad de comunicaciones—. El servicio de seguridad de Coruscant se encargará de todo a partir de ahora.
Desconectó el circuito y empezó a ir y venir por el puente de mando. El viaje había sido largo y duro, pero la Nueva República necesitaba con gran urgencia los modernos núcleos hiperimpulsores y los emplazamientos de baterías turboláser que su nave transportaba dentro de sus bodegas blindadas. El Inflexible entregaría los componentes a los Astilleros de Kuat, donde serían instalados en una nueva flota de navíos de combate. Ackbar tenía que hacer una visita formal de inspección, y siempre aceptaba encantado cualquier oportunidad de estar a bordo de un soberbio buque militar.
Aunque la amenaza principal del Imperio maléfico había terminado, todavía seguían surgiendo problemas en los sistemas no aliados. El frágil gobierno dirigido por la Jefe de Estado Leia Organa Solo tenía que estar preparado en todo momento, y debía contar con una fuerza militar lo suficientemente poderosa para rechazar los ataques de enemigos conocidos o desconocidos.
—La Central de Coruscant ha acusado recibo de nuestra llegada —dijo el timonel.
El almirante Ackbar asintió.
—Será muy agradable poder disfrutar de un descanso en el planeta —dijo, volviéndose hacia el timonel y contemplándole con sus redondos ojos de pez—. ¿Ha estado de permiso en Coruscant anteriormente, teniente?
El joven oficial asintió.
—Sí, señor, varias veces. Conozco muy bien esa pequeña cantina de un tejado, el restaurante giratorio que te permite contemplar toda la ciudad..., Tienen una teclista con diez tentáculos. ¡Tendría que escuchar la música que es capaz de producir!
El almirante Ackbar había empezado a reírse cuando la oficial táctica se dio la vuelta de repente en su puesto. Su piel, que normalmente era muy pálida, se ruborizó mientras daba la alarma.
—¡Una flota no identificada acaba de aparecer a estribor, almirante! Se encuentra a menos de cincuenta kilómetros, y se aproxima muy deprisa. Parece estar desplegada en formación de ataque.
Ackbar giró sobre sus talones y se volvió hacia las pantallas delanteras.
—¿Formación de ataque?—exclamó—. Pero estamos en la zona protegida de Coruscant, una de las áreas mejor vigiladas de toda la galaxia... ¿Quién podría atacarnos?
Vio a la ilota que se aproximaba velozmente, acercándose como una bandada de aves de presa surgida de la nada. En el mismo instante sintió los potentes impactos de sus cañones iónicos, que dejaron instantáneamente inutilizados los sistemas defensivos del Inflexible.
—¡Puestos de combate! —gritó con su voz ronca y gutural mientras otro golpe atronador hacía temblar un flanco del Inflexible.
—¡Tenemos una pequeña brecha en el casco exterior! —gritó el oficial de operaciones—. Hay pérdida de presión. Las puertas y mamparos de emergencia se han cerrado.
—¡Transmita una señal de emergencia! —chilló el almirante—. Solicite ayuda inmediata del departamento de seguridad de Coruscant. ¡No pierda ni un instante!
—Todos los sistemas de armamento están inutilizados —informó la oficial táctica—. No podemos disparar ni un solo cañón. Pero los motores siguen intactos... Casi parece como si nuestros atacantes estuvieran intentando que sus andanadas no dieran en ellos.
—Quieren llevarse la nave —dijo Ackbar, sintiendo un escalofrío de horror al comprender el objetivo del ataque—. Y su cargamento.
El oficial de comunicaciones había empezado a transmitir una señal de emergencia, pero el joven teniente de rostro redondo y sonrosado alzó la mirada casi de inmediato con las mejillas repentinamente pálidas.
—Los sistemas de comunicaciones no funcionan, señor —dijo—. Ni siquiera podemos pedir ayuda.
El almirante Ackbar tragó saliva. Coruscant detectaría el ataque y reaccionaría en cuestión de minutos..., pero Ackbar sabía que para aquel entonces ya sería demasiado tarde.
Las naves enemigas continuaban acercándose.
La lanzadera de asalto modificada avanzaba velozmente hacia su objetivo. Qorl, el antiguo piloto de cazas TIE, guiaba el ataque sentado a sus controles. Llevaba un casco negro en forma de calavera que aislaba su piel del exterior y recirculaba aire respirable. Las gafas oscuras que cubrían sus ojos transmitían importantes datos tácticos a sus retinas.
Qorl colocó la extensión de la «boca» cortadora circular de la lanzadera sobre el blindaje del crucero de aprovisionamiento rebelde. El nombre del navío, Inflexible, estaba escrito con grandes letras encima de las planchas. Qorl pensó que el nombre sugería solidez y resistencia, y dejó escapar un gruñido ahogado. Los dientes cortadores increíblemente duros estaban hechos de gemas corusca de calidad industrial, y eran capaces de abrirse paso a través de cualquier sustancia conocida. Dentro de unos momentos las tropas de ataque de la Academia de la Sombra ya se habrían hecho con el control de la gran nave.
Qorl pulsó un botón cuyo color rojo hacía que destacara entre los controles. El botón hizo que las hojas corusca empezaran a girar y fueran mordiendo el metal hasta que la extensión cortadora hubo taladrado un gran círculo en el casco del Inflexible, abriendo un agujero en el crucero de aprovisionamiento.
Qorl fue tensando la mano enguantada en negro de su grueso brazo androide hasta convertirla en un puño. Su brazo había quedado gravemente lesionado cuando su caza TIE se estrelló en las junglas de la luna de Yavin 4, pero los ingenieros imperiales habían sustituido el miembro retorcido y deforme por una extensión androide más poderosa. Su fuerza había aumentado, aunque los nuevos dedos mecánicos de Qorl carecían de toda sensibilidad.
Los soldados de ¡as tropas de asalto ya estaban en el tubo de abordaje, sosteniendo sus rifles desintegradores en posición de hacer fuego e impacientes por iniciar el ataque. Qorl sabía que las defensas principales del crucero de aprovisionamiento habían estado a bordo de los navíos de escolta, las catorce corbetas poderosamente armadas, alas-F y alas-X que habían flanqueado al Inflexible durante su viaje hasta Coruscant. El antiguo piloto de cazas TIE pensó que los rebeldes habían acabado sintiéndose demasiado seguros y confiados en su mundo capital, y permitieron que sus defensas bajaran la guardia durante un momento. Qorl, acechando en su escondite invisible, había aprovechado ese momento para atacar.
—Sellado hermético completado —informó un capitán de las tropas de asalto.
—Muy bien —dijo Qorl, levantándose de su asiento de mando—. Inicien el ataque. Debemos estar lejos de aquí dentro de cinco minutos estándar. No disponemos de tiempo para errores.
La escotilla sellada del tubo de abordaje se abrió con un chasquido y los soldados se lanzaron a la carga, disparando contra cualquier cosa que se moviera pero utilizando únicamente haces aturdidores. No tenían ningún deseo especial de evitar matar a los tripulantes del Inflexible, pero los letales rayos desintegradores podían causar daños irreparables en los sistemas de control del puente.
Algunos tripulantes rebeldes habían buscado refugio detrás de las consolas y empezaron a disparar contra los soldados de las tropas de asalto, lanzando chorros de energía que salían despedidos en todas direcciones. Un soldado cayó con un agujero humeante en el peto blanco de su coraza, emitiendo un gorgoteo ahogado que terminó con un chisporroteo de estática en su sistema de comunicación.
Qorl entró en el puente, sosteniendo una pistola desintegradora en su mano androide. Los soldados de las tropas de asalto no paraban de disparar. El timonel rebelde se desplomó, y salió despedido hacia atrás bajo un diluvio de haces de energía azulada. Una oficial táctica gritó un desafío mientras se levantaba de su puesto y disparaba cuatro veces en rápida sucesión. La oficial mató a dos soldados de las tropas de asalto antes de que ella también quedara aturdida por los disparos de réplica.
Qorl fue con paso decidido hacia el puesto de control del Inflexible. Tenía que poner en movimiento aquella nave, y pronto... Las gafas oscuras de su casco TIE restringían considerablemente su visión periférica, y cuando pasó junto al centro de controles el oficial rebelde al mando —un calamariano de rostro de pez— se levantó de un salto y se lanzó sobre él. La pistola desintegradora de Qorl cayó ruidosamente al suelo.
El oficial luchó con Qorl y le golpeó con sus manos-aleta, pero el piloto de cazas TIE incrustó su potente puño androide en el rostro del alienígena, dejándole sin sentido al instante. Qorl recuperó su pistola desintegradora, se puso en pie y se quitó el polvo de su negro uniforme.
Un capitán de las tropas de asalto fue hacia él y saludó marcialmente.
—El puente es nuestro, señor. Estamos listos para la marcha.
Qorl se instaló en el asiento de mando del Inflexible.
—Muy bien.
Selló su casco y su traje acolchado en la modalidad de aislamiento total, que le protegería de la rápida descompresión cuando la nave de asalto se separase del casco. Después titubeó durante un momento.
—Meta a esos rebeldes en un módulo de escape y láncelo —dijo.
—¿Salvarlos, señor? —preguntó el capitán con perplejidad—. No disponemos de mucho tiempo.
—¡Pues entonces dése prisa! —replicó secamente Qorl.
Emociones encontradas luchaban dentro de él. Aquellos hombres eran el enemigo y Qorl había jurado combatir al enemigo dondequiera que lo enfrentase a él..., pero los tripulantes de aquella nave habían luchado valerosamente, y Qorl no podía soportar la idea de dejarles yaciendo donde habían perdido el conocimiento y permitir que muriesen.
Los soldados de las tropas de asalto sólo permanecieron inmóviles durante un segundo, y después reaccionaron rápidamente y empezaron a arrastrar los flácidos cuerpos de los rebeldes a través del puente para acabar arrojándolos sin más ceremonias al interior del módulo de escape. El capitán selló la escotilla y presionó el control de lanzamiento externo del módulo. El módulo de escape fue despedido hacia el espacio con un siseo de pernos explosivos y un chorro de gases comprimidos.
Qorl estudió el puesto de control táctico del Inflexible. Las fuerzas defensivas rebeldes por fin se habían puesto en camino, y estaban saliendo a toda velocidad de la órbita para dirigirse hacia el navío de aprovisionamiento asediado.
—¡Váyanse! —les dijo a los soldados—. Suban a la lanzadera de asalto y escapen. Me reuniré con ustedes en la base.
Los soldados de las tropas de asalto fueron corriendo a la lanzadera de asalto con el morro en forma de boca de tiburón y sellaron la compuerta de abordaje. Qorl se agarró a los brazos del sillón mientras la nave modificada se desprendía del casco del crucero, permitiendo que la atmósfera retenida saliera del puente a través de! gran agujero para perderse en el espacio.
A salvo dentro de su traje, Qorl conectó todos los motores. Después introdujo coordenadas preprogramadas y el Inflexible se puso en movimiento con una sacudida.
Mientras la flota rebelde se acercaba a gran velocidad, Qorl siguió a sus naves imperiales, llevándose consigo un increíble tesoro que ayudaría al Segundo Imperio a obtener la situación de superioridad militar que se merecía. La base estaba muy cerca.
El almirante Ackbar recuperó el conocimiento y se encontró dentro de un módulo de escape que avanzaba por el espacio en una loca serie de giros incontrolados. El módulo era muy pequeño, y el calamariano estaba atrapado entre los cuerpos de sus tripulantes. Le dolía la cabeza, y se sentía como si una mina espacial hubiera estallado dentro de su cráneo. Sus tripulantes gimieron y empezaron a removerse, despertando poco a poco. Por alguna razón inexplicable, les habían perdonado la vida. Ackbar fue a rastras hasta una de las diminutas mirillas para poder escrutar el espacio en busca de navios de rescate.
El módulo de escape giró sobre sí mismo en una vertiginosa y mareante espiral, y Ackbar vio su navio desde el exterior. El crucero espacial secuestrado Inflexible estaba empezando a moverse, y fue adquiriendo velocidad rápidamente mientras los cazas imperiales se desplegaban por delante de él.
Nuevos refuerzos de la República estaban avanzando en una trayectoria directa para recuperar las valiosas armas y suministros..., pero a Ackbar le había bastado con aquel vistazo para comprender que las naves imperiales habrían desaparecido mucho antes de que llegaran los refuerzos.
Ackbar contempló cómo el Inflexible se desvanecía antes de que las naves de Coruscant estuvieran lo suficientemente cerca para poder hacer un solo disparo. El almirante deseó poder volver a sumirse en la inconsciencia, pero el terrible dolor que amenazaba con partirle el cráneo por la mitad le mantuvo despierto.