Capítulo 46
Abrazo inconsciente
El quejido que escapaba de su garganta no logra advertir a los tres hombres que ella está a punto de despertar. Su cabeza palpita a causa del contacto con la cacha de la pistola que la dejó inconsciente hace algunos minutos. Intentar concentrarse es inútil. Por el momento, todo lo que ve son cometas girando y explotando en suaves colores pastel, amarillos y verdes.
Recordando los eventos previos a su estado inducido de inconciencia, se da cuenta que no debe alertar a sus captores de que está despierta. Debe escuchar para evaluar las circunstancias. En contra de todos sus deseos de actuar instintivamente, se obliga a sí misma a permanecer tirada lánguidamente cuando un par de grandes manos la toman por las botas y separan sus piernas. Las manos la arrastran sin cuidado alguno por la superficie rocosa. Una mano suelta una pierna causando que su cuerpo sea arrastrado de costado. En unos pocos metros, la segunda mano vuelve a tomar su bota, y en un breve intercambio de jalones y empujones, su cuerpo avanza zigzagueante.
Ambas manos sostienen firmemente sus botas separando sus piernas de nuevo; esta vez en un ángulo mayor que antes. Con un jalón rápido, un dolor punzante recorre su cuerpo debido al forzado contacto de sus muslos interiores con el tronco de un árbol. El impacto provoca en su abdomen un dolor enloquecedor. Afortunadamente, ella permanece tan flexible como las ramas moviéndose por encima de ella. Los pensamientos de Moenkopi – de lo que podría suceder- amenazan con enviarla a un estado de inconciencia.
Detrás de ella, un segundo par de manos - estas mucho mas gentiles que aquellas que sostienen sus piernas – levantan su cuerpo suavemente hasta quedar sentada. Las manos recorren a lo largo de sus brazos esbeltos, hasta apretar sus pequeñas manos y extender sus brazos hacia adelante. Sus piernas son liberadas momentáneamente, mientras ambos pares de manos sostienen sus brazos. Trabajando en conjunto, posicionan sus brazos alrededor del árbol y los dejan reposar sobre sus piernas. Reconociendo el sonido metálico de las esposas, entiende lo que está sucediendo. Uno de sus captores, detrás de ella, suelta sus manos antes de acomodar su cabeza inerte sobre el objeto que abraza.
La mejilla izquierda de Moenkopi se desliza hacia abajo sobre un superficie dura y escamosa que confirma su predicamento. Ha sido atada de manos y pies a horcajadas alrededor de un árbol. Percibe el olor a cedro, aunque no se atreve a permitir que le provoque un estornudo el acido aroma. Mientras esta esposada, debe fingir estar inconsciente. Escucha atentamente las voces a su izquierda y sabe que el árbol sirve como barrera. Audazmente, abre el ojo derecho mirando por una delgada abertura del árbol para examinar los alrededores.
Ve que el árbol que la sostiene esta a pocos metros de la orilla del acantilado e inmediatamente frente a ella está extendido el cuerpo del Jefe Tigh. Hace una mueca cuando recuerda el disparo justo antes de que el agente Wilcox la golpeara en la nuca.