Capítulo 43
Desesperadas súplicas de un renegado
Moviéndose hacia el frente como un tornado, el polvo de la parte trasera de la patrulla de Cougar lo cubre con un manto mientras salta del asiento del conductor. Se arrodilla para observar por encima del frente del coche con sus binoculares, observa a Wilcox salir de su camioneta y apresurarse atravesando por delante de ella. Fuera de la mirada del Jefe Tigh, está la cara del agente que claramente revela la decepción provocada por los arenosos colores del desierto cubriendo su brillante maravilla de pintura y cromo pulidos. Sin embargo, el Jefe está seguro de una cosa, el agente Wilcox sabe que lo está siguiendo.
La distancia entre ellos es de casi cuatrocientos metros, pero Wilcox usa su vehículo cubierto de polvo como barrera de protección ante la mortal puntería que sabe que posee Cougar. Otro hombre surge del asiento trasero, del lado del pasajero de la camioneta. Su chaqueta negra es visible para el Jefe Tigh y revela la dorada insignia de BIA.
“Quédate quieto por un segundo mientras calculo la distancia,” dice el Jefe en voz alta, descansando su rifle sobre la patrulla. Mientras enfoca apuntando entre los hombros de su objetivo, su visión se oscurece cuando el agente BIA extrae con rudeza a Moenkopi del vehículo, poniéndola entre el agente y Cougar.
Con un mínimo movimiento del rifle, Cougar presiona el gatillo y el disparo hace eco dentro del pequeño cañón a su derecha. El sonido de advertencia que provoca el disparo, llega reverberante hasta el Gran Cañón, a casi un kilómetro de distancia, donde desaparece.
Con movimientos rápidos, el Jefe prepara otra ronda y encuentra la camioneta en su mira una vez más. Observa, esperando tener una buena oportunidad de disparar. No sucede. El otro agente arrastra toscamente a Moenkopi hasta el frente del vehículo. La tarea no es fácil, pues ella patea y forcejea a cada centímetro del camino. Al no tener una buena oportunidad para un segundo disparo, Cougar mueve la mira para observar la parte trasera de la camioneta y confirmar su objetivo.
“Sí,” dice. ¡Exactamente lo que quería!”
La llanta trasera había explotado al recibir el impacto de la bala calibre .308. Sabiendo que eso los detendría, festeja en voz alta, “¡los tengo ahora, y no tienen a dónde ir!”
A un par de metros de Tigh, el polvo del suelo parece hacer erupción, antes de escuchar el estallido de un rifle proveniente de la camioneta. El eco repite su actuación anterior garantizando que habrá más de esta interrupción sonora antes de que el desierto reclame de nuevo su serenidad. El Jefe se sobresalta, puesto que no había anticipado que Wilcox tuviera un rifle. Con ese conocimiento, levanta la cabeza con un poco más de cautela que antes para inspeccionar con los binoculares.
La camioneta de Wilcox también está estacionada en el lado derecho del camino. En el mismo lado, un pequeño cañón corre paralelo al camino. Los separa de él una cadena de pinos y cedros de aproximadamente doscientos metros de ancho. El vehículo de Wilcox está a menos de diez metros de los árboles. En poco segundos, el parabrisas de Cougar es destrozado antes de que una segunda explosión de disparos se escuche, proveniente de la camioneta.
El Jefe cierra los ojos para protegerlos de los pedazos de vidrio que salen volando, antes de atreverse a usar los binoculares de nuevo. Acomoda su rifle sobre la patrulla, alinea la mira en un nuevo objetivo y jala el gatillo. El disparo destroza ambos vidrios, el trasero y el parabrisas del vehículo de Cory. Observa como el agente BIA que tanto detesta se mueve fuera de su escondite en un intento de escapar hacia los pinos. Ahora es él quien usa a Moenkopi como escudo. Wilcox presiona firmemente la pistola al costado de su rostro con una mano y con la otra hace presión sobre su garganta… con un bat metálico.
Randy, recuerda. Me olvidé de Randy. Tengo que sacarlo de aquí.
Desde su posición, arrodillado, Cougar abre la puerta trasera de su patrulla, sabiendo que no puede ser abierta desde adentro. Al hacerlo, se da cuenta, gustoso, de que Randy ha regresado al mundo de los vivos. Desciende a rastras, sobre el piso arenoso y se desplaza manteniéndose agachado hasta la parte trasera del vehículo. Tigh se atreve a incorporarse por un segundo para tomar una ametralladora del estante en donde la aseguró la noche anterior. Se agacha de nuevo para tomar una caja de balas que se encuentran en el piso del auto. Tirado boca abajo, repite la lentitud de Randy al arrastrarse hasta la defensa trasera para reunirse con su viejo amigo y comisario más confiable.
“Amigo,” susurra innecesariamente. “Me alegro de que estés aquí.”
Randy asiente tomando el arma y la munición de las manos del Jefe.
“Este es el plan, Randy. Voy a inmovilizar al otro agente BIA con una retahíla de tiros. Creo que podré volar el tanque de la gasolina. Cuando empiece a disparar, cruzas el camino y te deslizas por la zanja. Creo que podrás llegar allá abajo y acabar con él con pocos disparos. No trates de arrestar a nadie, si todo sale como lo planeo, hoy sólo nosotros y Elese saldremos vivos.”
Cougar observa a Randy revisar su arma para asegurarse de que está cargada. Confirmando que lo está, mete algunas municiones en su bolsillo y le indica al Jefe que está listo.
El coche de Tigh se balancea por el impacto de una tercera ronda de tiros disparados por el otro agente y el silbido del agua caliente del radiador se une al coro de ecos. Cougar se apresura al lado del copiloto y abre bruscamente la puerta. Rápidamente baja la ventana posándose en la parte donde cerraría la puerta. Dispara dos tiros a la camioneta de Cory para inmovilizar al agente, entonces cuidadosamente ubica la mira de su arma en dirección al tanque de gasolina. Está seguro de que Randy se ha movido por el camino y está por llegar hasta ellos. Si el disparo del Jefe es lo que espera que sea, el trabajo de Randy terminará antes de llegar al lugar.
El rifle de Cougar está inmóvil. Permite que la mitad del aire de sus pulmones escape lentamente y entonces contiene la respiración. Puede oír el sonido de su corazón palpitando en sus oídos y en algún momento en medio de dos de esos latidos, presiona el gatillo. El culatazo manda su cabeza hacia atrás. A pesar de eso, instintivamente recupera el campo de visión y ríe a carcajadas por su éxito. En un segundo, sus oídos confirman lo que sus ojos ven.
Atraviesa corriendo el área abierta hasta cubrirse con los arboles en la pared del cañón donde se detiene por un breve momento a evaluar el daño.
“Sí,” dice, dejando salir una leve risa. “¡Sí que explotan! Eso deberá hacer el trabajo de Randy más fácil. Llegará hasta Wilcox por detrás y lo tendrá atrapado.”
Deslizándose entre los cedros y pinos que cubren la orilla de piedra, escucha las súplicas de un renegado agente BIA gritando desesperadamentepor ayuda. La explosión de gasolina envuelve al agente mojando su ropa y convirtiéndolo en una antorcha humana. Se había encargado de la primera tarea de Randy. Ahora debe confiar en él para atrapar a Wilcox y liberar a Elese.