Capítulo 31

Fuegos artificiales

 

              Las sombras fantasmales creadas por el delgado haz de luz que se desprende de la linterna no revelan lo siniestro de su sonrisa de triunfo. Por más que intento, no puedo penetrar la oscuridad que separa al Agente Wilcox de la luz, la cual alterna de Mary Lou a mí. Cuando la dirige a mí, intencionalmente la hace brillar sobre mis ojos. Parpadeo y me cubro con la mano derecha, sin ganas de recibir otro perverso golpe.

Cory rompe el silencio. “Pregúntale ahora, Mary Lou, mientras algo de cordura atraviesa por su denso cráneo.”

“Coug, por favor contesta con la verdad. Te perdonaré sin importar nada. ¿Mataste o no a Drake?”

Vaya. Hasta hace un momento, podía haberle dicho con total certeza que yo no tuve nada que ver con su muerte. Rápidamente se propagan telarañas en la oscuridad de mi mente y no puedo discernir qué fue lo que alguna vez llamé realidad. Tal vez podría haberlo matado. Si tan sólo pudiera concentrarme en un pensamiento en particular, podría distinguir lo que es de lo que no es. El bulto en mi cabeza es la probable causa de mi conmoción cerebral. Aún así, debo decirle algo, ¿o debería quedarme callado? Trataré de ser honesto con ella, se lo debo.

“Mary Lou, no lo sé. Creo que he estado diciéndote la verdad, pero ahora pienso que hay una posibilidad de que lo haya matado. Supongo que pude haberlo hecho. Pero espera, no estoy seguro de quién hablamos y no estoy realmente seguro de que tú seas Mary Lou. Te ves como Mary Lou pero tu voz suena un poco extraña. No sé qué está pasando, realmente no lo sé.”

“Coug, nunca te he pedido, a ti o alguien más, que maten a mi esposo. Nunca habría hecho eso. Podría haberlo dejado por ti, pero no había necesidad de matarlo. El Agente Wilcox dice que tiene pruebas. Tu ADN se encontró en su cuerpo. Tus huellas digitales y las huellas de tus botas estaban por todos lados. Simplemente no puedo creer esto.”

Observo que Wilcox alumbra ligeramente hacia la puerta y da instrucciones a Mary Lou. “Regresa a la camioneta y espérame. Hay un largo camino que recorrer esta noche. Te prometí que llegaríamos al fondo de todo esto y para mañana verás que el Jefe sí mató a tu esposo. Planeaba compartir el dinero del seguro contigo, Mary Lou. No te preocupes, me encargaré de que prevalezca la justicia; aún si un Jefe orgulloso y tirano está involucrado. Ahora, ve a la camioneta y espéranos.”

“No lo lastimes, Cory, me prometiste que no lo lastimarías,” suplica.

“Lo prometo,” contesta él, mientras saca una pequeña grabadora del bolsillo. Aquí hay suficiente, con todas las evidencias, para encerrar al Jefe por un largo, largo tiempo. Al menos en prisión, Mary Lou, recibirá la ayuda que él necesita.”

Mary Lou lenta y deliberadamente camina hacia la puerta parcialmente abierta. Afuera, otra luz la dirige hacia el vehículo. En algún lugar entre las sombras de mi mente, la cual se siente como si diera vueltas de manera salvaje en un carrusel, surge un pensamiento. Grabadora, dice una pequeña voz. Toco mi tórax esperando sentir el micrófono que me puse antes de entrar al edificio. Una pequeña grabadora adentro de la patrulla estaría tomando nota de las conversaciones llevadas a cabo en las ruinas de la cafetería. Pero, mi mano no lo encuentra. Manoteo en el área donde creí haberlo pegado a mi pecho y escucho la risa estrepitosa.

“¿Buscabas esto?” Pregunta Cory. Sostiene el micrófono y continúa riendo. Suave y burlonamente, lo deja caer al piso y lo destroza a pisotones con unas botas idénticas a las que yo estoy usando. Se agacha y lo recoge antes de decirme, “no queremos dejar evidencias por aquí, ¿verdad, Jefe? Por cierto, la grabadora en su patrulla ha tenido el mismo fin. Voy a verlo en la corte y reiré cuando el juez lo encierre, Jefe.”

“Cory, uno de estos días voy a matarte – sólo recuerda eso. Y cuando llegue el momento, ¡no habrá nada que puedas decir o hacer para evitar que lo haga!”

“Le prometí a Mary Lou que no lo mataría, Jefe. Desafortunadamente, no puedo decirle a usted lo mismo respecto a ella. Cuando ya no la necesite, tendrá el final que se merece.”

Cuando continúa con su repugnante risa y camina hacia mí, hago un intento por saltar. Esta vez lo logro. Agarro su bota con fuerza. Antes de que pueda moverla a un lado para derribarlo, veo que el bat de softbol vuela hacia mi cabeza. No noté que tenía en la misma mano la linterna y el bat hasta ahora. Veo una explosión de estrellas como si fueran fuegos artificiales del Cuatro de Julio. Todo está oscuro y me hundo de nuevo en un mar de ébano, lleno de sueños confusos.

Asesinato en el valle de la Presa
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