INTRODUCCIÓN

El opúsculo De la equitación es, sin duda, el mejor de los tratados técnicos de Jenofonte. Para Marchant-Bowersock[1], es una pieza maestra y subrayan su perfecta ordenación en contraste con el De la caza; para Higgins[2], es un notable ejemplo de este género de escritos imbuidos de espíritu filosófico.

No es el único libro que conocemos sobre la materia, pero sí el más antiguo que conservamos íntegro. su fecha de composición suele situarse en la mitad de la década de los años 360 a. C.[3]. De la obra de Simón a que hace referencia Jenofonte al comienzo de este opúsculo[4] y cuya influencia reconoce, sólo se conserva, en Cambridge, un fragmento de cierta extensión.

El tratado va unido al El jefe de la caballería, o El hipárquico, cuyos contenidos se complementan según el propio autor[5].

A pesar de su tecnicismo, no es una obra fría, sino que en ella se refleja un hombre compenetrado con su caballo, por el que siente afecto y hasta admiración y al que acaba por transformar en corcel de dioses y héroes[6].

Sobre el buen trato al noble animal son muy expresivas las propias palabras de Jenofonte: «los dioses otorgaron al hombre el enseñar con la palabra lo que se debe hacer, aunque es obvio que con la palabra no puedes enseñar nada al caballo; mas si, cuando actúa como deseas, le muestras tu agrado a cambio, y cuando desobedece, lo castigas, entonces reconocerá generalmente cuál es su deber»[7].

Igualmente no podemos olvidar lo que dice W. Jaeger[8] a este respecto: «El éxito… se presenta aquí como el resultado de una acertada educación…». Cf., en De la equitación, sobre la paideia del mozo de silla. La idea de la educación, en su cruzada triunfal del siglo IV, no se detiene ante ningún terreno»[9]. Como dice Higgins[10], el éxito del entrenamiento depende más de la persuasión que de la fuerza, y esto es válido también para el caballo.

Veamos brevemente su contenido.

En el capítulo 1, después de aducir que su experiencia en la materia le autoriza a escribir este libro y de, como hemos referido, aludir a la obra de Simón sobre el mismo tema, cuya influencia reconoce, empieza a describir las partes del caballo empezando por los cascos delanteros, de modo que se conozca bien al animal y se sepa comprar un buen potro. En el capítulo 2da unas instrucciones muy breves sobre la doma del potro. En el 3se ocupa de las cualidades que debe tener el caballo que se compra ya domado. En el 4, de las condiciones del establo o caballeriza. En el 5, de las reglas que debe saber el palafrenero sobre el modo de atar al caballo, sobre el bozal y, principalmente, sobre la manera de almohazarlo. En el 6se hacen otras observaciones sobre el almohazamiento, sobre la forma de llevar el caballo, sobre la colocación del freno y el modo de tratarlo cuando está encabritado. En el 7, de las riendas, de la forma de montar y de sentarse, de iniciar la carrera, de las clases de equitación y cómo hay que concluirlas. En el capítulo 8 presenta los diversos ejercicios que deben realizarse: saltos de fosos, saltos en general, carreras por pendientes, cuestas y en oblicuo; entrenamientos con otra persona. En el 9habla de cómo tratar al caballo brioso y al flojo. En el 10, de la forma de conseguir un aire arrogante, de las clases de frenos y del modo de llevar al animal con gallardía. El 11 lo dedica a las cualidades especiales que debe poseer y a los ejercicios que debe realizar el caballo de exhibición o de procesiones y cabalgatas para procurar un bello espectáculo. En el capítulo último expone las armas defensivas y ofensivas, tanto del caballo como del caballero, y el modo de lanzar estas últimas.

Concluye el tratado con una alusión al libro dedicado al jefe de la caballería imprecindible para completar el tema, sobre todo en el aspecto militar.

Como se ve, no falta nada de lo esperado en un tratado técnico, desde una introducción y conclusión con bibliografía, diríamos hoy, pasando por una exposición perfectamente hilvanada de los diversos aspectos de la materia. Y todo ello, para lograr el doble objetivo de atraer en las procesiones la admiración de los espectadores ante un caballo magnífico, pues también «cabalgando en caballos semejantes son representados dioses y héroes, y los hombres que los utilizan con prestancia causan una impresión magnífica»[11], y aventajar al enemigo en un futuro enfrentamiento. En una palabra, conseguir que un hombre excelente sobre un caballo excelente preste un servicio mejor a los dioses y a la ciudad.

Traducciones

En nuestra lengua no podemos citar más que la conocida traducción de Gracián.

La más antigua de las europeas es, sin duda, la italiana de 1580, Il modo del cavalcare scritto da Xenofonte.

P. L. Courier, oficial del ejército de Napoleón, la tradujo al francés junto con El Hipárquico. De este siglo son las versiones de P. Chambry, que comprende también la Ciropedia y El hipárquico, y la más reciente de E. Delebecque, año 1950, en «Les Belles Lettres».

En inglés debe citarse la de Marchant-Bowersock, dentro de los Scripta minora de 1968 (= 1925), y la de J. K. Anderson, de 1961, que figura como apéndice de su Ancient Greek Horsemanship.

Por último, no se puede olvidar la traducción alemana de Kl. Widdra, de 1965.

Texto adoptado

El texto adoptado es el de E. C. Marchant, en los «Oxford Classical Texts» (1920), salvo en los pasajes siguientes, que se han traducido adoptando la lectura de la edición de Marchant-Bowersock, en la «Loeb Classical Library.» (1968 [= 1925]).

BIBLIOGRAFÍA

Además de las ediciones y otras obras relacionadas con De la equitación, ya citadas, ténganse en cuenta las siguientes:

KL. WIDDRA, De re equestri (Teubner), Leipzig, 1964 (= 1945).

TEXTO Y TRADUCCIÓN:

E. DELEBECQUE, Xénophon. De l’art équestre (Les Belles Lettres), París, 1978.

KL. WIDDRA, Xenophon: Reitkunst, Berlín, 1965.

TRADUCCIONES:

J. K. ANDERSON, Ancient Greek Horsemanship, Univ. of California Pr., 1961 (con traducción, en un apéndice, de On Equitation).