Roger Nowell
Roger Nowell era un hombre apuesto. Sabía leer y también cabalgar. Disfrutaba tanto de una obra de teatro como de una pelea de gallos. Era el magistrado de Pendle Forest y el señor de Read Hall, la mejor casa de Pendle.
Habían llevado ante su presencia a la Vieja Demdike y a su nieta Alizon, acusadas de lisiar al buhonero John Law mediante brujería. Madre Chattox declaró contra ellas. Las había visto ese día en Boggart’s Hole.
Sin embargo, la Vieja Demdike era astuta y se volvió contra Chattox, su acusadora, acusándola a su vez de ser una bruja desde que estaba en el útero materno. «Dos veces bautizada: la primera por Dios, la segunda por Satán. Tiene las marcas».
Puesto que ambas se acusaban de brujería a gritos, y puesto que John Law estaba en el lecho de muerte, Roger Nowell tuvo que decidir: mandarlas a Lancaster a la espera del juicio o entregarlas a la chusma para que les dieran un chapuzón que sin duda terminaría con las dos mujeres ahogadas.
Esperaba aplacar los ánimos enviándolas a juicio; le desagradaba la babeante excitación de la chusma. Pero la espectacular noticia de la existencia de semejante nido de brujas se extendió mucho más allá de Lancashire y no tardó en llegar a Londres. Roger Nowell se veía obligado a recibir en Read Hall a un visitante indeseado: Thomas Potts, de Chancery Lane, secretario judicial de la Corona.
—¿Qué más queréis? —preguntó Roger Nowell—. La Demdike y la Chattox serán juzgadas en las audiencias de agosto. Nada resta que decir o hacer, y preferiría retomar mis funciones habituales cuando haya pasado la Pascua.
Potts se hinchó en su gorguera. Era un hombre menudo y orgulloso como un gallito: todo plumas y nada de pelea.
—El rey Jacobo es una autoridad en brujería. ¿Qué otro monarca ha escrito un libro sobre el tema?
—¿Qué queréis decir? —preguntó Roger Nowell.
—Quiero decir, señor, que si os hubierais tomado la molestia de leer Daemonology entenderíais lo que el rey, en su sabiduría, entiende: que donde hay una bruja, hay muchas. Aquí tenemos cuatro…
—Todas en prisión.
—La Demdike tiene familia. Madre Chattox tiene familia. Serpientes, señor. Lo reitero: serpientes.
Potts gustaba de repetir las cosas. Una y otra vez. Roger Nowell se controló.
—He leído Daemonology del rey Jacobo y mucho más sobre el tema de la hechicería. La familia de mi madre fue víctima de una posesión demoníaca.
—Eso me han dicho —repuso Potts.
—Por eso os digo, como magistrado del distrito de Pendle, que serán juzgadas cuatro brujas. No hay más acusadas.
Potts recorrió airado la habitación.
—Acusadas, no. ¿Inmersas en sus repugnantes labores? ¡Sin duda! No hay en toda Inglaterra un condado tan famoso por sus brujas como Lancashire. La abadía de Whalley, antes de que el rey Enrique VIII la destruyera en su justa y sabia Reforma, fue el sacrílego altar de la anacoreta Isolde de Heton. La anacoreta se convirtió en bruja.
—Veo que habéis estudiado nuestra historia en vuestro tiempo libre —observó Roger Nowell.
Potts carecía del sentido de la ironía.
—Y la tal lady Isolde, aunque mejor haríamos en llamarla «gata» o «vieja arpía» que «lady», cuando fue descubierta huyó de la abadía y erigió su fortaleza en Malkin Tower, hoy hogar de la bruja Demdike.
—Albergó ovejas y cerdos durante los años que mediaron entre ambas. Las Demdike viven lejos de los pueblos y causan menos daño que en cualquier otro lugar. La tierra es propiedad de Alice Nutter. Es viuda. Puede hacer lo que le plazca con su propiedad.
Potts lo miró furioso. Le gustaba que lo tomaran en serio.
—Es sabido, señor, como bien señaló la más alta figura del reino, cuán negligentes sois en Lancashire a la hora de perseguir y aplastar el mal. Mañana es Viernes Santo. Cuento con que se celebre un sabbat en Pendle Hill.
—¿De veras? —dijo Roger Nowell—. Yo estaré en la iglesia. En Whalley.
Le complació ver que su visitante enrojecía de indignación, pero Potts no estaba dispuesto a darse por vencido.
—Puesto que os tomáis el mal de la brujería tan a la ligera, ¿qué tenéis que decir respecto al otro asunto?
Roger Nowell sabía lo que venía a continuación.
Potts volvió a hincharse.
—¿Acaso habéis olvidado que hace solo seis años, tras la Conspiración de la Pólvora, urdida para arrebatar la vida al rey legítimo, coronado y ungido por Dios, todos los conspiradores sin excepción huyeron a Lancashire?
Roger Nowell no lo había olvidado.
—¿Qué es peor, señor? ¿Una misa solemne o una misa negra? ¿Practicar la brujería o practicar la antigua religión? Ambas son alta traición contra la Corona. Brujería y papismo, papismo y brujería. ¿En qué se diferencian?
—¿Insinuáis que una misa celebrada en el nombre de Dios es un sacrilegio? ¿Comparable a la misa negra del Príncipe de las Tinieblas?
—Ambas son diabólicas —afirmó Potts—. Desleales y diabólicas. Diabólicas y…
—Desleales —le interrumpió Roger Nowell.
—Me alegro de que por lo menos en eso estemos de acuerdo —repuso Potts—, pues, aunque se haya hecho tan poco por limpiar de estas tierras la mancha de la brujería, menos se ha hecho aún por perseguir a quienes son leales al rey solo de palabra y profesan la antigua religión.
—Si os referís a sir John Southworth…
—Así es —confirmó Potts.
—Sir John paga sus multas en calidad de recusante católico, por no asistir a la comunión anglicana, y no hace ningún daño. No es jesuita. Es un anciano que sigue con discreción los dictados de su conciencia. No celebra misa ni oculta a ningún sacerdote. Además, es amigo mío.
Potts miró a su anfitrión fijamente, con un fulgor en los ojillos.
—No elegís con prudencia a vuestros amigos, señor.
—Lo conozco de toda la vida —repuso Roger Nowell.
—¿Y qué me decís de su hijo, Christopher Southworth, el jesuita?
Roger Nowell se sintió incómodo. Era un mal trago.
—Christopher Southworth es un traidor, lo admito. Si estuviera aquí, lo arrestaría, pese a la amistad que me une a su padre. Pero escapó de prisión tras participar en la Conspiración de la Pólvora. Está en Francia. Bien lo sabéis.
—Sé que prepara sacerdotes siguiendo las órdenes del padre Gérard en Douai y que los envía en secreto a Inglaterra. El mismísimo Papa sufraga y protege la Misión Inglesa.
—Eso he oído. Apresadle pues en Francia.
—Lo hemos intentado. En un país católico pocas son las posibilidades de éxito.
—En ese caso, desistid.
Los ojillos de Potts se abrieron de par en par.
—¿Desistir? Inmensa es la recompensa. Y pensad en la gloria. En el ascenso. Si interviniera en la captura de Christopher Southworth, el rey Jacobo me ascendería.
A Roger Nowell le habría encantado levantar a Potts del suelo y arrojarlo al fuego. Sin embargo, se obligó a hablar de forma razonable.
—Christopher Southworth es un traidor, pero no un necio. Si pusiera los pies en Lancashire, yo me enteraría en menos de un día. Jamás regresará.
—Quizá sí —dijo Potts—. He mandado arrestar a su hermana.
Roger Nowell no se lo esperaba.
—¿A Jane? ¡Es protestante! Es la única Southworth que ha renunciado a la antigua religión…, sir John no le habla…, no podéis arrestarla por…
—Por brujería —le interrumpió Potts.
—¡Eso es una sandez!
—Me parece que os lo tomáis todo muy a la ligera. Han acusado a Jane de provocar una enfermedad mortal clavando alfileres en una muñeca. Su criada enfermó y a punto estuvo de morir. La madre de la criada encontró la muñeca erizada de alfileres. Jane Southworth ha sido arrestada.
—¿Arresto domiciliario?
—Está en el castillo de Lancaster.
—¿Con Demdike y Chattox?
Antes de que Roger Nowell pudiera preguntar algo más a Potts, hicieron pasar a Harry Hargreaves.
El alguacil Hargreaves empezó a relatar con su lentitud y torpeza habituales el episodio con Sarah Device y Alice Nutter. Roger Nowell apenas podía contener la irritación. No le escuchaba. Aunque no apreciaba a Alice Nutter, difícilmente la acusaría de brujería. Estaba mucho más preocupado por Potts y los Southworth.
Potts se mostró encantado con la noticia de Hargreaves. Quería que salieran todos a caballo hacia Malkin Tower de inmediato, pero Hargreaves tenía algo interesante que añadir.
—Mis espías me han informado de que una banda de personas viaja en estos momentos por el bosque…, desconocidos…, quizá vagabundos, sí, que piden limosna por Pascua…, o quizá tengan relación con la misa negra del Viernes Santo que, según sospechamos, se celebrará mañana en Pendle Hill.
Potts, regocijado con semejante posibilidad, ordenó a Hargreaves que reuniera a algunos hombres. Irían a la cima de Pendle Hill y esperarían allí.
Roger Nowell se tranquilizó al verlos partir juntos. Potts no podía haber llegado en peor momento a Lancashire. A Roger Nowell no le interesaba la brujería; superstición e insidia, pensó. Tenía trabajando a sus propios espías y esperaba otra noticia.