John Law

El buhonero John Law había tomado un atajo por la hendidura de Pendle Forest conocida como Boggart’s Hole. La tarde era demasiado calurosa para la época del año y la ropa de invierno le molestaba. Debía apresurarse. La luz empezaba a menguar. No tardaría en caer la noche: la hora liminar, el Portal del Crepúsculo. No deseaba cruzar la luz hacia lo que quiera que hubiese al otro lado.

Cargaba un fardo voluminoso y le dolían los pies. Resbaló y tendió la mano para salvarse, pero la muñeca, el codo, las rodillas se le hundieron en una espesa capa de burbujeante lodo marrón bajo la superficie del esponjoso musgo. Era un hombre corpulento. Mientras se esforzaba por levantarse vio a la bruja Alizon Device plantada ante él.

Sonreía, persuasiva, y agitaba la falda. Quería alfileres de los que Law llevaba en el fardo: «Bésame, gordo buhonero». Él no quería besarla. No pensaba darle ningún alfiler. Oyó la primera lechuza. Tenía que huir.

La empujó sin contemplaciones. Ella cayó. Se agarró a la pierna de Law para levantarse. Él le propinó una patada. Ella se golpeó la cabeza.

Law corrió.

Ella le maldijo.

¡GORDO BUHONERO! ¡ATRÁPALO, CAPRICHO! ¡CLÁVALE LOS COLMILLOS HASTA EL HUESO!

Law oyó los gruñidos de un perro. No lo veía. Sería el perro de Alizon Device… debía de ser. El Diablo le había concedido un espíritu con forma de perro al que ella llamaba Capricho.

Law corrió. Cuando salió de entre las aulagas, otra mujer le cerró el paso. Llevaba un cordero muerto en brazos. La conocía: la Vieja Demdike, la abuela de Alizon.

Corrió. Las mujeres se reían de él. ¿Dos? ¿Tres? ¿O acaso era el mismísimo Diablo, que cruzaba el Portal del Crepúsculo?

John Law no paró de correr y caerse, hasta que una hora más tarde se derrumbó en la puerta del Dog de Newchurch, en Pendle. Tenía los labios cubiertos de espuma. Los hombres le desabrocharon la ropa. Law levantó tres dedos y pronunció una sola palabra: Demdike.