(Victoria Holt)

Guillermo se está muriendo y Ana, que pronto sería reina, estaba dominada por Sarah Churchill, quien creía que, con su marido, Marlborough, podía gobernar a la reina... y también Inglaterra.

Sarah era llamativa, franca, impetuosa y resuelta a salirse con la suya; su belleza y su vitalidad habían esclavizado a Marlborough y a la reina, y se consideraba invencible..., como lo fue hasta que introdujo a la sencilla y sumisa Abigail Hill en la cámara real como humilde doncella.

Estas dos mujeres fueron las favoritas de la reina y ambas tuvieron una gran influencia en el auge y la caída de los Gobiernos.

La acción transcurre a principios del siglo dieciocho, una de las épocas más brillantes de la historia de Inglaterra, cuando, dentro del país, hombres de gran prestigio literario —Swift, Defoe, Addison, Steel, Congreve— frecuentaban los cafés y las tabernas y vendían su talento a los whigs y a los tories, mientras en el extranjero Marlborough ganaba las batallas de Blenheim, Ramillies, Oudenarde y Malplaquet.

La cuestión más importante de la época era la sucesión. La reina no tenía hijos; era víctima de la gota, la hidropesía y su conciencia, y mientras algunos miraban hacia los St. Germain, otros se volvían a Hanover.

Florecía la intriga y el conflicto giraba alrededor de las favoritas: Sarah, que se abría paso a viva fuerza en la vida, peleándose con todo el mundo, incluida su propia familia, corriendo hacia el desastre; y Abigail, que trabajaba en la sombra, admitiendo en secreto a Robert Harley en el íntimo gabinete verde de la reina, frustrada por las emociones que le provocó el hombre a quien primero dio poder y a quien después ayudó a arruinar. Y brillando en medio de la oscura intriga, está el amor entre Marlborough y Sarah: audaz, apasionado e indestructible.