Aleco le ofreció a El Viajero un nuevo mate endulzado con miel y enriquecido con leche de cabra, pero el anciano lo rechazó amablemente mientras corría hacia la puerta apremiado por las náuseas.

Cuando regresó, el niño le dijo:

—Aquí aprendí Las Verdades Verdaderas Más Auténticas Que Cualesquiera Otras. También aprendí Lo Que No Se Debe Enseñar A Nadie Porque Es Un Secreto.

Cada vez que Aleco pronunciaba una palabra con mayúscula inicial elevaba las cejas, como un muñeco de ventrílocuo. Un ignorante podría pensar que no se trataba de un Planteamiento Filosófico sino de un tic inclemente.

El Viajero estaba seducido por la palabra de Aleco. Quería saber más:

—Por qué Tuviste que Llegar a Estos Desiertos tan Lejanos e Inhóspitos para Aprender las Verd…

—¡Alto! —exclamó el Niño Sabio imperativamente—. Estás abusando de las mayúsculas iniciales. Te daré un consejo: Nunca Emplees Mayúscula Inicial, a Menos que Tengas Algo Muy Importante que Decir.

Aleco estaba maravillado de que Aleco hubiera detectado la augusta e innecesaria presencia de las mayúsculas en su frase. ¿Acaso habría alzado las cejas con cada una, como lo hacía el niño? Levemente humillado, bajó la cara.

  • Te Lo Agradezco Mucho —dijo.

El niño se sintió compadecido por ese hombre venerable que se mostraba frágil ante él.

  • Es cuestión de Tacto Emocional —explicó al viejo con suavidad—. Te diré: el Inteligente Racional, aquel que piensa sólo con la cabeza, se considera tan sabio que HABLA TODO EN MAYÚSCULAS. El Inteligente Emocional, aquel que piensa también con el corazón, Emplea Mayúsculas Iniciales, pero sólo cuando Tiene Algo Muy Importante que Decir. Y hay otro personaje repelente, cuyo mero nombre me asquea, que es… perdóname… el Tonto Emocional.

Aleco no pudo reprimir un gesto de repugnancia que hizo temer a Fátima por la suerte de la alfombra, recién lavada. Pero el niño hizo un esfuerzo y continuó:

—El Tonto Emocional, en cambio, adorna todas sus idioteces con Mayúsculas Iniciales.

El Viajero abrió los ojos como dos grandes huevos de ñandú hembra. Era la primera vez que escuchaba esa palabra: «Tonto Emocional».

No entendía a qué se refería el Gran Shasha. «Tonto Emocional» parecía definir a algún torpe sentimental, tal vez un novio atolondrado. ¿O era alguna alusión a la sensiblería del indio que acompañaba al Llanero Solitario?

Aleco continuó:

—Te diré algo más. El Inteligente Racional inventó las mayúsculas y el punto final. Él considera que cuanto dice merece el honor de ser destacado y no admite discusión. El Inteligente Emocional inventó el signo de interrogación y los puntos suspensivos, pues él está siempre formulándose preguntas a sí mismo, y sabe que nunca se dice la última palabra… El Tonto Emocional inventó el signo de admiración como muestra de la bobalicona actitud de su corazón.

—¡El Inteligente Racional! ¡El Inteligente Emocional! ¡El Tonto Emocional! ¡¡No entiendo bien de qué me hablas, Aleco!! —dijo el viejo con vehemencia—. ¡Por favor, sé más claro!

—Al abusar de los signos de admiración te estás comportando como un Tonto Emocional, Viajero. Muy pronto te diré algo más sobre estos personajes.

—¿De veras lo harás?

—¿Ves? Ya has asumido la actitud humilde y sabia del Inteligente Emocional… Pero, en fin, creí entender que querías formularme una pregunta sobre la sabiduría.

—¡Es Correcto! —exclamó El Viajero, y de inmediato corrigió, ruborizado—: ¿Podrías responderla, por favor?

—Tendrás la respuesta.

El Viajero prestó especial atención. Presentía que estaba buceando en lo más profundo de la sabiduría de Aleco. Mejor dicho, en Lo Más Profundo de la Sabiduría de Aleco: era un momento en el que se justificaba Tomarse la Libertad de las Mayúsculas.