4.

¡NO SIENTO LA PIERNA!

(EL MARICHALAZO)

Pero sin prisas, que a las misas

de réquiem nunca fui aficionado,

que el traje de madera que estrenaré

no está siquiera plantado,

que el cura que ha de darme la extremaunción

no es todavía monaguillo...

A mis cuarenta y diez

(19 días y 500 noches)

«El día que imaginé un futuro en silla de ruedas, me pareció que la vida así no era digna de ser vivida.»

Con la falsamente testamentaria A mis cuarenta y diez, canción incluida en el disco que le hizo ingresar en el Olimpo musical hace ahora seis años, 19 días y 500 noches, Sabina quería que aquellos carroñeros que tanto especulaban sobre su cada vez más achacosa salud, consecuencia de sus no muy variados pero sí consuetudinarios excesos, supieran que aún quedaba mosca cojonera para rato.

Sin embargo, tan sólo dos años después, concretamente la madrugada del 23 al 24 de agosto de 2001, ingresó en una clínica de Madrid a causa de un ictus cerebral que hizo pensar lo peor. Sobre todo a los medios de comunicación, que se apresuraron a dar la noticia como si su desaparición terrenal fuese cosa de horas, por no decir minutos. Máxime cuando hacía apenas un mes que había cancelado dos veces consecutivas una lectura de poemas en Barcelona, dentro de la programación cultural del Grec, aquejado de una úlcera estomacal, su «úlcera clásica».

Pero por fortuna para su legión de adoradores y para desgracia de los coleccionistas de esquelas de personalidades harto incómodas, la lesión cerebral se quedó en un mero aldabonazo, y Sabina, viejo lobo de secano con tantas cicatrices en el alma como en la magra osamenta, volvió a la vida con la en principio saludable intención de sentar la cabeza.

¿Lo consiguió? Digamos que a medias.

Pues olvidó la lección «a la vuelta de un coma profundo».

J. S.: Había ido a cenar con Rosa León, José Luis García Sánchez y los Víctor Belenes [Víctor Manuel y Ana Belén], y después les invité a tomar una copa en casa. Yo quería lucirme ante ellos mostrando mi buena salud, porque llevaba cuatro meses sin meterme una raya y la verdad es que me encontraba muy bien. Estuvimos hasta las tres o las cuatro de la mañana. Luego, cuando se marcharon, estuve pintando un rato porque aquello coincidió con una época en la que me gustaba meterme en una habitación con unos óleos y pintar. Por cierto, muy a posteriori pienso que también el veneno ese que desprenden los óleos en una habitación cerrada durante horas pudo tener algo que ver con lo que me pasó. He leído explicaciones médicas de que a Van Gogh y a otros los mató el aspirar ese olor en habitaciones muy cerradas.

J. M. F.: ¿Crees en serio que eso pudo contribuir a tu ictus?

J. S.: La verdad es que no [ríe]. Porque lo último que recuerdo de aquella noche, antes de despertarme, es que iba por el pasillo hacia mi habitación trastabillando y tocando las paredes, y muy, muy, muy, muy, muy borracho. Teniendo en cuenta además que acababa de dejar la coca, con sólo aspirar el corcho escocés me emborrachaba.

»El caso es que no sé a qué hora, creo que eran las cinco de la mañana, me desperté muy alucinado. Tenía la cabeza a los pies de la cama. Quise levantarme e ir al baño, y noté que no podía. Tenía la pierna y el brazo derechos absolutamente paralizados, pero sin el más mínimo dolor. El dolor, dicen los médicos y los filósofos de la medicina, es lo que te avisa, claro, de que algo pasa, como la fiebre. El caso es que no noté dolor alguno. De hecho, la pierna y la mano paralizadas realmente las noté tres días después, esa noche no. Porque, como te digo, me había acostado muy borracho y debía de tener una resaca de muerte. Cuando noté que no podía levantarme, grité: “¡Jime! ¡Llévame a un hospital, no me puedo levantar!”, como los de Mecano [risas]. Llegamos al hospital y yo, que soy de muy poquito comer, me ventilé dos bocatas acompañados de una cerveza.

J. M. F.: Y ¿Jimena? ¿No se desmayó ante semejante espectáculo?

J. S.: No, pero luego me contó, a toro pasado, que hubo cosas muy graciosas. Me lo contaron ella y otras personas. Por ejemplo, cuando llegaron Víctor Manuel y Ana Belén a las seis de la mañana al hospital. Ana me contó luego, con mucha gracia, que Víctor había exclamado [pone voz solemne y lastimera]: «¡Quién nos queda ya!», y Ana le tranquilizó diciéndole: «¡Tú, Víctor, tú!» [Risas.] ¡Me daban por muerto, los muy cabrones!

»Por cierto, le recomiendo a todo el mundo los infartos cerebrales. Porque anestesian. Es decir, sólo me derrumbé cuando al tercer día me quise incorporar y me tuvo que llevar la Jime a mear y bajarme los calzoncillos. Eso a los de mi pueblo no nos gusta nada. Y ahí me se cayeron lágrimas como melones. Sentado en la taza del váter, le dije a la Jime: “Así no. Así no quiero seguir.” Pero a los dos días empecé a mejorar de una manera sorprendente. Y ahora, por favor, pasemos a la siguiente pregunta.

J. M. F.: La siguiente pregunta es si ese suceso cambió tu vida.

J. S.: Sí, sí la cambió. Pero también tengo que decir que en el lado más visible, más popular y más callejero, eso había pasado un año antes. Yo me había retirado clarísimamente de los bares, como antes te he dicho, y tú sabes, antes de empezar a escribir con Antonio Oliver 19 días y 500 noches. Es justo un año antes. De la coca, cuatro meses antes. Y luego la isquemia me retiró de más cosas. Aunque después volví a todas menos a la de la nariz.

Sabina en carne viva
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044_split_000.xhtml
sec_0044_split_001.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_074.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_075.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_076.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_077.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_078.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_079.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_080.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_081.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_082.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_083.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_084.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_085.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_086.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_087.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_088.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_089.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_090.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_091.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_093.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_094.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_095.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_096.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_097.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_098.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_099.xhtml