29 El 13 de julio de 1989, el general Arnaldo Ochoa y otros tres oficiales de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior de Cuba fueron fusilados después de que un tribunal militar (el proceso sólo duró treinta y cuatro días entre la primera acusación, el arresto y la ejecución) los declarase culpables de los cargos de narcotráfico y corrupción. La pena máxima establecida por el Código Penal para ese tipo de delitos era de veinte años de cárcel. Para poder condenarlo a muerte, Ochoa fue juzgado por «actos hostiles contra un Estado extranjero». El fusilamiento de Ochoa fue, según el escritor Norberto Fuentes, que como delegado de Castro vivió aquellos acontecimientos de primerísima mano, una maniobra del comandante para deshacerse de aquellos hombres, que comenzaban a hacerle sombra. Ochoa era, además, favorable a la perestroika soviética que había llevado a cabo Mijaíl Gorbachov, algo que Fidel consideraba un «prurito desestabilizador» que podía extenderse por toda la isla.<<