Capítulo 36
Cuando finalmente Valorum apareció dos semanas después ante la Corte Suprema, lo hizo rodeado de abogados además de los guardias del Senado. Durante ese tiempo, su equipo legal había conseguido averiguar que la base de las alegaciones era una inversión en Transportes Valorum de Eriadu.
Aparte de eso, Valorum estaba a oscuras.
La Corte Suprema se reunió a puerta cerrada en el edificio de los Tribunales Galácticos de Justicia, una enorme construcción de arcos apuntados, altas torres decorativas y elaboradas estatuas, localizada en las llamadas Llanuras de Coruscant, no muy lejos del Templo Jedi.
Valorum y sus abogados se sentaban ante una larga mesa situada frente a la docena de figuras con toga que componían el Consejo Judicial. Bail Antilles y los miembros del Comité de Actividades Internas se sentaban perpendiculares a ellos.
El juez habló dirigiéndose a Valorum.
—Canciller Supremo, apreciamos que haya decidido presentarse ante nosotros sin necesidad de una citación escrita.
—Se nos ha dado a entender que ésta es una investigación informal —respondió uno de los abogados en lugar de Valorum.
—Esa presunción es correcta.
El juez miró a Antilles, el cual se levantó y habló desde su puesto en la mesa del Comité.
—Señorías. Canciller Supremo. Hace dos semanas, el Senado se reunió en sesión especial para votar una moción presentada por el canciller supremo Valorum de cara a imponer un impuesto en todos los transportes y demás actividades mercantiles en las que antaño eran conocidas como zonas de libre comercio de los sistemas fronterizos.
»Una enmienda a la propuesta exige que todo lo recaudado por la República sea redistribuido entre los sistemas fronterizos a fin de apoyar su beneficencia social y su progreso tecnológico. Hay muchas empresas con base en esos sistemas que ya se están beneficiando de dicha enmienda, gracias a una mayor afluencia de capital por parte de inversores del Núcleo. Una de esas empresas es Transportes y Envíos Valorum, de Eriadu, que ha recibido un enorme ingreso en sus arcas, para tratarse de una compañía que los últimos años estándar sólo ha tenido beneficios marginales.
El abogado de Valorum lo interrumpió.
—Con el debido respeto, senador Antilles, el Canciller Supremo no fue consciente de ese ingreso hasta la semana pasada. Y si bien es cierto que la compañía tiene el nombre de Valorum, y que el Canciller Supremo es miembro de su directiva, en ningún momento ha participado en las operaciones de la compañía, ni suele estar al tanto de todas y cada una de sus transacciones comerciales.
»Y lo que es más importante, señorías. ¿Desde cuándo viola la ley de la República que una empresa obtenga beneficio por méritos propios? El caso de Transportes Valorum no es más que una muestra más del buen juicio de los inversores al confiar en una empresa propiedad de una figura pública. El Canciller Supremo no ha solicitado activamente que se realice dicha inversión. Y lo que es más, y de acuerdo con la ley, el Canciller Supremo siempre ha hecho públicas sus finanzas, siendo intachable todo su historial impositivo y su declaración de propiedades.
Los doce jueces miraron a Antilles, que seguía frunciendo el ceño cuando el abogado dejó de hablar.
—Si se me permite continuar. El Comité de Actividades Internas no pone en duda ninguna de las afirmaciones que ha efectuado el representante legal del Canciller Supremo. De hecho, cuando este asunto se presentó a nuestra atención, procedimos en la suposición de que no había tenido lugar ninguna infracción del protocolo. No obstante…
Antilles dejó que la frase pendiera en el aire un largo instante antes de proseguir.
—Posteriores investigaciones nos han revelado que la contribución a Transportes Valorum no se originó en consorcio o empresa alguna, sino que provenía de una cuenta bancaria sin titular, y que se transportó a Eriadu mediante un banco de Coruscant de dudosa reputación. Y uso correctamente el término transportó, Señorías, pues la inversión se realizó en forma de bienes.
Los abogados de Valorum se miraron desconcertados.
—¿De qué tipo? —preguntó el portavoz a Antilles.
—Lingotes de aurodium.
La sangre abandonó el rostro de Valorum, y el silencio se adueñó de la sala. Valorum y sus abogados conferenciaron un momento antes de que hablara el portavoz.
—Señorías, reconocemos que esa inversión empieza a parecer, digamos que menos que legítima. Aun así, el senador Antilles todavía tiene que demostrar en qué manera está relacionada con el Canciller Supremo.
La expresión de Antilles traslucía a las claras que estaba esperando ese momento. Miró a Valorum mientras propinaba el golpe final.
—Lo que el Comité de Actividades Internas encuentra muy interesante, y cuestionable, es que el valor, y ya puestos la cantidad, de aurodium coincide con toda exactitud con el cargamento que la Federación de Comercio informó haber perdido hace varios meses a consecuencia de un ataque contra una de sus naves, la Ganancias, en el sistema Dorvalla.
Antilles se apartó de la mesa y se acercó al tribunal mientras conversaciones en voz baja llenaban toda la sala.
—Señorías, esto no es una acusación formal. El Comité sólo desea estar seguro de que el Canciller Supremo no tenía motivos ocultos para su moción impositiva, convirtiéndola en parte de un plan para enriquecerse con los sistemas fronterizos. El Comité también desea estar seguro de que el aurodium en cuestión sí fue robado del Ganancias, y que no fue transferido a Transportes Valorum para sellar una conspiración clandestina entre el Canciller Supremo y la Federación de Comercio.
º º º
El senador Palpatine era uno más del centenar de senadores invitados al lujoso ático de Orn Free Taa para una velada de excepcional comida y extravagantes bebidas. No obstante, lo que se había calificado de celebración tenía todas las trazas de ser un cónclave, y si bien los no enterados creían acudir para celebrar la aparente victoria de Valorum en el Senado, lo que en realidad se festejaba era su reciente caída en desgracia.
El anfitrión twi’leko de piel azul estaba en la más grande de las muchas terrazas del ático, dirigiéndose a un público de senadores que no se perdían ni la menor de sus palabras.
—Por supuesto, todos estamos al tanto de esas presuntas irregularidades, pero hubo que posponer cualquier mención a ese escándalo para asegurarnos de que se ratificaba la propuesta, lo cual no habría sucedido de debilitarse la posición de Valorum.
Taa meneó la cabeza y el grueso lekku.
—Al posponer la revelación de esas alegaciones, y apoyar a Valorum, hemos conseguido convertir lo que podría haberse percibido como una vulgar corrupción en algo que parece un nefasto complot que amenaza con socavar la estabilidad de la misma República.
—¿Y hay algo de cierto en las acusaciones? —preguntó el senador Tikkes de Quarren; sus tentáculos faciales se estremecían ante esa perspectiva.
Los enormes hombros de Taa se encogieron indiferentes.
—Por un lado está el aurodium, y por el otro la apariencia de engaño. ¿Qué más importa?
—Si eso es cierto, Valorum se ha convertido en un peligro para el bienestar general —remarcó Mot Not Rab.
—Yo digo que acabemos con él, antes de que vengan días peores —afirmó Tikkes con entusiasmo.
Hubo otros que asintieron manifestándose de acuerdo, murmurando entre ellos.
—Paciencia. Paciencia —aconsejó Taa con tono conciliador—. Con fundamento o sin él, esas alegaciones ya han herido de gravedad a Valorum. Sólo tenemos que librarnos de los senadores que le apoyaron en el pasado permitiéndole mantenerse a flote pese a todos nuestros esfuerzos por hundirlo. Además, puede que siga siéndonos ventajoso mantenerlo seco y lejos del agua.
—¿De qué manera? —preguntó el senador de Rodia.
—Una vez erosionada su influencia, y con el Departamento Judicial desposeído de parte de su antigua autoridad, habrá que nombrar todo tipo de comisiones para debatir y decidir sobre cuestiones de las que él mismo se habría encargado. El poder de los tribunales aumentará, pero se tardará más que nunca en resolver los casos. Y Valorum seguirá pareciendo el culpable de ello.
—A no ser que se nombre a un vicecanciller fuerte —se le ocurrió puntualizar al rodiano.
—No debemos dejar que eso pase —dijo Taa con firmeza—. Necesitamos un burócrata para vicecanciller. —Se inclinó hacia su círculo de conspiradores—. El senador Palpatine ha sugerido que haríamos bien en nombrar al chagrian, a Mas Amedda.
—Pero se dice que Amedda está a favor de la Federación de Comercio —dijo Tikkes incrédulo.
—Pues mucho mejor, mucho mejor. Lo que importa es que cuanto más fanático sea respecto a los procedimientos y normativas, más bloqueará la capacidad de actuación de Valorum.
—¿Con qué fin? —preguntó Mot Not Rab.
—El de acabar con Valorum, claro. Y cuando llegue ese momento, elegiremos a un líder que tenga fuego en las venas.
—Bail Antilles ya ha iniciado su campaña —comentó el rodiano.
—Igual que Ainlee Teem de Malastare —añadió Tikkes.
Taa vio a Palpatine Junto a la puerta de la terraza, enfrascado en una conversación con los senadores de Fondor y de Eriadu.
—Yo propongo que pensemos en nominar a Palpatine —dijo, señalándolo discretamente.
Tikkes y los demás miraron al senador de Naboo.
—Palpatine nunca aceptaría la nominación —dijo el quarren—. Se considera un jugador de equipo.
Taa estrechó los ojos.
—Entonces habrá que convencerlo. Piensen en lo que representaría para los sistemas fronterizos que se eligiese Canciller Supremo a alguien que no es del Núcleo. Entonces sí que podría haber igualdad para todas las especies. Si alguien puede restaurar el orden, es él. Tiene la mezcla adecuada de generosidad y fuerza. Y no se dejen engañar por su aspecto, bajo esas anchas mangas se oculta una mano de hierro. Se preocupa profundamente por la integridad de la República, y hará todo lo que sea necesario para imponer la ley.
—Entonces no podremos manipularlo como a Valorum —repuso Tikkes dubitativo.
—Eso es lo mejor de todo —dijo Taa—. No nos hará falta porque piensa como nosotros.