Capítulo 32
Cuando los diez tambores marcaron el compás, veinte trompetistas se llevaron los largos instrumentos a la boca y empezaron la primera de las tres prolongadas fanfarrias.
Para entonces, Obi-Wan había llegado ya hasta Tiin y el otro Jedi.
—Son los androides —empezó a decir con un chorreo de palabras.
Tiin le calmó y le hizo repetir todo lo que Cohl les había contado. A continuación, el iktotchi se volvió hacia Ki-Adi-Mundi, Vergere y los demás.
—Situaos lo más cerca de Valorum que os sea posible. Obi-Wan, Ki y yo nos pondremos junto al pabellón de la Federación de Comercio. Los demás, dispersaos para poder desviar los disparos láser. Sed discretos, pero manteneos alerta.
—Maestro Tiin, ¿crees que la Federación de Comercio sospecha lo que se alberga entre ellos? —preguntó Obi-Wan mientras cruzaban la sala.
—No pueden sospecharlo. Sólo son agresivos en todo lo que se refiere a tratos comerciales. Si Havac ha infiltrado ese androide entre los demás, ha debido hacerlo sin que lo sepan los miembros de la Directiva.
—¿No deberíamos pedir a la delegación que haga salir a los androides, Maestro?
—La persona que esté vigilando puede decidir poner en marcha al androide. Y si eso sucede, parecerá que la amenaza somos nosotros y que los androides responden a ella disparando. Si hubiera tiempo haríamos que alguien abordase el carguero de la Federación para desconectar su ordenador central.
—¿Has luchado antes con esos androides, Maestro Tiin?
—Sólo sé que no tienen muy buena puntería, padawan. Obi-Wan frunció el ceño mientras corría.
—No creo que eso importe con trece de ellos disparando a la vez.
Apenas habían recorrido la cuarta parte del pasillo que accedía a las cabinas de los medios, cuando Boiny localizó a Havac por el pequeño panel de acero transparente situado en lo alto de la puerta.
Qui-Gon pegó la espalda a la pared del pasillo, dejando que Cohl se sostuviera por sus propios medios.
—¿Cuántos hombres hay dentro? —preguntó al rodiano.
—Havac, y puede que dos humanos más sentados a la derecha de la puerta.
Qui-Gon hizo un gesto hacia la palanca de apertura de la puerta.
—Prueba a ver.
Boiny posó una mano temblorosa en la palanca.
—Cerrada. —Miró hacia el panel de la pared—. Probablemente pueda interferir…
—Tengo un método más rápido —le interrumpió el Jedi.
Activó el sable láser e introdujo la brillante hoja en el mecanismo de la cerradura. El metal brilló rojo antes de empezar a fundirse, tiñendo el aire de un olor amargo. La puerta se abrió con un sonido chirriante.
Para entonces, Havac y sus compañeros ya estaban en pie con las pistolas en la mano. Una lluvia de disparos fue desviada por el arma de Qui-Gon, que éste mantenía erguida y movía a izquierda y derecha en gestos precisos. Los disparos desviados brillaron por toda la cabina, hiriendo dos de ellos a los hombres de Havac y derribándolos al suelo.
Un terror agudo hizo que Havac soltase la pistola. Cuando ésta caía, Qui-Gon usó la Fuerza para que el arma volara hasta él, guardándola luego en el cinto que le ceñía la túnica.
Havac se dejó caer en el asiento situado ante la consola, temblando de miedo y levantando las temblorosas manos por encima de la cabeza. Los dos piratas siguieron a Qui-Gon al interior de la cabina. Cohl calibró la situación y miró al Jedi.
—Me alegra no haber tenido que enfrentarme nunca a vosotros.
—Cohl —exclamó Havac con auténtico sombro.
—Ya lo sabe para la próxima vez, aficionado.
—¿Dónde está el control remoto del androide de combate? —le preguntó Qui-Gon a Havac.
Havac adoptó un aire de inocencia y perplejidad.
—¿Control remoto? No sé a qué se refiere.
Qui-Gon se acercó más a él.
—Ha infiltrado un androide entre los que trajo la Directiva de la Federación de Comercio. —Agarró a Havac y lo levantó de la silla, sosteniéndolo contra el ventanal de la cabina—. ¿Dónde está el control remoto?
Havac se aferró en vano a la mano del Jedi.
—¡Basta! ¡Bájeme y se lo diré!
Qui-Gon lo bajó hasta la silla.
—Lo tiene nuestro tirador —dijo, mordiéndose el labio.
—Sé a quién se refiere —comentó Cohl—. Es un francotirador.
—¿Dónde está? —continuó el Jedi mirando a Havac.
—En las pasarelas —farfulló, apartando la mirada.
Qui-Gon miró a Cohl, tomando una decisión.
—¿Está lo bastante bien como para quedarse con estos tres mientras su socio y yo buscamos a ese tirador?
Cohl se sentó en una de las sillas.
—Creo que encontraré fuerzas para ello.
El Jedi le entregó la pistola de Havac. Empezó a decir algo, pero se contuvo y volvió a empezar, señalando a los dos hombres heridos.
—Enviaré a un equipo médico.
—No hay prisa —respondió Cohl.
Cuando Qui-Gon y Boiny desaparecieron por la puerta, Cohl miró ominosamente a Havac.
º º º
Los trompetistas hicieron una breve pausa e iniciaron la segunda fanfarria.
Los músicos llevaban ya una estrofa cuando un paje humano se acercó a la tribuna de la Federación de Comercio y preguntó por el virrey Gunray. El kuati de la delegación dirigió al paje al otro extremo de la curvada mesa de la Directiva.
Gunray contempló con aprensión palpable cómo se le acercaba el paje.
—Siento interrumpir, virrey —empezó a decir el paje en básico, subiendo la voz lo bastante como para ser oído por encima de las trompetas—, pero parece ser que hay algún problema con su lanzadera. El control del espaciopuerto de Eriadu necesita hablar enseguida con usted.
El gesto de irritación de Gunray alargó aún más su ya prominente mandíbula inferior.
—¿No puede esperar a que concluya la Cumbre?
—Le pido disculpas, virrey, pero es una cuestión de seguridad —contestó, negando con la cabeza—. Le aseguro que sólo le ocupará unos momentos de su tiempo.
El kuati, que había estado al tanto de la conversación, hizo girar su silla para mirar de frente a Gunray.
—Vaya a ocuparse de ese asunto. Si tiene usted suerte, no tendrá que soportar el discurso de apertura del canciller supremo Valorum.
Lott Dod se puso en pie cuando Gunray se disponía a irse.
—¿Debo quedarme en su ausencia, virrey?
Gunray lo pensó un momento, negando luego con la cabeza.
—Acompáñeme. Usted es más hábil que yo a la hora de enfrentarse a las normativas y los tecnicismos. Pero, démonos prisa, senador. No quiero perderme la Cumbre más tiempo del necesario.