13
LA PERSUASIÓN CON CRISTALES KYBER
DIRECTO DESDE LOS ASTILLEROS CORELIANOS, un destructor estelar imperial revirtió desde el hiperespacio hacia el espacio interior, a sólo mil kilómetros de la estación de combate. Debido a su carga invaluable de pasajeros, la nave tenía permiso de viajar del Núcleo a Geonosis sin pedir autorización de la Base Centinela, a pársecs de distancia en otro sistema estelar. Se decía que a bordo de la nave el Emperador Palpatine se recuperaba de heridas que sufrió en un enfrentamiento con jedi desleales.
Una nueva añadidura a la corte viajaba junto con el Emperador. Se le conocía como Darth Vader; enmascarado, de capa y atuendo completamente negros, temido por muchos. Pero con todo y su sentido excéntrico de la moda, Krennic se preguntaba si sería más formidable que el actual Gran Visir Mas Amedda.
A Krennic le importaba más saber si Wilhuff Tarkin también era parte del séquito a bordo del destructor estelar. Sospechó que el escape de Poggle había sido la razón por la cual lo dejaron fuera de la lista de pasajeros de élite. Pero, al parecer, el archiduque no había llegado muy lejos: se decía que había muerto, junto con el Conde Dooku y el resto de líderes separatistas. Los generales jedi desaparecieron de la faz del universo, junto con sus túnicas caseras, sus sables de luz y su Fuerza.
Krennic seguía observando los movimientos de la nave desde una bahía del hábitat de control y comando. Por lo menos había logrado instalar el reflector parabólico antes de la visita del Emperador.
Observó un transbordador emerger de uno de los hangares principales de la nave. No era cualquier transbordador, era uno capaz de viajar por el hiperespacio con la gracia de un ave de presa.
La guerra se ganó sin necesidad de usar la estación de combate, pero ahora la emplearían para infundir temor en los corazones de quien se atreviera siquiera a pensar en amenazar la integridad del Imperio. Sin embargo, seguía faltando el ingrediente especial que la transformaría en el arma que debía ser, y que, como consecuencia, elevaría a Krennic hasta lo más alto del poder: Galen Erso.
Roman Herbane perdió una extremidad durante la batalla final de Lokori y su secretario ejecutivo estaba herido de gravedad; Herbane podía costear una prótesis de piel sintética, pero Li-Tan no era tan fácil de reemplazar. Galen sintió empatía con Herbane y su actual sufrimiento; entendió que no era su culpa haber sido víctima de su propia necedad, ceguera y falta de inteligencia.
Los recuerdos de la confrontación con los droides lo perseguían todo el tiempo.
Helical HyperCom le pidió a Galen que considerara reemplazar a Herbane, pero sabía que no tenía lo necesario para ser administrador y tampoco quería hacerlo. Anhelaba regresar a la investigación pura. Pero, por otra parte, toda la familia se había encariñado con Lokori y la oferta era tentadora. Galen le dijo al presidente de Helical que necesitaba tiempo para pensarlo y pidió una breve temporada libre.
Iban camino a Coruscant para meditar la decisión, cuando Krennic llamó para pedirles que se desviaran un momento hacia Kanzi, donde prometió verlos. Le aseguró a Galen que los gastos adicionales de viaje serían pagados por el Imperio.
El Imperio.
La galaxia entera seguía intentando digerir los eventos de los meses anteriores: terminó la guerra, los jedi se dispersaron (algunos decían que habían sido erradicados), se expandió el número de refuerzos para los clones limitados del Gran Ejército y el Canciller Supremo Sheev Palpatine se autonombró Emperador.
Galen, Lyra y Jyn esperaban en el majestuoso atrio del Hotel Orona en Kanzi, cuando Krennic llegó caminando con paso firme, vestido de uniforme blanco impecable, gorra de comandante, insignias que gritaban su rango desde su túnica y un pequeño contingente de stormtroopers imperiales como estela detrás de él. Llevaba en la mano izquierda un portafolio de metal. Galen vio desde lejos que tenía una luz parpadeante, esto quería decir que abriría frente a Krennic y nadie más.
Una vez que intercambiaron saludos, los condujo hacia una habitación privada. De camino, pasaron enfrente de un mural que tres artesanos bith grababan con láser, directo a la piedra pulida. Los humanoides lampiños de ojos oscuros copiaban un dibujo detallado que contaba la historia de la República desde su nacimiento hasta el Imperio, con una figura de Palpatine coronado en la parte superior.
Krennic los invitó a pasar. Sus stormtroopers se quedaron en la puerta, haciendo guardia.
Dejaron a Jyn explorar la habitación para prestar atención a Krennic, que puso el portafolio sobre la mesa, a distancia legible de su insignia codificada. Emitió un clic audible, un zumbido discreto y se abrieron los seguros, pero Krennic lo mantuvo cerrado con las manos sobre la tapa.
—Escuché que Helical HyperCom te ofreció una posición permanente —le dijo a Galen.
—Lo estoy pensando, sí.
—Pues recházalos.
—¿Por qué? Tendríamos una vida muy decente. Más que decente, de hecho.
—¿Desde cuándo les importan los créditos? —Krennic rio, viéndolos a ambos. A nadie le dio risa más que a él—. En fin, porque tengo algo mejor que ofrecerte.
Galen y Lyra intercambiaron miradas de cansancio.
—No, déjenme explicarles. Ahora que la guerra se está calmando…
—¿Calmando? ¿No ha terminado? —Lyra interrumpió.
Krennic negó con la cabeza.
—Aún hay facciones de resistencia, sobre todo en Umbara. Nuestras fuerzas han hecho varios… ejercicios de pacificación, digamos, para instaurar una paz duradera. La prioridad del Emperador es reparar y reconstruir, y una forma de lograrlo es proveer energía sustentable a planetas que han sufrido en ambos lados del conflicto. Incluso tu hogar, Galen.
Lyra alzó las cejas en señal de duda.
—¿Estamos hablando del mismo inútil que no hizo nada como canciller?
—Te recuerdo que venció a los separatistas, Lyra.
—Con mucha ayuda.
Krennic ignoró el comentario, molesto.
—Como Emperador, puede lograr todo lo que los corruptos del Senado no permitían. El proyecto Energía Celestial es su visión, su sueño.
—¿Y cómo planea implementar esta «Energía Celestial»? —preguntó Galen.
—Para empezar, destinó fondos para hacer un centro de investigación en Coruscant. Se está construyendo en el Refugio B’ankor.
—¿Qué? ¿Qué no le habían otorgado ese refugio a perpetuidad a los b’ankora? —Lyra dijo sorprendida.
—Los b’ankora han sido reubicados. —Krennic sonrió.
—¿Este centro de investigación es la mejor oferta que mencionabas? —dijo Galen.
—Lo es. ¿Qué opinas?
—Supongo que depende de si encajo bien en el esquema. —Galen exhaló.
—¿Encajar? —dijo Krennic, riendo de nuevo—. Galen, el Emperador quiere que seas director de investigaciones. Es justo lo que me habías propuesto. Tu trabajo ideal.
—¡Galen! —Lyra dijo, sorprendida. Ambos se miraron con incredulidad.
—Orson, ¡no sé qué decir…!
—Di que sí. Sabes que es lo mejor para ti. —Krennic extendió el brazo para darle una palmadita en el hombro. Luego, con una sonrisa pícara, golpeteó la tapa del portafolio con los nudillos—. Tengo algo que sospecho será un gran incentivo. —Abrió el maletín y lo giró hacia Galen y Lyra.
Lyra se llevó las manos a la boca con asombro.
—¡No puede ser! ¿Esos son…?
—Cristales kyber —dijo Galen, con dificultad para articular palabras.
—Y hay muchos más de donde salieron esos —dijo Krennic—. De hecho, ahora que los jedi fueron… desmantelados, el Imperio tiene acceso ilimitado a mundos que durante siglos sólo fueron accesibles para la Orden. No sólo hay muestras como esta; hay cristales enormes, Galen, del tamaño de peñascos, me dicen. O incluso más grandes.
Con más cuidado del necesario, Galen sacó uno de los cristales traslúcidos del protector de espuma y lo giró para observar todos sus ángulos. Jyn llegó a toda prisa para verlo más de cerca y dijo que quería uno.
—Quizás algún día lo tendrás, cariño —le dijo Lyra, y la alejó con cuidado del portafolio.
Krennic estaba a punto de explicar más a detalle, cuando un stormtrooper lo llamó y tuvo que excusarse. Lyra esperó a que Krennic saliera de la habitación para decirle a Galen en voz baja:
—Galen, sabes de dónde salió esto, ¿verdad?
—De Mygeeto, quizá. O posiblemente de Ilum, o de Christophsis —contestó, distraído por los destellos del cristal.
—No, no de qué planeta provienen, de dónde vienen. Mira la forma, el tamaño…
En cuanto entendió, volteó a verla con los ojos bien abiertos.
—Son cristales de sables jedi.