12.EL DIARIO DE WESTON LAMPHARD
AFORTUNADAMENTE, cuando abandonaron el despacho secreto de Weston Lamphard —así habían decidido llamarlo—, el tornado había desaparecido por completo. Aún sobrecogidos por el descubrimiento, se subieron a las alfombras y se pusieron rápidamente en marcha. No dudaron en hacer un breve alto en el camino en una de las cumbres cercanas, para degustar la comida que tan generosamente les había preparado la señora Puckett. Entre bocado y bocado, se preguntaban si sería posible que la Flor de la Armonía se encontrase verdaderamente en el lugar indicado. Regresaron a Windbourgh antes de que la noche se les echase encima.
Después de la cena, ninguno tenía ganas de marcharse a descansar; más bien todo lo contrario. Los señores Puckett se retiraron pronto y dejaron a los muchachos al amparo de la acogedora chimenea que ardía en el salón. Elliot no pudo resistir la tentación, y extrajo el diario de su bolsillo bajo la atenta mirada de Eric y Coreen. Lo sopesó en sus manos durante unos segundos. No era muy grueso y tampoco excesivamente pesado. Así que aquél era el secreto que tanto había insistido el espejo en mostrarle. Ese… y el curioso mapa tridimensional que había esculpido en la pared del despacho. Con mucho cuidado, como si fuese la primera vez que lo hacía, lo abrió.
Al hacerlo, se dio cuenta de que algo extraño le sucedía a ese libro: le faltaban las páginas iniciales. Este detalle, que le había pasado inadvertido en el frío despacho escondido en el Manaslu, salía a relucir a la luz de las chispeantes llamas que se alzaban a su lado. Las hojas no habían sido arrancadas de cualquier forma, sino todo lo contrario, de una manera sutil y cuidadosa.
Elliot comenzó a leer en voz alta.
Jueves, 11 de octubre de 1198
Alvin Crowsty ha fallecido.
Desde el año 1787 era representante del Aire en el Consejo de los Elementales y actualmente actuaba como miembro portavoz. Pasan unos minutos del mediodía, y he recibido la noticia en persona hace escasamente cinco minutos. Apenas puedo ocultar mi sorpresa (y mi satisfacción) por lo acaecido.
Sospecho que el ifrit ha tenido algo que ver con la muerte de Crowsty, pero prefiero mantenerme al margen sobre lo que haya podido pasar. No es de mi incumbencia. Hace exactamente una semana tuve una conversación con el genio y vino bastante altivo. Ciertamente tuve que colocarle en su sitio, porque se le notaba bastante crecido. Desde aquel día en el que viera la luz por vez primera, no ha sido muy eficiente que digamos. Estaba muy equivocado si pensaba que con un par de absurdas plagas de langostas y una intensa granizada sobre Blazeditch iba a desestabilizar a Longina Fogolina.
En cualquier caso, lo que ha hecho en esta ocasión sí ha sido eficaz… a la vez que inesperado. Lo más importante de todo esto es que la puerta del Consejo de los Elementales se abre de nuevo para mí. La misma puerta que el Oráculo me cerró hace dos años.
Domingo 14 de octubre de 1198
Estoy feliz, pues todo marcha conforme a lo deseado.
Acabo de recibir por Buzón Express la comunicación para presentarme ante el Oráculo el próximo martes a primera hora de la mañana. Probablemente yo, Weston Lamphard, sea el único elemental de toda la Historia en acudir a dos reuniones de ésas como candidato… ¡para dos elementos diferentes! Esta vez sé a lo que me voy a enfrentar, y por eso parto con un poco de ventaja.
Por otra parte, me preocupa la ausencia de noticias del ifrit. Le he llamado a mi presencia en tres ocasiones durante los últimos días, y en las tres se ha resistido a presentarse. Aunque no me gustan estas insubordinaciones, no puedo negar que me ha sido de mucha utilidad con su última labor… Tal vez lo pase por alto en esta ocasión.
Lunes 15 de octubre de 1198
Hoy podría haber sido mi último día como maestro en la disciplina de Seres Mágicos del Fuego en Blazeditch. Por supuesto, nadie de la escuela sabe que mañana tengo una cita vital con el Oráculo, pues no he querido que trascienda. Ya tendrán tiempo de enterarse.
Estoy a punto de acostarme y los nervios me atenazan. Hace dos años daba por hecho que culminaría mi sueño. Al fin y al cabo, era el mejor elemental. El más preparado. Sin embargo, la elección de Longina Fogolina como representante del Fuego echó por la borda cualquier tipo de imparcialidad en la reunión. Aún sigo convencido de que fue un acto de cobarde diplomacia por parte del Oráculo, y eso es lo que me impide dormir correctamente desde el pasado jueves. En aquella ocasión, el Oráculo no quería polémicas con un candidato tan joven —pero válido— como yo, y optó por la candidatura más fácil. La gente aceptaría de muy buen grado a una persona que ha viajado hasta los confines del mundo, interesándose por todos los elementales. ¡Pero yo también me he interesado y me he entregado a los jóvenes para proporcionarles conocimientos y una buena formación! ¿Qué decidirán dos años después?
Llegado el caso, ¿podría mi ifrit acabar con el Oráculo? Desde luego, sería una opción que cabe tener en cuenta…
Martes 16 de octubre de 1798
¡Hoy se ha hecho justicia!
Hace poco más de dos años, el Oráculo me privó de un derecho que la Madre Naturaleza me había reservado desde mi nacimiento: ser el elemental más joven en ingresar en el Consejo de los Elementales. Aquel día fui convocado a una reunión absurda en la que, sin duda, la decisión de dejarme con la miel en los labios se había tomado con mucha antelación. Longina Fogolina me arrebató mi sueño, mi vida. Sin embargo, como digo, hoy se ha hecho justicia. Hoy, por fin, recupero mi sueño y mi vida, pues he sido nombrado representante del Aire dentro del Consejo.
A diferencia de la anterior ocasión, esta vez me preocupé de ser el primero en llegar a la cita. No estaba dispuesto a ser el último en enterarse de todo y no sólo no fui el último, sino que además fui el único. Para sorpresa de los tres miembros del Consejo, únicamente un candidato se presentó al acto: yo. Una vez más, sospecho que el ifrit ha tenido mucho que ver en esta circunstancia pero, por el momento, no he podido constatarlo. Si ha sido así, no tendré más remedio que recompensarle debidamente.
La única realidad es que, cuando llegó el Oráculo, no había mucho que decidir. Al tiempo que yo quedaba como un elemental cívico y dispuesto a cumplir con la misión encomendada por la Madre Naturaleza, se emitía una orden de busca y captura contra los dos hechiceros, declarados desertores, que habían decidido darse a la fuga sin más dilación, dando la espalda al mundo elemental.
Éstas son las últimas palabras que escribo desde este infame despacho en el cual llevo años enclaustrado. He venido a recoger mis cosas para marcharme inmediatamente a Windbourgh, donde seré presentado como el nuevo director de la escuela. Allí me aguarda un gran banquete de bienvenida y un despacho de ensueño, donde podré comenzar a trabajar mañana mismo.
Martes 23 de octubre de 1798
¡Por fin puedo sentarme a escribir!
Desde que llegué a Windbourgh, todo ha sido una vorágine de presentaciones y diferentes eventos para darme a conocer entre los elementales del Aire.
Como es habitual, el primer acto tuvo lugar en la propia escuela. Con un comedor engalanado y un magnífico banquete, me presenté ante los jóvenes aprendices como su nuevo director; alguien que se va preocupar mucho de su evolución y su futuro. Sin lugar a dudas, con este cargo voy a echar mucho de menos el contacto diario con las criaturas mágicas, con las que siempre he disfrutado al tiempo que impartía lecciones. No obstante, a partir de ahora tendré la oportunidad de hacer otras muchas cosas…
Asimismo he visitado Windmills, Ciudad Céfiro, Cloudy Hills y otras villas menores en mi gira de presentación. Precisamente ha sido en Cloudy Hills donde se me ha requerido una pronta revisión de la regulación sobre la caza y captura de dragones. Al parecer, los gigantescos reptiles están proliferando cada vez más en esa zona, debido a una laxa normativa al respecto, con el consiguiente perjuicio en las granjas y en los pastos de los campesinos elementales. No tengo ningún interés en dañar a un solo dragón. ¡Faltaría más! Son unas criaturas fascinantes a las que he dedicado buena parte de mi vida. Tendré que buscar una solución que me permita satisfacer el deseo de los ciudadanos y, al mismo tiempo, proteger la integridad física de los dragones…
Jueves 25 de octubre de 1798
Por primera vez en muchos días, el ifrit ha dado señales de vida. Ha tenido la osadía y la desfachatez de presentarse en mi despacho de la escuela esta misma mañana. ¡Qué insensatez! ¡Podía haber sido visto por cualquier aprendiz, cualquier maestro de la escuela! No ha dudado en emplear un tono irónico cuando me ha felicitado por mi pertenencia al Consejo de los Elementales, recordándome que no lo habría conseguido de no haber sido por él. ¡Qué insolencia! ¡Pero qué se ha creído este engendro de criatura! Un ifrit es un genio maligno creado para servir y punto. Me ha molestado tanto esa actitud de superioridad, que me he negado a escuchar más tonterías y, mucho menos, los detalles de cómo ha conseguido «ayudarme» a acceder al Consejo de los Elementales. ¿Acaso no se da cuenta de que yo, Weston Lamphard, estaba suficientemente capacitado para lograrlo sin ayuda de nadie?
Además, si lo creé fue para demostrar ante el mundo elemental la incompetencia de Longina Fogolina para desempeñar el cargo de representante del Fuego. Y en esa labor ha fracasado estrepitosamente.
Ante este comentario, no sólo no ha dicho nada, sino que ha dado media vuelta y ha desaparecido sin más. Ya me encargaré de que pague por este nuevo acto de insubordinación…
Elliot levantó la cabeza del diario y se frotó los ojos. Llevaba un rato leyendo y notaba su vista un poco cansada. Sin embargo, los textos que estaba examinando eran sumamente interesantes y se sentía obligado a proseguir. Tanto Coreen como Eric estaban ansiosos por conocer más detalles acerca de tan espeluznante historia.
—¡Un ifrit! —exclamó Coreen emitiendo un prolongado silbido—. Eso es magia muy, pero que muy avanzada.
—Ya lo creo —corroboró Eric—. Y tiene toda la pinta de que se le fue de las manos…
Las siguientes páginas del diario de Weston Lamphard les llevaron a conocer los dos primeros meses del hechicero como representante del Aire. Al parecer, estaba preparando una modificación en la órbita que seguía la ciudad de Windbourgh, que llevaría a cabo en los próximos meses. También había sido necesario coordinarse con Hermann Natrix para frenar una terrible oleada de huracanes que amenazaba con asolar la tranquila ciudad de Hiddenwood (¿sería una nueva fechoría del ifrit?). Finalmente, hubo de hacer frente a un buen puñado de problemas menores. Pero del misterioso ifrit no volvía a hacerse referencia alguna.
No, hasta dos meses después…
Viernes 28 de diciembre de 1798
El trabajo se acumula. Afortunadamente, he logrado zanjar el problema de Cloudy Hills creando una reserva secreta de dragones en el interior del Kilimanjaro. Ha sido más sencillo de lo esperado, pues, con el traslado de los huevos de dragón, conseguí que las hembras se desplazaran hasta allí. Los dragones no tardaron en seguirlas al ver que no había otra forma de lograr un apareamiento. No me cabe la menor duda de que la medida no ha gustado entre los cazadores de dragones pero, qué se le va a hacer. Que se busquen otro empleo.
En otro orden de cosas, numerosas tormentas eléctricas han provocado tremendos desprendimientos en el Himalaya, lo que ha trastocado el cauce de varios ríos. Sin duda, esto afecta al equilibrio en la zona y ha causado cuantiosos destrozos materiales, tanto en villas humanas como elementales. Desgraciadamente, mis sospechas se han visto confirmadas y es el ifrit quien anda detrás de todo ello.
Lo cierto es que, hasta el día de hoy, su indisciplina había quedado impune, entre otras cosas, porque no había tenido noticias suyas. Me he visto obligado a seguir su rastro durante tres días entre los picos donde se produjeron los accidentes para dar con la magia que ha empleado.
Juro por los cuatro elementos que mañana, cuando lo tenga ante mí, recibirá su merecido castigo.
Domingo 30 de diciembre de 1798
Por primera vez en mi vida he sentido miedo. Miedo de verdad.
Mis previsiones se cumplieron, y ayer localicé al ifrit cuando se disponía a desencadenar un nuevo desprendimiento de rocas sobre una pequeña villa elemental asentada en un valle.
Lo insté a cumplir mis órdenes y a regresar de inmediato a mi despacho en la escuela de Windbourgh… pero se negó rotundamente. ¡Tuvo la osadía de emplear la magia contra mí, su creador! Yo, que lo he sido todo para él, que le he dado la oportunidad de venir a este mundo, de servir a un poderoso elemental… ¡Y así me lo paga!
Al principio me reí de su temeridad, pero pronto me di cuenta de que su magia era poderosa. No puedo comprender cómo una criatura creada con mis propias manos puede llegar a rivalizar conmigo mismo.
Traté de apresarlo y llevarlo por la fuerza hasta mi despacho, pero era demasiado rápido. Aparecía y desaparecía ante mis ojos como si de un espectro se tratara, al tiempo que jugaba conmigo. Y eso fue lo que hizo: esperó el momento oportuno. De alguna manera supo que me estaba cansando y que mis poderes comenzaban a debilitarse. Entonces recibí un enorme impacto. Fue una descarga brutal, de una magia que jamás había visto y que me mantuvo al menos un par de horas inconsciente en la nieve. Por primera vez he visto los ojos de la muerte. He estado a punto de fenecer congelado y derrotado por mi propio ifrit.
Pero lo peor de todo no ha sido eso. Después de abandonarme en aquel gélido y desamparado paraje, debió de venir directo a la escuela de Windbourgh para irrumpir ni más ni menos que en mi despacho. ¡En mi despacho!
Imagino que no debió de tener demasiados problemas para acceder a la escuela sin ser visto, pues estamos en plenas vacaciones de Navidad. Hace apenas unos instantes que he llegado y lo he encontrado todo revuelto. Los libros y manuscritos cubrían el suelo de la estancia, ha rasgado las cortinas y arrancado los cuadros de las paredes; incluso se ha molestado en levantar varios de los tablones que conformaban el suelo. Claramente estaba buscando algo. Algo que, afortunadamente, no ha encontrado, ya que no se le ocurrió despedazar el fondo de la chimenea…
Pese al miedo que he pasado, tengo que congratularme porque aún conservo la urna de plata y este diario. No obstante, resulta evidente que este despacho ya no es un lugar seguro. Debo apresurarme y buscar otro sitio donde mantener a salvo la vasija, pues es el único elemento capaz de encerrarlo para toda la eternidad. De lo contrario, si el ifrit alguna vez encuentra la urna en la que fue creado… que la Madre Naturaleza se apiade de mí y de todos los elementales.
Sábado 19 de enero de 1799
El ifrit sigue desaparecido. Estoy intranquilo, pues no sé ni dónde ni cuándo aparecerá.
Sin embargo, la fortuna me ha sonreído y he encontrado un escondite perfecto en las entrañas del monte Manaslu, en la cordillera del Himalaya. De hecho, éstas son las primeras líneas que escribo en el diario desde este lugar secreto. A partir de ahora, tanto el diario como la urna quedarán encerrados en esta pequeña gruta que protegeré con varios sortilegios.
Uno de los conjuros ha sido aplicado sobre la misma plataforma de embarque, que convocará un inmenso tornado tan pronto los pies de una persona se posen sobre ella. Por lo pronto, confío en que este hechizo propicie que la gente deje de venir a esta montaña.
Lunes 18 de febrero de 1799
El ifrit ha vuelto a dar señales de vida y la cosa no puede ser más grave. Esta misma mañana he recibido una misiva en la que me concede exactamente un mes para que le entregue la Flor de la Armonía. Si me niego, amenaza con hacer desaparecer de la faz de la Tierra una ciudad elemental.
¿Será capaz? Ciertamente me encuentro en un grave aprieto. ¡No puedo entregarle la Flor de la Armonía! Sin duda, eso sería peor que la destrucción de un centenar de ciudades elementales. La Laptiterus Armoniattus es la fuente del equilibrio elemental y, por si fuera poco, desconozco su paradero. Ni siquiera los demás miembros del Consejo saben dónde se encuentra. Sólo las hadas de la armonía…
Pero, por lo menos, no todo está saliendo mal. Parece que el tornado que protege al Manaslu está cumpliendo su función. Los más supersticiosos dicen que el gran espíritu protector de la montaña ha despertado y procuran no acercarse. Por otra parte, el Manaslu queda fuera de la nueva órbita trazada para Windbourgh, por lo que su acceso estará bastante restringido a partir de ahora. Con un poco de suerte, este monte pronto caerá en el olvido.
Lunes 25 de febrero de 1799
Ha transcurrido una semana desde que recibí la amenaza del ifrit. He tratado de conseguir más tiempo, pues un mes se me antoja insuficiente para una tarea tan complicada. Su respuesta no se ha hecho esperar y me ha dicho que tendré más tiempo si así lo deseo: exactamente un mes más, momento en el que destruirá una segunda ciudad.
¡No puede ser! ¡He creado un monstruo que me tiene contra las cuerdas! Trabajo a destajo tratando de descubrir dónde está escondida la gran Flor. Desde luego, no tengo intención alguna de entregársela. Al contrario, puede que con su poder pueda acabar definitivamente con esta malvada criatura y encerrarla en su urna. No se me ocurre una mejor manera de pararle los pies. Además, si no lo hago así, el equilibrio elemental peligra, y mucho…
He trazado un pequeño mapa en mi despacho ubicado en las entrañas del Manaslu. El ifrit desconoce este escondite y confío en que siga así por mucho tiempo. Espero que los hechizos implantados ayuden en esta labor. No quiero ni pensar lo que podría suceder si en algún momento llega a descubrirlo. El mapa, el diario, la urna… ¡Sería fatal!
Domingo 17 de marzo de 1 799
Apenas quedan unas horas para que se cumpla el plazo que el ifrit me concedió para encontrar la Laptitems Armoniattus. Por mucho que lo he intentado, me ha sido imposible dar con ella, aunque me consta que me estoy acercando…
No ha sido nada fácil obtener detalles, pero después de muchas consultas, cotejar información y unos cuantos sobornos, he llegado a la conclusión de que la Flor se encuentra en algún lugar del Himalaya. Concretamente, en una zona próxima al Tíbet.
Si bien es cierto que he conseguido afinar bastante su localización, las cordilleras tibetanas son tan grandes que puedo pasarme toda una vida buscando en ellas. De hecho, hay parajes inaccesibles a los que jamás podría llegar por mucho que lo quisiera. ¿Y si la Flor se esconde en uno de esos lugares? ¿Qué podría hacer en ese caso?
Por otra parte, ya he encontrado un magnífico escondite para la urna. Prefiero mantenerla al margen de este lugar, no sea que el ifrit llegue a descubrirlo. Se trata de una zona de difícil acceso y muy bien resguardada. Desde luego, si la quiere recuperar tendrá que sudar mucho. Mientras tanto, yo trataré de hacerme con la Flor de la Armonía. Una vez la tenga en mi poder, con su magia debilitaré al ifrit y, entonces sí, recuperaré la vasija para terminar con él definitivamente.
Martes 19 de marzo de 1799
¡¡¡Ha cumplido su amenaza!!!
A primera hora de ayer, mi buzón particular de Buzón Express estuvo a punto de saturarse en pocos minutos. Yo oía sonar la campanilla cada pocos segundos, pero me resistía a ponerme en pie. De pronto, la puerta de mi despacho fue aporreada con tal fuerza, que no tuve más remedio que levantarme definitivamente.
Acababan de saltar todas las alarmas en el mundo elemental. El muy desvergonzado había atacado Aeromodon, una modesta ciudadela que sobrevolaba la Polinesia. Por si fuera poco, ¡ha elegido una localidad del elemento Aire! Podía haber escogido una villa del Fuego, para fastidiar a Longina Fogolina… Pero no, descaradamente ha ido a hacerme daño a mí. Y lo peor de todo es que poco puedo hacer por el momento. Al menos, hasta que tenga la Flor de la Armonía en mis manos. Entonces, mi venganza va a ser terrible y aplastaré a ese ifrit como al vulgar gusano que es.
Domingo 14 de abril de 1799
Aprovecho un breve receso en este domingo para poner al día mi diario. Desde que Aerodomon cayese como un fardo al fondo del océano, la actividad en el Consejo ha sido frenética. Esta semana se ha celebrado la cuarta sesión extraordinaria en lo que va de mes… y no va a ser la última. Ninguno de los miembros del Consejo —salvo el que suscribe— comprende a día de hoy qué ha podido pasar en realidad. No obstante, los informes más recientes constatan que se detectó una potente actividad mágica «ajena a la villa». Aunque no terminan de creérselo, comienzan a sospechar que una fuerza maligna anda suelta y amenaza al mundo elemental. Si ellos supieran…
Por si fuera poco, mi despacho en Windbourgh está siendo asediado por miles de misivas de ciudadanos que piden especial protección para sus hogares, y de alcaldes que claman hechizos especiales para evitar sucesos similares en el futuro. Como responsable del Aire, no me ha quedado más remedio que hacer frente a la situación y eso, obviamente, ha reducido el tiempo que podía dedicar a la búsqueda de la Flor de la Armonía. Presiento que estoy muy cerca. Con un poco de suerte, un día de estos podré visitar un par de remotos lugares donde podría encontrarla. Sin duda, eso sería el final de mis problemas.
Lunes 22 de abril de 1199
Hoy traigo buenísimas y malísimas noticias. Un sentimiento agridulce me invade hasta tal punto que no sabía cómo comenzar a escribir esta nueva página.
He conseguido localizar la Flor de la Armonía, como suponía, en un remoto pero bellísimo lugar del Tíbet. Se encuentra en un paraje inalcanzable para los humanos y de difícil acceso para los elementales. No podía haber un lugar mejor para guardar un objeto tan vital para el mundo elemental. Ciertamente, ya me he encargado de señalizar el punto exacto en el mapa que he creado en el Manaslu.
Desgraciadamente, el descubrimiento llega demasiado tarde. El ifrit ha vuelto a cumplir con sus amenazas y ha aniquilado la segunda ciudad elemental. Afortunadamente para mí, en esta ocasión le ha tocado al elemento Agua, y es a Lisa Splashy a quien le corresponde lidiar con lo que se le viene encima. Poco ha podido hacerse para salvar a la población, pues el ifrit reventó en mil pedazos la burbuja que la protegía bajo el mar Caspio. Un auténtico desastre.
Una vez tenga la Flor en mis manos, me encargaré personalmente de ese genio maligno desbocado.
Martes 30 de abril de 1799
Todo son malas noticias. El ifrit ha dado una nueva vuelta de tuerca con sus amenazas y me ha informado personalmente de que, puesto que parece que no doy importancia a las ciudades elementales que han caído hasta el momento, quiere saber si aprecio más mi vida. Por eso, me ha dado de plazo hasta el próximo 1 de junio para entregarle la Flor de la Armonía.
Si ese día la Flor no obra en su poder, únicamente le quedarán dos interpretaciones: o bien no la tengo, en cuyo caso yo no le serviría para nada, o bien valoro mi vida tan poco como las ciudades desaparecidas. En ambos casos, acabará conmigo.
Tengo que hacerme con la Laptiterus Armoniattus de manera inmediata. Salgo esta misma noche. Espero que las fuerzas elementales me protejan.
Miércoles 15 de mayo de 1799
Estoy tan hundido que no he tenido ganas ni de escribir en el diario durante los últimos días. Para no andarme con rodeos, no he conseguido la Flor. Si bien es cierto que sé dónde está, es materialmente imposible acercarse hasta allí.
Está escondida bajo una cascada que emana una fuerza elemental tan descomunal como el escudo más impenetrable. Algo similar ocurre si uno trata de acceder por vía aérea. Es como golpear contra un muro de roca infranqueable. Ni siquiera yo, con poderes sobre dos elementos, he sido capaz de penetrar esas barreras en los tres días que ha durado mi expedición. ¡Sería necesario todo un ejército!
Al final, terminé tan exhausto, con las fuerzas tan mermadas, que me quería morir allí mismo. Desgraciadamente, no me quedan muchas más opciones, pues tengo los días contados. De nada le valdrá al ifrit que le diga dónde se ubica la Flor pues, si no puede hacerse con ella, acabará con mi vida de todos modos. La única salida que me queda es confesar. Sin duda, me expulsarán del Consejo de los Elementales. Toda una vida persiguiendo un sueño. Toda una vida buscando ser el elemental más joven en acceder al gran Consejo, y ahora también pasaré a la historia como el elemental que menos tiempo ha permanecido en el cargo, así como el más joven en abandonarlo.
Ya no había nada más escrito. Elliot revisó a conciencia las siguientes páginas del diario de Weston Lamphard, buscando el desenlace final para tan impresionante historia, pero estaban en blanco. Vacío. Era como si el propio Lamphard se hubiese evaporado como una nube poco después de escribir la última anotación. ¿Qué podía haberle sucedido?
—Es sobrecogedor —dijo Coreen al cabo de unos segundos, rompiendo el silencio que los atenazaba.
—Desde luego —corroboró Eric, con las manos tapando su boca—. Lo más extraño de todo es que, siendo un episodio tan escalofriante en la historia de los elementales, jamás haya llegado hasta nuestros oídos…
—A mí no me parece tan extraño —dijo Elliot cerrando el libro, para sorpresa de los otros dos. Ambos quedaron a la espera de una aclaración por parte de su amigo—. Pensad un poco. Este diario se encontraba encerrado en ese despacho secreto donde ha debido de permanecer todos estos años. Nadie lo ha leído, porque nadie tenía constancia de ese escondite. Weston Lamphard se ocupó de mantener alejada a la gente del Manaslu y…
—Aun así —interrumpió Eric—, el diario habla de la destrucción de dos ciudades elementales, de ese ifrit que chantajeó a Lamphard… No sé, creo que en el mundo elemental no son ciegos. Algo sospecharían. Algo sucedería para que todo aquello terminase.
—¿Qué creéis que pudo suceder? ¿Acabaría el ifrit con él? —preguntó Coreen, como si esperase una respuesta reveladora.
—Es una opción —reconoció Elliot—. Aunque tal vez llegase a hablar con el Oráculo… y lo mandasen directamente a Nucleum.
—Me parece que por aquel entonces no existía Nucleum. Tendría que consultarlo —comentó Coreen.
—A lo mejor salió de su despacho y se lo tragó su propio tornado…
—Eric…
—¿Qué? Es una opción tan válida como cualquier otra. Quién sabe si quiso suicidarse y…
—Está bien, tú ganas —admitió Elliot—. La verdad es que, con la información de que disponemos, no tenemos ni idea de lo que pudo pasar.
—Es verdad —reconoció Coreen—. Afortunadamente, a día de hoy, el mundo elemental permanece en equilibrio.
La mirada que le dirigió Elliot fue muy significativa.
—De acuerdo —concedió el aprendiz del Aire—. En los últimos dos o tres años hemos tenido algunos problemas… ¡Pero no se destruye una ciudad mágica cada mes que pasa!
—En eso te doy la razón —apuntó Elliot—. Pero, desgraciadamente, veo a Tánatos capaz de hacer todo eso… y mucho más.
Tanto Eric como Coreen estuvieron de acuerdo. Inmediatamente después, Eric apuntó:
—Si es cierto que nadie ha sido capaz de encontrar el despacho de Weston Lamphard, al menos el secreto de la Flor de la Armonía ha permanecido a buen recaudo durante todo este tiempo.
—Es verdad —reconoció Elliot—. Precisamente esto es lo que me preocupa… No somos los únicos que andábamos detras del secreto que alberga la mansión de los Lamphard y, concretamente, el espejo que encierra el sótano.
—¡La nereida! —exclamó Coreen, golpeando con el puño el cojín sobre el que estaba sentado—. ¡A lo mejor es lo que estaba buscando!
—Si diese la casualidad de que trabajase para Tánatos…
—Estaría sirviéndole en bandeja la Flor de la Armonía y, con ello, el equilibrio del mundo elemental —dijo Elliot, concluyendo las palabras que iniciara Eric.
Se hizo un silencio abrumador. La palidez de sus rostros quedó camuflada por los tonos amarillentos y anaranjados que desprendían las llamas que danzaban en la chimenea. Mientras el fuego crepitaba, los chicos meditaban la gravedad de estas últimas palabras.
—¿Estáis seguros de lo que acabáis de decir? —preguntó Coreen con un ligero temblor de voz. Él no estaba tan acostumbrado como Elliot y Eric a hablar de Tánatos como si tal cosa.
—Piensa mal y acertarás —dijo Elliot con rotundidad—. De hecho, tengo la impresión de que la cosa es tan fea como la pintamos.
—En ese caso, habrá que avisar al Consejo, al Oráculo, a…
—Hablaremos con Úter —concluyó Elliot, ante el nerviosismo de Coreen—. El sabrá qué hay que hacer.