5. Imaginación e inspiración

Viajes imaginarios

Siempre estoy haciendo viajes imaginarios. (Carta a Harriet Shaw Weaver, 20 de septiembre de 1928, en Selected Letters, p. 338).

La ciencia y la imaginación

No creo en ninguna ciencia, pero mi imaginación se enriquece cuando leo a Vico, y no a Freud ni a Jung. (Ellmann, op. cit., p. 693).

La reelaboración de los recuerdos

La imaginación no es sino la reelaboración de lo recordado. (Cita de Vico, en Ellmann, op. cit., p. 661).

Imaginación y memoria

La imaginación es memoria. (Ellmann, op. cit., p. 661).

La fuerza moral y la imaginativa

La incansable potencia creativa, la pasión ardiente, el ansia de ver y de tocar y la curiosidad desbocada han degenerado, al cabo de tres siglos, en un sensacionalismo frenético. Cabría decir, en efecto, que el hombre actual tiene epidermis más que alma. Sus facultades sensoriales se han desarrollado extraordinariamente, pero lo han hecho en detrimento de las espirituales. Carecemos de fuerza moral, y quizá también de fuerza imaginativa. (CW, pp. 188-189).

La cualidad de un fluido

La imaginación tiene la cualidad de un fluido, y hay que sujetarla con fuerza para que no se vuelva imprecisa, y al mismo tiempo con delicadeza, para que no pierda sus poderes mágicos. (CW, p. 73).

Los signos líquidos del habla

Como una nube de vapor, o como aguas que se derramaran en círculos por el espacio, los signos líquidos del habla, los símbolos del elemento misterioso, fluían en su cerebro. (P, p. 172).

El útero virginal de la imaginación

El instante de inspiración parecía reflejarse al mismo tiempo desde todos los ángulos, desde una multitud de aconteceres nebulosos: lo que había ocurrido o lo que habría podido ocurrir. El instante destelló como un punto de luz, y ahora, de nube en nube, entre vagos aconteceres, iba surgiendo una forma que velaba el último rastro luminoso. En el útero virginal de la inspiración, la palabra se hizo carne. (P, p. 167).

La vida eterna

[El artista es] el sacerdote de la imaginación imperecedera, capaz de transmutar el pan cotidiano de la experiencia en materia radiante que vive eternamente. (P, pp. 170-171).

El curso regular del pensamiento

La imaginación que admiro no es la de índole inestable, sino [la que surge del] curso regular del pensamiento, como la que uno observa en Los viajes de Gulliver y hasta en Defoe y en Rabelais. En cambio la prosa de Lamartine no es más que una riada sentimental. (CWJJ, p. 112).

Lo contrario de la claridad

Lo verdaderamente imaginativo es lo contrario de la concisión y de la claridad. (CWJJ, p. 86).

Alimentar al libro

Fui a la habitación de atrás de la oficina, me senté a la mesa y pensé en el libro que he escrito, la criatura que he llevado durante años en el útero de la imaginación, como tú llevaste en el útero a los niños que amas; y pensé también en cómo la había ido alimentando día a día con el pensamiento y la memoria. (Carta a Nora Barnacle Joyce, Dublín, 21 de agosto de 1912, en Selected Letters, pp. 202-203).

La debilidad de la imaginación

Mi imaginación es tan débil que me temo que todas las cosas sobre las que iba a escribir se han convertido en imágenes inaprensibles. (Carta a Stanislaus Joyce, Roma, 7 de diciembre de 1906, en Selected Letters, p. 140).

Huellas en el mundo externo

La palabra [«feto»] y la imagen retozaban ante sus ojos mientras atravesaba el patio en dirección a la puerta de entrada del colegio. Le asombraba encontrar en el mundo externo huellas de lo que había tenido hasta entonces por una repulsiva y peculiar enfermedad de su imaginación. Sus monstruosas ensoñaciones le vinieron en tropel a la memoria. También ellas habían brotado de pronto ante él, impetuosas, sugeridas por simples palabras. (P, p. 68).

Dónde encuentra uno las ideas

Es extraño pensar en dónde encuentra uno ideas para las historias. Woodman[28], aquel hombrecillo estúpido, me inspiró [el relato] La casa de huéspedes, y Ferrero, Dos galanes. Las otras historias [de Dublineses] las inventé del todo yo solo o se las oí contar a otros. (Carta a Stanislaus Joyce, Roma, 11 de febrero de 1907, en Selected Letters, p. 148).

Infinidad de personajes

Mi padre me tenía un cariño enorme. Era el hombre más bobo que yo haya conocido jamás, y sin embargo tenía una astucia cruel. Pensó mucho en mí y habló mucho de mí hasta que murió. Siempre le quise mucho, siendo como él un pecador; y me gustaban hasta sus defectos. Me inspiró cientos de páginas e infinidad de personajes. Además me moría de risa a menudo con su socarronería y con la expresión de su rostro, que conservó en la vejez. Cuando le llegó el ejemplar que le envié de Tales Told…,[29] se quedó mirando un buen rato el Retrato de J. J., de Brancusi, y luego dijo: «Jim ha cambiado más de lo que pensaba». (Carta a Harriet Shaw Weaver, París, 17 de enero de 1932, en Selected Letters, p. 361).