Mantén la cabeza erguida

Si has seguido las estrategias propuestas hasta ahora, con suerte, deberías pensar y sentirte mucho más seguro de ti mismo que hace pocas semanas. Y si todo marcha como debe, tu forma de presentarte físicamente y cómo te comportas inevitablemente se habrán visto afectadas.

Los humanos interactúan a través de representaciones físicas de sus emociones y pensamientos a través de pistas no verbales. Todos somos capaces de «leer» a las personas a través de sus expresiones, tics, postura y por su forma de actuar. Hay miles de indicios sutiles, pero también otros muchos realmente obvios. Cuando uno se enfada, frunce el ceño, rechina los dientes, se le tensa la mandíbula o cierra los puños; si eres inseguro, es posible que te encojas de hombros, te muerdas las uñas, tiembles o cruces los brazos. Sin embargo, si te sientes seguro, tendrás los hombros relajados, estarás bien derecho y mantendrás la cabeza alta. También actuarás de manera más confiada, por ejemplo, no te cruzarás de brazos, no arrastrarás los pies al caminar, no te quedarás en silencio ni te esconderás en tu mesa de trabajo.

Igual que si te sientes seguro de ti mismo transmitirás una imagen de seguridad, aprender a aparentar confianza (aunque sea fingida) te hará sentir más confianza. Esto funciona en ambos sentidos, del mismo modo que obligarte a sonreír puede animarte. Un estudio publicado en el European Journal of Social Psychology demuestra que los sujetos que se sientan bien erguidos en sus sillas, en lugar de encorvarse, se sentían más seguros de sí mismos al tener que escribir las cosas que se les pedían. También descubrieron que la postura influye en la confianza con la que se encaran los acontecimientos sociales.

Si proyectas un aura de persona capaz, los demás responderán a ella, ya que sentirán que pueden confiar en ti. A ti también te costaría acercarte a alguien que pareciera increíblemente estresado o enfadado, pero no te andarías con tanta cautela con alguien que se mostrara abierto, de trato fácil y seguro de sí mismo. Puedes convertirte en esa persona. Si te esfuerzas por aparentar el papel, acabarás sintiéndolo también y actuarás en consecuencia.

Las apariencias engañan

Hemos llevado a cabo un sondeo para preguntar qué características hacen que una persona aparente mayor o menor seguridad. Hemos resumido los resultados más abajo.

¿Qué aspecto y cómo suena la inseguridad?

¿Qué aspecto y cómo suena la confianza?

Ejemplo: Una audición incómoda
Mark fue a una audición para un papel en un anuncio de coches. No sabía por qué se había molestado en ir, pues no había manera de conseguirlo. Para probarse a sí mismo y a todo el mundo lo poco que le importaba, se puso a propósito el par de vaqueros más viejos y las zapatillas más usadas que tenía. Obviamente el resto de las personas que se presentaban a la audición tenían mucha más experiencia y eran más guapos que él, por tanto, ¿para qué esforzarse? Incluso reconoció a un tipo galardonado con un premio de la BBC, genial.
Sentía que era inevitable que no le dieran el papel, y ese sería su sexto «no gracias» consecutivo de las últimas dos semanas. ¿Qué sentido tenía todo aquello?
Echó una mirada rápida al guion que tenía el chico que estaba a su lado y el estómago le dio un vuelco. No era el mismo guion que él tenía. Miró a su alrededor: todo el mundo estaba ensayando un texto distinto. Enseñó al hombre que estaba sentado a su lado las páginas que él tenía y le respondió que nunca había visto ese texto antes. ¿Qué demonios? ¿Cómo podía empeorar la situación?
Cuando llegó su turno, Mark entró vacilante en la habitación. Le temblaban las manos. «Me… me han dado el guion erróneo», titubeó antes de cruzar los brazos sobre el pecho a la defensiva. «Bueno, tranquilo», dijo una de las tres personas que estaban sentadas detrás de una intimidatoria y enorme mesa. «Le daremos el correcto, hágalo lo mejor que pueda».
Mark cogió las nuevas líneas e hizo la peor actuación de su vida. La peor que se ha visto. Cuando acabó, salió a toda prisa enfadado sin decir ni gracias ni adiós.

El mapa mental de Mark sería el siguiente:

Tal vez era inevitable que la confianza de Mark se viera afectada después de tantos rechazos, no obstante, parecer seguro, aunque no sea real, es un truco perfecto para ganar confianza.

Al decidir no cuidar su vestimenta, Mark ya estaba en un estado mental defensivo. Cuando más tarde descubrió que tenía el guion erróneo, tanto su lenguaje corporal, su forma de hablar como su comportamiento le hicieron parecer inaccesible, inseguro y enfadado. Su temor se convirtió en una profecía autocumplida.

Las cosas habrían salido de forma muy distinta si, al menos, hubiera intentado parecer seguro de sí mismo. Si hubiera pensado bien qué ponerse, se habría sentido más cómodo consigo mismo y con la imagen que proyectaba, y así habría sido menos probable que desdeñara sus posibilidades basándose en el aspecto de las demás personas.

Habría estado mucho más tranquilo al darse cuenta de que tenía el guion equivocado, y podría haber entrado en la sala de la audición con convicción, explicar la situación y preguntar si podía leer para el papel con el guion que tenía, para demostrarles qué podía hacer con las líneas que se había aprendido. Después podría haberles propuesto leer el guion que no conocía para demostrar que era una persona flexible, competente y capaz de adaptarse al cambio.

Los encargados del cásting se habrían mostrado más favorables a aceptar este plan si quien estaba ante ellos no era una temblorosa pelota de furia, sino un tipo tranquilo, seguro y cordial.

Si Mark hubiera sido más consciente de lo que transmitía su lenguaje no verbal, su mapa mental habría sido más parecido al de la página 106.

► Tu mapa mental «barbilla arriba»

Piensa en un momento reciente en el que te sintieras realmente inseguro y elabora un mapa mental que muestre qué ocurrió, cuáles eran tus emociones, en qué pensabas, cómo te hizo actuar y cómo te afectó físicamente.

A continuación, traza otro en un momento en el que te sintieras muy seguro de ti mismo.

Cuando hayas acabado, compara ambos mapas mentales. ¿Ves cómo proyectar confianza (con tu actitud física y tu comportamiento) afectará a tu manera de sentir y pensar? Y no solo tendrá consecuencias en cómo te percibes a ti mismo, también afectará a la forma en la que los demás te perciben. Se ha demostrado que nos formamos la primera impresión de alguien en los primeros cinco segundos tras conocerlos. Hacer cambios en cómo te comportas es una manera muy simple de ganar confianza y actuar en consecuencia.

Deja de disculparte

Las personas con baja autoestima suelen disculparse muy a menudo. Obviamente hay situaciones en las que disculparse es necesario y aconsejable (cuando te has equivocado, si has hecho algo que lamentas o cuando expresas tus condolencias). No obstante, las disculpas constantes por ninguna razón en concreto pueden menguar tu credibilidad y la confianza en ti mismo. Tu necesidad de disculparte estará originada por pensamientos automáticos como «Soy ridículo», «Estoy arruinando esto», o «Necesito disculparme». Puedes acabar disculpándote simplemente por ser tú, lo que significa que te consideras inferior a la persona con quien estés hablando y acabarás justificándote continuamente porque probablemente te sentirás avergonzado.

Ejemplo: Una historia de perdón
Anna no dejaba de disculparse y de rebajarse. Tenía un trabajo genial y una relación estable, pero no podía librarse de la sensación de que se equivocaba continuamente. Siempre estaba al tanto de no ponerse en ridículo y de no decir algo inapropiado.
En una ocasión, alguien le había dicho que podía poner fin a una conversación en veinte pasos y nunca lo había olvidado. Le aterrorizaba interrumpir a la gente o en general resultar molesta. Pensamientos negativos como «Eres muy irritante», «Siempre cuentas mal los chistes», y «Todo el mundo piensa que das vergüenza ajena» se le cruzaban sin parar por la mente sin que ella pudiera controlarlos. No quería dar la impresión de enlazar una disculpa con otra, pero necesitaba echar mano de ese truco para tranquilizarse. Acabó alejándose físicamente de las conversaciones, escondiéndose en el fondo y no dando nunca su opinión.
Un amigo le sugirió que antes de volver a abrir la boca para disculparse se tomara un momento para pensar si de verdad necesitaba hacerlo. ¿Había hecho algo mal? ¿Tenía que dar una condolencia? Si no era así, no tenía por qué disculparse.
Anna siguió su consejo y la siguiente vez que estaba a punto de disculparse cuando alguien dijo que no podía asistir a la fiesta que la propia Anna iba a dar, se detuvo. Que no pudiera ir no era culpa suya, ¿verdad? Así que dijo: «Bueno, no te preocupes. Es una pena, pero la próxima vez será», y sintió un poco menos de culpa y responsabilidad sobre los hombros.

► Cuándo disculparse y cuándo no

♦ Discúlpate si has cometido algún error, si has herido los sentimientos de alguien o si quieres hacer las paces con alguien.

♦ Muestra tu pesar si debes dar tus condolencias.

♦ No te disculpes cuando tengas razón. Si tienes razón, la tienes, y no hay necesidad de suavizar el golpe con un tímido «lo siento». Puedes seguir sonando considerado sin disculparte.

♦ No te disculpes por dar tu opinión. «Disculpa, pero estaba pensando…» ¿Por qué deberías disculparte por pensar? Nadie más se disculpa por tener opinión propia, ¿por qué deberías hacerlo tú? Disculpándote solo consigues socavar tu punto de vista.

♦ No te disculpes por pedir ayuda, porque no es ninguna imposición; ahora bien, si pides perdón sin parar, haces que parezca una carga mayor de lo que es. Deberías plantearlo como algo positivo: «¿Podrías ayudarme con X? Se te da muy bien».

► Vestirte para impresionar (a ti mismo)

No importa lo que pienses de la ropa o el estilo, la forma en la que te vistes es un reflejo de cómo te ves a ti mismo y de cómo quieres que los demás te vean. Da igual que estés al tanto de la última moda o no, o de si te vistes solo para trabajar o para socializar, es uno de los mensajes no verbales más claros que puedes transmitir.

Cada uno es diferente, de modo que no hay una forma buena o mala de vestirse. La clave es sentirse cómodo con la ropa que te pongas, sea cual sea. Si tienes baja autoestima, sentirte bien con lo que te pones te hará mostrarte más seguro. Vestirse adecuadamente para cada ocasión es una forma sencilla de evitar sentirte fuera de lugar o avergonzado. Si eres una persona insegura, llevar pantalones vaqueros y zapatillas a una velada de etiqueta o, por el contrario, ponerse un traje para una noche informal son formas seguras de aumentar los niveles de pánico.

Si tienes tendencia a esconderte debajo de ropa holgada, pero sabes que solo lo haces porque no quieres llamar la atención, deberías considerar hacer un cambio. Sea cual sea tu forma o tamaño, habrá ropa que te quede bien y te haga sentir mejor. Puedes contratar a un personal shopper (muchas tiendas y grandes almacenes ofrecen gratuitamente este servicio) o pedir a un amigo que te acompañe y te ayude a probarte cosas que estén ligeramente fuera de tu zona de confort.

Arriesgarte con la ropa te dará valor. No tienes por qué volverte loco o loca y ponerte unos pantalones de cuero o una minifalda con volantes si no es tu estilo, pero añadir algo de color o algún estampado a tu armario si normalmente usas tonos oscuros te hará sentir bien porque habrás hecho algo diferente.

En orden de aparición

Recuerda siempre que los demás también se sienten inseguros. Ahora que eres más consciente de estas pistas no verbales, podrás detectarlas en otras personas y comprobar su efecto desde una perspectiva exterior. Así, podrás darte cuenta de que algunas cosas que en un tiempo anterior podrías haberte tomado de forma personal y haber creído que tenían que ver contigo son en realidad ejemplos del nerviosismo de los demás. Por ejemplo, si Jake de contabilidad no te mira nunca a los ojos y parece evitarte, con casi toda seguridad no se deberá a que no le caigas bien, sino a que es tímido y tiene los mismos miedos que tú.

A fin de cuentas, cada uno vive centrado en sí mismo, de modo que somos la persona a quien examinamos con mayor detalle y minuciosidad. Cuando miras unas fotografías, lo más probable es que te fijes más tiempo en analizar las fotos en las que sales tú. Tendemos a juzgar más nuestro propio aspecto que el de cualquier otra persona. Recuerda estos datos si te intimida hacer cambios.

Crisis de comparación
Compararnos con otras personas es natural. La regla de la supervivencia del más fuerte que regía la vida en la caverna de nuestros ancestros sigue todavía muy vigente. Es la forma de la gente de medir el éxito y nos puede llevar al triunfo. Sin embargo, cuando te sientes inseguro es mucho más probable que te compares en términos negativos con otros y que, constantemente, llegues a la conclusión de que eres inferior. Esta actitud solo exacerbará tu inseguridad
e, incluso, sea el origen de un complejo de inferioridad.
Por desgracia, en nuestra sociedad nos bombardean durante las veinticuatro horas del día con imágenes de lo que la cultura pop considera «deseable». Aunque el criterio cambia semana tras semana, los mensajes pueden perseguirnos de por vida. Cuando sufres una baja autoestima puedes encontrar oportunidades para la autocrítica en todas partes: en anuncios, en programas de televisión, en páginas web de cotilleo sobre famosos, etc. No obstante, puedes decidir cómo procesar la información y qué hacer con ella. Por ejemplo, sabes que, obviamente, el aspecto de quien protagonizan anuncios y películas no se corresponde con el que tienen en la vida real: cuentan con la ayuda de maquilladoras y peluqueros profesionales, entrenadores personales y chefs de sushi a su disposición. En definitiva, es un espejismo.
La próxima vez que te pilles comparándote negativamente con otra persona, haz una pausa para ver las cosas con perspectiva. ¿Estás siendo justo contigo mismo? ¿Seguro que sabes la historia entera? Sí, Emma, la chica de la mesa de enfrente siempre está impecable, pero en realidad le encantaría tener tu trabajo. Sí, tu amigo Nick es extremadamente ingenioso y siempre parece seguro de sí mismo, pero sabes que en realidad se pone muy nervioso cuando conoce a gente nueva. No pretendemos decir que debas ponerte a buscar adrede los puntos flacos de la gente, tan solo asegúrate de ser justo contigo mismo antes de poner a los demás en un pedestal.

► Mantener las apariencias

Empieza a practicar un lenguaje corporal que transmita confianza e incorpóralo a tu vida cotidiana. Es muy simple: siempre que te veas encorvado, con los brazos cruzados, te muevas rápidamente o te acerques demasiado a la puerta, tómate un respiro. Relaja los hombros y échalos hacia atrás, levanta la barbilla, descruza los brazos y mantente erguido.

Acuérdate de mantener el contacto visual y sonreír. Procura hablar con claridad y no te apresures. Piensa en qué ponerte y plantéate cambiar un poco de estilo.

Si siempre llevas vaqueros y zapatillas, puedes comprarte unos zapatos más elegantes, comprarte unos pantalones más serios o invertir en una falda. O, al contrario, si siempre vas trajeado y con botines, prueba a llevar vaqueros.

Aunque estos cambios pueden ser de una importancia considerable para ti, los demás no se darán cuenta de la inquietud que te provoca aplicarlos. Nadie va a coger un megáfono y anunciar a toda la oficina: «¡Carly lleva una falda por primera vez en quince años! ¡Miradla todos!». Simplemente dirán «bonita falda», y te sentirás genial.

Si necesitas alguna motivación más, usa la estrategia explicada en el capítulo 4 para imaginar la mejor versión de ti mismo. Imagina cómo estar de pie, moverte e incluso hablar. Después lánzate a recrear esa versión en la vida real.

Los «imperdibles» del capítulo
• Haciendo pequeños cambios en tu lenguaje corporal conseguirás que los demás te vean de forma diferente y, sobre todo, en cómo te ves a ti mismo.
• Parecer más seguro te hará sentir así y viceversa.
• La forma de vestirte, de comportarte físicamente y de actuar pueden proyectar un aura de confianza.