31
RUPTURA
—¿Cómo estás? —le preguntó él.
—Mal. ¿Y tú?
—Bueno, todavía me duele un poco el cuello y la espalda, pero nada más. He tenido suerte de no romperme nada con la tromba de agua que me cayó encima pero... ¿Por qué dices que te encuentras así de mal?
—Mira, no quiero hablar más de lo necesario. Todo esto se me ha ido de las manos. Quiero que sepas que lo del otro día fue una estupidez, y no... no...
—¿No qué? —insistió él.
A ella le costó pronunciar las siguientes palabras.
—¡Pues eso Daniel! Que no quiero que volvamos a vernos, todo esto ha sido una estupidez. Me arrepiento muchísimo.
—¿De qué?
—¡De todo! De haberme portado como una estúpida, primero con él, luego contigo. ¡No sólo una, sino dos veces!
—Creo que te estás equivocando, tú no has hecho nada malo.
—¿Ah no? ¿Tú te crees que soy tonta? ¿Crees que no sé que has discutido con Laurent? El escuadrón es un polvorín, y todo por mi culpa. Te pedí discreción, Daniel, discreción. ¿Sabes lo que significa eso? Si mi familia se enterase de que...
—¿De qué? ¡Cuéntamelo, por favor!
—¡No! ¡Déjame! ¡Tú tienes también tu parte de culpa! ¡Por favor, márchate!
—¡Sabías que en cualquier momento te estallaría la verdad!
—¡No tienes ni idea de lo que estás diciendo! —ella le señaló la puerta del coche, realmente enojada—. ¡Márchate!
—¿Pero por qué te pones así conmigo? Solo he intentando... Ya sabes... -Te pedí que no dijeras nada, que no hicieras nada, que fueras discreto... ¡Y has sido incapaz de guardar un solo secreto!
—¡Sabías que era inevitable que hiciera algo!
—¡No, lo que era inevitable era que lo nuestro saliera mal! El se quedo casi de piedra, intentando atravesarla con la mirada, con su orgullo masculino profundamente herido. -¿Pero por qué? -Por que esto no tenía que haber pasado. La culpa es mía, por haber tropezado dos veces con la misma piedra. -Por favor no me compares con él. -En el fondo no sois tan diferentes. Vuestro complejo de macho alfa os impide ver más allá de vuestras narices. Daniel no tenía la mas ligera idea de lo que significaba macho alfa, pero no le sentó nada bien. -¿Qué querías que hiciera? ¡Se me abalanzó encima como un loco y tuve que defenderme! -¿Cómo? ¿Qué os habéis llegado a pelear? ¡Dios, eso sí que no! ¡Fuera de mi coche! ¡No quiero volver a verte!
—¿Pero?
—¡Fuera! —le gritó con pura cólera.
Él, con el corazón encogido, se cruzó de brazos. Intento escoger las palabras apropiadas para de alguna forma mejorar aquella triste despedida. Se dio cuenta de que lo que realmente la amaba, y se sintió completamente desdichado al verse a si mismo perdiéndola. Por algún extraño motivo, pensó que volvía a perderlo todo, de forma idéntica a lo que le paso cuando falleció su madre, tras el asesinato de su padre. Paso a sentir la fría y vacía soledad en cada poro de su piel, y se quedo absorto. Abrió la puerta del coche, y salió sin despedirse, sin mirar atrás, como si supiera que no volvería a disfrutar de su perfume. Sin ni siquiera darse cuenta de que ella rompió a llorar con desconsuelo, con la frente apoyada en las palmas de sus manos. La lluvia seguía cayendo, gélida, calando hasta el alma de los dos jóvenes.