EL OJO DE LA CÁMARA (27)
EN el Espagne había curas y monjas el Atlántico era bravío y color verde botella los ojos de buey tenían cortinas y las luces de la cubierta pantallas y cuando se estaba en cubierta no se podían encender fósforos
pero los camareros eran muy valientes y decían que los boches no se animarían a hundir un barco de la Compagnie Genérale, porque estaban los curas y las monjas y los jesuitas y el Comité des Forges que había prometido no bombardear el Bassin de la Briey donde estaban los grandes depósitos y las fundiciones de la compañía que era propiedad del príncipe de Borbón y los jesuitas y los curas y las monjas
y sin embargo todos eran muy valientes salvo el coronel y mistress Knowlton de la Cruz Roja Americana que levaban abrigos a prueba de frío a prueba de agua a prueba de submarinos como abrigos de esquimales y los usaban y se sentaban en la cubierta con los abrigos salvavidas inflados y se les veía nada más que la cara y en los bolsillos tenían equipos de primeros auxilios y en el cinturón cajas impermeables con chocolate galletas y barras de leche malteada y cuando por la mañana paseabas por cubierta veías a míster Knowlton inflando el traje de mistress Knowlton
y a mistress Knowlton inflando el traje de míster Knowlton los niños Roosevelt eran muy valientes con sus gorras flamantes del ejército americano con visera dura y medallas de tiro colgando de la tela caqui y andaban todo el día diciendo Tenemos que entrar Tenemos que entrar como si la guerra fuera una piscina
y el encargado del bar era valiente y los camareros eran valientes a todos los habían herido estaban contentos de ser camareros y no tener que pelear en las trincheras
y los pasteles eran deliciosos
por fin avanzando en zigzag llegamos a la zona y pudimos sentarnos tranquilamente en el bar y allí estaba la boca del Gironda y una lancha torpedera francesa que trazaba círculos alrededor del barco en la blanda mañana perlada y los vapores que por culpa de las minas tenían que seguir a la lancha patrullera un sol rojo se alzaba sobre las rubicundas tierras cubiertas de viñas y el Gironda estaba lleno de cargueros y aviones y sol y barcos de guerra
el Garona era rojo estábamos en otoño había barriles de vino fresco y cajones en los muelles frente a las casas de fachadas grises y los mástiles de los veleros amontonados contra el gran puente de acero rojo
en el Hotel de las Siete Hermanas todo el mundo estaba de luto pero el negocio andaba bien debido a la guerra y esperaban que en cualquier momento llegara el gobierno de París
allá en el norte morían hombres entre el barro y las trincheras pero en Burdeos los negocios andaban bien y los viñateros y los agentes marítimos y los fabricantes de municiones se reunían en el Chapon Fin a comer endivias y setas y trufas y había un gran cartel
MEFIEZ-vous
les oreílles ennemis vous écoutent
crepúsculo color vino tinto y plazas de grava amarilla bordeadas de barriles de vino y un olor a chocolate en las estatuas grises de los parques y los
nombres de las calles
calle de las Esperanzas Perdidas, calle del Espíritu de las Leyes, calle de los Pasos Perdidos
y el olor de las hojas quemadas y las fachadas grises de las casas borbonas hundiéndose en el crepúsculo color vino tinto
una noche en el Hotel de las Siete Hermanas te despertaste muy entrada la noche y había un agente del servicio secreto revolviendo tus maletas
y examinó tu pasaporte con el ceño fruncido y miró tus libros y dijo Caballero es la inspección de rigor