NOTICIARIO II
Vengan a oír
Vengan a oír
Vengan a oír
EN su alocución ante la Cámara Legislativa del Estado de Michigan, el gobernador saliente, Hazen S. Pingree, manifestó: Profetizo que a menos que los que están a cargo de la legislación y detentan el peso de ella en sus manos no cambien el actual sistema de desigualdad, en menos de un cuarto de siglo se producirá en este país nuestro una revolución sangrienta.
CARNEGIE HABLA DE SU EPITAFIO
Alexander's Ragtime Band
Es la mejor
Es la mejor
el almuerzo servido en el laboratorio de física nos deparó las más ingeniosas novedades. Se pudo ver un diminuto horno de fundición de 1,20 m de altura, mientras por el borde de la mesa del banquete circulaba, en un recorrido de 12 m, un tren de vía estrecha. En lugar de metal fundido, el horno vertía en los vagones ponche caliente. Las porciones de helado tenían forma de vías férreas y los panes eran locomotoras.
Tras haber alabado las ventajas de la educación superior en todas las ramas del conocimiento, míster Carnegie llegó a la siguiente conclusión: se ha descubierto que el trabajo manual es la mejor garantía de un buen funcionamiento del cerebro.
VICEPRESIDENTE DESVALIJA UN BANCO
Vengan a oír
Alexander's Ragtime Band
Es la mejor
Es la mejor
el hermano de Jesse James declara que la obra que lo pinta como un bandido asaltante de trenes y proscrito es desalentadora de acuerdo con una investigación realizada por curas de Salt Lake la lucha popular del distrito puede acabar con la poligamia que aún practican los mormones y defienden ciertos clubes femeninos
La mejor banda del país
afirman que las fieras del circo sólo comen carne de caballos de Chicago la venta de terrenos en Indiana marca el fin del boom de la Feria Mundial emplea una bandera como bolsa de desperdicios asesinado en una isla de caníbales cae un cuidador al agua y los lobos marinos lo atacan.
Entonces la lancha se aproximó al globo medio desinflado del aerostato que amenazaba con asfixiar a Santos Dumont en cualquier instante. Tirando de él lograron encaramado a bordo.
El príncipe de Mónaco le pidió que aceptara subir a su yate para secarse y cambiarse de ropa. Santos Dumont se negó a abandonar la lancha hasta que fuera arrastrado a la costa todo lo que podía salvarse; después, empapado pero sonriente y despreocupado, pisó tierra entre las cerradas ovaciones de la multitud.