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Promoción

 

 

 

 

MasterChef

 

Un día, en Madrid, me propusieron hacer un programa piloto de cocina.

—Estamos haciendo un piloto de un programa que se llama MasterChef. ¿Te apetecería participar?

—¿Quién más colabora?

—Pepe de El Bohío.

¡Ah! Conocía a Pepe y me caía muy bien.

Hicimos un piloto, pero yo no las tenía todas conmigo. Soy un cocinero apasionado y no quería hacer nada que me desviase de mi camino. «Tranquilo, solo es un piloto. Será una experiencia, algo divertido. No lo he hecho nunca», me decía a mí mismo.

Cuando me peinaron parecía un modelo de revista. Yo que siempre me había considerado bastante feúcho, porque aparte de verme así me lo decían las chicas, yo que siempre había pensado que era muy normalito, resulta que ahora era guapo. De todas formas, me cuesta mucho creérmelo.

Pasó un año desde que hicimos la prueba y no recibí ninguna noticia porque ninguna cadena estaba interesada en el programa. Entonces me llamaron y me dijeron:

—Tengo buenas noticias: han aceptado la propuesta de MasterChef.

—La noticia será buena, pero, a ver… yo soy cocinero devoto y no haré nada que vaya en contra de mi oficio. Si es para divulgar el oficio con respeto y para hacerlo llegar a mucha gente, acepto. Entiendo que en este país es necesario hablar de gastronomía porque la gente no es consciente de lo que tenemos. Hay una masa social que no sabe lo que se cuece en la gastronomía de España.

Si nos comparamos con otros países, como Francia, que tiene una cultura gastronómica mucho más amplia, lo cierto es que nuestro país carece de ella. Una buena muestra es que en Francia la gente disfruta de la gastronomía, tiene más conocimientos sobre los grandes productos de su tierra y los consume en casa. Grandes vinos, grandes quesos y muchos otros artículos. La cultura del disfrute de los pequeños placeres de la gastronomía está más extendida.

En nuestra casa, pese a tener grandes productos y una increíble tradición gastronómica, no les sacamos suficiente provecho.

Si en un país como el nuestro tiene cabida el «fast food» es porque desconocemos lo que tenemos. No sabemos que cada pueblo, cada región, tiene su gastronomía. Tenemos cocineros muy buenos, y nuestra masa social lo ignora. Por lo tanto, es bueno que se divulgue.

Además, la gente del programa me dio los argumentos por los que yo les interesaba: «Eres joven, tienes morro, sabes hablar y eres supertécnico».

Me imagino que eso es lo que les gustó de mí: mi forma de trabajar, de explicar cómo hago cada paso y los motivos por los que lo hago.

«Eres lo que buscamos: un tipo guapete que habla muy serio; además, tienes voz y presencia. Y cuando hablas de cocina, te lo crees tanto que haces que los demás también se lo crean. Y eso es lo que queremos.»

La dirección de «MasterChef» me hizo un regalo al confiar en mí. Han hecho todo lo posible por dignificar nuestro oficio y al mismo tiempo crear un programa de televisión entretenido y didáctico.

Y en ese punto nació MasterChef. Hablé con mi socio y le expliqué:

—Me han llamado de un programa de televisión. Se emitirá en La 1 de TVE.

—No hay ningún problema, Jordi. Si sigues con los pies en el suelo y al ABaC no le afectan los momentos en que no estés, hazlo si te apetece. Me fío de ti.

Esa ha sido siempre la premisa. Y así lo hemos hecho.

Como decíamos antes, la vida consiste en dar pequeños pasos. Y por pequeños que sean, hay que dar uno cada día. El metro recorrido para llegar arriba. Los pequeños pasos adelante y atrás. Ahora, en lugar dar pequeños pasos adelante, damos tres de golpe. Y seguimos sumando más.

¿Qué ha aportado MasterChef al ABaC? Indudablemente, la televisión ha servido para posicionar el ABaC, para que nos conozca mucha más gente y para tener más volumen de negocio. Así pues, ha sido positivo.

Había gente que me decía: «Te equivocas. Estás cometiendo una estupidez». Pero se ha demostrado que no tenían razón. Y cuando salgo a la sala del restaurante para atender a los clientes, la gente se sorprende de verme. Ellos no saben que trabajo muchísimo y que cuando acabo en el estudio de grabación, cojo el AVE y voy al restaurante. Esa era una condición a la que no pensaba renunciar, aunque me exigiera ir de arriba abajo, porque los cinco minutos en sala y los quince que me ve la gente de mi cocina son muy importantes para mantener el vínculo con mi equipo.

No creo que tenga una gran capacidad de trabajo. Sencillamente, soy currante y sacrificado. Y nada me da pereza. Durante los últimos tres años, los días de vacaciones de los que todo el mundo disfruta los he dedicado a algo que para mí equivale a unas vacaciones: «MasterChef».

 

 

La popularidad

 

¿Qué te aporta participar en un programa como ese?

Por lo que respecta a las sensaciones que te aporta la popularidad, no puedes sentir más orgullo ni más emociones que otras personas, pero cada uno tiene sus propias circunstancias y la fama no te hace sentir más extraordinario que los demás.

La parte positiva de participar en MasterChef es que hago algo que me hace sentir realizado. Hay que decir que el hecho de que la gente me reconozca por la calle es una sensación agradable, sobre todo por el afecto que demuestran, lo cual es muy gratificante. Pero la parte negativa es que no acabas de saber si te saludan a ti, a la persona que tú conoces, o al personaje que has creado detrás de las cámaras, y por eso es una situación que no me resulta del todo satisfactoria ni personalmente es el aspecto que más valoro.

Lo que yo persigo es que se juzgue mi cocina, no a mí como personaje de un programa. Cuando una persona prueba un plato mío se establece entre nosotros una relación de tú a tú que le permite «conocerme» un poco. Y si recibo un elogio sobre mi cocina por parte de un comensal, entonces sí que siento que el elogio va dirigido a mí, a mi persona, a mi alma.

La persona que me juzga por lo que ve en televisión no me interesa porque la situación que se crea es muy efímera, y está claro que no es mi vocación lo que aplaude, sino mi comportamiento en un momento dado y el trabajo de un equipo preparado para esa puesta en escena.

En la televisión intentamos hacer cosas buenas para la cocina en general, pero es en mi restaurante donde hago mi cocina.

Una vez dicho eso, la valoración que hago de mi experiencia en MasterChef es plenamente positiva. Ha supuesto para mí una vivencia muy enriquecedora que me ha dado la oportunidad de hacer cosas que no había hecho nunca, que no esperaba hacer y que ni me había planteado después de veintidós años de reclusión prácticamente absoluta en mi cocina.

Sin embargo, con la perspectiva del tiempo, después de haber vivido dos temporadas en las que he llegado a perder el norte en algunos momentos, he descubierto que la intensidad del medio a veces puede engañarte y hacerte creer que eres quien no eres, que eres especial. Y reconozco que he llegado a pensar cosas estúpidas.

Hacer salir un pavo en la televisión. ¿Lo hace más especial el hecho de que lo conozca todo el mundo? ¿Lo hace diferente del resto de individuos de la especie? No. Sencillamente, lo conoce más gente.

La fama me interesa si vincula la idea de notoriedad a la cocina que practico y si genera más negocio a mi restaurante. La visibilidad es buena, y la fama te la proporciona.

A todo el mundo le hace gracia salir en las portadas de las revistas. Como reza el dicho, lo importante es que hablen de ti, aunque sea para decir tonterías y mentiras. Me parece interesante que la gente te conozca, a pesar del peligro que entraña hacer juicios sobre una persona por el simple hecho de que salga en un programa de televisión, tanto si se dice que eres idiota como que eres listo. De hecho, yo mismo he conocido a personas que al principio me han parecido bobas pero que después me han demostrado no tener ni un pelo de tontas.

 

 

Redes sociales y prensa

 

Por lo que respecta a las redes sociales, yo mismo administro mis cuentas de Twitter, Facebook e Instagram y la relación con la prensa. No me gusta especialmente estar pendiente de ello, pero si tengo que hacerlo, lo hago. Siempre prefiero ocuparme personalmente de esas cosas.

Me gusta tener contacto directo con las redes sociales y controlar todo lo que se dice en mi perfil.

Sé que hay gente que contrata a terceras personas para que se encarguen de esa tarea, pero no es mi estilo.

El mundo de la comunicación es muy complejo y poco a poco puede generar problemas. Recuerdo un día —no hace mucho, por cierto— que fui de invitado a una emisora de radio. Me relajé tanto en la entrevista que manifesté mi opinión sobre un tema. Debido a ello, tuve que dar un montón de explicaciones a multitud de personas por el titular que había generado mi comentario. Por lo tanto, más vale ser cauto y comedido en las apariciones y no dar pie a cotilleos sobre la propia intimidad.

Además, es muy difícil que no se distorsione lo que dices. Creo firmemente que lo que digas, aunque lo expreses muy bien, acabará tergiversado. Así son las cosas. La prensa lo manipulará. En mi caso, la verdad es que no tengo nada que ocultar. Siempre digo la verdad, sobre todos los asuntos. Intento no salirme de mi ámbito, ser consecuente y, sobre todo, pasar desapercibido. Procuro transmitir la imagen que quiero dar, es decir, la de cocinero, y no hablar de política ni de lo que no procede.

Un cocinero no tiene que hablar de otra cosa que no sea la cocina porque no es el Papa ni un gurú.

Mis primeras experiencias con la prensa se remontan a la época en que me presentaba a concursos, y lo cierto es que me resultaba divertido porque veía que me proporcionaba notoriedad.

Si sabes aprovechar la visibilidad que te ofrece salir en la prensa, puedes convertirla en un buen negocio.

A partir del momento en que decidí participar en los concursos, me empezaron a entrevistar, al igual que cuando me concedieron la estrella Michelin.

Yo no genero noticias para salir en la prensa, como hacen otras personas, pero sí intento hacer cosas nuevas que no haya hecho nadie.

A los veinticuatro años me convertí en el chef más joven de nuestro país y en el segundo más joven del mundo con una estrella Michelin. Por supuesto, eso me situó en los periódicos, pero mi único mérito fue descubrir mi vocación muy pronto, a una edad en la que no es habitual tenerla tan clara.

Soy el cocinero más joven con cinco estrellas Michelin. Eso siempre llama la atención, ¿no? Por eso soy noticia.

 

 

TV, sí; TV, no

 

Tengo muy meditado por qué hago televisión y qué quiero obtener. No me gusta creerme lo que no soy; me gusta tener los pies en el suelo. Cuando me propusieron hacer televisión, incluso consulté a la gente de Michelin por si tenían alguna objeción. Me dijeron que siempre que no perdiera los papeles y que supiera guiar al equipo con menos tiempo pero con la misma excelencia que me exigían las estrellas, no había ningún inconveniente.

No hay duda de que gracias a MasterChef ahora nos conoce mucha más gente. Prácticamente podríamos decir que es como tener las tres estrellas Michelin, porque el restaurante está siempre lleno. Además, la visibilidad que te proporciona la televisión también genera otras oportunidades.

La televisión es una herramienta que puede ser tanto positiva como contraproducente. De ti depende. Para sacarle el máximo rendimiento, tienes que saber utilizarla y aprovecharla como un medio fugaz por naturaleza que acabará pasando.

La televisión es fugaz pero tu oficio, no. Lo tienes que tener siempre presente. Y tienes que seguir trabajando y construyendo tú solo. Que yo salga en la televisión no depende de mí, sino de mi oficio, y el día que lo que yo pueda aportar no les interese me despedirán.

 

 

Men’s health

 

Soy una persona muy tímida. El caso de Men’s Health fue para mí un reto. Cuando me veo en la portada de la revista, me encuentro fantástico, y para un tímido, verse bien es un triunfo. Es como la «magia potagia» del mago Tamariz. ¿Os acordáis de él?

Sabía que tenía ganas y quería hacer el esfuerzo. Además, soy una persona sacrificada que lo doy todo para quedar bien y para no decepcionar a nadie. No es una cuestión de ego personal.

Si tienes a un nutricionista y un entrenador a tu alcance dispuestos a dedicarte su tiempo, lo mínimo que tienes que hacer es esforzarte, poner ganas y lanzarte. Cuando me propusieron el reto de Men’s Health, pensé: «Ahora mismo peso noventa kilos, estoy estresadísimo y tengo malos hábitos alimentarios. Y además, fumo como un carretero. Si me apunto a un gimnasio no lo pisaré porque necesito una motivación. Este equipo me proporcionará unas herramientas para hacer las cosas como es debido, para adoptar unos buenos hábitos alimentarios que me servirán para toda la vida, y encima me ayudarán a ponerme en forma. Me obligarán, me animarán y me exigirán. ¿Cuál es la peor parte? ¿Salir en la portada? ¿Y la mejor? ¡Encontrarme bien!». Lo puse todo en la balanza y decidí que me compensaba.

La gente que me conoce sabe que me van los retos y que respondo ante los desafíos. Me gusta jugar y competir, y en este caso en concreto además podía obtener unos beneficios para la salud que me parecían importantes. Lo que me pesaba era la portada, pero salió bien, y sin Photoshop. Todos contentos.

Lo bueno de la vida es que te va poniendo en situaciones que no esperas, y eso te ayuda a ir puliendo los aspectos que te interesan.

Eso también ocurre con los obstáculos que quieres superar. Por ejemplo, recuerdo que un día me llamaron de la productora y me propusieron lanzarme desde un avión para uno de los programas de MasterChef. Me aseguraron que el riesgo era nulo porque estaría en las manos de los mejores militares del mundo, los más fuertes y mejor preparados. Enseguida entendí que estaban poniendo a mi alcance todos los medios para que superase uno de mis miedos. ¿De qué dependía? De que yo dijera que sí, claro. Y de que no lo meditara demasiado, porque no tenía sentido darle muchas vueltas. Bien pensado, conducir también es muy peligroso, ¿y verdad que no podemos controlar a los otros conductores pero conducimos igualmente?

Tener limitaciones es muy frustrante. A mí me gusta no tenerlas.