CAPÍTULO 12

Laura se levantó con la idea del libro rondando en su cabeza. Ella había empezado tentada por aquella ocurrencia de Alfredo de editar juntos algo sobre parejas, pero ahora que la semilla había germinado en su mente y en su corazón, las ganas eran propias (quizás más propias que ajenas porque la colaboración de Fredy era poca y lenta) y era ella misma la que bullía con la fantasía de ver el libro publicado.

Fredy se había comprometido a ordenar los mails que ella había ido mandando y a mezclarlos con sus propias ideas y con el trabajo que habían presentado juntos en los Estados Unidos.

Hizo un repaso de los temas sobre los cuales habían escrito y se dio cuenta de que habían vuelto una y otra vez sobre algunos puntos mientras que no habían más que rozado muchos otros.

Encendió la computadora y empezó a escribir.

Querido Fredy:

Te cuento que me levanté hoy «con todas las pilas», como dice mi hija, para ver nuestro libro terminado. Sentí ganas de trabajar en la visualización del producto listo. Empecé a fantasear con que llegaba a una librería muy grande y muy importante en compañía de mi madre. Quería en mi sueño compartir con ella la primera vez que veía el libro publicado. Creo que es la persona que más se merece ese honor, por su dura experiencia de vida. Y cuando quise verlo me di cuenta de que no podía ni imaginármelo en la góndola, porque ni siquiera sabemos todavía cómo se llamará.

Me gustaría que habláramos sobre el título del libro. He aprendido en mi profesión y en mi vida qué cierto es eso que vos siempre decís, que solo se controla aquello a lo que se le puede poner nombre.

Quizás esta necesidad de soñar o poder volar imaginariamente al futuro sea producto de alguna limitación personal. Si es así quiero poder aceptarla como parte de mí. Aunque tal vez no sea una limitación exclusivamente personal, a lo mejor tiene que ver con mi condición de mujer y, en ese caso, no solo quiero aceptarla como tal sino que creo que empezaría a sentirme orgullosa de ella.

Sería interesante incorporar en el libro el tema de lo masculino y lo femenino en hombres y mujeres. Exponer un poco lo que sabemos de los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro ayudará a entender y aceptar que desde diversos aspectos, algunos meros determinantes biológicos, SOMOS diferentes.

Es sabido que la mayoría de las mujeres tienen preponderancia a la mirada holística y los hombres a la mirada focalizada.

La mirada masculina tiene que ver con la actitud de dividir, analizar, focalizar, cambiar, en fin, con lo activo, que los neurobiólogos suelen identificar con la función del hemicerebro izquierdo (el dominante). La mirada femenina, en cambio, tiene más que ver con la conciencia de unidad, la capacidad receptiva, de espera, con la predisposición para entablar relaciones, soñar y crear (funciones aparentemente de jerarquía para el hemicerebro derecho).

En La Enfermedad como Camino, refiriéndose al cerebro, Dethlefsen y Dahlke dicen: «Uno y otro hemisferio se diferencian claramente por sus funciones, su capacidad y sus respectivas responsabilidades. El hemisferio izquierdo podría denominarse el hemisferio verbal, pues es el encargado de la lógica y la estructura del lenguaje, de la lectura y la escritura; descifra analítica y racionalmente todos los estímulos de esta área, es decir que piensa en forma digital. El hemisferio izquierdo es también el encargado del cálculo y la numeración. La noción del tiempo se alberga asimismo en el hemisferio izquierdo.

En el hemisferio derecho encontramos todas las facultades opuestas: en lugar de capacidad analítica, la visión de conjunto de ideas, funciones y estructuras complejas. Esta mitad cerebral permite concebir un todo partiendo de una pequeña parte. Al parecer, debemos también al hemisferio cerebral derecho la facultad de concepciones y estructuraciones de elementos lógicos que no existen en la realidad. Aquí reside también el pensamiento analógico y el arte para utilizar los símbolos. El hemisferio derecho genera también las fantasías y los sueños de la imaginación y desconoce la noción del tiempo que posee el hemisferio izquierdo».

Creo que es evidente que en las mujeres parece predominar el hemisferio derecho y en los hombres el izquierdo.

Norberto Levy dice: «Así como existe una relación de pareja con otro ser humano, existe una relación de pareja interior entre los aspectos femeninos y masculinos de la propia individualidad».

Todos estamos constituidos como polaridades. Tenemos aspectos masculinos y femeninos, activos y pasivos, débiles y fuertes. El asunto es que si nos identificamos culturalmente con uno solo de estos aspectos polares proyectaremos el otro en el afuera.

La confusión que se da habitualmente es creer que mi pareja es la causa de mi conflicto, sin darme cuenta de que es un conflicto interno entre dos aspectos polares que vengo acarreando, sin hacerlo consciente.

Es la misma energía que uso en pelearme con mi pareja la que necesito para descubrir qué me pasa a mí con el asunto.

A veces me pregunto si muchas dificultades que tienen las parejas no estarán en última instancia ligadas a la no aceptación de la diferencia de miradas entre el hombre y la mujer.

Uno no puede dejar de preguntarse con Gray ¿Cómo se armonizan dos personas que viven en mundos diferentes? ¿Cómo se pueden comunicar un hombre y una mujer si están en diferentes frecuencias?

Respuesta: Solo si pueden abandonar la idea de que hay un único punto de vista.

Es nefasto creer que el mío es el único lugar de análisis, aunque es peor aún dejarme convencer de que el tuyo es lugar de la mirada privilegiada. Es imprescindible incorporar las dos maneras de estar en el mundo, para integrase como personas y con el otro.

Respeto mi identidad y mi forma de ser en el mundo y, a partir de allí, doy y reclamo respeto.

Hablando desde lo personal, yo diría que tendencialmente funciono en la conciencia difusa y soñadora, y de hecho mi trabajo personal de los últimos años es incorporar la conciencia focalizada.

Escribo esto y me río porque me imagino que todas mis parejas de los últimos años coincidirían en decir que no se notaron resultados de mis esfuerzos por incorporar la lógica en mi vida…

El problema en el contacto es que, si no tengo la flexibilidad de ir de un nivel a otro, cuando estoy instalada en uno de ellos tiendo a repudiar a mi compañero.

Si me lanzo a la aventura de entender tu cabeza incorporo cosas nuevas pero sobre todo te incorporo a vos.

El desafío de la pareja pasa por abrirse a una forma diferente de estar en el mundo e integrarla en mí mismo Abrirse a un pensamiento nuevo, a una manera diferente de encarar la vida. El amor empieza cuando descubro al otro. Ya no es una idea de lo que debería ser, es alguien nuevo que me Sorprende con su originalidad.

Allí comienza el amor, con la sorpresa, con el descubrimiento, mientras que si trato de encajar al otro en mis viejas ideas, no pasa nada. Abrirse al amor es abrirse a lo nuevo… Amar es abrirse a lo real.

Laura.

Y antes de enviarlo agregó:

PD: ¡¡¡¡¡Exijo tus aportes!!!!!

Laura sonrió y caminó hacia el jardín para disfrutar de un rato de sol antes de irse a su consultorio.

Se recostó en la reposera y se puso a pensar en las citas de esa tarde: Héctor y Graciela, Marcelo y Patricia. Javier y Analía, Hugo y Beatriz, Armando y Carla.

Con Héctor y Gra estaba todo bien, ambos habían sintonizado la onda de escucharse para construir juntos y las cosas se iban acomodando ahora, casi sin su participación.

Marcelo y Patricia habían empezado hacía una semana; él había aparentado ser un tipo fresco y agradable ella parecía demandante y ansiosa. Laura pensó que debía prestar atención para corroborar esa primera impresión.

Javier y Analía consultaban por sus discusiones permanentes; desde el principio Laura intuyó que eran un clásico ejemplo de problemas personales traídos a la pareja y había decidido verlos en función de la pareja pero con entrevistas por separado. Hoy la vería a Patricia, ella estaba trabajando su tortuosa relación con su padre, un alcohólico violento y desafectivizado, para tratar de no desplazar sus reclamos a Javier, quien muchas veces inocentemente (y otras no tanto) pagaba los platos rotos de aquella relación mal elaborada de su esposa.

En muchos aspectos Beatriz y Hugo eran una pareja especial, principalmente por la identificación que Laura sentía con Beatriz (en muchísimas cosas la vida de Beatriz y la de ella se parecían, los planteos existenciales de ambas eran coincidentes y sus pretensiones idénticas), pero también eran especiales porque ambos eran personas con ángel y hacían de esta sesión semanal una hora diferente.

Muchas veces había pensado en derivarlos, sin embargo ni Beatriz ni Hugo habían aceptado nunca su propuesta de ver a otro terapeuta, quizás justamente por esta afinidad que se percibía en sus encuentros, y Laura se había dejado seducir por la idea de seguir con ellos. Actualmente pasaban por un momento muy reflexivo; los dos terminaban de descubrir que podían concederse espacios de no-control y disfrutar de las consecuencias. Beatriz había vuelto a tomar clases de pintura y Hugo había encontrado en esas ausencias de su mujer el espacio para navegar por el mundo de Internet en lugar de estar poniéndose paranoico con «los otros» con los cuales ella se encontraba.

La preocupación de ese día venía de Armando y Carla. En lo íntimo de su pensamiento Laura no entendía para qué seguían juntos. Tenían una de esas relaciones «Yo-Yo», como ella las llamaba. «Vínculos Yo-Yo» eran para Laura aquellos signados por la mezquina actitud de los dos de ocuparse en exclusividad de sí mismos, «Yo-Yo» también porque iban y venían en un subibaja siniestro de peleas, separaciones, encuentros, gritos, insultos y efímeras reconciliaciones. «Yo-Yo» finalmente porque muchas veces se enredaban en anudadas galletas y era imposible saber cómo desenredarlos.

Los dos sabían que se mentían, manipulaban, competían y vivían resentidos. Salían con terceros a escondidas y coqueteaban permanentemente con otros y otras. Sin embargo se enojaban con Laura cada vez que ella les sugería separarse aunque sea transitoriamente; llenando la sesión de discursos repletos de lugares comunes que justificaran seguir adelante porque «NOS AMAMOS demasiado para separarnos» (?), porque «yo sé que ella es la mujer (o el hombre) de mi vida», porque «cuando una ama debe luchar hasta el final por lo que ama», porque «no podría vivir sin él (o sin ella)»… etc… etc… Y Laura amagaba una pequeña insistencia y luego un poco se resignaba, otro poco aceptaba sus limitaciones y un poco más se preguntaba sí después de todo no tendrían razón y era ella o toda la ciencia la que estaba equivocada en los sofisticados análisis psicosociológicos de cada vínculo.

Después de todo —terminaba preguntándose— ¿quién podía asegurar que separarse sería mejor para ellos que seguir adelante? ¿Sería universalmente cierto que era mejor estar solo que mal acompañado?

A lo mejor Armando y Carla tenían razón y Laura debía replantearse todas sus teorías sobre las parejas.

Se levantó de la reposera decidida a tener más cuidado en las próximas sesiones; la situación la involucraba personalmente y quizás era esa connotación lo que la condicionaba para evaluar la pareja como inviable.

Debía estar alerta para no contaminarse.

En cierto modo, ella misma no estaba en pareja porque no aceptaba una relación mediocre y convencional, ella jamás había podido sostener un vínculo por el vínculo mismo, ella siempre había pretendido más.

El resto del día transcurrió sin sorpresas y hasta la sesión con los conflictivos Armando y Carla resultó interesante y productiva.

Laura regresó a su casa satisfecha con su profesión y su especialidad.

En la computadora le esperaba un mail:

Lauri:

Me quedo pensando en tus ideas.

Cada día te percibo más clara y más sabia.

Te adjunto algunas cosas que leí y que estuve pensando.

Dice Castillejo que hay tres razones principales que impiden el encuentro. La primera es que a veces tratamos de comunicarnos cuando estamos en distinto nivel de conciencia. Como vos decís, hay dos maneras de estar en el mundo: una seria, desde la conciencia focalizada, y otra difusa, abarcativa.

La primera tiene que ver con la lógica y es la mirada analítica.

La segunda tiene que ver con percibir el mundo holísticamente, como una totalidad, e incluye las emociones y las vivencias; es la mirada experiencial.

Cuando dos personas tratan de comunicarse y una está hablando desde la lógica y la otra desde lo que le pasa, el encuentro es imposible. Es como intentar una comunicación desde dos idiomas distintos, un choque de paradigmas. Es fundamental darnos cuenta desde dónde me está hablando el otro. Cómo es la manera del otro de pensarse, de pensarme, de pensar lo que nos pasa.

Si yo estoy acostumbrado a ver las cosas desde mi conciencia difusa o desde mi intuición, querer encontrarme en armonía con otro que mira la vida desde la coherencia es, en principio, una pretensión de posibilidad casi nula.

La propuesta es que yo me abra a entender otra manera de ver las cosas, y entonces no solo podré encontrarme con el otro, sino que incorporaré para mí mismo esa otra manera de estar en el mundo.

Si una pareja plantea un problema y él lo ve desde la lógica y ella desde lo que siente, es muy difícil que se entiendan si antes no perciben y aceptan como punto de partida estas diferencias.

Yo creo que, afortunadamente, en la actualidad hay un cambio: las mujeres están ocupándose de desarrollar el lado masculino y los hombres el femenino.

Como vos bien decís, si yo acepto y respeto tu mirada y la voy integrando con la mía, eso es crecimiento para mi; si la rechazo tratando de convencerte de lo que pienso, me quedo solo e igual a mi mismo.

Sin embargo, esto es lo que hacemos: tratar de que el otro haga las cosas como a nosotros nos parece, sin detenernos a pensar que el otro puede darnos una opción mejor, diferente, nueva…

Con respecto a las otras actitudes que impiden el encuentro, Castillejo habla de la dificultad para estar presentes. Si nos escondemos detrás de disfraces, no podemos tener contacto con nadie, pues nadie puede conectar verdaderamente con un personaje.

Otra forma de no estar es el autoengaño; las personas no se dan cuenta de lo que les pasa, pero casi siempre tienen una explicación coherente de su sufrimiento, un libreto que justifica todo lo que les pasa pero que realmente no tiene nada que ver con su verdadero dolor. ¿Cómo podría alguien ayudarme o entenderme, si yo mismo estoy confundido respecto a lo que me lastima o a lo que necesito?

El tercer tema es la dificultad para escuchar. Esperar con más o menos paciencia a que el otro termine de hablar solo para poder decir lo que ya estábamos pensando, no necesariamente es dialogar, sino muchas veces la mezcla y superposición de dos monólogos… En estos casos las personas no se conectan para nada con lo que el otro dice, no se escuchan porque cada uno ya decidió que tiene la razón y, por lo tanto, lo único que están dispuestos a hacer es esperar que sea su turno para poder argumentar y demostrarlo.

Me encantó lo de «Las razones del desencuentro», ¿y a vos?

Te mando un millón de besos.

Chau.

Fredy.

PD: Nunca supe qué te pareció el cuento de mi paciente Roberto.

El mail que llegaba de trebor parecía venir a explicarle lo que le pasaba con la pareja del conflicto. Ella estaba intentando usar su razonamiento y su coherencia para proponer la más pertinente solución, en definitiva, estaba utilizando su mirada lógica. Mientras que entre los dos usaban excluyentemente su mirada emocional y se expresaban desde sus temores, desde sus necesidades infantiles o desde sus demandas insatisfechas. Cuanto más lógica ella se ponía, más irracionales aparecían los planteos de la pareja. No en vano cuando Laura dejó de tratar de imponer su punto de vista ellos ablandaron su reticencia para aceptar sus planteos de ayuda.

Laura fue hasta su escritorio y empezó a escribir un mail.

Fredy:

Dos cosas:

Primera, gracias por tu último mail (¡no te imaginás cuánto me sirvió!).

Segunda, estuve releyendo el cuento de Egroj y otra vez, como cuando me lo mandaste, me encantó.

Te mando mis comentarios:

Si de verdad esa historia se corresponde con el mito que él se traza sobre su existencia, tiendo a pensar en Roberto como alguien de gran potencialidad y, sobre todo, con una estructura muy sana.

Siempre he creído que la salud consiste en abrir puertas y ventanas hacia el mundo, y encuentro en el planteo del cuento una actitud similar, esta de construir puentes y caminos, recursos que si bien en la historia están hechos básicamente para ver venir (desde el punto de vista psi: para recibir) indudablemente sirven también para salir, para ir a buscar y aún más para explorar el afuera, recoger, aportar (simbólicamente: dar).

De todas formas, si tuviera que pensarlo en función del niño herido yo intentaría ayudarlo a que mantenga los caminos y los puentes transitables, pero que trabaje buscando lo que necesita «murallas-adentro» y poder utilizar aquellas vías para compartir con el exterior lo que tiene dentro de si mismo.

Creo escuchar en este relato el de una persona que sigue con la mirada puesta en el regreso de lo que no fue.

Y no estoy diciendo que no sea sano animarse a esperar a quien amo; me refiero a lo hermoso que sería no esperarlo dejando que mi corazón se me salga del pecho con la sorpresa de ver venir por el horizonte lo que yo tanto deseaba pero ya no esperaba. Quizás esto ayude a no ser tan exigente con lo que viene hacia mí por el camino.

Porque si espero la fanfarria con las banderolas blancas y los estandartes dorados y llega con paso firme la caravana embanderada en verde y sin estandartes, corro el peligro de no reconocerla, de no darme cuenta de que el desfile viene hacia mí, de dejarlo pasar sin festejo, de vivir llorando porque no fue cuando, en realidad, no supe distinguir que era.

Laura.

Se quedó como reiterada en su propia idea: el peligro de no reconocer lo que viene hacia mí porque no se corresponde con la forma en que me lo había imaginado…

Ella también era como Egroj.

Después de haber vivido gran parte de su vida mirando el horizonte había dejado de esperar.

Y eso no era lo inquietante, lo inquietante era… ¿reconocería la escuadra triunfal cuando apareciera en su horizonte?

Como cada vez que tenía alguna movida interna, llamó a su amiga Nancy.

—¿Cómo estás? —preguntó Nancy inocentemente.

—Maso —abrevió Laura.

—¿Por?

—Creo que me pegó muy mal un punto de identificación con un paciente —contestó Laura sabiendo que Nancy, que era colega, podría entender.

—Que mal —opinó Nancy—. ¿De qué va?

—Vos sabés que yo tenía cancelada en mi cabeza la idea de volver a estar en pareja, y de repente me encuentro con que el planteo de una parejita que atiendo, el mail de un colega y un cuento de un paciente, me hacen repensar mi postura. Y lo peor, negra, es que por primera vez siento que no puedo sostener los argumentos que esgrimía, ni siquiera frente a mí misma.

—Es que vos siempre te refugiaste en una idea demasiado estrecha respecto de tu futuro amoroso —comentó Nancy.

—¿Por qué me decís esto?

—Mirá, yo te derivé muchas veces pacientes: hombres, mujeres y parejas, y sé de lo entusiasta que sos. A cada persona que te escucha le hablás, le mostrás, le insistís y le explicás de la importancia de estar en pareja, de la diferencia de crecimiento personal, del marco ideal de desarrollo humano, de las virtudes irremplazables de la convivencia, etc. etc., pero para vos parece que usás otro libreto, para vos la dificultad, lo improbable, los condicionamientos, la soledad…

—¡Che, pará! Yo no estoy sola…

—Vos me entendés lo que quiero decir, Laura, quizás sea hora de repensar tus decisiones. Después de todo —sentenció Nancy— ¡estamos en edad de merecer!, ¿o no?

Y las dos rieron en el teléfono por un largo rato.