CAPÍTULO 6
Parecía un adolescente enamorado, esperando al lado de su computadora como cuando tenía 16 y esperaba al lado del teléfono anhelando el llamado de Rosita, su primera novia.
Pero Roberto no tenía 16 y Laura no era su novia, así que se sentía bastante incómodo con esta ansiedad tan poco justificada.
Cuando esperamos que algo suceda, sin que podamos tener participación en ello, el hecho siempre se demora, y de todas maneras, aunque demorara lo justo, a uno siempre le parece que tarda demasiado. Por eso la semana sin noticias de Laura se le había hecho insoportable.
¿Qué iba a hacer si ella no le escribía más?
Poco a poco Laura iba ocupando en sus pensamientos espacios poco adecuados para una relación inexistente.
Se acostó pensando en la poesía del hombre imaginario de Nicolás Parra.
A las cuatro de la mañana del lunes se despertó agitado, taquicárdico y transpirando. Sin otra razón más que una vaga sensación, creyó recordar que había estado soñando con ella.
Soñando con Laura…
Él había estudiado que se soñaba con imágenes ligadas a los sentidos, que los ciegos de nacimiento sueñan con sonidos y todo eso. ¿Qué sueño se pude tener con una idea de alguien?
¿Cuánto tiempo más voy a esperar?, pensó.
Agarró una hoja en blanco y garabateó:
Veinte veces al día, 7 días por semana, enciendo la computadora, espero los programas de inicio, abro el administrador, busco los mensajes, no está el deseado, cliqueo para finalizar, debo esperar también para salir, maldición, apago la computadora, me tomo un café, prendo la tele, dejo todo… y comienzo de nuevo.
Roberto agarró una campera y salió a la calle, solo por no quedarse.
No alcanzó.
Era lógico.
Ella escribiendo y pensando y el otro idiota que no le contesta.
Hay que ser estúpido… Una mina de primera te incluye en su proyecto, se compromete con vos en algo que programaron juntos, la comunicación se corta y vos no das ni noticias. Hay que ser un tarado, muy tarado.
No se puede ser tan guarango como para dejar a una mujer esperando una respuesta que nunca le llega… Si no te interesa decile «no estoy interesado» y terminala…
Estos son los tipos que después se quejan de las minas que los abandonan…
A medida que caminaba se enojaba más Y más con Fredy. En su lugar, él jamás habría actuado así. Se acordó de la remanida Frase que solía repetir su mamá: «Dios da pan al que no tiene dientes», y se rio de sí mismo por la vulgaridad de su asociación.
Quizás la manera de cuidar de mi niño interior sea empezar a pensar como mi mamá…, se dijo. Y se volvió a reír, esta vez en voz alta mientras subía por la escalera que llevaba a su departamento.
A dos metros de la puerta escuchó el timbre del teléfono.
¡Laura!, gritó e intentó apurarse para llegar al aparato antes que atendiera el contestador.
Recién después de un rato, y mientras recogía el contenido de su bolsillo desparramado en el umbral, pudo ordenar lógicamente su pensamiento y saber que su subconsciente le jugaba una broma cazabobos.
Cuando finalmente encontró las llaves y abrió la puerta, Cristina terminaba de dejar su mensaje…
… me duele que no me atiendas así que no volveré a llamar. Quizás en otro momento de nuestras vidas podamos hablar.
Chau.
Tuvo por un momento la sensación de que no era la primera vez que escuchaba esas palabras, exactamente las mismas, aunque de otra boca…
Roberto se encogió de hombros en un gesto para sí mismo y pensó que era mejor así, puesto que él no sabría que decirle por ahora. Pensó, además, que no debía distraerse necesitaría toda su energía para soportar el silencio de Laura.
Intentó volver a su idea original de escribirle como «el amigo de Fredy».
Laura:
Fredy está inquieto porque no tiene noticias suyas. Teme que Usted se haya enojado por algo. Por favor, escríbale unas líneas para que…
¡Absurdo!
Totalmente desesperanzado, una vez más estableció su conexión con Internet.
En la casilla de mensajes desbordaban los reclamos cada vez más enérgicos de sus clientes.
Roberto hizo una respiración profunda seguida de un ruidoso suspiro. Era hora de portarse como un adulto si no quería rifar lo ganado con tanto esfuerzo en los últimos años de trabajo. Con ganas o sin ellas debía volver a la oficina, retomar sus responsabilidades laborales y proteger de paso sus pocos ahorros.
Tomó cuidadosa nota de todos los asuntos que tenía pendientes y de las cinco propuestas de nuevos trabajos.
Sintió que todavía estaba a tiempo.
Tomó doble dosis de las Flores de Bach que le había recetado su amiga Adriana y se acostó temprano.
Tuvo un sueño maravilloso y hollywoodense.
Después de un esfuerzo sobrehumano, él, que era una especie de corredor de maratón, llegaba primero a la meta. Una rubia que lo esperaba llorando emocionada corría en su dirección pañuelo en mano, lo abrazaba y lo besaba incansablemente.
Se despertó haciendo esfuerzos por prolongar el sueño un poco más. Trataba de no abrir los ojos para retener esa imagen que ahora tanto lo confortaba: el triunfo, el reconocimiento, Laura…
Y mientras se lavaba los dientes pensaba:
Voy a tener que trabajar duro.
Una mina valiosa no se conforma con un mediocre laburante.
El sueño es claro: La rubia está al llegar a la meta.
Abrió las dos canillas y se puso la crema de afeitar. Miró a los ojos al Papá Noel de barba espumosa que le devolvía el espejo y le dijo aclarando:
—Llegar… ganador.
Terminó de afeitarse silbando y, después de dejar una nota a la señora de la limpieza para que pusiera orden en la casa aunque le tomara más tiempo, se fue para la oficina.
Cuando bajó del taxi, el tipo del quiosco de revistas y el encargado del edificio no pudieron evitar a sonrisa ante el asombro de verlo llegar tan temprano. Casi lo mismo le pasaba a Roberto: no podía evitar la sorpresa ante la sonrisa que sentía dibujada en su cara. Gracias a esa sorpresa o a pesar de ella Roberto trabajó mucho y bien ese día y el siguiente, y también el que siguió a aquel.
El viernes, al regresar a su casa, pensó que hacía años no tenía una semana de trabajo tan productiva. Se merecía la bañera llena de espuma que se preparó y el sushi que pidió a domicilio: Sashimi de salmón, Niguiri de atún California Roll.
El lunes Roberto abrió su computadora buscando la confirmación de una compra de materiales que había realizado el miércoles.
Se sorprendió al encontrar un mensaje de Carlospol@… que lo esperaba con un título diferente, se amaba Dejar las ilusiones.
Fred:
Hace falta salirse de la ilusión para ver al ser que tenemos enfrente.
Hoy hablamos sobre esto en un grupo el dolor de dejar de lado las ilusiones y aceptar la realidad. Es un momento de crecimiento, cuando dejamos de pelearnos y aceptamos las cosas como son.
Trabajamos con un muchacho de 30 años que había roto con una mujer que lo rechazó, hablaba del dolor de perder la ilusión que había construido con esta mujer.
Es justo decir pérdida de la ilusión, porque cuando este muchacho se conectaba con lo que en realidad pasaba con ella, en que lo maltrataba y no le daba lo mínimo que él necesitaba, era obvio que no quería seguir la relación. Pero ella sabía prometerle algo que nunca le daba, y él está pegado con eso.
El verdadero dolor de él es aceptar cómo se dejó engañar y cómo le habría gustado poder sostener esta ilusión. Pero la realidad se le impuso. Ella es esto que él ve ahora, no la promesa que le vendía.
El momento de dejar las ilusiones es decisivo para la vida de una persona, cuando decimos: vamos a disfrutar lo que se da, dejemos de llorar por lo imposible.
Es doloroso dejar de lado la pareja ideal, la pasión permanente, pero es la única manera de sostener un vínculo sano.
Todos amamos nuestras ilusiones, no es fácil dejarlas.
Y sin embargo al final, sea como fuere, la realidad siempre se impone.
Como solía repetir tu casi tocayo Fritz Perls: «Una rosa es una rosa que es una rosa que es una rosa»
La realidad ES y frente a ella las ilusiones se disipan.
Yo entiendo que tus tiempos estén complicados, lo que sucede es que me declaro absolutamente incapaz de seguir sola.
Lo siento.
Laura.
El mensaje confirmaba lo que Roberto sabía: No alcanzaba con las excusas que había mandado en el breve mail de la semana anterior.
Laura dejaría de escribir…
¿Serviría de algo un intento más?
Laura:
¡¡¡Seguro que podés escribirlo sola!!!
Mi colaboración ha sido tan poca que no cambia nada si estoy o no estoy.
No me gustaría sentirme forzado a escribir cuando no fluye de mí.
Me parece que esto no debería frenarte para seguir adelante porque lo que escribís es muy valioso.
Y sobre todo, no dejes de mandarme lo que escribas para que yo pueda seguir aprendiendo de vos.
Un beso.
Fred.
Terminó de enviar el mensaje, levantó el resto de la correspondencia y salió para la oficina.
Esa misma noche al encender su computadora encontró la respuesta de Laura.
Fredy:
Recibí tu último mail y lo tomo como lo que es: un enorme halago.
Y sin embargo… por alguna razón que ignoro sentí al leerlo como si algo hubiera cambiado en vos. Tal vez ya no estés interesado en el libro, tal vez no tengas la energía puesta ahí, tal vez simplemente no te interesa más escribir conmigo…
Acepto el cumplido pero no quiero escribir sin vos y aunque quisiera se me hace muy difícil seguir adelante sin contar con el feedback de tus palabras que valoro y necesito.
No te fuerzo, solo renuncio a empujar de este carro alentada por la fantasía de que estamos escribiendo los dos y esperando tus opiniones que nunca llegan, así como renuncio también a llevar adelante sola este proyecto que alguna vez soñamos juntos.
No dejes que esto te inquiete.
Será o no cuando sea tiempo.
Otro beso.
Laura.
¡Todo estaba perdido!
Aunque supiera que en el fondo ella no podía darse cuenta de su identidad, Roberto se sintió descubierto y se sobresaltó. La frase era realmente inquietante y parecía acabar con el juego: sentí al leerlo como si algo hubiera cambiado en vos.
¿Y si su estilo era muy diferente al de Fredy?
Quizás él ni la tuteaba…
Quizás las excusas simplemente no entraban en su modalidad.
¿Cómo saberlo?
¿Y ahora?
Roberto se puso de pie y empezó a recorrer el departamento. No podía, no quería, no debía renunciar.
Si bien seguir insistiendo podía producir un efecto contrario, tarde o temprano Laura descubriría el engaño y por supuesto allí llegaría el final del camino.
Trató de serenarse. ¿Qué contestaría un tipo como este en una situación así?
Era imposible predecir la conducta de un desconocido. De hecho, se dijo, era imposible predecir con exactitud la reacción de nadie.
¡Esa era la respuesta! Tenía que responder con su opinión, ese era el pedido de Laura a Fredy.
Se sentó frente al teclado con un café y empezó a contestar el mensaje.
Laura:
También a mí me dio la sensación de que algo había cambiado en vos, pero a diferencia tuya, yo no creo que esto cambie nuestro proyecto. Después de todo, ¿no Somos nosotros los que sostenemos que las respuestas predecibles ensombrecen el futuro del vínculo?
¿No decimos siempre que lo cambiante del otro es Justamente lo que hace que cada encuentro pueda ser maravilloso?
¿No creés que, entre nosotros dos, lo impredecible de nuestra manera de actuar es lo que hace de esta relación un hecho mágico? Mágico, SÍ, ¡mágico!
Me parece que no estoy del todo de acuerdo en eso que decías sobre «dejar las ilusiones». Y lo asocio con la magia porque creo (como dice mi amigo Norbi) que la magia existe.
Existe de verdad cada vez que una ilusión se transforma tangiblemente (y con nuestra colaboración) en realidad.
Creo que estarás de acuerdo en que nos sucede lo mismo que a cualquier pareja: necesitamos de un poco de la magia que solamente nos llegará si somos capaces de sorprendernos al encontrarnos hoy en un lugar diferente del que nos solíamos cruzar hasta ayer, una sorpresa sin miedos, una sorpresa sin parálisis, una sorpresa que despierte más la frescura de la curiosidad que la inseguridad de lo desconocido.
Y creo que estarás de acuerdo si digo que solo en la medida en que aceptemos la realidad como es seremos capaces de cambiarla.
Volveremos posible nuestra fantasía y por supuesto solo así podremos disfrutar de ese sueño compartido. Sea ese sueño una familia, un viaje, una pareja o escribir un libro.
En todo caso, como decía Ambrose Bierce:
«Si quieres que tus sueños se hagan realidad… despierta».
Te mando besos mil.
Fredy.
La respuesta de Laura le traería la alegría de haber transformado él también una fantasía en realidad: La fantasía de que Laura siguiera escribiendo.
Querido Fredy:
¡Vos me sorprendés!, ¡siempre me sorprendés! ¿Serás el mismo Fredy que yo conocí? Y más aún: ¿Seré yo la misma Laura con quien quisiste escribir un libro?
Seguramente NO.
Y sin embargo cuando la magia se hace presente el encuentro sucede. O al revés, cuando el encuentro sucede la magia se hace presente…
Me encanta la magia.
La magia del encuentro. Qué increíble.
Me siento frente a la computadora y leer tus comentarios me ayuda a sentirme mejor, poder seguir con el proyecto y no tener que deshacerme de mi sueño hace el abracadabra de mis ganas de volver a escribir.
Me gusta la palabra magia, es mágica.
Desde que llegué al consultorio esperaba tener una hora libre, necesitaba volver a escribir.
Hay algo que decís que me parece muy cierto: lo que nos pasa es mágico, yo siento que la energía con la que me engancho en escribir me sale de las tripas, no hay mejor ejemplo. Siempre pensé que aunque la letra sea igual, suena distinta si a uno le sale del alma.
Ordenémonos un poco.
No solo no hay parejas sin conflictos, sino que son los conflictos lo que hacen atractivo estar con otro, y más que los conflictos, las diferencias (que son justamente las que generan el conflicto).
Me enoja a veces lo condescendiente que es Carlos con todo el mundo, pero también pienso que si no fuera así conmigo las cosas no habrían andado. Él es así conmigo y con todos, sería absurdo pedirle que sea así conmigo y no con los demás, porque él es así.
Creo que es posible aprender de las dificultades es una manera de estar en el mundo, observar qué ocurre y cómo atravieso la situación.
Digo que es una manera de estar en el mundo porque es muy distinto tener un plan prefijado que dejar que la vida siga fluyendo. La vida no es cumplir determinadas metas prefijadas, sería muy aburrido. Es diferente si nos planteamos a ver qué ocurre y cómo movernos con lo que se va dando.
Muchas angustias, depresiones, se generan por esto, por tener una idea de a dónde quiero ir, y cuando mi plan no se cumple me frustro. Cuando no actuás de acuerdo con mis expectativas, no te quiero. Y no es así. La vida es más vivible si nos ponemos en la actitud del surfista, descubrir el camino de acuerdo a las piedras que se interpongan, las olas marcan el camino y no mi idea de a dónde tengo que llegar.
Qué relajante llegar a este punto: esto es lo que puedo, esto es lo bueno para mí. No hay un modelo de vida; lo que a mí me encanta a vos no te gusta, y está todo bien, ¿por qué tengo que convencerte de que mirar el río es más divertido que entrar en internet? Vos quedate con la computadora y yo me voy a patinar al río, nos vemos luego.
Tardé años en aceptar que Carlos no disfrutara el río como yo lo hago. La mayoría de la gente se pelea porque quiere convencer al otro de que su postura es la correcta. Entonces partamos de la base de que no hay una postura correcta.
Creo que la gente necesita ser convalidada por el otro para afirmarse en lo que piensa o siente.
Sería bárbaro poder decir: esto para mí es bueno, aunque a todo el mundo le guste otra cosa, y poder respetárselo. No necesitar la autorización del otro, aceptar la diferencia.
No hay una manera de vivir, cada uno se arma su circo como puede. Cada pareja tiene que armar su propio circo.
Y la vida se va dando cuando uno se abre así. Es maravilloso todo lo que pasa cuando nos lanzamos a la aventura de vivir. El camino del héroe. Los conflictos se convierten en algo interesante, en una aventura hacia el descubrimiento de uno mismo.
¿No te parece aburrido saber todo lo que querés que te pase? Es igual a estar solo, no tiene magia.
Como dice mi amigo Luis Halfen: Podemos vivir la vida como si fuéramos un chofer de subte, sabiendo exactamente adónde vamos y cómo es la ruta, o como un surfista: siguiendo la ola.
Te propongo que sigamos las olas. Nos vamos a divertir, y de eso se trata también.
¿Ves? Tus emails me inspiran para seguir escribiendo.
Besos.
Laura.
Roberto terminó de leer y sintió la misma urgencia que Laura decía que la empujaba a escribir.
Increíblemente sin pensar si era él o Fredy el que escribía, peó de un tirón este mail y lo envió:
Hola Laura:
Recibí tu email.
¡¡Cómo me gustó esa imagen del surfista y del chofer de subte!!
Me parece una idea poderosa. De hecho la vida ES un delicado equilibrio impredecible.
No solo hay que dejarse llevar por la ola, sino que también es cierto que no todas las olas sirven para surfear.
La metáfora se ajusta a todo lo que pensamos:
Para hacer surf tenés que estar dispuesto a lo que no podés prever (nadie sabe cómo vendrá la ola). Todo es una mezcla de arte y entrenamiento, nadie nace sabiendo hacerlo y, además, es imprescindible estar dispuesto a correr el riesgo de uno que otro chapuzón y de algunas caídas que nos dejarán llenos de moretones y de experiencias para la próxima ola.
Es verdad, no alcanza con los sueños, no alcanza con la fantasía, no alcanza con las ilusiones, no alcanza con el deseo y los proyectos… Y sin embargo, sin ellos no hay camino.
Te mando algunas ideas sobre las que estuve trabajando.
Yo creo que todas nuestras acciones coherentes empiezan en un sueño, eso que vulgarmente llamamos fantasía, y que se expresa diciendo:
Qué lindo sería…
Qué espectacular debe ser…
Sería maravilloso…
Si nos adueñamos de esa fantasía y nos la probamos como si fuera una camisa, entonces la fantasía se transforma en una ilusión:
Cómo me gustaría…
Me encantaría que…
Sería bárbaro que yo pudiera algún día…
Si dejo que esa ilusión anide en mí, si la riego y la dejo crecer, un día la ilusión se vuelve deseo:
Quisiera estar en…
Lo que más deseo es…
Verdaderamente quiero…
Llegado este punto, quizás suceda que sea capaz de imaginarme a mí mismo llevando a cabo ese deseo, haciéndolo realidad. En ese momento el deseo se vuelve proyecto:
Voy a hacerlo…
En algún momento…
Pronto yo…
De aquí en adelante solo me resta elaborar mi plan, la táctica o la estrategia que me permitirán ser un fantástico mago que materialice la realización de mi sueño.
Fijate que hasta aquí no moví un dedo, todo mi accionar es interno y, sin embargo, cuánto ha pasado en mi interior desde que solo fantaseaba.
Me dirás que no alcanza.
Es verdad, muchas veces no alcanza. Hace falta actuar lo planificado y corregir los errores.
Hace falta ponerse la malla, tomar la tabla de proyectos, entrar a la vida y esperar atentamente la ola de la realidad para subirse a ella y surfear hasta la mágica playa de la satisfacción.
Besos.
Fredy.
Roberto volvió sobre lo escrito.
Se sentía pleno.
Aunque todo no fuera más que un juego efímero, este juego lo había estimulado a estudiar, leer y pensar como pocas veces antes. Él no sabía que guardaba en sí esta capacidad de poner en palabras sus pensamientos.
Si el amor conectaba con los aspectos más sabios e iluminados de cada uno, Roberto debía estar indudablemente enamorado.