Martin Noël, Jackson (grabado en madera), 1995-1996.
Echar ramas
Todo arte verdadero aborda algo que es elocuente, pero que no acabamos de entender. Elocuente porque toca algo fundamental. ¿Cómo lo sabemos? No lo sabemos. Sencillamente lo reconocemos.
El arte no sirve para explicar lo misterioso. Lo que hace el arte es facilitar que nos demos cuenta de ello. El arte descubre lo misterioso. Y cuando se percibe y se descubre, se hace todavía más misterioso.
Sospecho que escribir sobre arte es un acto de vanidad que conduce a frases como las de más arriba. Cuando las palabras se aplican a las artes visuales, tanto unas como otras pierden precisión. Punto muerto.
Intentemos proceder de otro modo. Tengo una corazonada con respecto a dónde se sitúa el misterio que aborda el arte de Martin Noël. Olvidemos cuál sea y consideremos solo su paradero. (¡Esta última palabra me trae a la mente que a Noël le gusta pintar en tarjetas postales y dibujar sobre los mapas! Sus líneas siempre conducen a otro lugar, y en esto se oponen a las líneas geométricas, la cuales reúnen todo lo que existe teóricamente.)
Intentemos localizar el misterio que aborda la obra de Martin Noël y situarla en el continente del saber que le corresponde. Por ejemplo, ese continente no es el continente de la Metafísica, en donde uno situaría a Mark Rothko. Ni tampoco es el continente de la Psicología, donde podríamos situar a Balthus, o, de una manera distinta, a Andy Warhol.
Es el continente de lo Físico, en el sentido corporal del término, casi en un sentido anatómico. Casi me atrevería a suponer que admira a Leonardo da Vinci, quien, además de llevar a cabo importantes investigaciones anatómicas, se dejó fascinar por las profecías contenidas en la anatomía.
No obstante, cuando afirmo que el secreto de Martin Noël reside en algún lugar del continente de lo Físico, no lo afirmo por unas razones relacionadas con la historia del arte. Lo afirmo por lo que resulta inmediatamente visible en sus cuadros y sus grabados en madera, ya sean pequeños como tarjetas postales o muy grandes. Lo afirmo por su manera de dibujar.
Todas sus líneas son tensas, pues encuentran resistencia, buscan una manera de salir, luchan con la fricción o se encuentran cara a cara con la Necesidad, sin la cual no puede existir el mundo físico.
Su manera de dibujar busca lo opuesto a lo virtual o, para decirlo más sencillamente, lo opuesto a lo escurridizo. Cuando uno contempla un dibujo suyo, tiene la sensación de estar mirando un retrato, es decir la representación de una presencia física única, irrepetible. El hecho de dar nombres (no “títulos”) a sus imágenes parece confirmarlo. Sin embargo, ¡no hay nadie!, no hay un cuerpo normal. O, en cualquier caso, no lo hay a una escala reconocible.
¿Por qué tienen la autoridad de una presencia física esos garabatos y cortes y tajos? ¿Qué les confiere autoridad en el continente de lo Físico?
Ni el parecido ni ninguna teoría de la representación nos sirven para explicarlo. Sin duda hay manojos de líneas que recuerdan una flor, un tallo, un árbol, un miembro corporal o un rasgo facial. Pero esas débiles coincidencias no explican su autoridad.
Puede que la palabra ‘articulación’ nos ofrezca una pista. Procede etimológicamente de la misma raíz, ‘ar’, que la palabra ‘arte’. Unir, juntar, encajar. (Artus en latín significa ‘miembro’. Arsis en griego significa ‘levantar’.) La palabra ‘articulación’ se refiere, en primer lugar, a las uniones anatómicas y, en segundo lugar, a la producción del habla o de cualquier otro sistema lingüístico. Articulación entraña tanto el acto de unir como el de cambiar de dirección.
Miremos de nuevo su dibujo. ¿No procederá su autoridad de la precisión con la que registra la energía (y, claro, la dificultad) de la articulación constante?
La articulación de un árbol representa tanto la historia como el futuro de su crecimiento, de su echar ramas y raíces, de su adaptación y de su búsqueda de la luz y el agua. El hecho de que el material favorito de Martin Noël sea la madera puede ser significativo a este respecto.
La veta visible en la madera serrada es la huella que el crecimiento y la articulación han dejado en el propio árbol. Sobre este fondo de antiguos sucesos, Noël dibuja uno nuevo que pertenece al mismo orden, a ese echar ramas.
Durante muchos años dormí en un cuarto de montaña cuyas paredes y techo eran de tablones de pino. Muchas noches, antes de quedarme dormido, y con frecuencia por la mañana antes de levantarme, seguía con la vista los recovecos, los arranques y los finales de sus vetas, y me daba la impresión de que todas ellas tenían un eco en el cuerpo tendido a mi lado y en el mío propio. Se trataba de una corriente de conexiones semejante.
La articulación, cuando se refiere a la producción de una lengua, está hoy más cerca de ciertas formas de articulación anatómica de lo que lo estaba en tiempos de Leonardo; es cierto que las ramas de los árboles recuerdan de algún modo a la articulación de las rodillas, pero todavía lo es más que el sistema nervioso, las neuronas (neurona en griego significa ‘tendón’, ‘cuerda’), que se comunican mediante sinapsis, recuerdan a un lenguaje. Y lo mismo ocurre con los códigos de ADN.
En el continente de lo Físico, se articulan continuamente mensajes y sensaciones, a fin de ofrecer un sentido de la dirección que ayude a evitar los obstáculos. La vida no podría desarrollarse sin ese sentido de la dirección (de la supervivencia), el cual entraña cierto tipo de memoria. Las plantas, como todo el mundo sabe, sienten, son sensibles. Se diría que el agua podría tener memoria.
El arte de Martin Noël se sitúa cerca de ese campo donde podría decirse que es la propia naturaleza la que dibuja. Dibuja porque lo que está vivo tiene la capacidad de guiar o de ser guiado. Los dibujos de Martin Noël están muy próximos a esa forma de guiar. El resto es un misterio.
Martin Noël, Dundee (grabado en madera), 1995-1996.