Capítulo QUINCE

"Me llamo Daniel Walker, conocido más comúnmente como G. Daniel Walker. Sin embargo, he empleado aproximadamente noventa nombres durante los últimos veintitrés años*'.

El testigo sonrió; los jurados se quedaron mirándolo; el procurador se agitó, incómodo en su asiento: Jim Heusdens sabía que cuando un acusado admitía algo perjudicial al empezar, justo al empezar, solía parecer honrado y sincero, y por lo tanto más creíble a medida que contaba su historia.

Fue una larga historia. Walker dijo que comenzaba en el invierno de 1965, cuando había conocido a Hope Stagliano por una bailarina del programa "Shindig" de la televisión. Entre 1965 y 1969, cuando fue a la costa oeste por negocios de publicidad, Hope se quedaba frecuentemente con él en el Regency Apartment Hotel.

Walker dijo que había conocido a Bill Ashlock en una conferencia de agencia de anuncios de Chicago, en 1965, mucho antes de que se conocieran Bill y Hope, y que en 1969 había conocido a su madre pero no a su padrastro. Dijo que el domingo 28 de enero de 1973 había visto a Hope y Bill juntos en Chicago.

—¿Conoce usted a una abogada de nombre Marcy Purmal? —preguntó Jay Powell después de consultar la lista de preguntas que Walker había mecanografiado en papel cebolla.

—Sí —dijo Walker con desenvoltura—. La señorita Purmal es, ha sido y sigue siendo abogada mía, y la señorita Purmal fue una amante mía.

Explicó que en total había tenido treinta y un abogados representándolo para diversos asuntos, y que todos habían sido citados para aparecer ante un gran jurado del condado de Cook el 5 de febrero de 1973. Había llamado a diversos amigos del país, incluyendo a Hope Masters, en busca de un escondite, y el 6 de febrero Hope había llegado en avión al aeropuerto O'Hare donde se reunió con ella en el vuelo de Braniff. Cuando ella regresó a Los Ángeles el día 7, él fue a Vail para "esconderse y esquiar" mientras esperaba que alguien reuniera dinero que le debían por una licencia de licores que controlaba en nombre de su esposa.

Dijo que estuvo en Vail la noche del 9 de febrero y que no había asaltado a Taylor Wright en Ann Arbor. De regreso en Chicago el 10 de febrero, tenía proyectado reunirse con Marcy Purmal y recoger el dinero, pero al darse cuenta de que estaba custodiada por la policía, se escondió en un baño de señoras en O'Hare durante seis horas. "Me metí en uno de los excusados, me quité los zapatos y me senté en uno de ellos, con la esperanza de que ninguna mujer se percatara de que tenía pies de hombre junto a ella", concluyó Walker con ligereza.

Cuando llegó a Los Ángeles dos semanas después, un miércoles 23 de febrero, se encontró con Hope y con una amiga de ésta, Danielle Gantou, en un Hamburger Hamlet. Llegó a las doce y media; Hope llegó con una hora de retraso. Los tres fueron a donde Alfie, un lugar del Sunset Strip donde Bill Ashlock se reunió con ellos después del trabajo. Como Bill estaba viviendo con Hope, su piso estaba disponible como escondite para Walker, quien llevó allí sus cosas esa noche. Los cuatro tomaron unas copas en el Beverly Hilton y, después de la cena, visitaron dos lugares del Strip, el Classic Cat y el Phone Booth. Al día siguiente, dos aeromozas, Mónica Jungnickel e Ingrid Kassler, se reunieron con Walker y Danielle en un paseo a Disneylandia. Al volver a Los Ángeles, se reunieron con Hope y Bill para cenar en Scandia, y después visitaron tres o cuatro discotecas. El viernes, Mónica e Ingrid se fueron de la ciudad a esquiar; Hope, Bill, Walker y Danielle fueron a comer al Brown Derby donde permanecieron mucho tiempo.

El sábado por la mañana temprano, Walker dejó el departamento de Bill y se mudó al Holiday Inn, y después del desayuno se fue al rancho. Dijo que tenía dos razones para ir: tomar fotos para el desplegado del anuncio de Bill —¿Y SI ELLA MUERE PRIMERO?— y explorar la posibilidad de ocultarse en la casa del capataz pues Jim Webb, dijo, iba a ser despedido.

En el rancho, Bill, Hope y Walker comieron y bebieron, y hablaron de Tom Masters, de una película que había visto Hope en la cual le metían una pistola en la boca a una muchacha. Fueron caminando hasta el río para tomar fotos. Nuevamente en la casa, Walker fue presentado a dos hombres, Buddy y Lionel. Bill pidió a Hope treinta y cinco dólares para pagarle a Lionel unas drogas que había llevado, pero como Hope sólo tenía catorce dólares, Bill pidió prestado el dinero a Walker.

En el cuarto de baño, mientras Walker cambiaba las vendas húmedas de su pierna infectada, llegó Hope a "hacer de enfermera" y cuando vio que tenía una caja de primeros auxilios con banditas, tomó una bandita.

—Hope no usa portabusto —explicó Walker—. Desde que la conozco siempre ha llevado dos banditas en vez de portabustos.

Dijo que enrolló la venda vieja que llevaba alrededor de la pierna —había perdido los sujetadores de metal— en bola con la bandita usada, y que lo arrojó todo al basurero de la cocina.

Cuando Lionel y Buddy se marcharon en un cochecito verde extranjero, Hope, Bill y Walker fueron al pueblo, donde Hope jugó con un niño en una abarrotería. Después de cenar —Hope apenas probó bocado— Walker se fue a las 8 y media para regresar a Los Ángeles, y se detuvo en una gasolinería de Earlimart para cargar gasolina.

Describió su sábado por la noche en Los Ángeles, parándose en el restaurant Casa Bella, mientras llovía un poco; compró en una farmacia cerca del Holiday Inn, donde coqueteó con una rubia y se la llevó al piso de Bill.

El domingo por la mañana se la llevó a la casa de ella, Hyatt House en Sunset, y regresó al Holiday Inn donde encontró unas líneas desagradables de Mónica, con quien había tenido cita la noche anterior, escritas con lápiz labial en la puerta del cuarto. Llevó a Mónica e Ingrid al aeropuerto, después regresó al rancho deteniéndose para comprar gasolina y café, y se detuvo también para comprar manzanas en un puesto de frutas.

Calculaba haber llegado al rancho a eso de las 10 y media el domingo por la mañana. El portón estaba cerrado pero recordó la combinación: treinta cero seis. Al llegar a la casa vio que ya no estaba el coche de Hope; ésta se encontraba sentada en el naranjal.

—¿Estaba llorando? —preguntó Jay Powell.

—No, no es llorona —dijo Walker. Parecía sentirse orgulloso de ella.

Hope le hizo señas y corrió hacia él. No podía comprender lo que Hope decía, sólo que tenía que marcharse de aquel lugar horrendo, terrible. Walker deseaba una copa, de modo que Hope se precipitó dentro de la casa, por la puerta de atrás, y regresó con una lata de cerveza y un refresco. Fueron en el coche de Walker por el camino serpenteante arriba, pasando por la casa del capataz y el lago inferior, hasta llegar a la pradera. Hope se molestó cuando Walker quiso tomar fotos.

—Burro idiota, ¡deja eso! —le dijo—. Bill está muerto.

Walker no lo tomó en serio pero escuchó, puesto que se veía claramente que estaba trastornada.

—¿Estaba llorando entonces? —preguntó Jay.

—No, Hope no es llorona —repitió Walker—. No creo haber visto nunca llorar a Hope.

Hope dijo a Walker que había estado durmiendo en el cuarto cuando oyó un tiro. Se sentó en la cama; la luz estaba prendida. Llamó a Bill. Una silueta oscura con una lámpara de mano apareció en el marco de la puerta; le dieron un golpe que le hizo perder el sentido. Cuando volvió en sí, estaba desnuda y atada. Por la ventana abierta del cuarto oyó dos voces; una era la de Tom Masters.

Se liberó de sus ataduras y corrió a la sala, donde Bill estaba sentado en el sofá. Pensó que estaba dormido hasta que lo sacudió y vio que estaba cubierto de sangre y que le faltaba parte de la cabeza. Gritó; alguien la tomó de la mano y dijo: "No puede ayudarte; está muerto".

Llevaron nuevamente a Hope al cuarto y la volvieron a atar. La persona se fue; nuevamente oyó que dos hombres hablaban fuera y volvió a reconocer la voz de Tom Masters, en una conversación sobre comprar gasolina para incendiar la casa. Oyó que un coche se ponía en marcha y se alejaba. Un hombre entró en el cuarto y le metió el pene en la boca; como ella resistía, la golpeó en el estómago y le dijo que la iba a matar "por putear por ahí y descuidar a los niños".

Finalmente un auto volvió. La voz que reconoció como la de Tom se estaba quejando de que había tenido que hacer todo el viaje hasta Porterville para encontrar una gasolinería abierta.

Walker dijo que en ese momento, cuando Hope le estaba contando esa historia en la pradera, se contradijo al decir que había hecho arreglos con el hombre en el cuarto para que le perdonara la vida. Oyó pasar un auto, delante de la casa, y oyó que Tom decía: "Jesucristo, vamos a separarnos, acaba de llegar un tipo y me ha visto".

Oyó un ruido furtivo, un portazo, un coche que se alejaba. Acabó por desatarse, salió de la cama. Se vistió, dejó la casa y entonces se sentó debajo de los naranjos, y allí fue donde Walker la encontró.

Walker no creyó su historia, lo cual la hizo enojarse. Pero cuando regresaron a la casa y Walker entró, dejándola en el coche, encontró el cadáver de Bill. Movió el cuerpo para que nadie pudiera verlo por la ventana panorámica, lo llevó al cuarto de atrás y lo puso sobre una cama. Recogió las drogas y las escondió en un compartimiento secreto de un armario. Ella empacó sus cosas, y mientras Walker llevaba sus cosas al auto, preparó emparedados para el viaje de regreso a la ciudad.

En el viaje de regreso, Hope contó una nueva versión. Dijo que Bill y ella habían estado sentados en el sofá cuando un hombre llegó por detrás y mató a Bill con un arma larga. Hope se desmayó. Cuando recobró el conocimiento, estaba en el dormitorio, vestida o desnuda, y atada. Dijo a Walker que había hecho un trato con el hombre del cuarto y le había firmado dos cheques para que pudiera cobrarlos en efectivo. Dijo que Tom Masters había tratado de que la mataran antes, una noche en que ella y Bill habían salido a cenar y que, en vez de regresar a casa de ella, se habían ido al piso de él. Mientras escuchaban allí música, Bill se levantó para cerrar los cortinones, se oyó un disparo y una bala dio en la pared por encima de la cabeza de él. Hope dijo que ella y el hombre a quien dio los cheques comentaron el incidente.

Cuando volvieron a Los Ángeles, Hope dirigió a Walker a una casa de la calle Gordon donde visitó a un tal Taylor con quien solía salir. Walker esperó en el auto más o menos una hora, hasta que Hope trajo afuera a Taylor y presentó a los dos hombres. Hope y Walker fueron entonces al piso de Bill donde Walker retiró sus cosas, y Hope sacó algo. En Farmer's Market compraron pan y carnes frías, y después se dirigieron al Drive.

Walker llevó a la sirvienta a la parada del autobús y pidió pizza para los niños. Hope y él se ducharon juntos y entonces fueron al cuarto de ella y tuvieron relaciones sexuales. Hope le suplicó que se quedara porque era la única persona que podía probar que ella no había matado a Bill.

De modo que Walker se quedó. Para que pareciera que Bill Ashlock seguía vivo, Walker debería utilizar las tarjetas de crédito de Bill en la ciudad. Hope le dio una serie de tarjetas de Bill, aunque Walker ya tenía algunas que Bill le había dado. Hope dejó en la casa el Lincoln blanco de Walker, diciendo que iría a ver a su madre y después a reunirse con Taylor en el Sunset Strip.

El lunes por la mañana Walker fue a hacer ejercicio y llevó a Keith en auto a la escuela. Habló por teléfono con Honey, quien le dijo que a la familia le había parecido bien ayudarlo cuando lo buscaba la policía, y que ahora que les tocaba a ellos, era responsabilidad de él no dejar plantada a Hope. Honey dijo a Walker que trataría de hablarle a Jim Webb para arreglar que el cadáver no se descubriera ese día.

Entonces Hope llevó el Triunmph de Bill al hotel Beverly Hills, y regresaron, ella y Walker, al departamento de Bill donde buscaron las pólizas de seguro y donde Hope deseaba recoger algunos artículos personales: fotografías, libros de canciones, un collage. Cuando salían, se encontraron con el cartero.

Walker dijo que no se pasó la noche sentado en el Drive, cuidando a Hope y sus hijos con un rifle. Pero dijo que Hope había sacado un rifle que era de Bill —treinta cero seis— que Walker metió en la cajuela del Lincoln. Walker se fue de compras con las tarjetas de crédito de Bill, primero solo, y después con Keith. Llevó a Hope y los niños más pequeños al Hamburger Hamlet para comer, después al supermercado, a la casa del hermanastro de ella y a un parque. Volvió a hablar con Honey, quien dijo que no podía conseguir comunicarse con nadie del rancho. Hope y Walker fueron en auto por Hollywood y recogieron un coche amarillo y café que Hope llevó a la casa, mientras Walker la seguía en el Lincoln.

Durmieron juntos la noche del lunes. El martes, Walker llevó a Hope Elizabeth a la escuela, y después se fue nuevamente de compras, tomó un cuarto en el Wilshire Hyatt House con la Bank-americard de Bill. Hope se fue a casa de su madre. Cuando le telefoneó allí, Hope dijo que Jim Webb había sido visto en la casa, limpiando, y que quería llamar a la policía.

Hope y Walker, Honey y Van se reunieron en la sala y comentaron la historia que Hope iba a contarle a la policía: que había sido rescatada por un periodista, que el matón le había dicho que era un trabajo de la Mafia, que ella había sido atada de tal manera que no podría haber matado a Bill, que el periodista la había llevado a casa y protegido durante dos o tres días.

Walker se fue para llamar a la policía. Dijo que no les había dicho a los padres de Hope que fuera periodista, y que ambos sabían ya quién era. Dijo que nada del testimonio que dieron ellos ante la corte acerca de lo que él les había contado el martes, era cierto.

Van llamó a Walker aquella noche al Hyatt House para decirle que Hope había sido arrestada. Walker fue a San Francisco y habló varias veces por teléfono con Honey el miércoles. Cuando ella le pidió que asistiera a la audiencia para fijar la fianza de Hope, Walker se las arregló para volar a Bakersfield, donde Gene Tinch lo recogió y lo llevó al palacio de justicia. Walker estaba disfrazado: anteojos oscuros, otro peinado, un puro.

Dos días después de que Hope fuera liberada bajo fianza, ella y Gene Tinch se reunieron con Walker en el Hilton de San Francisco, donde Walker hizo una larga grabación para respaldar la historia de Hope. Más tarde esa cinta fue editada en algunos lugares, y él grabó más cintas, un total de cinco a veinte. Con el fin de que el asunto se complicara más, Gene Tinch encontró un oscuro homicidio en el archivo del LAPD, el asesinato de Grane, para confirmar el ángulo del matón a sueldo, y se inventó una complicada intriga para atraer a Tom Masters a un cuarto del hotel Sheraton-Universal donde lo descubriría la policía en un cuarto lleno de mercancía comprada con las tarjetas de Bill.

Al regresar a Los Ángeles al final de la semana, Gene volvió a reunirse con Walker en un salón de cocteles del Hotel Internacional. Revisaron el plan para comprometer a Tom Masters, pero el domingo 11 de marzo, todos los planes se derrumbaron al ser arrestado Walker en el Howard Johnson, y acusado de haber matado a Bill Ashlock.

—Señor Walker, ¿mató usted al señor Ashlock? —preguntó Jay Powell.

—No, no lo hice.

—¿Le dijo Hope en algún momento haber matado a Ashlock?

—No, no lo dijo.

El jurado nunca pareció pensar que lo hubiera hecho Hope. "No creo que haya maldad en ella como para matar a ese hombre —dijo más adelante un jurado—. Y tampoco creo que llevara allí a Walker para que matara". Aun cuando los jurados no estaban encantados con la señora Masters cuyas referencias de que "vivía de ayuda" y "mi sirvienta, mi muchacha" habían raspado algunos oídos —una de las jurados se levantaba a las 4 de la madrugada para manejar un autobús escolar por caminos oscuros del campo antes de presentarse a las nueve en el palacio de justicia—, la posición de Hope había dejado de estar en tela de juicio. La cuestión era si se podría convencer a los jurados de la culpabilidad de Walker, porque ahora se inició un desfile sorprendente de testigos de la defensa, estableciendo una serie de evidencias que parecían respaldar el itinerario de Walker.

Harly Shawn, dueño de una estación de servicio en Earlimart, recordaba que un hombre se había detenido para cargar gasolina una noche, acariciando a su perro. El señor Shawn no podía identificar positivamente al señor Walker como aquel hombre, como tampoco especificar la fecha exacta. Pero cuando un testigo del que no se podía sospechar que fuera favorable a la defensa, Jim Brown, fue interrogado acerca de una boleta de cobro de Arco que había sido recogida por la policía, atestiguó que la fecha de la boleta era el sábado 24 de 1973.

El propietario y cocinero del restaurant Casa Bella en Los Ángeles identificó a Walker como el caballero de aspecto distinguido que había comprado una pizza de luxe, mostaccioli y salchicha, y una cerveza de barril una noche, tarde, entre las 11 y cuarto y las 11 y media, casi a la hora de cerrar. William J. Richardson no estaba seguro de la fecha, pero sí recordaba que era una buena venta, dada la hora tardía en una noche de lluvia —5.30 dólares con 6% de impuesto sobre la venta—, y llevó la cinta de su caja registradora que llevaba la fecha de "sábado 24 de febrero de 1973". El señor Richardson dijo que había visto claramente gotas de lluvia sobre el coche del cliente, un Lincoln Continental, estacionado al frente, y cuando John Aldrich, un meteorólogo diplomado, consultor, fue a atestiguar, declaró que en la noche del sábado 24 de febrero de 1973 se informó de huellas de lluvia en la estación meteorológica de Van Owen Boulevard, situada convenientemente justo a 800 metros al norte de Casa Bella.

Martha Sindlinger, empleada en Lee's Drugstore, en Hollywood Boulevard, dijo que Walker era el hombre que había ido a la tienda poco antes de la medianoche, una noche de febrero.

Robert McRae testificó que había dado la salida del Hollyday Inn de Hollywood entre las seis y las siete del domingo 25 de febrero por la mañana, a Walker. Pero recordaba el nombre como Tony Tidd. McRae dijo que recordaba que también Tennessee Ernie Ford estaba pagando su cuenta esa mañana con bastante prisa, y recordaba también que el señor Tidd o el señor Walker, estaba con dos aeromozas.

Un veterano inválido, Joe Mandrelle, que decía haber pasado mucho rato en un puesto de fruta en Porterville, identificó a Walker como el hombre que se había detenido ante el puesto a eso de las diez de una mañana —no estaba seguro de qué mañana— para comprar manzanas. El señor Mandrelle recordaba haberle dicho al señor Walker: "Si quiere algo realmente bueno, esas manzanas amarillas son realmente buenas".

Walker sonrió a su testigo: "y lo eran", le aseguró.

El cartero del turno que servía al edificio de departamentos de Bill Ashlock era William Suchman, hombre tan pomposo que decía de Ashlock "un cliente". Identificó a Walker como el hombre a quien había visto en el vestíbulo del edificio de Bill un lunes —quizá el lunes 26 de febrero— acompañado de una mujer que llevaba algo.

El testimonio de Sandi dejaba claramente la impresión que ese algo bien pudiera haber sido un collage, uno que vio colgado en el departamento de Bill cuando estuvo allí con él. Sandi dijo haber visto también un rifle en casa de Bill. Dijo que Bill la había llamado tres veces durante la semana antes de ir al rancho, y que en una conversación le había dicho que tenía la intención de salirse de la casa de Hope. Sandi contó que se habían citado para comer juntos el siguiente martes.

—¿Le dijo que intentaba terminar con Hope? —preguntó Jay Powell.

—Mmmm Mmmm —dijo Sandi, asintiendo con la cabeza.

—¿Le dijo el señor Ashlock que le había dicho a Hope que iba a terminar las relaciones con ella?

—No —dijo Sandi—. Bill me dijo que iba a decírselo. No que se lo había dicho.

A Walker no le estaba prohibido acercarse a otros testigos, sólo a Hope Masters y su madre. De modo que se acercó a la testigo, Linda Thornberry, quien dijo que era mesera en el comedor French Corner del Hilton Inn en el aeropuerto de San Francisco. Él la miró profundamente a los ojos.

—¿Ve usted a alguien en esta sala, a quien haya conocido mientras era mesera en ese hotel?

—Lo veo a usted, el acusado —dijo Linda Thornberry en voz baja.

Relató que le había servido una comida, que le había dicho que se llamaba William T. Ashlock, pero le pidió que lo llamara como le decían sus amigos: Dar. Eso fue el sábado 3 de marzo, dijo la testigo. Al día siguiente, 4 de marzo, lo había visto sentado con un hombre y una mujer en el vestíbulo del Hilton. El hombre tenía unos 1.90 m, 90 kilos, cabello castaño, traje oscuro; dijo a Linda que era policía retirado. La mujer era una rubia esbelta, de un metro 65 a 68 más o menos, con el cabello peinado hacia atrás, de aspecto cansado. Linda Thornberry dijo que después de aquello le habían mostrado una foto de Hope Masters. "Se ve exactamente como la mujer que estaba en el restaurante", dijo Linda Thornberry.

Detrás de su pasmoso testimonio se sentía un área dolorosa, que Jim Heusdens palpó rápidamente.

—¿Cuántas citas tuvo usted con el señor Walker?

—Tres —contestó.

—Y durante esas citas, ¿Se volvió íntima del señor Walker?

—Sí, señor —dijo dulcemente la testigo.

—¿Se enamoró usted del señor Walker?

—Estaba considerándolo —replicó.

Dijo que creía haber estado enamorada del hombre al que llamaba Dar, el hombre que le dijo ser corresponsal de guerra de Australia, aunque dijo que también tenía casa en Los Ángeles... el hombre que la había llevado, a ella y a su hijito, a una tienda de helados y que se había quedado en su departamento... el hombre que la había dejado el 6 de marzo diciendo que volvería. Pero no había vuelto, y cuando Linda llamó a Los Ángeles, al servicio de Información, para encontrarlo, no lo pudieron encontrar y no había vuelto a verlo en más de diez meses desde entonces, hasta que fue a la corte. Mientras hablaba Linda, inclusive Jim Heusdens se sentía incómodo, y cuando hubo establecido que el restaurante donde había visto a la mujer con Walker era un salón oscuro, iluminado por velas, no hizo más preguntas. De modo que Walker manejó nuevamente el puñal.

—¿Usted prestó particularmente atención a esa mujer, no es cierto? —preguntó Walker.

—Sí —dijo Linda.

—¿Fue porque estaba usted relacionada personalmente con el acusado?

Linda lo miró.

—Fue porque estaba un poco celosa —le dijo. A Jay Powell le pareció que el guardia de la cárcel era un testigo particularmente bueno para la defensa. James Wendel, que había sido guardián en la prisión estatal de Illinois desde 1968 hasta 1973, identificó una foto de Hope Masters cuyo retrato había tenido colgado de su celda el interno G. Daniel Walker.

El señor Wendel dijo que había conocido al prisionero cuando fue admitido, y que lo había visto a él, y también el retrato, durante ocho o nueve meses, diariamente. Dijo que había enviado cartas de Walker también; algunas a una monja, la hermana Mavis, algunas a una mujer llamada C. J., otras a una mujer llamada Hope Masters. La foto que le mostraban ahora no era la misma, dijo, pero la mujer era la misma en ambas fotos. "Definitivamente una sola y misma persona", declaró el guardián. Recordaba el nombre porque no era corriente, y porque cuando llevaba a Walker y al resto de la unidad para comprar en el comisariato de la prisión los viernes, a veces Walker no disponía de suficiente dinero en su cuenta para comprar lo que deseaba, y entonces decía: "Bueno, siempre hay esperanza [hope, en inglés]".

—Lo que usted quería decir con eso, no lo sé —declaró Wendel a Walker en su testimonio—, pero he estado en el negocio de las prisiones o de confinamiento suficiente tiempo para saber que cuando un hombre hace una de esas observaciones, es que está pensando en algo. Siempre hay alguna razón.

Jim Heusdens se burló del testigo.

—¿De modo que si el señor Walker hubiera necesitado más dinero y hubiera dicho "no tengo nada" estaría hablando de la monja, la hermana Mavis4?

—Nunca dijo que no tenía nada —insistió Wendel.

—¿Fue alguna vez la señora Masters a la prisión?

—No que yo sepa —dijo Wendel.

Heusdens estudió al inesperado testigo.

—¿No es usted amigo del señor Walker?

—En una relación de interno.

—¿Recuerda todas esas cosas por sí mismo, o fue algo que le dijo el señor Walker lo que le refrescó la memoria?

—Tengo muy buena memoria —declaró el guardián.

El testimonio era sorprendente, pero más aún lo era la presentación de un testigo cuyo testimonio revelaba la carrera carcelaria de Walker al jurado. Gene Parker calculó que Walker tuvo que pensar que el testimonio de la amistad de Walker con Hope Masters era más importante para él que el ocultamiento de su sentencia anterior. "Creo que Walker está tratando de arrastrar a Hopie consigo", —dijo Parker a Jim Brown.

Después del testimonio del guardián, Walker volvió a la banca de los testigos para explicar que había tenido "permiso" de la cárcel el 15 de diciembre de 1972, y que se encontraba en un hospital cuando, en enero de 1973, "abandoné el Estado para ir al Oeste". Además —dijo—, cuando se marchó iba convenientemente equipado con dinero en efectivo y tarjetas de crédito a su nombre: tarjetas de cortesía de almacenes, tarjeta de crédito de teléfono, una tarjeta de crédito de aerolínea y un pase de viajero cotidiano para la línea Chicago Northwestern, un "pase de clase".

Como si alguien hubiera tomado un cojín relleno de plumas, lo hubiera abierto de una cuchillada y lo hubiera sacudido por el aire, el testimonio de Walker revoloteó por la sala de audiencia. Lo único que le quedaba por hacer a Jim Heusdens era recoger las plumas.

—Tienen ustedes un testigo en la banca que se presenta y cuenta una larga historia durante día y medio; creo que el Pueblo tiene derecho a impugnar esa historia en todos y cada uno de sus puntos —anunció a la corte, comenzando por la declaración de Walker, de que Marcy era "mi amante".

—Mientras el señor Walker la conoció, estuvo en custodia de las autoridades policiales, a menos que las autoridades policiales de Illinois permitieran al señor Walker tener una amante en la prisión —dijo secamente Heusdens.

El juez Ginsburg dijo que aun cuando él mismo no entendía la observación gratuita de Walker, consideraba que el asunto no tenía pertinencia. Heusdens cambió de táctica.

—Señor Walker, ¿ha utilizado usted alguna vez el nombre T. O. Wright?

—No que yo recuerde —dijo Walker.

—¿Ha oído decir usted a un testigo, que testificaba que usted se inscribió en el hotel con el nombre de T. O. Wright?

—Sí, he oído a ese testigo.

—¿Ese testigo no está diciendo la verdad? ¿Tal es el testimonio de usted?

—No, ese no es mi testimonio —dijo Walker con desenvoltura.

Jim Heusdens lo miró con el ceño fruncido y agitó una tarjeta de registro hotelero delante de su cara.

—Bueno, la pregunta es: ¿Se registró usted en ese hotel bajo el nombre de T. O. Wright?

Jay Powell objetó.

—Es sujeto a controversia. Ya se ha preguntado y respondido. Él dice que no recuerda.

Heusdens meneó la cabeza como un perro furioso.

—¿Es ésta su letra? —preguntó.

—Desde luego, parece mi letra —dijo Walker con indiferencia.

—Ahora bien ¿Firmó usted esa tarjeta con el nombre de T. O. Wright?

—El nombre que lleva es T. O. Wright, sí.

Heusdens alzó el objeto pequeño y brillante que cabía en el fondo de una tacita de té.

—Señor Walker ¿Ha visto usted esto anteriormente?

Walker asintió con la cabeza: "Sí, muchas veces".

—¿Dónde lo vio?

—¿En qué oportunidad?

—Por vez primera —dijo enojadamente Heusdens.

Walker sonrió con algo de nostalgia.

—Colgado sobre la barriga bastante amplia de mi bisabuelo.

—¿Son éstas las iniciales de su bisabuelo?

—Sí —dijo Walker—. Taylor Owen Wright, el tercero, de Wellston, Ohio.

Jim Heusdens sonrió también entonces, mientras hacía oscilar la cadenita.

—¿Cambió alguien de su familia el apellido? —preguntó.

—No que yo sepa —dijo el testigo—. Era Taylor Owen Walker.

—¿Taylor Owen Walker? —dijo en voz alta el fiscal. Miró a los jurados y enarcó las cejas—. Bueno, no importa, —dijo al testigo. Por lo menos había pescado ya una pluma.

Gene Tinch trató de pescar otras más, cuando contó su conversación de cuatro horas con Walker, la tarde en que éste fue arrestado en Hollywood. Dijo que Walker había hablado de adoptar la identificación de Bill Ashlock en forma permanente.

—Me dijo que tenía la intención de dejar el país, escribir una carta al negocio de Ashlock y renunciar bajo el nombre de Ashlock, y que adoptaría personalmente la identidad de Ashlock y conseguiría empleo mediante el uso de su identificación y su reputación, y habló de irse a Inglaterra.

Jay Powell preguntó a Gene si había retirado alguna identificación de Walker de casa de Hope. Gene declaró que no.

—¿Recuerda usted haber sacado un pasaporte del señor Walker de la casa de Hope Masters? —preguntó Jay.

—No, no señor —dijo Gene—. También dijo que nunca se habían reunido Hope y él con Walker en San Francisco, que nunca se había reunido con Walker en el hotel Universal de Los Ángeles, que nunca había sacado informes policiacos de casos de asesinato de los archivos de LAPD y que no se los había proporcionado a Walker.

Cuando dijo Gene que hubo "probablemente ocho o diez" conversaciones telefónicas habladas entre Walker y Hope, Jay dijo a la corte que lo único que había recibido la defensa fue un cassette con el resumen de esas charlas. Dijo que Breslin le había dicho: "Bueno, un par de ellas más, pero no las tenemos. Fueron borradas y ésta es la única que tenemos". Jay Powell sostenía que algunas de las cintas habían sido modificadas; específicamente, Walker dijo que en la cinta de su llamada desde la cárcel de Visalia, la parte acerca del contrato y cuidar a Hope y poner alguien en la casa, habían sido partes de otra cinta anterior.

Además de las grabaciones telefónicas, la prolongada narración de Walker fue introducida a pesar de las protestas de la defensa.

—Sostenemos que hay por lo menos cinco cintas —alegaba Powell—. Considero que si el tribunal va a permitir una, sin tener las cinco, sólo estaremos enterándonos de una parte de la historia. Sostenemos que esas cintas se grabaron bajo la dirección de la acusada anterior Masters, su padre y sus abogados, y que solicitaron al señor Walker que grabara cinco cintas, cintas diferentes, que cuando grababa una, ellos la escuchaban y él cambiaba y grababa otras, y que la única manera de que surja la verdad es tener todas las cintas.

—Puede usted introducirlas si desea, señor Powell —dijo Ginsburg— o puede mostrar que existen o que existieron. Pero a mi entender, eso no afecta la aceptabilidad de esta cinta en especial. Esta cinta en particular es admisible. —De modo que la cinta fue escuchada por un atento jurado.

Aparecieron unos cuantos testigos más de la defensa; no se podía leer siempre la importancia de su testimonio en los rostros de los jurados, que comenzaban a molestarse por la duración del juicio que ya había llegado al año nuevo, y que comenzaban a mostrarse agresivos unos con otros. Ruthe Snelling y Lois Bollinger, que se habían hecho amigas durante sus semanas de compañía forzosa, se sentían particularmente ofendidas por una jurado, debido a lo que consideraban sus modales dominantes, superiores. Durante todo el juicio, aquella mujer había presumido incesantemente de sus logros domésticos: cosía toda su ropa, enlataba todas sus verduras, hacía todas sus mermeladas y jaleas, miel, jarabes, e inclusive secaba sus propias uvas. Una tarde, cuando volvió de comer quejándose de no haber podido comer una torta de huevos, Lois no pudo resistir y le dijo: "¿Y por qué no pone sus propios huevos?"

"No hable con su compañera de celda. Podrían utilizarla contra usted en la corte", habían advertido a Hope en la cárcel de Visalia.

Y Vanessa Guillory fue presentada para contar a la corte que Hope había hablado con dos hombres que se habían precipitado en la casa del rancho y la habían asaltado, y que cuando se liberó, salió corriendo al naranjal.

Mary Crane, esposa de un médico que vivía entre Porterville y Springville, contó que el fin de semana del crimen, ya fuera sábado o domingo por la tarde, a eso de la una y media, había visto un coche extranjero oscuro metiéndose por el camino del rancho mientras ella pasaba por delante con sus hijos. Otro hombre estaba abriendo el portón para el hombre que conducía el coche. La señora Crane dijo que no veía a ninguno de esos hombres en la sala.

Dolly Hicklin fue a atestiguar, pero no se le permitió hablar del asesinato de su marido por un hombre llamado E. E. Taylor.

—Nos estamos alejando mucho —dijo Heusdens cuando apareció la señora Hicklin—. La única declaración que tenemos es la del señor Walker, quien nos ha dicho que él y la señora Masters fueron a la residencia de Taylor, y ahora, como el señor Taylor ha sido convicto de asesinato, tenemos que creer que también mató al señor Ashlock.

El co-consejero Walker defendió la presentación de la señora Hicklin.

—Mediante esta testigo vamos a demostrar que la persona que vivía en el 1122 de North Cordon, el 25 de febrero de 1973, fue un hombre llamado Edward Eugene Taylor. El Pueblo ha puesto en tela de juicio el hecho de que el acusado Walker identificara la persona en esa dirección, que llevó a la señora Masters a ver a un tal Edward Eugene Taylor, y estamos tratando ahora de mostrar que esa es la persona que vive en esa dirección.

El juez Ginsburg estaba realmente fastidiado.

—Señor Walker, si hubiera hecho usted que alguien identificara el puente de Brooklyn, y si usted hubiera atestiguado que estuvo en el puente de Brooklyn el 25 de febrero, ¿demostraría la identificación del puente de Brooklyn que allí estuvo usted?

—Señoría, no creo comprender la respuesta de la corte en cuanto al puente de Brooklyn —dijo Walker con expresión de inocencia.

—Ya se ve que no —le espetó Ginsburg—. La objeción se acepta, señor Walker, porque la cuestión no es pertinente.

Ginsburg se fastidió más aún cuando Walker presentó una moción solicitando que se permitiera a la defensa citar a una docena de testigos de fuera del Estado. Entre los testigos que quería Walker, estaban el policía del Estado de Illinois, Frank Waldrup, quien el sábado 10 de febrero de 1973 había llevado a Marcy Purmal para ser interrogada, del aeropuerto O'Hare, después de ver "un fuerte fajo de dinero de Estados Unidos en su bolsa", y que, después de ser interrogada, Marcy había admitido que sus relaciones con Walker habían sido de carácter sexual. Walker deseaba también que Armond Lee, operador de ascensores en el hospital Illinois Research, fuera llevado a Visalia para atestiguar que el último domingo de enero de 1973, cuando Lee había llevado alimentos y bebidas a Walker en su cuarto de hospital, Lee había visto dos visitantes. Walker afirmaba que Armond Lee identificaría al hombre como William T. Ashlock y a la mujer como Hope Masters. Un tercer testigo de Illinois sería James Mager, de la estación Standard de North LaSalle. Walker dijo a la corte que Mager atestiguaría que había identificado a Marcy Purmal como la mujer que había estado con Walker en la gasolinería a las 2 de la madrugada del 5 de febrero de 1973, y que además atestiguaría que Walker había regresado a la gasolinería a la noche siguiente, el 6 de febrero, con otra mujer; y Mager identificaría a ésta como Hope Masters.

La moción fue rechazada.

A pesar de lo cual, Jim Heusdens estaba preocupado por el impacto que pudiera tener la historia de Walker, en especial con los dos testigos, el empleado del Hollyday Inn y el cocinero de pizzas, que situaban a Walker en Los Ángeles el sábado, avanzada la noche, y el domingo por la mañana. De modo que el primer fin de semana de enero, Heusdens, Jim Brown y Gene Parker fueron en auto a Los Ángeles para ver quiénes eran esas personas y descubrir lo que pudieran. Él sábado por la noche, aunque no le complacía en nada, Heusdens vio a Hope en casa de la madre de ésta, para estudiar lo que podría hacer la acusación para fortalecer su caso.

Hope Masters no le agradaba más que antes; seguía pensando que era desdeñosa y arrogante y que, probablemente también culpable en cierto modo... aunque esto ya no le importara más. "Mi deber no era juzgar el caso —explicó—. Mi deber era acusar a Walker". No le gustaba el decorado de Honey "demasiado cristal y porquerías de cobre", pensaba, y en particular no le gustaba la mesita que le pareció demasiado grande. Pero cuando vio a Keith, el hijo de Hope, que acababa de cumplir trece años y era alto, rubio, con buenos modales y facilidad de palabra, le gustó mucho lo que veía.

Honey siempre tuvo la impresión de que la presentación de Keith al tribunal tuvo mucho que ver con sus problemas ulteriores a largo plazo. "Se le dio demasiada responsabilidad a edad demasiado temprana —decía tristemente Honey—. Fue el hombre de la casa en un momento en que debería haber sido sólo un niño". Fue Keith el encargado por Hope, en su llamada telefónica desde la cárcel, de cuidar de su hermanita y su hermanito; fue a Keith a quien Hope dijo, cuando se iban a casa de Honey en el auto amarillo y café, que alguien estaba tratando de matarlos a todos. Ahora, era Keith quien alzaba la mano para jurar y que se sentó en la orilla de la alta silla de los testigos, porque Jim Heusdens consideraba que el niño haría que la historia de su madre fuera más digna de crédito, que confirmaría realmente que ella había estado muy asustada, y más que eso, limpiaría su nombre.

—¿Te dijo el señor Walker que se llamaba Taylor? —preguntó Jim Heusdens al niño.

—Sí —dijo Keith—. Cuando llegué a casa después del juego de basquet, y estaba allí con mi madre, y le pregunté su nombre, dijo "Taylor".

—¿Habías oído mencionar a tu madre anteriormente el nombre del señor Walker?

—Nunca —dijo Keith.

—Ahora bien, si tu madre tiene un amigo —ya sabes, un novio—, ¿te decía siempre tu madre el nombre de sus novios y te los presentaba?

—Sí —dijo Keith. Lois Bollinger estaba llorando por dentro por el niño, en ese momento.

—Keith, antes de que tu madre se casara con el señor Masters, en 1969, ¿Te dejó solo tu madre por un periodo de más de uno o dos días?

—No podía —dijo Keith—. Porque sólo estábamos mi madre, mi hermanita y yo, y no había ama de llaves ni nadie más.

—Ahora bien, cuando fuiste a la House of Pies con el señor Walker ¿Te preguntó la mesera que dónde estaba tu hermana?

—Le dije que mi madre tenía miedo de dejarla salir de casa —contó Keith—. Y el señor Walker me dijo que no estaba bien hablar con gente de fuera de los asuntos de la familia.

Keith dijo que cuando su madre regresó del rancho el domingo por la noche, parecía callada. Ella y el señor Walker le dijeron que Bill había tenido problemas con el auto y que se había quedado en el rancho. Entonces, la mayor parte del tiempo, hasta que fueron a casa de su abuela, su madre estuvo en la casa. "Entraba y salía" y tanto ella como el señor Walker habían dicho a Keith que el señor Walker estaba para cuidar la casa y que nadie pudiera llevarse a K. C. Keith dijo que el hombre le había dicho que estuvo levantado toda la noche, guardándolos. El martes, en el auto, cuando Keith le preguntó a su madre qué andaba mal, ella le había dicho que alguien estaba tratando de matarlos a todos. Esa noche, mientras él miraba la televisión en la sala de estar, Keith dijo que había visto pasar a un hombre por delante de la ventana. Fue a la sala para decírselo a los adultos, y el señor Walker dijo que "estaba bien, que era alguien que estaba protegiendo la casa". Después de que se fue el señor Walker, dijo Keith, vio que su abuelo cerraba todas las cortinas y ponía la alarma y sacaba un montón de armas de fuego y las llevaba a la sala. Keith dijo que su madre se marchó esa noche, unos cuatro o cinco días, y cuando regresó no salió a ninguna parte. Él y su hermana se quedaron en casa sin ir a la escuela quince días, pero se les permitió salir cuando el señor Breslin y Gene dijeron que estaba bien.

Cuando Jay Powell objetó, Heusdens dijo que este testigo anularía el testimonio de que Hope había estado en San Francisco ocho días después del asesinato, y Ginsburg permitió que el interrogatorio siguiera ese lineamiento.

—Estaba en casa todos los días. ¿La viste? —preguntó Heusdens.

—Todos los días y todas las noches —dijo Keith con firmeza.

Walker sonrió ampliamente al testigo.

—¿Debo decir señor o Keith o Super-Sport? —preguntó jovialmente.

—Keith —contestó con seriedad el muchacho.

—¿Recuerdas el fin de semana que fuiste a casa de tus parientes?

—Sí, fui a casa de mi tío a pasar día y medio —dijo Keith.

—¿De modo que no estuviste ahí todo el tiempo?

—No estuve ausente ocho días —dijo Keith—. Y sé que mi madre no pasó ocho días en San Francisco.

—¿Podría haber estado allí unas horas? —preguntó dulcemente Walker.

—Podría —contestó Keith—, pero entonces lo habrían sabido mis abuelos.

Walker se interrumpió un instante. Y después:

—Keith, ¿Qué edad tenías en 1969?

—Diez o nueve —dijo Keith—. Creo que nueve años.

—¿A qué hora te acostabas siempre?

—A las 8 y media —dijo Keith—. Mi hora de acostar era estricta.

—De modo que no podrías saber dónde estaba tu madre mientras estabas acostado.

—Sí, podría —contestó Keith con vigor—. Sí, podría. Ella venía a mi cuarto y me arropaba todas las noches.

La sonrisa de Walker era triste mientras hablaba con dulzura al muchacho.

—Keith, amas a tu madre ¿No es cierto?

—Sí —dijo Keith.

—¿No la cambiarías por nadie en el mundo, verdad?

—No —dijo Keith.

Lionel había llevado a Keith a Visalia. Él mismo atestiguó brevemente que se encontraba en Londres trabajando en una película para la televisión, Dr. Jekyll and Mr. Hyde, con Kirk Douglas a la cabeza del elenco, el fin de semana del 24 y 25 de febrero de 1973, y que había estado en Londres desde mediados de noviembre de 1972 hasta el 12 de marzo de 1973, excepto por el viaje de veinticuatro horas a Los Ángeles el 9 o el 10 de febrero para recoger un cheque. En esa rápida visita, dijo que se alojó en Hyatt House. Dijo que conocía a los padres de Hope pero que no había estado nunca en su rancho, aunque le dijeron que estaba en Springville, "dondequiera que eso sea. No tengo la menor idea".

Una de las mejores cosas que había hecho Gene Parker y Jim Brown en el trabajo de rutina que efectuaron en Los Ángeles, decía Gene, fue hablar con mujeres bonitas, y le agradó volver a ver a Sara Monaco en la corte, testigo de impugnación presentado por el ministerio público, para identificar a Walker como el hombre que había ido a Dailey & Associates el viernes 23 de febrero de 1973, para llevarse a Bill Ashlock a comer.

Jay Powell sostenía que la identificación de la testigo no era válida porque ella había visto fotografías de Walker en los periódicos después de esa fecha. En su explicación, Sara resultó casi tan prolija como Hope. "Las fotos que he visto en los periódicos no eran de cerca, eran de lejos, y traté de reflexionar y pensar en el aspecto que tenía cuando estaba sentada en la recepción donde trabajo, y la manera en que se sienta ahora y lo que veo, tengo la sensación de que es una misma persona", dijo Sara.

—Está bien —dijo Jay cansadamente.

Sara Monaco dijo que el hombre le había dicho llamarse Wright Taylor o Taylor Wright, y había dicho que había ido para escribir una historia sobre Bill Ashlock. Cuando Sara le dijo que estaba retrasándose Bill por estar hablando por teléfono con su novia, el hombre se mostró divertido porque la historia era sobre la soltería de Bill. Sara dijo que cuando recordó a Bill que el hombre estaba esperando, Bill había vuelto a preguntarle cómo se llamaba; en la recepción, Sara vio que ambos se presentaban mutuamente.

El señor Tony Tidd llegó desde Markham, Ontario, Canadá, para atestiguar que el sábado 24 de 1973 por la noche, su esposa y él se habían alojado en el Holiday Inn de Los Ángeles y habían salido el domingo por la mañana.

El empleado del Holiday Inn, Robert McRae, regresó para enmendar su testimonio anterior. Dijo que no había estado trabajando el fin de semana del 25 y el 26 de febrero, y que no se encontraba en el hotel. Sin embargo, recordaba haber visto al acusado, aun cuando no sabía en qué fecha; recordaba, por las tarjetas de registro, los apellidos Kassler, Jungnickel y Gantou; y recordaba haber visto, en algún momento, Tennessee Ernie Ford.

Cuando Jim Heusdens llamó de nuevo al dueño de Casa Bella, el fiscal señaló que el impuesto sobre la venta en California había sido de 5% en 1973, no de 6%. Jay Powell dijo que el señor Richardson había cobrado de más cinco centavos al señor Walker, y que en un error de cinco centavos no había nada siniestro. El señor Richardson mismo confesó que fácilmente podría haber cometido un error como ese porque tenía catarata en el ojo izquierdo, y Lois Bollinger dijo más adelante que no podía imaginar cómo, en tal caso, podía haber visto por la ventana del restaurante el estacionamiento, tan tarde por la noche, y observado gotas de lluvia en el Lincoln Continental del cliente.

Ni el empleado del hotel ni el vendedor de pizzas mentían, dijo Heusdens al jurado en su recapitulación, sino sencillamente habían visto al acusado en algún momento, y habían sido convencidos por él de que lo habían visto esa decisiva noche de sábado.

—Dispone de todo el mes de febrero —señaló Heusdens—. Acumula evidencias, una serie de tarjetas de registro de hoteles con nombres. Incluyó un señor Tidd, pero ahí viene el señor Tidd. De modo que tenía que encontrar otro. Imagino, si nos fijamos bien, que encontraremos a Norman Carter, encontraremos que estaba en el Holiday Inn esa noche. No pongo en duda que encontraremos ahí un Kassler y un Jungnickel.

"Los ha llevado a ustedes por una senda falsa —dijo Heusdens al jurado—, pero creo que todos han visto ya el hombre que es, un hombre que se apodera de una familia, la retuerce, la utiliza y luego, cuando lo agarran, cuenta una historia retorcida" —Heusdens dijo que Walker había utilizado a la gente durante su vida entera, especialmente mujeres, en especial Hope Masters.

"¿Recuerdan a Ingrid? ¿Recuerdan a la señorita Kassler? ¿Recuerdan a algunas de las demás personas... la sirvienta, la otra mujer en San Francisco? ¿Recuerdan a todas esas mujeres de quienes habló el señor Walker? Me parece que la evidencia demuestra que el señor Walker pensó que podría controlar a Hope Masters. Creo que pensó poder controlarla, y creo que podría haber hecho lo que el señor Tinch dijo que iba a hacer: apoderarse de la identidad del señor Ashlock y marcharse a Inglaterra y enviar una carta diciendo: renuncio. Y entonces vivir en Inglaterra como el señor Ashlock.

"El señor Walker es un proyectista. Proyecta cosas. Sabe lo que va a hacer, y sabe cuándo quiere hacerlo.

"Ahora ¿por qué no mató a Hope? Porque creyó poder controlarla. Cuando ella contó su historia por vez primera, nunca dijo a nadie que el señor Walker era el asesino, y eso les resulta probablemente discutible a ustedes ahora, cuáles son las partes de la historia de la señora Masters que creen... y con razón porque, al fin y al cabo, su historia cambió un par de veces.

"Tienen ustedes que mirar al señor Walker y decir: ¿Es capaz el señor Walker de causar suficiente temor a alguien para que haga las cosas que hizo la señora Masters? ¿Es capaz de crear tanto miedo? ¿Puede convencer a alguien de que cuente ese tipo de historia?

"La señora Masters tiene tres hijos... uno de dos años, una de nueve y un hijo de trece años. Está en un rancho con el acusado. Su novio —con quien va a casarse— ha sido asesinado. Sus tres hijos han sido amenazados. El acusado está con ella durante dos días. ¡Y ella ni siquiera sabe quién es!

"Y a veces —no pudo dejar de recalcar ampliamente Heusdens—, a veces me pregunto si yo mismo sé quién es. ¿Es Taylor Wright? ¿Es Larry Burbage? ¿Es William T. Ashlock? ¿O es G. Daniel Walker?

"Ahora, tal vez ella le haya seguido la corriente al acusado. Tal vez haya tenido relaciones con el acusado. Pero si esas otras personas pueden venir aquí bajo la influencia del acusado cuando se encuentra bajo custodia, y cometer perjurio ¿qué más podía hacer la señora Masters si se encontraba en el estado y la situación en que la pusieron?

"Lo único que puedo decirles —Heusdens agitó espectacularmente los brazos— es que la verdad sale de la boca de los niños. Keith vino a atestiguar y les dijo las mismas cosas que su madre les había dicho. Simpatizaba con el acusado Walker; éste siempre había sido bueno con él. Pero el niño sabía que algo andaba mal y le preguntó a su madre: ¿Qué pasa? Y ella le dijo: alguien quiere matarnos a todos.

"Ahora, ¿estaba convencida la señora Masters en ese momento, de que alguien estaba tratando de matarlos? Si el señor McRae pudo ser convencido, si otras personas pudieron ser convencidas por el acusado, creo que la señora Masters pudo ser convencida.

"Ahora ¿es posible que la señora Masters estuviera complicada en los disparos? Respuesta, sí. ¿Es posible que pudiera ser ella quien disparó? La evidencia dice que no. ¿La ven ustedes? Pueden considerar todos los hechos. Y por mucho que todos puedan creer que es capaz de acostarse con el señor Walker —puede haberlo hecho—. ¿Están ustedes convencidos de que esa mujer es capaz de tirar del gatillo y meterle una bala en la cabeza al señor Ashlock? No lo creo.

"Por otra parte ¿están algunos de ustedes convencidos de que el señor Walker podría meterle un tiro en la cabeza a alguien? Estoy seguro de que el señor Taylor Wright más o menos lo creyó en un momento en particular en Michigan, el 9 de febrero.

"El señor Walker dijo que conocía desde hacía mucho tiempo a Hope Masters y al señor Ashlock. La señorita Monaco, la secretaria, estuvo aquí. Después de escuchar su testimonio ¿cree alguno de ustedes que el señor Walker conocía a Bill Ashlock?

"Bueno, fue a Los Ángeles, ustedes lo saben. Ahora ¿por qué fue a Los Ángeles? —Y Heusdens meneó vigorosamente la cabeza.

"Damas y caballeros, no puedo explicarles a ustedes una persona como el señor Walker. No puedo explicar por qué hizo esto, ni por qué hizo aquello. No trataré de explicarles a ustedes una persona como el señor Walker. Lo único que puedo explicarles es que el señor Walker es el tipo de individuo que para sus propósitos —sus deseos— destruiría la vida de otro ser humano. Si el señor Walker estuvo ahí —y creo que la evidencia demuestra a las claras que estuvo ahí—, entonces únicamente una persona que ha estado en esta sala fue capaz de cometer el crimen, y sólo una persona de esta sala cometió el crimen —Heusdens se dio media vuelta y señaló a Walker—, y está sentado ahí, detrás de esa mesa, y va a esperar que ustedes den un veredicto, y les pedimos que den un veredicto de asesinato en primer grado".

Jay Powell se mostró tan frío y compuesto como siempre, al resumir el caso de la defensa:

"Aquí tenemos un caso de lo más insólito —dijo tranquilamente— y estoy seguro de que todos ustedes, el resto de sus vidas, lo recordarán, sea cual fuere el resultado.

"Ahora, la señora Masters nos ha dicho que no conocía al señor Walker hasta el fin de semana del crimen. Tenemos el testimonio del señor Walker de que la conocía desde hace años, y tenemos el testimonio del ex teniente de la prisión estatal de Illinois, el señor Wendel. El señor Heusdens ha tratado de impugnar al señor Wendel demostrando que gozaba de mala fama entre los guardianes de la prisión. Aun cuando así fuera —y no admito que la tuviera—, eso no significa que no enviara cartas de la prisión a Hope Masters de parte del señor Walker. Tampoco significa que no hubiera visto su retrato anteriormente.

"Recordarán ustedes que la señora Masters, la primera vez, nos dijo que no conocía al intruso. Despertó. No conocía al intruso. No lo vio. Estaba oscuro. Él le dijo cosas obscenas, le habló, la violó. Entonces tuvieron una larga conversación en la cual ella finalmente lo convenció de que no la matara. Pero no reconoció su voz, y ella no lo conoció a pesar de que había pasado varias horas con él el sábado y que había tenido la oportunidad de oír su voz.

"Si es el asesino ¿por qué no la mató en el rancho? ¿Por qué dejarla vivir? Si ella es la única persona capaz de identificarlo, y si él es el asesino ¿por qué no pegarle un tiro también a ella?

"Recuerden que la señora Masters dijo que había sangre sobre ella, y que había vómito sobre la blusa color de rosa. Ella dijo que nunca pudo saber lo que había sido de sus ropas en el rancho, pero estaba segura de que había manchas de sangre en aquella blusa de crespón. Entonces, cuando trajimos la bolsa al banco de los testigos, fue tan obvio que no había manchas en la blusa, que todos los botones estaban intactos, que no había vómito... Eso la pilló en otra mentira.

"¿Qué le dijo ella al abogado en esa cintas? Dijo que Walker era diferente del hombre que la violó: sí, parecía ser muy diferente.

"Esa mujer, por patética que sea o por mucha mala voluntad que tenga —eso lo decidirán ustedes— nos ha mentido. Tal vez haya tenido alucinaciones. ¿Cuánto de todo eso ha inventado? No lo sé. Ustedes son quienes lo decidan.

"Recordarán también que dijo a su abogado que el intruso asesino tomó instantáneas de ella con una cámara, cuatro o cinco. Ahora, el sheriff mandó revelar las fotos de la cámara de Walker. Si hubo instantáneas, como afirma Hope, de seguro tendría que haber evidencias ahí que ustedes pudieran ver —Jay Powell meneó la cabeza, también, no tan vigorosamente como lo había hecho Heusdens sino de manera algo meditativa—. Es justo otro ejemplo del cuento increíble de Hope Masters, que les está pidiendo a ustedes que crean para poder sentenciar al señor Walker.

"Cuando regresaron a Beverly Hills, ¿por qué se quedó con ella constantemente? ¿La mantuvo desnuda en la ducha un par de días? No. Si creemos que se encontraba ella bajo semejante amenaza y que estaba tan aterrada que no podía hacer nada entonces ¿por qué no dijo a la policía el martes por la noche, cuando estaba en la cárcel, cuando estaba a salvo: oigan ustedes, ese tipo es el asesino. No lo dijo. Entonces estuvo en la cárcel en el condado de Tulare. ¿Les dijo a las autoridades del condado de Tulare: Walker es el asesino, agárrenlo? No. No hizo nada.

"Fue liberada bajo fianza. ¿Y entonces, el FBI, qué? Walker no estaba por allí y el señor Paul Luther estaba hablándole a Hope. ¿Por qué no dijo: pronto, Walker es el asesino, agárrenlo? No lo dijo.

"Ahora, el señor Walker ¿fue a Los Ángeles el sábado por la noche? El detective Jim Brown es un hombre muy trabajador, muy decente. Atestiguó que la boleta de la gasolinería en Earlimart decía 24 de febrero. ¿Podría uno pensar siquiera un minuto que el señor Brown mentiría en favor del señor Walker?

"O la señora Marvin Crane que manejaba junto a la entrada del rancho. ¿La hizo mentir el señor Walker? No lo creo. Sin embargo, vio un coche verde, de aspecto extranjero, por allí. ¿Consiguió Walker que mintieran los pescadores? Pasaron por el rancho el martes, y los cortinones estaban abiertos. Cuando salieron, los cortinones estaban cerrados. Y el sábado, cuando los pescadores estaban allí, había un Lincoln y un Vega y un coche extranjero oscuro.

"¿Y vamos a creer que el señor Walker controla el tiempo? ¿Se las arregló para que el sábado por la noche lloviera a la hora que a él le convenía? Sin embargo, ustedes recuerdan el testimonio del experto meteorólogo, de que el único momento en que llovió después de aquella noche del sábado, fue entre las 10 y media y las once y media, aquella noche de sábado en particular.

"Damas y caballeros —concluyó Jay Powell calmadamente—, no están ustedes juzgando al señor Walker por un robo en Ann Arbor, Michigan. No están juzgando al señor Walker por haberse fugado de Chicago, Illinois. Están juzgando al señor Walker por un asesinato en el condado de Tulare, y creo que llegarán ustedes a la conclusión de que el Pueblo no ha sido capaz de demostrar que el señor Walker es culpable de asesinato más allá de una duda razonable y hasta una certeza moral. Pero simplemente o porque el señor Walker es el único acusado que queda en el caso, la única persona ante ustedes, no significa que deban ustedes encontrar culpable al señor Walker. Pedimos que consideren ustedes cuidadosamente la instrucción de la duda razonable, que ponderen las evidencias, y les pedimos que declaren al señor Walker: no culpable".

En su requisitoria final ante el jurado, Jim Heusdens descartó rápidamente unos cuantos argumentos de la defensa. Sobre el detective Jim Brown y la boleta de la gasolinería fechada el 24 de febrero: "El señor Shawn trabaja veinticuatro a treinta y seis horas de un tirón. Y la tarjeta lleva la fecha del 24. ¿Cuándo comienza el 24? Empieza a la medianoche del viernes, y llega hasta la medianoche del sábado, de modo que tenemos dos periodos nocturnos ¿no es cierto? El señor Walker tuvo que ir en coche en algún momento hasta Springville. ¿Cuándo salió de Los Ángeles?". Respecto al meteorólogo: "Dijo que durante el mes de febrero llovió dieciséis días. Febrero tiene veintiocho, a veces veintinueve. Más de la mitad. Podría haber sido cualquier noche en particular".

Heusdens pasó al punto principal: el punto de partida y punto final. El único punto. Se inclinó hacia el jurado confidencialmente, como si charlara.

No voy a decirles que la señora Masters no sea una tipa pomposa. Lo es; actúa como tal. Actúa algo así como una sabelotodo.

"Pero después de que se abandonó la acusación contra ella, podía haberse quedado muy tranquila y decir: Yo misma maté al señor Ashlock, y aun así habría salido por esa puerta, porque las acusaciones se habían anulado, el jurado estaba juramentado y en ese punto, al retirarse los cargos, nunca podría haber sido traída de nuevo ante el tribunal acusada de matar al señor Ashlock. De modo que no tenía por qué seguir con esto.

"El señor Powell dice: ¿Por qué no se lo dijo a la policía? Tuvo muchas oportunidades para decírselo.

"Ahora les pregunto a ustedes, damas del jurado —y Jim Heusdens miró severamente, una por una a las mujeres, con la mirada más prolongada en la mujer encinta—, les pregunto: si tuvieran tres hijos y fueran llevadas a la cárcel porque se encontraran involucradas en un crimen, ¿pondrían el dedo sobre el hombre que les dijo que no lo hicieran, y pondrían en peligro la vida de sus hijos?

"Oyeron la cinta que grabó el señor Walker hablando de "mi gente", "la organización", "el contrato" —Jim Heusdens dio puñetazos sobre la baranda del jurado—. No creo que haya una mujer en este jurado que lo hiciera. Y no creo que lo habría hecho la señora Masters.

"Oyeron la cinta —y su voz temblaba ligeramente por la tensión—. ¿Creen que iba dirigida a otra persona? Oyeron las divagaciones y las continuaciones. El señor Walker esperaba que alguien creyera eso, de la misma manera que le hizo creerlo todo a la señora Masters, y a sus padres. Pero, señoras y caballeros, no creo que el señor Walker les haga a ustedes—y Heusdens señaló súbitamente a los jurados—, no creo que les haga creer nada como no sea que es culpable de asesinato en primer grado".

Fue un discurso maravilloso, elocuente. Uno de los jurados quiso aplaudir. Pero debajo de la petulancia, la representación por el gusto de actuar, de ganar por el gusto de ganar, Jim Heusdens tenía una sensación de urgencia en este caso. Al sumirse en su silla y sacar un pañuelo para secarse el rostro húmedo, mientras el juez daba instrucciones al jurado, Heusdens se inclinó hacia su ayudante, Jim Brown: "Es importante que no dejen suelto a ese tipo", murmuró.

El juez Ginsburg recordó al jurado que un acusado, en un proceso criminal, era supuesto inocente hasta que se demostrara su culpabilidad, y que en el caso de duda razonable tenía derecho a ser indultado. Les dijo que no había que demostrar que hubiera motivo aun cuando la presencia de un motivo tendía a establecer la culpabilidad, así como la carencia de un motivo tendía a establecer la inocencia. No sólo definió asesinato —el matar ilegalmente a un ser humano, con malicia premeditada—, y entonces definió malicia: el deseo de ofender, dañar o herir a otra persona o el intento de cometer un acto perjudicial.

Cuando terminó de dictar sus instrucciones —meticulosas, reglamentarias—, se detuvo, miró firmemente al jurado y prosiguió.

El juez Leonard Ginsburg había considerado muy cuidadosamente lo que iba a decir. En todos sus años de judicatura, nunca anteriormente había expresado comentarios personales a un jurado. Pero tampoco había presidido anteriormente el juicio de G. Daniel Walker. Y el jurado de G. Daniel Walker estaba compuesto de dos tercios de mujeres.

—En este momento, con el fin de ayudar a ustedes a decidir sobre este caso, la Constitución de California me permite comentar la evidencia y el testimonio y la credibilidad de cualquier testigo —dijo el juez Ginsburg al jurado.

Ninguno de los abogados había oído a un juez comentar, y se quedaron mirándolo. Walker tenía una media sonrisa en el rostro.

—Mis comentarios tienden a ser únicamente consejos y en ningún modo constituyen órdenes para ustedes —prosiguió Ginsburg—. Deberán ustedes desatender cualquiera de mis comentarios o todos ellos, si no están de acuerdo con los puntos de vista de la evidencia y la credibilidad de los testigos, que tengan ustedes.

"Opino que el testimonio del acusado Walker encierra tantas contradicciones, improbabilidades e inventos en cuestiones materiales que yo, personalmente, lo desatendería por completo y no le concedería el menor peso.

"Además, opino que los testigos presentados por el acusado eran personas de buena voluntad pero equivocadas en partes decisivas de su testimonio, por ejemplo en cuanto a las fechas en que ocurrieron ciertos sucesos y las identidades de ciertas personas.

"Y opino también que la evidencia circunstancial presentada por el demandante en este caso estableció que el acusado era la única persona presente, además de Hope Masters, que estuviera despierta, consciente, y que tuviera capacidad y motivo para cometer el delito de que se le acusa, y que lo hizo con el fin de tomar el crédito y la identidad del occiso en relación con los esfuerzos del acusado para evitar ser capturado por las autoridades de Illinois".

El jurado salió a las 4:03 de la tarde del viernes 11 de enero, y se le dijo que permaneciera reunido hasta llegar a un veredicto unánime. A pesar de las objeciones de la mujer que secaba personalmente sus uvas, la presidenta fue Lois Bollinger, la rubia alta y atractiva, la contadora a quien Walker se había negado a excusar del servicio aunque su jefe estuviera enfermo.

A las 6 y media, como el jurado no había anunciado un veredicto, el juez Ginsburg lo envió a cenar. Jim Heusdens tomó un bocado con su esposa Gwen y su hijo, que habían ido a Porterville para los discursos finales, y con su socio. Discutieron las perspectivas. Heusdens tenía la impresión de que los comentarios de Ginsburg habían sido bastante fuertes, pero con un jurado —y especialmente un jurado que juzgaba a G. Daniel Walker—, uno no podía estar seguro de nada. De los tres casos de asesinato que había tenido Heusdens antes de Walker, como fiscal, había ganado dos y perdido uno. Una de las víctimas había sido apuñalada diecisiete veces, pero el jurado exoneró, y uno de los jurados corrió a abrazar al acusado, justo en medio de la sala. Uno no podía estar seguro de nada. El jurado de Walker tenía las dos terceras partes de mujeres, y Heusdens tenía la impresión de que las mujeres no confían unas en otras. "Es importante que no dejen suelto a ese tipo", repitió.

Hope abrió los ojos, los cerró, volvió a abrirlos, bostezó y se estiró. Levantó ligeramente la cabeza de la almohada, pero el cuarto no tenía reloj y estaba oscurecido por gruesos cortinones, de modo que ni siquiera podía calcular la hora.

Gruñó y recayó sobre la almohada, tapándose en parte la cabeza con las cobijas. Despertar no parecía facilitársele. Al arrebujarse de nuevo, recordó que no estaba en casa y que no tenía obligación de levantarse. Podía quedarse acostada el día entero o cuanto quisiera. Iba a ser un fin de semana maravilloso, perezoso, reposado.

Durante todo el juicio, Hope había tenido que estar disponible las veinticuatro horas. Todavía estaba cansada y vagamente enferma por el virus que tuvo justo antes de Navidad, cuando se vistió de minifalda para volver a atestiguar. Las vacaciones habían sido deprimentes, pasadas, como de costumbre, en lo que ella llamaba "uno de esos decorados de tipo divorcio navideño". Llevó a los niños a casa de Honey para la Nochebuena, cuando llegaron los hijos de Van; el día de Navidad, los hijos de él fueron a ver a la madre, y Hope tuvo a Honey y Van en el Drive. Lionel fue con ella a casa de Honey, pero no fue a la comida que dio Hope el día de Navidad, pues Tom y Nadine estaban invitados. Tom había llamado a Hope justo antes de Navidad: "¿Estaré invitado también este año?" —preguntó—. "Claro que sí —dijo Hope—, es tu hijo, qué demonios".

Mientras transcurría enero, húmedo y frío, tenía la impresión de que debería alejarse, y telefoneó a Heusdens: "¿Me necesitará el lunes? Porque si no, quisiera salir de fin de semana".

—No, no la necesitaremos el lunes —le contestó Heusdens.

De modo que Lionel y ella habían ido a La Costa, uno de sus hoteles predilectos, donde podía estar tendida cerca de la alberca, dormir hasta muy tarde, ver televisión el día entero y vagar por el cuarto, y después pasarse la noche de fiesta.

Como sabía que no tenía obligación de levantarse, despertó del todo. Salió de entre las cobijas y se sentó al borde de la cama. Se cepilló el pelo descubriéndose la cara, encendió un cigarrillo y llamó al servicio para que le llevaran café y jugo.

Al oír llamar a la puerta, abrió: un mesero sonriente empujó la mesita de ruedas del desayuno, adornado con flores frescas y el diario de la mañana. Mientras él daba vueltas por ahí sirviendo agua fresca, desplegando las servilletas, Hope tomó el diario.

WALKER CONVICTO DE ASESINAR AL PUBLICISTA

No se dio cuenta de que el mesero se había marchado. Se quedó como helada, tal como estaba. Se sentía alarmada, confusa, excitada, deprimida, triste y muy enojada. Cuando Lionel se despertó y dijo algo, le dijo airadamente que la dejara en paz.

Minutos después de llegar a la sala del jurado, los jurados habían decidido que Walker era culpable. No parecía haber la menor duda en la mente de nadie. Pero consideraban que parecería raro que salieran al instante y lo dijeran, de modo que charlaron un rato, después cenaron y siguieron charlando. Votaron por escrito antes de regresar a la sala de audiencias a las 10 de la noche para decir: "Nosotros, el jurado, encontramos que el acusado es culpable de acuerdo con la acusación: asesinato en primer grado".

Después del silencio inicial momentáneo, la sala estalló en conversaciones excitadas y apretones de manos. El juez Ginsburg felicitó al jurado, a la secretaria, la relatora y el alguacil. Felicitó a Jim Heusdens por un desempeño que calificó de "inusitadamente brillante", y se compadeció de Jay Powell "porque se había visto ensillado en una situación que pondría a cualquier abogado en un estado de postración".

Jim Brown se sintió tan aliviado al oír el veredicto, que se cruzó de brazos sobre la mesa y reposó encima su cabeza un rato. "Caray —dijo—, ¡qué alivio! ¡qué alivio!"

Tres semanas más tarde, en la misma sala, Jay Powell solicitó un nuevo juicio.

Alegó nuevamente que la detención de Walker había sido ilegal, el resultado de una carta embargada ilegalmente, el fruto del árbol envenenado. Dijo que el Pueblo había retenido evidencia, especialmente un boleto de avión supuestamente empleado por Hope Masters para ir de Illinois a California el 7 de febrero de 1973. Alegó que la corte debería haber permitido el testimonio de Dolly Hicklin, porque el asesinato de su esposo había seguido el patrón del de Ashlock: su esposo estaba de vacaciones, Taylor fue un intruso que entró y le disparó a la cabeza. Finalmente Jay protestó contra los comentarios personales de Ginsburg, diciendo que eran "un veredicto dirigido".

Heusdens defendió esos comentarios.

—Cuando el testimonio es tan flagrante, tan fuera del caso, es responsabilidad del juez hacer alguna clase de comentario —recordó a la corte que Marcy Purmal había atestiguado que dio las cartas de Walker a las autoridades. Dijo que traer a colación las similitudes Hicklin-Ashlock, el día de la sentencia, era demasiado tarde. Y dijo no haber sabido nunca nada de aquel boleto de aerolínea.

El juez Ginsburg dijo que en un juicio de dos meses, la corte podía haber cometido algunos errores, pero si él había cometido alguno, no creía que fuera importante. Y rechazó la moción que solicitaba un nuevo juicio.

Jay tenía otra moción. Pidió que la ropa del acusado le fuera devuelta así como un rollo de película sin revelar, de 35 mm, a colores, que se había sacado de la cámara hallada en el Thunderbird. Walker no pedía la cámara, aseguró Powell a la corte, sólo la película.

Jim Heusdens alegó que la mayor parte de la ropa era robada. Dijo que si se devolvía la película a Walker, y se revelaba, una serie de huellas debería ser entregada al sheriff, en caso de que hubiera evidencias. Powell dijo que no podía ser evidencia; había sido suprimida.

Ginsburg dictaminó que debería intentarse escoger las ropas que pertenecieron a Walker y las que no. Sentenció que Walker tenía derecho a la película sin revelar. Y condenó a G. Daniel Walker a la prisión de por vida.

Y así terminó el caso de El Pueblo del Estado de California contra G. Daniel Walker, oficialmente, sobre la nota de confusión y contradicción que se había evidenciado aun antes del juicio. Siempre que los policías campesinos, Brown y Walker, se reunían durante mucho tiempo después, se repetían algunas de aquellas contradicciones y preguntas sin respuesta. En la ciudad, el equipo de Hope tendía también a hacer eso mismo: "El problema es que Walker mezcla uno o dos por ciento de realidad con la ficción —explicó Gene Tinch—, y por eso resulta tan difícil separarlas".

¿Había dos autos en el rancho el sábado, o tres?

El martes por la tarde, en el rancho ¿estaban abiertas o cerradas las cortinas?

¿Por qué no había ropa rasgada o cubierta de sangre en el rancho?

¿Cuántas cintas se grabaron, cuántas se borraron, y por que?

¿Pertenecía el rifle de mira telescópica a Bill Ashlock?

¿Quién era "la gente" de Walker?

¿Había un boleto de avión en manos de alguien?

¿Qué había en el rollo de película sin revelar devuelto a Walker?

¿Por qué dijo Walker en la cinta que había dejado el rancho, el sábado por la noche a las 11 y media, y en la corte dijo que a las 8 y media?

La implicación de Walker con dos hombres que habían sido condiscípulos —Taylor Wright y Bill Ashlock— ¿Era mera coincidencia o un rencor oscuramente alimentado durante veinte años?

"Está lejos de él, está libre de él, entonces ¿por qué sigue sufriendo por él?"