Capítulo SEIS

El descubrimiento del Buick beige de Robert Pietrusiak en el estacionaciento de un supermercado en la esquina de las calles Higgins y Cumberland, en Park Ridge, Illinois, fue una buena noticia para el señor Pietrusiak, y sólo para él. Llevaba unas nuevas placas de Missouri: YG9 ࢤ 902. El gerente del Dominic's Market dijo que para cuando encontraron el coche, justo antes de las dos de la madrugada del 22 de febrero, ya llevaba allí una semana, tal vez diez días. Estaba vacío, salvo por un Daily News del 31 de enero, y no tenía huellas digitales latentes. "El vehículo fue examinado con resultados negativos" informó sucintamente Mob Swalwell.

Al llegar a ese fin de semana —el fin de semana en que Hope Masters y Bill Ashlock fueron al rancho—, Swalwell y los muchos hombres más implicados en la búsqueda de G. Daniel Walker disponían de más información, más pistas, más autos. Muchos autos más, especialmente tres Montegos de Mercury.

Ronald Tonsel, el alto y esbelto policía de Correccional a quien Swalwell juzgaba arrogante, había descubierto que un Montego con placas de Illinois 1973, BC 7806, lo seguía un día que él seguía a Marcy Purmal. Tonsel pensaba que el conductor pudiera haber sido Walker: varón, blanco, barba oscura, anteojos con montura metálica. Las placas correspondían a la agencia de Budget Rent-a-Car en Higgins Road, no muy lejos del Dominic's Market, donde los empleados encontraron que había sido rentado el 2 de febrero por un hombre llamado Robert Zierk de Wheaton, Illinois, el cual utilizó para ese efecto, una tarjeta de crédito American Express.

La señora Zierk pareció sorprenderse cuando la policía la llamó: "El coche está aquí, precisamente en nuestra entrada", dijo. "Tuvimos un accidente con nuestro auto, y alquilamos éste mientras el nuestro se encuentra en el taller". Swalwell le rogó que saliera y se asegurara de que las dos placas estaban en el coche. Cuando regresó les dijo que sí, que ambas placas estaban en el coche, y le aseguró que éste nunca había salido de Wheaton. De todos modos el coche era café, no azul.

De regreso en Budget, Swalwell preguntó por un Montego de Mercury azul —repito, azul— que pudiera faltar. Uno era: un cuatro puertas 1973, azul claro, placas de Illinois BC 1803, que faltaba desde hacía un mes. Swalwell avisó al centro de comunicaciones de Chicago, que lanzó un 1028, advirtiendo a todas las unidades del lado sur, que estuvieran alertas respecto a dicho vehículo, posiblemente manejado por G. Daniel Walker, fugitivo. Esa misma noche, un hombre armado robó un Montego de Mercury, 1973, con placas de Illinois comenzando por BC, faltando el resto del número. Swalwell llegó a toda prisa, pero tampoco era Walker.

Swalwell no estaba muy desalentado, pero tenía que admitir que no perdía el calendario de vista. La última vez que persiguió a ese hombre, después de que Gus fue herido, tardó diez días en derribar a Walker, literalmente, en LaBagh Woods. Ya llevaba más de tres semanas suelto y no había pista sólida.

No, se enmendó Swalwell, no era cierto: había pistas por todo el lugar, infinitas posibilidades. Algunas de ellas no conducían a ninguna parte: por ejemplo rodear la cancha de volibol o pasar horas alrededor de la fábrica de pizza en North Clark la noche que Marcy Purmal celebró una fiesta con unos cuantos miembros del personal de Ayuda Jurídica, después del trabajo. Y algunas de ellas habrían parecido inútiles a cualquiera que no fuera Swalwell. Siempre había tenido la impresión de que los ex presidiarios con quienes había andado Walker en la cárcel podrían ser útiles. El propio Walker lo había dicho. En una carta a Marcy, le dio la lista de once personas que le ayudaban a esconderse, una lista encabezada por tres hombres —Leo, Tony y Sam— a quienes Swalwell conocía muy bien, aun cuando nunca pudo probar nada contra ellos. "Saber y no poder probarlo es muchísimo más frustratorio que no saber", decía Swalwell, apesadumbrado.

Las cartas de Walker no llegaban inmediatamente, en cuanto escritas; como lo había señalado Walker en la carta que envió a Marcy el día que huyó de Illinois Research, sus cartas no le llegarían "por un tiempo". Walker se las arreglaba, enloquecedoramente, a permanecer por lo menos un día o dos, un paso o dos, adelante de Swalwell y su colección de investigadores. No que no fueran buenos policías, pero Walker era muy ducho en ese juego del gato y el ratón. Sin embargo, Walker no se consideraba como la presa. En una de las primeras cartas que escribió, con fecha 6 de febrero, seis días después de su fuga, se llamaba a sí mismo "Super Gato", y presumía con deleite por haber estado realmente escondido en un edificio que la policía había registrado el día anterior.

Estuve en un aprieto, gracias a unos 16 federales y 21 agentes del FBI y de la policía que me arrinconaron en un edificio. Mas ¡ay! Este viejo zorro no es un Sub Gato porque tiene momentos aislados en que es Super Gato: en realidad jugué con ellos. ¡Sí! Jugué con ellos hasta que dolía. Sabía de un camino de huida instantáneo, pues había examinado todo el edificio, y sin embargo, al ver cómo se tendía la trampa, jugué con ellos. Exactamente como en los viejos tiempos, y dos veces más divertido.

Algunas de las cartas de Walker se entregaban personalmente, por ejemplo las tres notas en la bolsa negra. Otras llegaban por correo, a veces con el nombre de "Charlie Brown" en el ángulo izquierdo superior del sobre, siempre con "Abogado/Cliente" escrito en el sobre. En esas cartas Walker mezclaba libremente la realidad con la ficción. "Da un fragmento de verdad el cual mezcla con la basura, para confundirnos", observó Swalwell. Inclusive la basura parecía buena, así como la información que, en su carta del 6 de febrero, daba Walker acerca de su escondite donde "algunos viejos y muy queridos amigos de la familia".

Me recibieron con los brazos abiertos, enviando un auto y dos autos de apoyo por si hubiera líos o me siguieran. Como siempre, primero había que comer... en la casa de una viejita de una vieja vecindad. No me conocía ni yo a ella.

Nunca nos presentaron. Llegaron nueve hombres a su casa, y ella sirvió vino, mucho vino, y entonces se puso a preparar una cena como no puedes imaginar. Todo hecho en casa y precioso. Nos sentamos alrededor de una enorme mesa de cocina, hablamos fuerte y bebimos vino, y bebimos más vino y después un café tan fuerte que podría servir de ácido para una batería. Finalmente, El Hombre y yo tuvimos nuestra charla privada. Rechazó mucho de lo que le conté de mi plan, y yo rechacé mucho de lo que él quería que yo hiciera. Nos pusimos de acuerdo sobre un término medio: me mandó camuflar. Aunque no te puedo decir dónde, hay muchos puntos por la ciudad y fuera donde se encuentran casas o departamentos grandes, con muchos colchones para el caso en que grandes grupos de personas tengan que esconderse (una vieja reminiscencia de los tiempos de guerra entre pandillas). Mi colchón estaba y está sobre el piso. Hay TV, comida y tragos. (Perdóname: me llaman por teléfono. Que si me gustaría formar parte de un equipo de tres hombres enviado a una ciudad del este para hacerse cargo de un vendedor de joyería. Me tocarían cuatro grandes. No. Oh, sí, he tenido varias proposiciones —el proceso de tanteo— para determinar si he vuelto con toda el alma o sólo a medias.)

De todos modos, hemos terminado en la casa de la viejita, y era hora de que me fuera hacia la noche, y entran tres jovencitas: de 17 a 20. ¿Cuál iba yo a escoger? Expliqué que te daría unos cuantos días más para que recobres el sentido antes de empezar otro... mejor apúrate y recobra el sentido, querida mía, porque una de ellas parecía prometer ser buena en la cama.

Como puedes ver, estoy en gran forma y me cuidan... deberías pasarlo igual de bien. Esta mañana dos tíos vinieron a ver si quería distintos tipos de comida, si necesitaba tabaco para mi pipa, y trajeron una nana de repuesto: oh, sí, inclusive este bando me vigila constantemente. Ves, alguien tiene que contestar a la puerta, el teléfono y estar preparado para sacarme de aquí en caso de problemas. Me van a tomar las medidas para identificación dentro de poco, un sastre vendrá a tomármelas para trajes tropicales, y luego el barbero. Cuando llegue la hora... afuera de la ciudad y desapareceré, y no cabe duda de que esta vez lo conseguiré a menos que algún pichón descubra quién soy.

Podría uno pensar que soy feliz: no lo soy. Esto lleva una etiqueta con el precio; uno nunca llega a verlo hasta que es demasiado tarde.

Por lo que sabía de Walker y por lo que sabía del hampa de Chicago, Swalwell descartó la jerga de la mafia empleada por Walker: "camuflaje" y "El Hombre", como jactancias, su intención de presentarse todo el tiempo como algo grande. Y también ponía en duda la "etiqueta con el precio" final, la infelicidad de Walker, aunque con un tipo como ese, ¿quién sabe? Afortunadamente a Swalwell no lo habían encargado del alma de Walker. Pero no ponía en duda ni un instante que algunos de los amigos de Walker, tanto ex presidiarios como paisanos, lo estuvieran ayudando, y lo habían hecho muy bien hasta ahora, tenía que admitirlo. Inclusive cuando una carta llevara el matasellos de Chicago, eso no significaba forzosamente que Walker continuara en la ciudad. A veces Walker decía explícitamente que no estaba allí.

Son más o menos las siete, estoy de regreso en Denver con un Dr. Pepper a mano, y la bañera se está llenando poco a poco de agua muy caliente. La necesito, de veras que sí.

He estado esquiando temprano esta mañana en Loveland Basin, y luego, a Vail y al enorme monstruo Lion's Head esta tarde. Me he lastimado el trasero, pero en grande; y no sólo eso, sino que he echado a perder un pantalón de esquí nuevo, de 59.95. Lo único bueno que hay en tener sangre corriendo por mi pierna izquierda es que había conmigo una deliciosa esquiadora rubia que insistió en que fuera con ella cuesta abajo a su suite en la cabana, donde bañó y vendó mi pierna y después preparó unas copas. Ah, sí, fugarse puede ser un infierno. En realidad, ella es segura porque a la sesión de primeros auxilios: Jimmy tenía 5 años y Brad 7, ambos son hijos suyos. En realidad los conocí primero a ellos, y ellos me presentaron a mamá. (Papá estaba fuera, ganando lo suficiente para tenerlos en una suite por 100 dólares diarios.)

Diles a los muchachos de la policía estatal de Illinois, que busquen a un fugitivo que cojeará durante una semana más o menos.

Puesto que son las ocho ahí donde estás, sospecho que estarás jugando al volibol o escogiendo bandos: quién se irá, quién después del juego... ¡te odio! No es cierto. Te amo y te echo de menos y te deseo (y no forzosamente en ese orden, para que lo sepas, madame. Condenación, hace tanto tiempo ya que sin duda me he vuelto virgen otra vez).

Tengo que cerrar la.llave del agua y prepararme otro scotch (todavía de tu botella, para que lo sepas, dulzura en pantaletas).

La carta continuaba en otra página.

Oye, no he tardado mucho ¿eh? Sonny y Cher están en la pantalla (ella me gusta, a él, no lo soporto).

Bueno, ahora tengo un problema. Debido a la buena comida cinco veces al día, de repente me encuentro rechoncho otra vez. ¿Qué sugieres? En realidad, una dieta regular jodiendo ayudaría probablemente mucho. ¿Conoces a alguien con quien firmaría yo para que se reuniera conmigo y que no sea Laura Abogada y temerosa de perder su billete, y garantizada no virgen ni buena muchacha? (¿Qué he visto en ti? Sigo preguntándomelo. Ohhhh, como que me viene una idea, amante)...

Amor y esas cosas

Esta carta llevaba por fecha el 16 de febrero. A la noche siguiente, se notificó a Swalwell que Ronald Tonsel, de Correccional, y Willis Stephans, el agente del comité de libertad bajo palabra, que interceptó la bolsa negra, estaban en vuelo hacia Vail, Colorado, y deberían llegar a las ocho de la noche donde agentes del FBI que trabajaban fuera de Denver se reunirían con ellos. También Marcy Purmal iba a bordo.

El martes todos estaban de regreso. Swalwell se reunió con Baucom, agente del FBI, quien informó que sus hombres no pudieron dar con Walker en Vail, y después con Tonsel, que le contó todo lo ocurrido durante el viaje. Nuevamente, Swalwell asentó lacónicamente en su informe: "Los resultados del viaje fueron negativos, y no quedó establecido que Walker haya estado en Vail". A Swalwell no le sorprendió; el propio Walker había dicho que estaba cambiando de lugar. Pero fastidiaba sobremanera al detective que algunos de los hombres implicados en la cacería no compartieran información a medida que ésta llegaba, gota a gota; era de suponer que trataba de ser, cada uno de ellos, el que finalmente arrinconara a Walker y se llevara los honores. Swalwell no era particularmente renuente a recibir los honores, y desde luego se le había ocurrido que el éxito en este caso podría quitarle el uniforme y ponerle de manera permanente el terno azul marino. Se imaginaba que habría honores de sobra cuando ese hombre, sobre quien el FBI tenía un grueso expediente, fuera atrapado. No si... cuando.

Una de las cosas más enigmáticas respecto a las cartas de Walker eran los detalles que dispersaba, por lo visto con la intención de excitar la persecución. Swalwell lo sabía todo respecto al bajo umbral de aburrimiento de Walker, de modo que estaba preparado cuando éste provocaba a la policía; como en la carta del 15 de febrero en la que no sólo citaba el comedor de su hotel —The Oak Room— sino que además pormenorizaba lo que había comido:

Primeramente una serie de martinis (cuatro o cinco), ostiones en su concha (seis) seguidos por sopa de tortuga y jerez, una preciosa ensalada con salsa casera, trocitos de tocino, queso rallado, etc., etc., camarones calientes y después un filete de 10 onzas golpeado con pimienta a ambos lados y asado médium rare con hongos, pimientos verdes, cebollas, y cubierto de brandy para servirse ardiendo, acompañado por lo normal y seguido de cuatro cafés irlandeses y un fuerte deseo de quitarle la rubia al tipo de la mesa vecina que no sabía apreciar lo que tenía.

Mientras los hombres del FBI, bajo la dirección de Baucom en Chicago, registraban a fondo Denver —es asombroso cuántos restaurantes y comedores de hotel tenían nombres como The Oak Room—, Swalwell trabajó su territorio. Cuando volvió a Park Ridge, donde se había hallado el coche de Bob Pietrusiak, habló con el detective McDonald de la policía del lugar acerca de un tercer Montego de Mercury.

Éste era blanco, con placas de Illinois 1973: BC7 962, alquilado el 8 de febrero a la 1:30 de la tarde por un hombre que utilizó una tarjeta American Express que más tarde se supo que era robada. El hombre había dado su dirección local: el hotel Marriott, cuarto 102, el nombre de su compañía y su dirección como Zipco en Peachtree Street, Atlanta, Georgia. El coche había sido alquilado en la agencia de Budget de la calle Higgins que tan bien conocía ya Swalwell, pero cuando llegó con el policía Rowe, habló con el joven empleado que había manejado el contrato de alquiler, John Bianchi, y le mostró la foto de Walker, el joven no estaba seguro de que ese fuera el hombre.

A pesar de lo cual Swalwell y Rowe se dirigieron al suburbio de Rosemont porque la tarjeta de American Express pertenecía a un agente viajero de Georgia a quien le habían robado en su cuarto del Regency Hyatt House, también de la calle Higgins, pero del otro lado, en Rosemont. El detective Wilezynski, de la policía de esta localidad, les contó lo del robo.

Larry Burbage, vendedor que había llegado a Atlanta en avión, dijo haber estado sentado en el borde de la cama de su cuarto, 877, a las 10:30 de la mañana del 7 de febrero. La puerta de su cuarto estaba cerrada sin llave, porque su jefe en Agronomics, Anthony Kupris, acababa de bajar, y Burbage esperaba que volviera de un momento a otro. Kupris tenía el cuarto colindante; la puerta de comunicación entre ambos cuartos tampoco estaba cerrada con llave.

Burbage estaba a punto de hacer una llamada telefónica cuando de repente había un hombre en el cuarto con él, apuntándole con un pequeño revólver de acero azul: "Arriba", ordenó el hombre.

Burbage se puso en pie y miró de cerca al hombre que parecía tener más o menos un metro 90, de 30 a 35 años de edad, que llevaba anteojos con armazón metálica, estaba pulcramente vestido con traje azul oscuro, camisa y corbata amarillas.

—Ahí —dijo el pistolero, señalando la puerta de comunicación—. Tiéndete en la cama boca abajo y dame tu billetera —ordenó, cerrando la puerta tras él. Burbage entregó su billetera con los 85 dólares que contenía—. ¿Tienes más dinero? —preguntó el pistolero. Burbage dijo que no—. Saca lo que tengas en los bolsillos del pantalón —también obedeció Burbage.

—LLvese lo que quiera —dijo al pistolero—, pero déjeme mis llaves.

—No eres el que quiero —dijo abruptamente el hombre—. Estoy esperando a Kupris.

—Está en el vestíbulo.

—Bueno, parece que tendremos que esperar un buen rato —dijo el hombre sin inmutarse, y entonces ordenó a Burbage que fuera al cuarto de baño y se desnudara—. ¿Qué clase de reloj tienes?

—Uno viejo —contestó Burbage.

—Olvídalo.

Cuando Burbage estuvo en cueros, le dijo que pusiera las manos a la espalda; sintió que se las ataban con lo que supuso sería el cable de una rasuradora eléctrica. Entonces le mandó meterse debajo del lavabo y estarse quieto; le ató los pies con corbatas, amarradas al tubo del drenaje bajo el lavabo. Una vez más se fue el hombre, pero regresó con dos almohadas que colocó bajo la cabeza de Burbage. Y se marchó.

Al ver que después de un buen rato el hombre no había vuelto, Burbage se agitó hasta soltarse, se envolvió en una toalla y salió del cuarto de baño tomando muchas precauciones. Oyó ruido en su propio cuarto, el 877, de modo que salió al corredor y encontró a una recamarera que avisó a la recepción de donde llamaron a la policía.

Además del dinero, habían robado a Burbage su portafolios café y un puñado de tarjetas de crédito: Mobil Oil, Bankamericard, Master Charge y la de American Express la cual fue utilizada para alquilar el Mercury Montego blanco en Budget, al siguiente día del asalto.

El detective Wilezynski explicó a Swalwell cómo él y su compañero, el detective Magrowski, habían seguido la pista de las tarjetas de crédito de Burbage desde entonces, durante más de dos semanas. A Swalwell le hizo gracia la combinación de apellidos del equipo: Wilezynski y Magrowski: menudo bocado. Wilezynski dijo que la siguiente vez que se utilizó la tarjeta American Express parecía haber sido el viernes 9 de febrero en el Marriott Inn de Ann Arbor. La persona que utilizaba la tarjeta había alquilado el cuarto 109, precisamente donde en algún momento de esa noche y la madrugada, un vendedor de joyería de fantasía llamado Taylor Wright, de Benton Harbor, Michigan, había sido golpeado y robado.

Swalwell pidió a Wilezynski la dirección de Taylor Wright en Benton Harbor y la de Larry Burbage en Lilburn, Georgia. Entonces llamó al agente Baucom, le contó la historia y le pidió que los hombres que tenía en esas zonas hablaran con los dos agentes viajeros y les mostraran la foto de Walker.

En una llamada telefónica de Marcy el 17 de febrero, el tono de Walker cambió súbitamente.

P: Buenos días.

W: ¿Cómo estás?

P: Oh, bien. ¿Cómo estás tú?

W: Bien. Pensé que ya era hora de decirte hola.

P: Bueno, es muy amable de tu parte, considerando lo que ha sucedido últimamente.

W: Bueno ¿y qué ha sucedido?

P: Oh, caramba, hombre. Están hablando... están hablando en serio de enjuiciarme.

W: Bien. ¿Has pasado ante el gran jurado?

P: Sí, dos veces.

W: ¿Dos veces?

P: Sí. Y tenían a Friedman en la primera sesión, y en la segunda a Haddad de vicepresidente.

W: Ejem. ¿No puedes decirles lo que no puedes, verdad?

P: No, pero está ese asunto de mi identificación.

W: ¿Quieres decir...?

P: Alguien dice que estaba contigo a las dos de la madrugada en una gasolinería del North Side, maldita sea.

W: (Riendo) A las dos de la madrugada por North Side.

P: Ha, ha.

W: ¿Qué día?

P: No lo sé de seguro. Ellos... verás, no me han dicho qué día... o qué madrugada es.

W: Ejem. Estuve a punto de llamarte a la oficina. Pensé que estarías allí.

P: Ahí... ahí precisamente iba ahora.

W: Ah, ¿ibas? ¿No has perdido tu empleo, entonces?

P: No, todavía no. Pero si hay juicio, habrá líos. No han decidido aún si suspenderme o qué, tú sabes.

W: Ha, ha.

P: ¿Qué va a pasar?

W: Por lo demás ¿estás bien?

P: Bueno, sí...

W: ¿Qué significa eso?

P: Bueno, que todo es tan difícil.

W: ¿Qué día pasaste ante el gran jurado?

P: El martes y el miércoles.

W; Martes y miércoles. Bueno, supuse que si suprimía todo contacto contigo o básicamente todo contacto contigo, y ellos supieran que no estabas en contacto conmigo, abandonarían todo el caso.

P: Pues por desgracia no ha sido así.

W: Bueno, tendré que ver qué pasa. Yo, todavía no... sabes, me atengo al convenio: si te encausan, me presentaré.

P: Oh...

W: Bueno, creo que parece tonto, también. (Risas)

P: Pues por desgracia, como soy abogada, me doy cuenta ¿sabes? de lo grave que es todo ello.

W: Sí... bueno...

P: Inclusive, sabes, un testigo digno de crédito...

W: Bueno sólo puedo decirte que excepto una sola noche no he estado fuera a las 2 de la madrugada. Y la noche que estuve fuera a las 2 de la madrugada, estaba... creo que había cinco tipos y tres chicas.

P: Bueno, es posible... ¿es posible tal vez que alguna de las chicas...?

W: Todas son menores.

P: ¿Y si hubieran estado sentadas en un coche?

W: No tienen ese aspecto. No son guapas.

P: Gracias.

W: No son guapas; son chicas feas. Y además, yo no iría a estar en una gasolinería a las 2 de la madrugada.

P: Ejem.

W: Bueno, querida, ¿hay algo que yo pueda hacer?

P: No, supongo que no. A menos que quieras entregarte.

W: Bueno, decididamente quiero, pero no puedo encontrarme contigo en la escalinata de la calle 26 y California hoy, estoy un poco fuera de...

P: ¿Ejem?

W: Estoy un poco fuera del área. (Bip). De modo, querida, que ya no me queda cambio.

OPERADORA: Son tres minutos. Señale al terminar.

W: Gracias, querida. ¿Todo bien, amor?

P: Está bien.

W: Te hablaré. ¿Algo más?

P: Sí, si quieres, bueno, siempre puedes llamarme a la oficina.

W: OK, lo haré.

P: OK. W: Adiós, amor.

P: Adiós.

Aquella noche Walker escribió sobre el mismo tono, mezclando las ternuras con una leve amenaza.

Esto es para advertirte, Marcy...

que no va a gustarte a ti esta carta más de lo que a mí me gusta escribirla.

Había una nota de temor en tu voz, hoy, algo que nunca me gusta oír de alguien a quien amo. Me pone incómodo. Oh, ya sé por lo que debes de estar pasando, y sin embargo, no llegó como una sorpresa total. O haces el viaje o te bajas del tranvía, señora.

Además, la bolsa faltante me enfureció porque quiero que tengas eso para no citar que algunos apuntes que hay dentro pueden resultar peligrosos... más para ti que para mí. (Ya sé en lo que ando metido y lo acepto.) Algo acerca de dos secretarias que llamaron a la policía y descubrieron el pastel me apabulla, sin embargo, aceptaré lo que hicieron, y ahora ellas deben aceptar lo que hago con la gente que se caga en mí. Por lo tanto, si tienes alguna simpatía por alguna de las dos damitas implicadas, puedes sugerirles que están en problemas conmigo. No, no voy a ir a perjudicarlas, pero he dado dos telefonazos (uno a una conexión de Stone) y estoy seguro de que el asunto se resolverá.

Sólo puedo decir esto, de no haber vacilado tú cuando te mandé a recogerlo, esto no habría sucedido. Cada vez que te detienes para desempeñar tu papel de tiempo igual, nunca nos reunimos o algo sale mal. En el futuro, mientras no se resuelva nuestro futuro... brinca cuando te digo que brinques o bájate del tranvía, madame.

Ahora me pregunto por qué fuiste tan tarde a la oficina, lo cual me hace pensar que tuviste una cita o anduviste fuera la noche anterior, y eso me perturba. Sí, tengo celos por ti.

Ohhhhhhh, podría seguir enumerando todo lo que me molesta, y aun así, sería injusto contigo: no hace falta que te ataquen por ambos lados.

Sí, cumpliré mi parte del trato esta noche. Estoy en Kiandra Lodge, tomaré cocteles en el Old English Pub y cenaré en el Bully III... y nadie me atrapará, querida, porque nadie me reconocerá. El cuarto no está a nombre de un hombre y por lo tanto lo pasarán por alto (sufre, estoy melancólico y así seguiré si no tengo más conversaciones como la de hoy por teléfono). Aunque no sé si has estado esquiando o no, te puedo asegurar que es casi imposible reconocer a alguien que no esté ocultando su identidad, menos aún a quien lo haga. Me va a gustar este atardecer.

Naturalmente, tengo empacada mi ropa en un coche que acaba de ser recogido hoy, y en algún momento después de cenar abandonaré la zona. Sin embargo, te he dado la primera información caliente de dónde estoy y he estado, por lo tanto, esto debe dejarte en buena postura y demostrar que estás cooperando. Bajo otro sobre envío información para ti respecto a quienes me ayudaron en la región de Chicago, y será interesante ver lo que haces con ella, Marcy.

En cuanto a la otra carta anexa, iba a enviarla con un montón de otras más a una secretaria, conocida nuestra, pero ya que no se puede confiar en esos tipos, además de que no hay diferencia que oculte o no dónde me encuentro... qué demonios, rompí el paquete y las eché al primer buzón.

Es curioso, pero no hubo ningún "te amo" en nuestra conversación telefónica, y cuando te dije que me resultaba imposible hablar desde mi extremo, lo único que venía desde el tuyo era largas pausas y silencio. O tenía que obligarte a hablar o no habría habido conversación.

Muy bien, es todo lo que tenía que desahogar. ¿Pasaremos al campo de las grandes cosas?

Si seguimos así, me van a capturar y tú serás enjuiciada con todo lo que ello presupone. Es interesante, pero el primer paseo que di con la policía estatal de Illinois me encontró haciendo un trato por un hijito que estaban reteniendo, y esta vez parece que te han escogido a ti por rehén. Con una amenaza de encausamiento contra ti, ¿se espera quizá que me presente y me entregue para salvarte, eh? No ine gusta nada. Ya lo hice una vez. Ya estás metida en líos, y tú y yo sabemos que nunca estuvimos en una gasolinería a las 2 de la madrugada ni en cualquier otra parte, por lo tanto sólo me pregunto lo que esperas salvar si te quedas allí y haces tu parte en el buen viejo Chicago. O vienes conmigo o te bajas del tranvía, señora. El sonido del miedo en tu voz no me excitó nada. Por el momento me voy —si lo consigo esta noche— para poner las cosas en marcha, y te llamaré en unos cuantos días para obtener una respuesta positiva que abarque declaraciones y no pausas prolongadas y muchos silencios a lo largo de la línea. No te diré cuándo, dónde ni la hora... pero saldré del lío, te lo aseguro, querida mía.

Ha llegado la hora de que dejes de prometerme una cosa y sigas dejando una puerta abierta para regresar al mundo bonito. Dentro para lo que sea o fuera, para enfrentarte a un mundo que ya te considera culpable.

Te quiero, Marcy, y podemos lograrlo juntos o no estaríamos en la posición en que nos encontramos. Recuerda que te están utilizando para tratar de agarrarme. Pueden llamarlo Gran Jurado o lo que sea. Pero aquí estoy, en una suite de Kiandra Lodge con planes para tomarme una copas que no necesito y una cena que no disfrutaré, y entonces para manejar toda la noche y llegar a un aeropuerto para volar por encima de la mitad del país y encontrarme otro lugar seguro.

Te quiero y te echo de menos... Llamaré en unos días.

Lo que Marcy llamaba "la mis-identificación" se había producido en una gasolinería Standard en la calle North LaSalle. Un empleado, James Mager, dijo que había estado bombeando gasolina en el puesto nocturno el 5 de febrero cuando a eso de las 2 de la madrugada, un hombre y una mujer llegaron en un Karmann Ghia amarillo. Mientras la mujer, que se quedó en el coche, pagaba la gasolina —menos de cinco dólares—, el hombre corrió al edificio y vació la registradora. Hizo señas a Mager de que entrara, blandiendo un arma, brincó dentro del coche y los dos se alejaron a toda prisa.

Cuando Swalwell mostró a Mager fotos de cinco hombres, Walker entre ellos, Mager identificó a Walker como el ladrón; cuando le mostró cinco fotos de mujeres, Marcy entre ellas, Mager escogió a Marcy. Y como lo había indicado Marcy por teléfono a Walker, con la voz matizada por el miedo que él odiaba oír, bastaba con un testigo digno de crédito.

Pero el incidente de la gasolinería se convirtió en poco más que un asiento en el largo informe narrativo de Swalwell porque, muy pronto, Marcy comenzó a colaborar con la policía, entregando los comunicados de Walker y demás detalles surtidos, por ejemplo la información de que los regalos del día de los novios que recibió —el reloj y los libros en la bolsa negra— se habían comprado en el Dunhill de London Shop, en North Michigan. La cuestión de la gasolinería también fue sumida en la pregunta más amplia de las relaciones de Marcy con Walker y la específica: ¿lo había ayudado a escapar?

Swalwell nunca vaciló en su convencimiento de que sí: ni si, ni y ni pero. Además, creía que en un momento al menos había intentado fugarse con Walker. En la carta en que Walker daba la lista de once amigos que le ayudarían, había estudiado su plan para enviar dinero a Marcy, 500 dólares a la vez, la mitad del cual habría de emplear para pagar el coche y otras facturas, y lo demás tendría que ahorrarlo "para cuando diéramos el salto". Más de una ocasión recordó que tuviera siempre al corriente su pasaporte.

Marcy descartaba siempre esas cartas: "No creo que nadie pueda fiarse de una sola palabra de lo que decía Walker", manifestó. "Nada en absoluto. Era una persona con mucha imaginación".

"Algo de lo que hice puede no haber sido muy brillante", reconoció Marcy, "pero hay un momento en que debe uno detenerse. Walker había hecho amenazas vagas y amorfas sobre una fuga, cuando supo que se le negaba la apelación, y mi respuesta fue siempre: no es así como se arreglan las cosas. Decir que le ayudé a escapar no es sólo ridículo, es una idiotez".

E inclusive esa pregunta se volvió secundaria respecto a la captura de Walker, cuando la pista señaló el oeste y se aliviaron las tensiones en Chicago. Los hombres de la Correccional no estaban ya sentados alrededor del departamento de Marcy con sus escopetas; Marcy no fue encausada.

El día en que se recuperó el coche de Pietrusiak detrás del Dominic's Market en Park Ridge, la Oficina Estatal de Identificación notificó al sargento Lamb, de la policía estatal de Illinois en Aurora, que las huellas digitales encontradas en el vaso del fregadero de la cocina de los Pietrusiak eran del índice izquierdo y el pulgar izquierdo de Gerarld Daniel Walker, ISB1049194. El sargento Lamb dijo que aun cuando había sabido que Walker estaba en Vail, Colorado, tenían todos la impresión de que volvería a Illinois. La oficina del procurador del Estado lanzó una orden de detención acusando a dicha persona de asalto, robo de autos y robos. Bob Swalwell, que se sentía un poco más desesperado de lo que quería admitir inclusive para su adentros, volvió a escudriñar su archivo sobre Walker, que databa de cuatro años atrás. Aun cuando esta segunda vez tenía la impresión de conocer a Walker "mejor que a mí mismo", hurgó entre todos los viejos informes y documentos una vez más, hasta sabérselos prácticamente de memoria. FECHA DE NACIMIENTO: 10 de agosto de 1931. BEBIDAS PREDILECTAS: martinis o ginebra y Fresca. AFICIONES: veleo, veleo sobre hielo, colección de antigüedades. RELIGIÓN: "católico por mal tiempo", cosa que Walker había explicado a un sociólogo de la cárcel y que significaba que cuando hacía mal tiempo y no podía velear, se iba a la iglesia. Describiendo a su familia, Walker había dicho que su esposa Edna "era todo lo esposa que uno pudiera desear"; su hijo Drew era "el muchacho más bello del mundo"; y sus propios padres, Virgil e Irene, "personas frías y rígidas" que le habían dado muchas cosas materiales pero no la atención personal que anhelaba.

Tanto el informe del sociólogo como un informe de investigación previo a la sentencia, redactado por un policía destinado a la libertad bajo palabra, estaban de acuerdo en que Walker podía ser verdaderamente agradable. El policía, Fred Connally Jr., citó la "amigabilidad" de Walker y su capacidad para "relacionarse fácilmente con extraños", y lo describía como "inteligente, con facilidad de expresión y, dadas las circunstancias, extremadamente cooperativo". Leyendo aquel viejo informe, Swalwell no podía dejar de pensar que la prueba menos persuasiva de la capacidad de Walker para relacionarse con la gente no era la parte final, en que el policía citaba la meta de Walker en la vida, como el sujeto mismo lo declaró: "... convencer a las personas de que las cosas materiales no son lo más importante en la vida, sino la aceptación".

Sin embargo, seis meses después, cuando el sicólogo de la cárcel, Wayne Michels, entrevistó a Walker, el encanto se había ido desgastando sin duda, pues al describir a Walker como "con facilidad de expresión, listo y manipulador", el informe señalaba que aun cuando "superficialmente parece animoso y optimista y es probablemente gregario, socialmente hablando... es un individuo egocentrista que se describe a sí mismo de manera casi grandiosa, y es evidente que el status es particularmente importante para él. Es probable que tras esa fachada de grandeza se oculte un concepto de sí mismo muy bajo.

"Un aspecto importante de la personalidad de este hombre es la facilidad con que se estimulan sus emociones y el grado hasta el cual interpreta sus sentimientos impulsivamente. El diagnóstico da la impresión de una personalidad antisocial...

"Aun cuando ese individuo parece abierto y gregario en sus relaciones sociales, da la impresión de que se trata de una fachada... la estructura subyacente de su personalidad es básicamente sociopática, y tiene poco respeto, si alguno, por los sentimientos ajenos, incluyendo los de su esposa e hijo. Debido a ese impulso, además de una capacidad manipuladora, ha experimentado éxitos brillantes eventuales en el mundo de los negocios; sin embargo, ese desempeño no ha sido consistente a través de los años, y es dudoso que pudiera serlo a menos que se verifique un cambio básico en la estructura de la personalidad de este individuo. Hay un elemento implícito de ira y rabia dentro del interno, que en ocasiones aflora y tiene por resultado un comportamiento abiertamente impulsivo y agresivo. Esa rabia tiene indudablemente sus raíces en sus relaciones con sus padres durante los primeros años de su formación...

"Este individuo es considerado como potencialmente muy agresivo y tal vez homicida".

Una frase del informe, de una evaluación de Walker efectuada por el Psychological Screening Board (comité sicológico de clasificación) interesó particularmente a Swalwell, puesto que confirmaba lo que había sentido y pensado de Walker tan pronto como comenzó a seguirle la pista, mucho antes de haber leído los informes de nadie: "Aun cuando habla mucho de los valores de la sociedad, se ha producido muy poca asimilación de éstos".

Los sicólogos le habían quitado las palabras de la boca a Swalwell, aun cuando las palabras de éste eran más claras: "Un hombre que podría pegarte un tiro, y después sentarse a comer junto a tu cadáver. Mala semilla".

"Recogemos los fragmentos y luego trabajamos con ellos".

Con algunos de los fragmentos.

El día de los novios, un hombre que llevaba la tarjeta American Express de Taylor Wright alquiló un Chevrolet, un Impala azul brillante en Capitol Rent-a-Car, parte del sistema Hertz, en North Nineteenth Street en Omaha, Nebraska. Dio por dirección Benton Harbor, Michigan; sus señas locales, en el hotel Blaskstone; su empresa: Zipco. Cuando terminó la semana sin que devolvieran el coche, la gente de la agencia llamó a Benton Harbor. La señora de Taylor Wright dijo que su esposo había sido golpeado y robado y que su billetera con la tarjeta American Express no había aparecido, y que desde luego: no había alquilado un auto en Omaha. El administrador de Hertz llamó a la oficina del fiscal del condado de Douglas, quien lanzó una orden de detención a nombre de John Doe.2

Media docena de cuartos del Hilton Inn en Omaha fueron robados a mediados de febrero. Richard S. Powell, vendedor de seguros procedente de San Bernardino, California, que estaba en la ciudad para celebrar reuniones en su oficina matriz, Mutual of Omaha, perdió su portafolios verde. Su socio, Scott Johnson, una calculadora.

El Chevy Impala azul fue descubierto finalmente en el estacionamiento del Sheraton Inn de la calle Quebec, en Denver, cerca del aeropuerto. Contenía una lata vacía de refresco, un guante, una bolsa de donas parcialmente vacía y un par de pantalones de hombre cubiertos de una sustancia morena, ya fuera lodo o sangre. Las llaves del coche no estaban. Entre el 14 y el 17 de febrero, había viajado 1,040 millas.

El 17 de febrero un hombre se registró en el cuarto 310 del Sheraton, en la calle Quebec. Utilizó la tarjeta American Express de Larry Burbage, dio su dirección en Evanston, Illinois. Abajo, donde decía MARCA DEL AUTO escribió: "Mercury" y anotó una placa de Colorado. Más abajo en COMPAÑÍA puso: "por su propia cuenta".

El 18 de febrero el hombre se fue. Dos empleadas del Sheraton, Mary Bittle y Sharon Reffel, lo recordaron. Mary Bittle pensaba que había obrado con mucha arrogancia. Sharon Reffel contó que se fue del hotel con una mujer alta y rubia, de unos treinta años de edad y de un metro 70 a un metro 75 de estatura.

Aquel fin de semana, un hombre utilizó la misma tarjeta American Express de Burbage en una oficina de alquiler de coches Hertz, en Denver. Mostró una licencia de manejo en vigor, procedente de Georgia, y dijo que se quedaría una semana con el auto. El coche que alquiló era nuevo, flamante, con sólo 248 millas en el contador, un Ambassador de cuatro puertas. Era un coche amarillo con una franja café.

El 21 de febrero un hombre presentó la tarjeta de crédito de Larry Burbage en un almacén de Sears Roebuck en Albuquerque, Nuevo México.

Domingo 18... 11:30 de la noche.

Sí, dije Albuquerque por las carreras internacionales de globos de aire caliente. Que en realidad no fueron gran cosa, como quien dice. Se pone mucho más aire caliente a través de una cama de hospital que a través de 40 millas de campo. Pero van, y hasta ahora tú ni vas ni vienes, por lo tanto, debe uno suponer que eres igual de excitante...

Estoy a punto de irme a una gasolinería para ver si alguien me está esperando. Por lo menos, tal parece ser el plan del juego en la región de Chicagolandia... ¿quién sabe en Albuquerque?

No espero gran cosa de este pueblo. Parece aburrido y no me agrada. Sin embargo, el hotel es muy bonito y la cena no fue tan mala.

Por alguna razón he tenido pensamientos que me pasan repetidas veces por la mente respecto a ti, todo el día. Realmente estuve cortado contigo ayer por teléfono... tal vez culpa mía, no tuya. Espero y espero y espero para llamarte, y cuando te tengo en la línea sueño todas esas cosas de lo que vamos a hablar sólo para descubrir que ni siquiera se mencionan. Tal vez tenga yo la culpa por no tomar la situación tan en serio como tú, por lo tanto, yo ando de paseo y tú estás luchando para mantener la cabeza por encima del nivel de lo respetable. Me importa una mierda lo que suceda o no, eso creo.

Ya he tenido suficientes coces para tenerme en movimiento cinco años más, si me agarran esta noche...

Pero no lo agarraron.