7 - Cuarta excusa: Lo que me gustaría hacer es trivial
“Un viajero sabio nunca desprecia su propio país”
Carlo Goldoni.
Una excusa realmente típica. Desafortunadamente la escucho cada vez más, expresada de muy diversas maneras, en estos tiempos que corren. Se trata de minusvalorar las propias apetencias, los propios deseos. La persona que usa esta excusa se engaña a sí misma, intentando creer que lo que le apetecería hacer, lo que de verdad le gustaría hacer no le lleva a ningún lado, no le proporciona ningún beneficio.
Prescindiendo de la muy filosófica cuestión acerca de si todo lo que tenemos que hacer debe llevar aparejado un beneficio o no, lo cierto es que en este caso, nuestras queridas amigas las creencias, cuando no sus primos cercanos, los juicios, está atacando de nuevo. Veamos: ¿Para qué nos vamos a poner en marcha en pos de algún objetivo, si ese objetivo es algo que forma parte de nuestros gustos solamente? ¿Para qué vamos a perder tiempo y energía, si ese objetivo no nos va a rentar dinero, aprendizaje o cualquier cosa tangible que pueda medirse?
Probablemente alguna vez haya podido deducir lo siguiente al pensar en algo que le gustaría hacer: “Es que esto sólo me va a dar placer personal. El gusto de hacerlo. Pero no me va a dar dinero ni me va a hacer más sabio”. Automáticamente su cerebro reaccionará con un mecanismo muy simple: Antepondrá lo aprendido acerca del esfuerzo y el trabajo, lo que cuesta ganarse el pan o, simplemente, que no tiene usted derecho a disfrutar, cuando hay gente que lo está pasando tan mal… de forma que usted se volverá atrás, desde luego, reafirmando su idea (su creencia, deberíamos decir mejor) que “mejor dedicarse a cosas más concretas y no tener tantas fantasías”.
Piénselo. No es tan raro. Incluso el refranero popular está lleno de referencias: “Más vale pájaro en mano que ciento volando”, y cosas por el estilo. Distintas informaciones que nos han ido llegando según íbamos creciendo. Recuerde capítulos anteriores.
En realidad, esta es una variante de la primera excusa que le he presentado, pero contiene una particularidad: Pone el acento en minimizar y despreciar nuestros deseos, nuestras apetencias. En negarnos la posibilidad de intentar algo que huela simplemente a placer propio porque, simplemente, ofendemos con ello al resto de la humanidad. Como suena. Y no se ría, que usted también lo ha pensado. Y me atrevería a decir que más de una vez.
¿Y de donde procede este maldito soniquete cada vez que pienso en algo para mí?, se preguntará compungido/a. Pues como casi todo lo que a usted le condiciona de forma no visible, de la información recibida, generalmente cuando era usted niño/a o al menos cuando su mecanismo de razonamiento, ese par de magníficos lóbulos frontales del cerebro que usted y todos los que compartimos el género humano tenemos, no estaba totalmente desarrollado.
Eso último ocurre, biológicamente, más o menos a los 21 años. Pero en la práctica, aun completamente desarrollados, existen mecanismos de influencia, le aseguro que en ocasiones realmente maquiavélicos, que pueden condicionarle a usted habitualmente, incluso sin darse cuenta. Ahora se recogen bajo el paraguas de la llamada neurociencia, que en realidad es una compilación científica de teorías y algunos ensayos sobre cómo el sistema cerebral crea conexiones neuronales y que, como todas las ciencias, está desarrollada y divulgada para el beneficio humano, lo que no quita que haya gente que la use para fines más torticeros.
Recuerde que también Einstein revolucionó la física con la teoría de la relatividad. Después un discípulo suyo, Oppenheimer, profundizó sobre sus estudios sobre el bombardeo del núcleo del átomo y el dinero del estamento gubernamental y militar recogió eso para desarrollar una bomba atómica que se lanzó sobre Hiroshima. Así que, en sí, la neurociencia no es el mal, el problema es quien aprovecha sus avances para hacerlo.
Volviendo a la información recibida de niño/a, seguramente le sonarán, si es que no le retumban en su cabeza, las siguientes expresiones:
- “Niño/a , deja de escuchar música, que estás perdiendo el tiempo”
- “Niño/a, dedícate a estudiar en vez de estar pintando todo el día”
- “Niño/a olvídate del puñetero (Baloncesto, futbol, etc…), tu nunca llegarás a nada en ese deporte”
- “Niña, crear o dirigir empresas es cosa de hombres”
- “Niño, ir a clases de baile es de niñas (cuando no se dice algo peor)”
Y así cientos y cientos de sentencias, con sucesivas variantes. Algunas de ellas les suenan ¿No es así? ¿Qué hubiera pasado si les hubieran fomentado su afición y el amor por la música, por la pintura, por el deporte, por la inquietud de tener su propio negocio, por el baile o las artes escénicas? Bueno, no estamos para hacer de adivinos, pero puedo asegurarle que su vida sería muy diferente a cómo es ahora, incluso aunque usted no hubiera continuado con su afición.
Imagine que le hubiera pasado a personas de conocimiento y con influencia globales, como Paul McCartney, Michael Jordan, Frida Kahlo, Indra Noovy (la presidenta de PepsiCo) o Mikhail Barishnikov, por poner un solo ejemplo de cada una de las anteriores expresiones que hemos visto ¿Sería el mundo, lo que usted conoce o ha conocido, al menos un poco diferente?
Hay tiempo para todo. Para ser productivo, para aprender y para desarrollar una afición. Una afición puede convertirse en una vocación, y de ella nacer un/a magnifico/profesional.
Modestamente puedo aportarle un ejemplo mucho mas, digamos, de casa. Yo soy ingeniero de formación académica. De familia de técnicos e ingenieros. Mi esposa trabaja en el sector financiero. Bien. Mi hijo, para cuando usted lea esto, habrá terminado o estará terminando sus estudios de algo que se parece en nada a lo anterior: Comunicación audiovisual.
Él ha querido dedicarse siempre a ese mundo y ni su madre ni yo hemos nunca cortado esa vocación. Mi hijo ha hecho sacrificios, algunos muy duros, para dedicarse a lo que realmente quiere. Ha perdido amigos y dedicado noches y periodos de descanso desde muy pequeño a prepararse. Pero resulta que escribió su primer guión a los 16, rodó su primer corto a los 17 y ahora, con 21 en el momento de escribir este libro, prepara una serie web para internet. Puede usted ver su trabajo en http://www.alexbarvel.com para comprobarlo. Seguro que a él le hará ilusión y yo, como padre, se lo agradezco de veras.
Además, probablemente y con la energía que le pone a todo lo que hace, pronto verá usted su nombre en uno de esos carteles de películas que ponen en las marquesinas de los autobuses y podrá presumir de haber sabido antes de sus andanzas.
Si mi esposa y yo hubiéramos inducido a nuestro hijo a que considerar trivial su afición, haciéndole pensar en desecharla y estudiar, por ejemplo, ingeniería, no se hubiera convertido nunca en su vocación y con toda seguridad en su trabajo futuro. A él le queda mucho trecho que recorrer y mucho que pelear, pero les aseguro que la mitad de su camino, la que se refiere al compromiso consigo mismo, ya la tiene hecha.
Por ello, cuando tenga tentaciones de, haciendo lo que usted cree que es conveniente y llevado sin duda por el amor a sus hijos, hacerles considerar que sus sueños son triviales, piénselo dos veces. Lo mismo cuando usted piense en los suyos. Nunca es tarde para vivir disfrutando de lo que a usted le gusta, y es compatible con ganarse la vida, puede creerme.
Le dejo con un pequeño ejercicio que suelo mandar hacer a las personas que me contratan un proceso de Coaching, acerca de la identificación de las barreras y resistencias al cambio. Al fin y al cabo eso es lo primero que debe hacer si quiere llegar a eso que le gusta. Cambiar. Nos vemos después, en el capítulo 8. Hasta entonces.