2 - Para empezar, algunas preguntas

 

“Lo importante es no dejar de hacerse preguntas”

Albert Einstein

 

Tras el final del primer capítulo, presumo que usted se ha comprometido consigo mismo/a en ponerse, tal y como le decía, en acción. Un antiguo jefe mío diría “bajar al barro” empleando un tipo de semántica de soniquete épico que, la verdad, no le daba en el fondo buenos resultados, pero eso es otra historia.

 Lo que nos importa ahora, decía, es su compromiso. No con el señor que ha escrito este libro, ni con su propia familia, con sus amigos o con sus jefes. Con nadie más que con usted. El compromiso es un parámetro fundamental, que en Coaching decimos que es la base del éxito de un proceso, aunque de hecho, y permítame que le diga, creo que es la base de casi todo lo que se emprende. Y sin ese compromiso es prácticamente imposible que exista acción.

Por tanto, bienvenida o bienvenido y enhorabuena. Acaba de entrar en el selecto grupo de las personas ocupadas, que no preocupadas, en cambiar para mejorar.

Tras esta inyección de positivismo (de nada), me gustaría preguntarle algunas cosas. Como lamentablemente no estamos frente a frente, le ruego que se autorresponda, empleando la técnica básica de ser honrado/a consigo mismo/a.

Verá. Nadie va a estar delante más que usted cuando lo haga, así que si se autoengaña creo que tiene usted un problema adicional y que eso de haberse comprometido con pasar a la acción tiene, digamos, algunas lagunas.

Permítame un consejo, si me lo acepta: Mírese a un espejo y cuéntese de frente el engaño. Verá que queda tan absurdo, que no tiene porqué. En un porcentaje prácticamente total de los casos quedará convencido/a de decirse usted la verdad y nada más que la verdad.

¿Está preparado/a ya? Pues vamos al lío.

La primera pregunta puede que le parezca incluso un poco rara, pero es necesaria. Soy consciente que puede inquietar o incluso escocer un poco, pero ya verá cómo se siente mejor cuando se conteste, se escuche (o se lea, si se contesta por escrito, que además es una excelente manera de “ver” cómo piensa) y acepte su situación, sea la que sea.

Comprobará, si es que nunca ha hecho ese ejercicio, que eso de aceptar una situación que le afecte, aun siendo difícil de hacer, que no se lo voy a negar, es la primera piedra para construir la solución que consiga que deje de hacerlo definitivamente. No se puede argumentar ninguna solución cuando alguien, simplemente, niega lo que está pensando o haciendo, incluso teniendo la evidencia más que comprobada.

Así que, ahí va:

¿Está usted absoluta y completamente satisfecho/a (pero al cien por cien, sin reparos) de la vida que lleva?

Si en este momento ha contestado que sí, que está al cien por cien, sin ningún tipo de reparo ni cortapisa, que no tiene ningún pero, nada que desea ni quiere alcanzar o algo que le gustaría dejar, vaya a la zona donde se indica en este libro la dirección de la editorial y envíeles una nota contándoselo. Seguramente le pedirán que escriba su experiencia, y cómo lo ha hecho, porque puede convertirse en un auténtico best seller. Tal es la magnitud de esa afirmación.

Yo, mire usted, al cien por cien, sin ningún pero, que quiere que le diga, no lo estoy. Siempre hay algo que me gustaría conseguir más allá. De hecho, uno de mis motores, como me consta que lo es también de un enorme porcentaje de nuestros congéneres, es esa insatisfacción, llamémosle sana en este caso, que me motiva para ir aprendiendo, experimentando, esforzándome para poder crecer.

Ahora, aclarado lo anterior, permítame otra pregunta:

¿Y en su trabajo? ¿Está usted satisfecho/a al cien por cien con/en su trabajo?

¿Le gustaría simplemente trabajar en otra empresa? ¿Puede que en otro sector? ¿Puede que en un rol o puesto absolutamente diferente del que tiene usted ahora? Puede usted autoresponderse ahora.

Una observación: Quizá está usted desempleado/a y piense, mientras expresa secretamente un gesto de alivio: “Esto para mí no es, ya  sigo en el siguiente párrafo”. Pues no. Si está usted desempleado/a, no tendrá un empleo, pero trabajar, debería estar usted trabajando.

Una cosa no quiere decir en absoluto la otra ¿Verdad? Debería estar trabajando y muy duramente, en buscar ese empleo. Es un trabajo a menudo mucho más intenso y requiere mucha más concentración que un sinfín de tipos de empleos que normalmente identificamos como pesados o fatigosos. Ahora usted es la posición más alta. La presidencia, la gerencia, el CEO de su propia empresa. Ni más ni menos que usted. Y debe trabajar muy duro, al máximo nivel y tomar decisiones para que salga adelante ¿Sí?

Le pido que se fije un momento en esa diferencia, en ese pequeño matiz, pero tan peliagudo, cuando se decide afrontar un problema como ese.

Póngase delante del espejo y diga: “Estoy sin trabajo”. Ahora cierre los ojos un segundo. Vuelva a abrirlos. Dígale a su otro yo, que le mira con tanto interés: “Estoy buscando empleo” ¿Se ha sentido usted igual?

La primera afirmación nos sitúa directamente en el centro de esa horrible denominación (que Dios confunda al que la inventó),  para definir a las personas que buscan empleo, la de PARADO.

Parado: Quieto, detenido, inactivo, atascado, bloqueado, inmóvil… muerto. Horrible ¿Verdad?

Pero el segundo, “Estoy buscando empleo”, directamente crea expectativas. Transmite ACCIÓN.

Estoy buscando: Acción, expectativa, movimiento, iniciativa, desplazamiento, intento, logro… vivo. Mucho mejor ¿No?

Fíjese que trucos nos pone nuestra mente. Que importante, por otra parte, es el lenguaje que empleamos para expresar lo que tenemos en ella. Tengo muchas veces presente una cita del psicólogo y (este sí) autor de varios best sellers, Wayne W.Dyer, que dice: “Somos lo que pensamos”. Así es. Configuramos nuestro proceder diario, a través de lo que creemos, lo que hemos asimilado, aquello que nos han contado o hemos escuchado y elaboramos los razonamientos que sustentan nuestras acciones, en consecuencia con ellos. Y lo expresamos verbalmente un sinfín de veces al día, configurando así nuestra propia realidad, porque al oír nuestras propias palabras la mente obtiene confirmación y aprobación a eso que está pensando.

Así que ya sabe, la forma en la que conviene expresarse para construir otra realidad y que en su mente se modifique su visión inicial: No importa que no se lo crea. La mente trabaja sola aunque usted no lo note. Y va asimilando punto por punto la información que se le da hasta que la conexión neuronal se crea. Y entonces, empieza usted a pensar (y en consecuencia a SER) de forma diferente.

Discúlpeme este aparte que hemos hecho, si es que usted tiene empleo o trabajo. Aunque creo que aun teniéndolo, le va a venir igual de bien conocerlo para expresar lo que desea en un lenguaje de acción, positivo, que le permita crear nuevas realidades.

Continuemos con las incisivas preguntas:

¿Está usted (obviamente y como siempre al cien por cien), satisfecho/a con sus relaciones?

No le pregunto por ese tipo de relaciones. Eso queda para usted y su intimidad, e igual para los estudios que hace cierta marca de profilácticos cada año. Me refiero a sus relaciones con su medio, con su entorno, con el resto de personas, animales, cosas e instituciones en general que le rodean ¿Está usted satisfecho/a al cien por cien? De nuevo puede autoresponderse.

Si yo tuviera una ventanita imaginaria ahora mismo y le pudiera ver a usted y a cada uno de los demás lectores, según están leyendo esto último, probablemente advertiría rostros de moderada frustración, o directamente de cierto escepticismo. No se vaya a preocupar ahora. Le explico.

Dentro de unas condiciones razonables (existen los milagros), es técnicamente imposible que pueda estar satisfecho al cien por cien de lo que hace, de donde lo hace y de con quien lo hace. Siempre tendrá margen de mejora, de cambio, de modificación, según pase el tiempo, de lo que haga. Es una ley vieja como el universo. O evoluciona usted, o crece y cambia, o se queda fuera. Es así de simple. Incluso aunque no quiera hacerlo, porque entonces no estará completamente satisfecho con cómo se plantea ese cambio. Por eso se estará negando.

Pero hay algo que sí puedo decirle a usted y a todos los lectores. Pueden acercarse muchísimo a ese porcentaje y algunos, inclusive, tendrán la sensación de satisfacción plena. Como si fuera al cien por cien. Porque aunque haya cosas que hagan que ese porcentaje no llegue exactamente a esa cifra, lo que pueden llegar a alcanzar ustedes, con cierto trabajo eso sí (pero tampoco exagerado), es tener posibilidad de minimizar la importancia de esas pequeñas cosas ¿Lo sabían?

Me retiro de esa ventanita imaginaria, dejo al resto de esforzados lectores de este libro y vuelvo con usted otra vez.  Y lo hago para hacerle otra pregunta (esta vez definitiva):

¿Está usted satisfecho/a con usted mismo? ¿Con cómo es usted?

Esta vez no es con lo que hace, sino con su propio SER.

No se preocupe. Este capítulo no va a derivar hacia la filosofía. No soy gurú, ya se lo he dicho, pero tampoco soy filósofo. Mi trabajo es que usted se pregunte todas estas cosas, que las averigüe por y desde usted mismo/a y no porque nadie le exponga tal o cual teoría sobre el particular, como si hubiera descubierto el Bosón de Higgs (*). Como dicen en el cine: Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo ¿No cree?

(*) Nota del Autor: Explicar qué es el Bosón de Higgs llevaría probablemente otro libro completo. La teoría proviene de un reciente premio nobel (el señor Higgs, de los Higgs de toda la vida) y eso debería ser suficiente para creérselo, pero, al no tener este autor constancia ni siquiera de cómo empezar a explicarlo, lo mejor para saber qué es, es hacer una concienzuda exploración por el buscador de internet de turno. Eso, o preguntarle a un catedrático de física de partículas (si lo tiene a mano).

Le propongo en este preciso instante que no se preocupe, por el momento, del susodicho Bosón y que haga un pequeño ejercicio:

Necesita usted un cuaderno o bloc (mejor nuevo) y un lápiz o bolígrafo. Puede que le encanten las nuevas tecnologías, pero le voy a pedir que escriba y que lea después. Y el efecto de reconocimiento propio que se necesita, es mucho más efectivo leyendo su propia letra que leyendo algo escrito en Arial 10.

Cuando tenga sus útiles de escritura, sitúelos delante de usted y siéntese cómodamente. Mejor con la espalda recta aunque no es imprescindible. Ahora le voy a pedir que se relaje y afloje un poco su musculatura. Sin pasarse, no se me vaya a quedar dormido/a. Cierre los ojos y piense cómo se definiría a usted mismo/a en tercera persona. Ya saben, eso de “Zutanito/a de tal (usted) es una persona, así o asá”.

Repito algo que he dicho anteriormente: Esto es exclusivamente suyo. No tiene que compartirlo con nadie más, por lo tanto conviene extremar la sinceridad al definirse. No vaya a dejar que el lado izquierdo de su cerebro le haga solo describir media persona. Use el lado derecho y, sobre todo, no se mienta.

Escriba su definición. Utilice el detalle cuanto le sea posible. Cuando haya terminado léala. Un par o tres de veces si es necesario.  Por favor, no siga leyendo más adelante de éste párrafo, hasta que no haya hecho lo anterior.

¿Ya lo tiene? ¡Bien!

¿Cuánto le ha costado encontrar una definición de cómo es usted? ¿Mucho? ¿Poco? ¿Ha tachado cosas? ¿Rectificaciones?

¿Está de acuerdo con lo que ha escrito? ¿Se ve distinto? ¿Es la imagen que tenía de usted?

Si ha tenido que pensar, si le ha costado algo encontrar una definición de cómo es usted, si no le ha salido esa definición automáticamente, lo más probable es que pertenezca a la gran tribu de las personas que han dejado de conocerse a sí mismas. Déjeme que le haga otra pregunta. Se dará cuenta a lo largo de este libro que los coaches somos pero que muy preguntones. De hecho es una parte esencial de nuestro trabajo, la indagación. Y a mí me gustaría regalarle este recurso de la pregunta, porque es extremadamente útil para el propósito del aprendizaje. Sin preguntas no hay respuestas. Y usted busca respuestas ¿Verdad?

Bien, disculpe que le haya hecho este aparte, pero me parecía necesario. Vayamos con la pregunta anteriormente citada:

¿Suele usted a menudo, con cierta frecuencia, pensar en usted mismo/a?

Me refiero a eso que se dice de “estar a solas consigo mismo/a”, sin nadie alrededor, sin móvil, sin ordenador. Sólo usted.

¿Cuántas veces lo hace?  ¿Lo ha hecho hoy?

 ¿Quizá una o dos veces a la semana?

 ¿Una al mes al menos?

Venga, en el último año habrá estado consigo mismo/a alguna vez ¿no?

Pues es cierto, estos tiempos nos han robado algo importante y básico para el ser humano y que, usado en su justa medida, produce resultados muy beneficiosos. Algo que es necesario y que equilibra nuestra personalidad.

Yo lo llamaría “soledad terapéutica”. Y consiste, ni más ni menos, en reunirse de vez en cuando consigo mismo/a sin nada ni nadie que pueda distraer su atención. Hay un libro magnífico que yo les recomiendo vivamente: “Toma un café contigo mismo” del Doctor Walter Dresel, que habla sobre esto y da pautas para iniciarse en el autoconocimiento.  Escucharse, preguntarse, responderse, intimar con usted, desde usted. Conocerse, en suma.

Simple ¿No es cierto?

Ya sé que me va a contestar que no tiene tiempo, que está muy ocupado/a con un sinfín de cosas que reclaman su atención. Pero déjeme decirle que eso es extremadamente peligroso. Siempre se ha de tener tiempo para uno/a mismo/a. Es una cuestión de supervivencia, créame. Si es posible, dedíquese al menos media hora al día para usted. Pare ese rato y deje la mente volar. Escúchese. Use un bloc de notas o cuaderno (olvídese de tabletas y de demás artilugios tecnológicos que pueden distraer su atención) y escriba, a la vieja usanza, cualquier cosa que le pase por la mente, cualquier sentimiento o sensación que experimente.

Léalo después y medite un poco sobre ello. Encontrará una formula magnífica para comprender muchas de las cosas por las que está usted pasando. Está usted haciendo, con algunas diferencias, pero conservando mucha efectividad del método, algo que en Coaching llamamos espejar, (o hacer de espejo, que vaya palabros nos gastamos a veces) y además está haciendo mucho por su propio equilibrio y estabilidad mental, por su capacidad para tomar decisiones y entender porqué se producen sus bloqueos. Téngalo en cuenta. Le pido sólo media hora al día.

Me gustaría que ahora, ya sabiendo todo lo anterior, haga un segundo ejercicio. Vuelva a relajarse y a aflojar los músculos (le cogerá el gusto a eso, créame), cierre de nuevo los ojos y sitúese mentalmente cuando tenía seis años. Si no lo recuerda bien, deje volar su imaginación. Recuerde un instante en el tiempo cuando era niño o niña, más o menos por esa edad. Que estaba haciendo, viendo oyendo o sintiendo. Reconózcase mentalmente en ese niño o niña.

Cuando tenga esa imagen e integre en su mente que hacía y cómo se sentía, defínase de la misma forma en la que lo hizo anteriormente en su vida adulta. Ya saben, “Zutanitín o zutanitina es un/a niño/a tal y cual”. Escríbalo de la misma manera que escribió anteriormente la misma respuesta para su edad actual

¿Lo tiene ya?

Léalo atentamente. Ahora compárelo por favor con lo que escribió antes. ¿Se ha definido usted igual?

Si lo ha hecho así, no tengo más que darle mi sincera enhorabuena. Seguramente será una persona que haya conservado su forma de ser a pesar de los estímulos exteriores. Pero reconozca al menos que no es lo habitual. Es más, puede considerarse una de las excepciones a la estadística general.

Y esta estadística indica simplemente que las diferencias son enormes. Muchas veces no hay coincidencias siquiera. De manera que si pertenece usted al grueso de la estadística, solo una pregunta: ¿Y que ha podido pasar desde los seis años hasta ahora para que AHORA SEA OTRA PERSONA?

Le dejo con sus reflexiones. En el capítulo siguiente intentaremos darle claves para acompañarle en su indagación personal.