26

COSECHARÁS TU SIEMBRA

 

A la actriz Carla Vivanco la amenaza el padre de su hija con quitarle la custodia; los escándalos que ha protagonizado en las últimas semanas han obligado a su expareja a querer velar por la vida privada de su pequeña.

 

Este fulminante texto aparecía en la portada de una de las muchas revistas de prensa rosa y amarilla. Carla se sentía destruida y culpable; al fin y al cabo, ella misma había provocado esa situación por tener una vida pública y arrastrar a su hija a la misma.

—Estate tranquila, todo va a pasar.

—Eso será en tu mundo; en el mío, todo se derrumba precipitadamente —dijo apoyando sus manos en la cara.

Rick estaba tan preocupado que casi no la dejaba sola ni un segundo; además, eso le servía para reprimir sus ganas de ir a romperle la cara a Iván.

—La verdad es que no puedo creer que Iván haya llegado a esto, me parece inconcebible —intervino la madre de la chica.

—Ya ves, mamá, las apariencias engañan.

—¿Abril sabe algo o has preferido ocultárselo?

—Solamente le he dicho que Iván va a estar fuera algunos días y que probablemente después se irán juntos de vacaciones un tiempo para conocerse mejor; no me he atrevido a contarle que nos van a separar y tampoco quiero que lo odie; al fin y al cabo, es su padre.

—De buena, a veces parecés estúpida, hija mía —sentenció su padre, hombre de pocas pero precisas palabras.

—Me voy a dar un baño y, luego, a acostarme.

—¡Pero si apenas son las cinco de la tarde! —exclamó Rick incrédulo.

—Estoy agotada y necesito coger fuerzas para mañana.

Rick se adelantó y le preparó una bañera de agua caliente con sales; además, puso algunas velas y música muy suave, para que pudiera relajarse.

—¿No te quedas? —preguntó Carla cuando vio que él salía del baño.

—Pensé que querrías estar sola.

—Prefiero tu compañía. Sé que estos últimos días hemos estado distanciados y, con esto de Iván, no quiero continuar así contigo.

Él se acercó y posó un cálido beso en la pálida frente del amor de su vida.

—Sólo te pediré una cosa, si quieres que estemos bien. —Ella asintió e hizo un gesto para que continuara—. Quiero que descanses, que te tomes las cosas con más calma y que no te hundas. Estás pálida, ojerosa y de bastante mal humor… Al final acabarás enfermando.

—Prometo que lo intentaré. La verdad es que no he querido ni mirarme al espejo, debo de estar horrible.

Su pareja la acercó a un espejo y la obligó a mirarse en él.

—Estás hermosa incluso con aspecto de fantasma —dijo sonriendo para acompañar su broma y así robarle una sonrisa a su amada.

Fue desnudándola poco a poco y posando besos en cada parte desnuda; por fin, Carla sentía que su cuerpo iba volviendo a la vida. Sin duda, su novio era el mejor remedio para todos sus males.

Ella se metió en la bañera y lo esperó pacientemente mientras él se quitaba la ropa. Cerró los ojos y consiguió relajarse y olvidar sus problemas.

Rick se quedó mirándola con ternura y satisfacción. Amaba tanto a esa mujer que le dolía el pecho cuando la tenía cerca; haría y daría lo que fuese por verla feliz y odiaba a cualquiera que la hiciera sufrir.

Se introdujo en la bañera lentamente y sin apenas mover el agua donde ella estaba inmersa. Le dio un beso en la comisura de la boca y ella se sobresaltó.

—Lo siento, me había dormido, o eso creo —anunció tímidamente la muchacha.

—Tranquila, duérmete otra vez, te sentará bien.

Carla se abalanzó de inmediato sobre él y lo besó con ferocidad; un beso implacable que él fue incapaz de rechazar.

—Te amo —susurró en su oído.

Él la besó con una pasión arrolladora, capaz de derretir el más antiguo de los glaciares. Sus manos recorrieron las curvas de su mujer, haciendo que ésta arqueara su cuerpo como una contorsionista.

Deslizándose con gran astucia, se colocó sobre Carla y la penetró con una delicadeza extrema, como si temiera que su niña de porcelana se rompiese en pedazos.

Hicieron el amor como jamás lo habían hecho, de la manera más dulce que se pueda imaginar. Rick no cesó de besarla y dedicarle caricias y halagos.

Carla se sentía tan amada, tan relajada y viva, que llegó al clímax tantas veces como se lo permitió su cuerpo. Estuvieron allí hasta que el agua se tornó helada.

Salieron de la bañera y él los envolvió a ambos en una amplia y suave toalla; luego la cogió en brazos y la llevó a la cama, donde la hizo suya una vez más.

Carla se quedó dormida casi al mismo tiempo en que Rick salía de su cuerpo. Luego, él la contempló sentado junto a una ventana, mientras se fumaba un cigarrillo y pensaba en el futuro que le esperaba junto a esa mujer; un futuro maravilloso, en cuanto todo lo malo pasara de una vez.

 

 

—He hecho lo que me has pedido. La demanda está interpuesta y Carla está histérica.

—Buen trabajo, al final no eres tan idiota como creía.

—No entiendo cómo, diciendo que la amas, tienes el valor de hacerle esto.

—Te recuerdo, Iván, que quien lo está haciendo eres tú —le reprochó Sean, riendo.

Iván se fue del despacho dando un portazo, indignado y dolido por lo que le tocaba hacer. Detestaba tener que hacer sufrir a Carla de esa manera, pero Sean lo había amenazado con conseguir que no pudiera volver a ver a Abril, y él no podría soportarlo.

—Imbécil —espetó Sean en cuanto Iván salió por la puerta—. Qué fácil ha sido, una simple amenaza y el muy idiota está a mis pies... ¡Ja, ja, ja! Ahora Carla perderá la confianza en este tonto y ya sólo me quedará destruir al otro estúpido del actorucho; será más complicado, pero no por eso menos placentero.

Sean estaba tan despechado que ya todo le daba igual. Sus cartas estaban echadas y él jamás toleraba perder. Carla sería suya a las buenas o a las malas... y para él era evidente que, tras perder a Iván y a Rick, ella acudiría al bueno de Sean; si no, llegaría hasta las últimas consecuencias.

Atrapada en la realidad
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