1
OPORTUNIDAD
Tras duros esfuerzos por mantener y criar a su hija, trabajando y estudiando a la par, Carla logró que todo ese sacrificio diera sus frutos. Estaba haciendo una pequeña obra teatral en Valencia, la ciudad donde vivía junto a sus padres, hermanos y Abril, la luz de sus ojos.
Sean era el productor de dicha obra y también había sido su profesor de interpretación; por eso no dudó un segundo en darle esa oportunidad... pero él quería más para su alumna, y por ello le había conseguido un papel fuera del país que posibilitaría que su carrera diera un giro.
Fue a casa de Carla, impaciente por darle la buena nueva.
—Car, tengo una gran noticia, ¡no vas a poder creerlo! —Estaba emocionado como si la sorpresa fuese para él—. Siéntate, por si te desmayas.
—Va, déjate de tonterías y suéltalo ya. —Sonrió al verlo. El tiempo los había convertido en amigos más que en profesor y alumna; sabía que quería lo mejor para ella y que se esforzaba porque sus sueños se cumplieran.
—Te he conseguido un papel en tu obra de teatro favorita —soltó a bocajarro.
—¿En cuál? ¿Cómo? —preguntó ella entusiasmada. No podía creer lo que estaba escuchando.
—¡Romeo y Julieta! —enfatizó—. ¿Qué te parece, cielo?
—Nooo, ¿Romeo y Julieta? ¿De verdad? —Se acercó más a Sean para aferrarse a su brazo.
—Sí, pero hay un pequeño problema —dijo Sean restándole importancia. Sabía que para Carla eso representaría más que un pequeño problema, pero confiaba en poder convencerla.
Ella, con tono burlesco, le preguntó:
—¿Cuál? ¿Me toca hacer de balcón?
—No. —Su rostro se tensó—. Que se representa en Vancouver, Canadá.
Carla lo observaba contrariada; su cabeza le decía que no podía ser, que lo había entendido mal. ¿Cómo iba a buscarle Sean una obra tan lejos de casa? ¿Cómo iba a proponerle un trabajo a miles de kilómetros de Abril? Mil preguntas rondaban por su mente y, por mucho que buscaba el lado positivo a lo que Sean acababa de comunicarle, no lo conseguía. ¿Qué debía responder?
—Es una oportunidad de oro, da igual dónde sea —sentenció él al darse cuenta de que Carla no era capaz de reaccionar.
—No, Sean, no da igual dónde sea —contestó al fin—. Tengo una hija, un trabajo y unas obligaciones. —Las dudas seguían martilleándola—. ¿Cuánto tiempo sería? —Su entusiasmo se desvaneció y vio cómo, una vez más, su sueño se le escapaba de las manos.
—Unos cuantos meses, depende del éxito que tenga la obra.
—Entonces, olvídalo, Sean. —Giró sobre sus talones y le dio la espalda dispuesta a marcharse.
—¡No, de eso nada, nena! —La sujetó por el brazo—. No sabes lo que me ha costado conseguirte ese papel; no es uno cualquiera, Carla. —Su voz sonó severa y fría.
—¿Ah, no? ¿Qué papel es ése, señor? —Se encaró a él con actitud altiva—. No seas ridículo, ninguno es más importante que el que hago como madre. —Su mirada era desafiante; cualquier papel de figurante que le hubiera conseguido no podría hacer sombra a la persona más importante de su vida.
—¡Basta ya! Es el principal, el de Julieta, y te van a pagar muy bien, más que bien, diría yo; así que deja de joder y, si de verdad te importa tanto ser buena madre, esto es lo mejor que vas a poder ofrecerle a Abril. —Él era de las pocas personas que no tenía miedo de decirle a Carla la cruda realidad, sin pelos en la lengua ni tapujos; su relación era así, sincera.
Carla se quedó sin palabras, muda ante la dureza y honestidad de Sean, pero separarse de su hija era mucho más duro que oír a su profesor. Cualquier sacrificio era poco para darle a su Abril lo mejor, pero distanciarse de ella por tanto tiempo era lo último que se plantearía. Ya era demasiado duro para la pequeña no tener un padre presente como para tener también una madre ausente.
Después de unos minutos de silencio, finalmente respondió:
—No sé, déjame que lo piense. Tengo que hablarlo con mi familia; no puedo tomar una decisión así por mi cuenta.
—Ya sabes lo que va a decirte tu familia... ¿o me equivoco? —Hizo una pausa para tranquilizarse—. De todas formas no te estoy pidiendo que me des una respuesta ahora mismo.
—Ya veremos. Una cosa es marcharme a Londres quince o veinte días de vez en cuando y otra muy distinta irme por quién sabe cuánto tiempo a Canadá.
—Bueno, pero hay solución. Si vemos que la obra va bien y que la estancia se alarga mucho, yo mismo me encargaré de que Abril esté contigo en Vancouver; sabes que siempre cumplo lo que prometo, y sobre todo contigo. —Eso era cierto, estaba como cegado por ella, la quería demasiado, más de lo que admitía—. Háblalo con quien necesites hacerlo. Mañana quedamos en el café de siempre y lo conversamos con más calma.
Carla estuvo de acuerdo, necesitaba comentarlo con sus padres y con Abril. Tenía que relajarse para tomar una decisión. Era una oportunidad única.
Se despidieron con dos besos y él se marchó.
Carla se pasó las horas siguientes dándole vueltas a la cabeza.
¿Cómo se lo tomaría su familia? Sí, siempre la habían apoyado en todo, de una manera incondicional, pero esto era diferente; la distancia que iba a separarles era demasiada, por no hablar del tiempo que pasaría lejos de su hija y en el que ellos tendrían que hacerse cargo de todo. Por otro lado, era la oportunidad que esperaba desde hacía años; había bastante dinero en juego y con él podría proporcionarle un mejor futuro a su familia, además de que por fin podría irse a vivir sola con su pequeña Abril. Su corazón estaba dividido; no era tan sencillo como decir «¡me voy y ya está!».
Oyó a sus padres en la cocina y eso la hizo salir de sus pensamientos.
—Ma, pa... os tengo que contar algo y no sé cómo hacerlo —dijo sentándose en una de las sillas que estaban libres.
—Hija, sabés que nos podés decir lo que sea —intervino su madre con voz dulce y maternal, además de un deje muy argentino. Ninguno de sus padres había perdido el acento de su país.
—Resulta que Sean me ha conseguido un papel en una obra de teatro.
—¡Eso es genial, cielo! —exclamó su madre al oír la noticia.
—No del todo. —Carla agachó la cabeza—. El caso es que se representa en Vancouver, Canadá. —La última palabra sonó en un débil susurro.
—Ah, bueno... eso sí que es empezar con buen pie. —Su padre habló por fin—. Me parece que será una gran oportunidad.
—Ya, papá, pero van a ser unos cuantos meses y la verdad es que no sé si estoy preparada para algo así. —Con sus padres podía ser totalmente sincera y, aunque le preocupaba estar lejos de Abril, sabía que con ellos estaría bien y que pronto la tendría a su lado... pero ¿y si no era capaz de hacerlo? ¿Y si no estaba preparada para representar un papel principal?
—¿Vas a dejar pasar esto por miedo? Estás más que preparada, así que, con esa excusa, andá a cantarle a Gardel. —Su madre no podía creerla, llevaba luchando toda la vida por alcanzar su sueño y, cuando por fin era un hecho, iba a dejarlo pasar—. Hay trenes que sólo pasan una vez en la vida, Car, y éste es uno de ésos. Y si lo que te preocupa es Abril, ya sabés que nosotros te vamos a ayudar —la calmó con voz protectora.
—Es que no me la podré llevar, está aún por la mitad del curso y no sería justo. Pero tampoco quiero estar alejada de ella. —Mientras hablaba, la voz se le cortaba y de sus ojos brotaba una fina capa de lágrimas.
—Hija, no empieces con boludeces, por favor. Si te toca estar un tiempo lejos, vas a tener que estarlo y punto. Con lo que te costó conseguir algo que valiese la pena... —Su padre se levantó y se fue, ofuscado.
Carla comenzó a sollozar en cuanto él cruzó la puerta.
—Tenés que entenderlo, hija. Nosotros queremos lo mejor para vos y esto lo es. Sabemos que te morís de ganas de hacer esa obra y también que va a ser sumamente doloroso alejarte de la peque; pero pensá que, si te va bien, le vas a poder dar el futuro que siempre soñaste. Al fin tus esfuerzos comienzan a dar fruto y vas a tener lo que mereces. Sean se está esforzando muchísimo.
—Lo sé, sé que tenéis razón. Lo consultaré con la almohada, además de con Abril, por supuesto.
—Ya sabés lo que te va a decir tu hija.